Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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21.11.23

Oración a la gloriosa y bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo



¡Madre augusta de Jesucristo, Puerta del Cielo, Estrella de los mares, que de tantos naufragios nos habéis librado!

Yo, el más indigno de vuestros devotos, pero el más obligado por vuestros favores, vengo a vuestros pies, uniendo mi intención a la de todos los fieles que son devotos de vuestra advocación del Carmelo, para saludaros con las frases del ángel San Gabriel, felicitándoos con toda mi alma por vuestras preeminencias y glorias, y rindiéndoos ferviente gratitud por el patrocinio que constantemente os habéis servido dispensarme.

12.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (y206)



CAPÍTULO 25
De manera breve se explica la tercera poesía.

Poesía 3ª:

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.


Explicación:

1. Continuando todavía el alma la metáfora y semejanza de la noche temporal en comparación con esta noche suya espiritual, va todavía contando y engrandeciendo las buenas propiedades que hay en ella, y los inigualables tesoros que por medio de ella halló y llevó, para que de la manera más breve y segura posible consiguiese su deseado fin. De las mencionadas propiedades aquí muestra tres:

2. La primera, dice, es que en esta dichosa noche de contemplación lleva Dios al alma por tan solitario y secreto modo de contemplación ("...en secreto, que nadie me veía..."), y tan remoto y ajeno del sentido, que ninguna cosa perteneciente al mismo sentido, ni ninguna influencia ni toque de criatura alcanza a llegarle al alma, de manera que no pudiese ser estorbada de ellas ni la detuvieran en el camino de la unión de amor.

3. La segunda propiedad que encontramos es que por causa de las tinieblas espirituales de esta noche -en la cual todas las potencias de la parte superior del alma están a oscuras-, no mirando el alma ni tampoco pudiendo mirar en nada, no se detiene en nada fuera de Dios para ir a Él, por lo tanto va libre de los obstáculos de formas y figuras y de las aprehensiones naturales, que son las que siempre suelen empachar el alma para que no se una con el ser de Dios.

4. La tercera propiedad es que, aunque ni va apoyada con alguna particular luz interior del entendimiento, ni con guía alguna del exterior para recibir satisfacción de esa luz o guía en este elevado camino (ya que estas oscuras tinieblas la tienen privada de todo esto), sin embargo el solo amor que en este tiempo arde -en la solicitud de su corazón por el Amado-, es el que guía y mueve al alma entonces, y la hace volar a su Dios por el camino de la soledad, sin ella saber cómo y de qué manera se desenvuelve por él.

Se sigue el verso:

En la noche dichosa.


[El escrito de la Noche concluye precisamente al iniciar la exégesis de los versos de la 3ª estrofa. Su contenido no responde ya a la etapa purificativa; en la poesía, lo mismo que en las siguientes, se cantan "varios y admirables efectos de la iluminación espiritual y unión de amor con Dios" (como cuenta en el prólogo). No queda sustancialmente nada por tratar de los "efectos de las dos purgaciones espirituales" encerradas en los versos de las dos primeras estrofas. Queda pues interrumpido el escrito en su manera material, pero no la exposición de la noche oscura ya mostrada].

(Nota del actualizador: A partir de aquí el alma goza de su Dios y solo espera el encuentro definitivo con Él en la vida que no tiene término. Él la lleva de su mano y, tal como ocurrió en el trásito durante la noche, cada experiencia será personal en cuanto la capacidad de cada individuo. No obstante, mientras se continúa en este plano existencial sigue siendo necesario un imprescindible elemento: perseverar (Mateo 24:13)).

FIN

San Juan de la Cruz


11.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (206)



14. Cuando acontece que estos favores se le hacen al alma en celada (guarnecida) -que esto ocurre sólo, como hemos dicho, en espíritu-, suele en algunas de estas comunicaciones el alma verse -sin saber cómo le ocurre esto- tan apartada y alejada según la parte espiritual y superior respecto de la porción inferior y sensitiva, que conoce en sí dos partes tan distintas entre ellas que le parece no tiene que ver la una con la otra, dándole la sensación de que está muy remota y apartada de la una. Y la verdad, en cierta manera así lo está porque según esta operación -ya que entonces es toda espiritual- no comunica en la parte sensitiva. De esta suerte se va haciendo el alma toda espiritual; en estos escondrijos de contemplación unitiva se le acaban de quitar los despojos de las pasiones y apetitos espirituales en mucho grado. Y así, hablando de la parte superior del alma, dice luego este último verso:


Estando ya mi casa sosegada.


CAPÍTULO 24
Se finaliza con la explicación de la segunda canción.


1. "Estando ya mi casa sosegada" es tanto como decir: "estando la parte superior de mi alma ya también -como ya le ocurriera a la inferior-, sosegada según sus apetitos y potencias, salí a la divina unión de amor de Dios".

2. Por cuanto de dos maneras por medio de aquella guerra de la oscura noche, como queda dicho, es combatida y purgada el alma, conviene a saber: según la parte sensitiva y la espiritual, con sus sentidos, potencias y pasiones. Y también de dos maneras según estas dos partes sensitiva y espiritual, con todas sus potencias y apetitos, viene el alma a conseguir paz y sosiego (nota del actualizador: nótese aquí las menciones a parte sensitiva y espiritual; sentidos, potencias y pasiones, y potencias y apetitos. Es decir, dos partes y dos grupos a combatir: por un lado sentidos, potencias y pasiones; y por el otro, potencias y apetitos. Lo explica bien el Santo, mostrando claramente toda la relación y cruces existente entre todas ellas). Y así es que -como también queda dicho- repite dos veces este verso, obsérvese: en esta poesía y en la anterior, por razón de estas dos porciones del alma, espiritual y sensitiva (nota del actualizador: recordemos que en la primera estrofa era: "(...) salí sin ser notada / estando ya mi casa sosegada". Y en la segunda: "(...) a oscuras y en celada, / estando ya mi casa sosegada", como nos recuerda aquí San Juan de la Cruz). Estas dos partes del alma, espiritual y sensitiva, para poder ella salir a la divina unión de amor es adecuado que estén primero reformadas, ordenadas y sosegadas en cuanto a lo sensitivo y espiritual conforme al modo del estado de la inocencia que había en Adán. Y así este verso, que en la primera poesía es entendido en cuanto al sosiego de la porción inferior y sensitiva, en esta segunda se entiende específicamente de la parte superior y espiritual, y es por eso que se ha repetido dos veces.

3. Este sosiego y quietud de esta casa espiritual viene a conseguir el alma de manera habitual y perfectamente -según esta condición de vida sufre (nota del actualizador: o sea, todo lo que sea posible en esta condición bajo la mortal existencia en este mundo)-, por medio de los actos de toques sustanciales de unión que acabamos de decir y que, amparada (en celada) y escondida de la turbación del demonio y de los sentidos y pasiones, ha ido recibiendo los mencionados toques de la Divinidad, con los cuales y en su acción el alma se ha ido purificando y, también como digo, sosegando y fortaleciendo, así como haciéndose estable para poder dar asiento a recibir la mencionada unión, que es el divino desposorio entre el alma y el Hijo de Dios.

El cual, luego que estas dos casas del alma se terminan de sosegar y fortalecer en uno con todos sus domésticos (nota del actualizador: "domésticos", el Santo lo abordó en capítulos anteriores, y recordemos que se refiere a las actividades, apetitos e inclinaciones que consigo llevaba -o mejor dicho, arrastraba- de su baja condición el alma) de potencias y apetitos, poniéndolos adormecidos y en silencio respecto de todas las cosas de arriba y de abajo, inmediatamente esta divina Sabiduría se une en el alma con un nuevo nudo de posesión de amor, y se cumple como ella lo dice en el libro de la Sabiduría (18, 14-15): "Dum quietum silentium contineret omnia, et nox in suo cursu medium iter haberet, omnipotens sermo tuus, Domine, a regalibus sedibus" ("mientras la quietud del silencio contenía todo, y la noche estaba a la mitad de su curso, tu omnipotente discurso, oh Señor, desde los tronos reales"). Lo mismo da a entender la Esposa en los Cantares, diciendo que después que pasó los que la desnudaron el manto de noche y la llagaron (5, 7), halló al que deseaba encontrar su alma (3, 4).

4. No se puede llegar a esta unión sin gran pureza, y esta pureza no se alcanza sin una gran desnudez de toda cosa creada y de una viva mortificación. Lo cual es referido en la metáfora del texto anterior, donde se lee el "desnudar el manto a la Esposa" y "llagarla de noche" en su búsqueda y pretensión del Esposo. Esto es así ya que el nuevo manto que pretendía del desposorio no se le podía vestir sin desnudarse antes del viejo. Por tanto, el que rehusare salir en la noche ya dicha a buscar al Amado y se resistiese también a ser desnudado de su voluntad y mortificado (que a esto se refiere en el texto con la indicación de que "la llagaron"), sino que en su lecho y acomodamiento le busca, como hacía la Esposa, no llegará a hallarle. Porque como vemos, esta alma de la poesía dice de sí que lo halló, saliendo ya a oscuras y con ansia de amor.


10.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (205)



10. Todo esto que hemos dicho ocurre en el alma pasivamente, sin ser ella parte en hacer y deshacer respecto de ello. Pero se debe en este punto saber que, cuando el ángel bueno permite al demonio esta ventaja de alcanzar al alma con este espiritual horror, lo hace para purificarla y disponerla con esta vigilia espiritual para alguna gran fiesta y merced espiritual que le quiere hacer, puesto que el Señor nunca mortifica sino para dar vida, ni humilla sino para ensalzar (1 Re. 2, 6-7 ). Lo cual acontece al poco de superar estos escollos, en donde el alma, conforme a la purgación tenebrosa y horrible que padeció, goza de admirable y sabrosa contemplación espiritual, a veces tan elevada que no hay lenguaje para describirla. Por ello se dispuso mucho el espíritu con el antecedente horror del espíritu malo para poder así recibir este bien, puesto que estas visiones espirituales más son de la otra vida que de ésta, y, cuando se ve una, dispone para poder acceder a otra.

11. Lo dicho se entiende acerca de cuando visita Dios al alma por medio del ángel bueno, en lo cual no va el alma -según se ha dicho- totalmente tan a oscuras y encubierta que no le alcance algo el enemigo. Pero cuando Dios por sí mismo la visita, entonces se verifica bien el mencionado verso, porque entonces totalmente a oscuras y en celada del enemigo recibe las gracias espirituales de Dios. La causa es porque como Su Majestad mora sustancialmente en el alma, donde ni ángel ni demonio puede llegar a entender lo que pasa, no puede conocer las íntimas y secretas comunicaciones que entre ella y Dios allí suceden. Estas, por cuanto las hace el Señor por sí mismo, son totalmente divinas y soberanas, porque todos son toques sustanciales de divina unión entre el alma y Dios, en uno de los cuales -por ser éste el más alto grado de oración que existe- recibe el alma mayor bien que en todo el resto.

12. Porque éstos son los toques que ella le entró pidiendo en los Cantares (1, 1): "Osculetur me osculo oris sui" ("me besó con el beso de su boca"), etc. Que por ser esta comunicación tan a lo íntimo que pasa con Dios -donde el alma con tantas ansias desea llegar- estima y anhela un toque de esta Divinidad más que todas las demás gracias que Dios le hace. Por lo cual, después que en los dichos Cantares le había hecho muchos favores que ella allí ha contado, no hallándose satisfecha dice, pidiendo estos toques divinos: "¿Quién te me dará hermano mío, que te hallase yo sola afuera mamando de los pechos de mi madre, porque con la boca de mi alma te besase, y así no me despreciase ni se me atreviese ninguno?" (8, 1). Dando a entender por esto que, siendo la comunicación que Dios le hiciese en total intimidad -como estamos diciendo- fuera y aparte de todas las demás criaturas -que esto es lo que quiere decir "solo y afuera mamando" esto es, desecando y apagando los pechos de los apetitos y afecciones de la parte sensitiva (nota del actualizador: el ejemplo se entiende mejor desde el punto de vista de una madre dando de mamar -alimentando- la parte mundana y sensitiva; el Santo, por tanto, se refiere a dejar de alimentar y vigorizar esa parte, no dándole el pecho, o sea, secando la fuente que les da fuerza, brío y vitalidad, y apagando los apetitos)-, todo lo cual sucede cuando ya con libertad de espíritu (sin que la parte sensitiva alcance a impedirlo, ni el demonio por medio de esa parte sensitiva pueda contradecirlo ni oponerse), goza el alma en sabor y paz íntima de estos bienes. Es entonces que no se le atrevería a plantarle batalla el demonio, porque no los alcanzaría ni podrá llegar a entender estos divinos toques en la sustancia del alma con la amorosa sustancia de Dios.

13. A este bien ninguno llega si no es por íntima purgación y desnudez y escondite -alejamiento- espiritual de todo lo que es criatura (nota del actualizador: nótese aquí que el Santo menciona explícitamente "escondrijo espiritual de toda criatura", que es más valioso -aunque no tiene por qué ser contrario lo uno con lo otro- al escondrijo o alejamiento material). Lo cual a oscuras, como abundantemente hemos tratado durante largas explicaciones anteriores y seguimos diciendo respecto de este verso "en celada y escondido", y también escondido -o sea, oculto-, como ahora hemos dicho, se va confirmando el alma en la unión con Dios por amor. Y por eso lo canta ella en el mencionado verso, en el cual dice: "a oscuras y en celada".


9.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (204)



5. Otras veces, cuando la relación espiritual no comunica mucho en el espíritu, sino que participa en el sentido, con más facilidad alcanza el demonio a turbar el espíritu y alborotarlo por medio del sentido con horrores de este tipo. Y entonces es grande el tormento y pena que causa en el espíritu, y algunas veces más de lo que se puede decir porque, como va de espíritu a espíritu directamente, es intolerable el horror que causa el malo en el bueno, me refiero a tormentos en el ánima, cuando le alcanza su alboroto. Lo cual también da a entender la Esposa en los Cantares (6, 10-11), cuando dice haberle a ella ocurrido así al tiempo que quería descender al interior recogimiento a gozar de estos bienes, declarando: "Descendí al huerto de las nueces para ver las manzanas de los valles y si había florecido la viña; no supe; conturbóme mi alma por las cuadrigas", esto es, por los carros y estruendos de Aminadab, que es el demonio [es muy singular la identificación de Aminadab con el demonio, cosa segura en el Santo, ya que la repite en el Cántico de manera aún más explícita].

6. Otras veces ocurre -y esto cuando esta comunicación es por medio de ángel bueno- que algunas veces el demonio se da cuenta de alguna gracia que Dios quiere hacer al alma. Esto sucede porque las que son por este medio de ángel bueno ordinariamente permite Dios que las entienda el adversario: por una parte, para que haga contra ellas lo que pudiere según la proporción de la justicia, y así no pueda alegar el demonio de su derecho aduciendo que no le dan oportunidad para conquistar al alma, como hizo de Job (1, 9-11; 2, 4-8), lo cual sucedería si no dejase Dios lugar a que hubiese cierta paridad entre los dos guerreros, esto es, entre el ángel bueno y el malo, en sus acciones sobre el alma de los vivos. Con ello la victoria de cualquiera será más importante, y será más premiada el alma victoriosa y fiel en la tentación.

7. Por todo ello nos conviene notar que ésta es la causa por la que, a la misma medida y modo que va Dios llevando al alma y actuando con ella, da licencia al demonio para que de esa misma manera se disponga el maligno con ella. Con lo cual, si tiene visiones verdaderas por medio del ángel bueno (que ordinariamente son por este medio, aunque se muestre Cristo, porque el Señor en su misma persona casi nunca parece), también da Dios licencia al ángel malo para que en aquel mismo género se las pueda representar falsas, de manera que, según son de aparentes y simular ser realistas, el alma que no es cauta fácilmente puede ser engañada, como muchas de esta manera lo han sido. De lo cual hay ejemplo en el Exodo (7, 11-12; 8, 7) donde se dice que todas las señales que hacía Moisés verdaderas, las hacían también -aunque con trucos y simuladas- los magos del Faraón, hasta el punto que, si él sacaba ranas, ellos también las sacaban; si él volvía el agua en sangre, ellos en apariencia también la volvían.

8. Y no sólo en este género de visiones corporales imita el maligno, sino también en las comunicaciones espirituales cuando son por medio del ángel, alcanzándolas a ver como decimos porque, como dice Job (41, 25): "Omne sublime videt" ("lo ve todo desde arriba"), imita y se entremete. Aunque en éstas, como son sin forma y figura (porque es de razón del espíritu el no tener tal forma ni figura, ni proporción), no las puede él imitar y formar como las otras que debajo de alguna especie, aspecto o figura se representan. Y así, para impugnar y contrarrestrar estas experiencias, al mismo modo que el alma es visitada la representa su temor espiritual para oponer y destruir en la forma espiritual con la espiritual.

Cuando esto acontece de esta manera, al tiempo que el ángel bueno va a comunicar al alma la espiritual contemplación, no puede el alma ponerse tan presto en lo escondido y protegida en medio de la contemplación que no sea notada del demonio y la alcance de vista con algún horror y turbación espiritual, a veces una turbación enormemente penosa para el alma. Entonces algunas veces se puede el alma despedir presto, sin que haya lugar para que haga en ella impresión o huella del dicho horror del espíritu malo, y se recoge dentro de sí, favorecida para esto de la eficaz gracia espiritual que el ángel bueno entonces le hace.

9. Otras veces prevalece el demonio y comprehende al alma la turbación y el horror, lo cual es al alma de mayor pena que ningún tormento de esta vida le podría ocurrir porque, como esta horrenda comunicación va de espíritu a espíritu, algo desnuda y desligada de todo lo que es cuerpo y materia, es penosa sobre todo sentido (nota del actualizador: como aguijón punzante en piel viva y descarnada), y dura esto algún momento en el espíritu, no mucho, porque saldría el espíritu de las carnes con la vehemente comunicación del otro espíritu, quedando después de ocurrir esto la memoria en un estado que es suficiente para dar gran pena.


8.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (203)



2. Porque lo que era de más importancia (y por lo que yo principalmente me dispuse a esta tarea, que fue mostrar esta noche a muchas almas que, pasando por ella, estaban respecto a ella ignorantes -como en el prólogo se dice-) está ya medianamente explicado y dado a entender, aunque en realidad bastante menos de lo que ello es. Sabiendo así, por tanto, cuántos sean los bienes que consigo trae al alma, y cuán dichosa ventura le es al que por esta noche va, podrá animarse con la cierta esperanza de tantos y tan aventajados bienes procedentes de Dios como en ella se alcanzan cuando se sienta espantarse con el horror de tantos trabajos.

También, además de esto, le ocurrió una dichosa ventura al alma como se dice luego en el verso siguiente, el cual es a saber:


A oscuras y en celada.


CAPÍTULO 23
Se explica el cuarto verso, mostrando el admirable escondrijo en que es puesta el alma en esta noche y cómo, aunque el demonio puede llegar a entrar en otros muy altos sitios, no puede en éste.


1. En celada es tanto como decir: escondido o encubierto. Y así, lo que aquí dice el alma, esto es: que a oscuras y en celada salió, es más cumplidamente dar entender la gran seguridad que lleva por medio de esta oscura contemplación en el camino de la unión de amor de Dios, de la cual ya se ha hablado en el primer verso de esta poesía. Decir, pues, que el alma va a oscuras y en celada, es decir que -por cuanto iba a oscuras de la mencionada manera- también iba encubierta y escondida del demonio y de sus emboscadas, artificios y asechanzas.

2. La causa por la que el alma en la oscuridad de esta contemplación va libre y escondida de las asechanzas del demonio es porque la contemplación infusa, que aquí lleva, se infunde pasiva y secretamente en el alma a excusas de los sentidos y potencias interiores y exteriores de la parte sensitiva. Y de ello se desprende que no sólo del impedimento -que con su natural flaqueza le pueden ser estas potencias precisamente de impedimento-, va escondida y libre, sino también del demonio el cual, si no es por medio de estas potencias de la parte sensitiva, no puede alcanzar ni conocer lo que hay en el alma, ni lo que en ella ocurre. De donde, cuanto la comunicación es más espiritual, interior y remota de los sentidos, tanto menos el demonio alcanza a entenderla.

3. Y por eso es mucho lo que importa para la seguridad del alma que el trato interior con Dios sea de tal manera, que hasta sus mismos sentidos de la parte inferior queden a oscuras y carentes de ese trato y no lo alcancen a identificar. Por una parte, para que haya lugar a que la comunicación espiritual sea más abundante, no impidiendo con la flaqueza de la parte sensitiva la libertad del espíritu. Por otra porque -como decimos- va más segura, no alcanzando el demonio tan en el interior. De donde podemos entender a este propósito aquella autoridad de nuestro Salvador (Mt. 6, 3), hablando espiritualmente, conviene a saber: "No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra", que es como si dijera: "Lo que pasa en la parte diestra, que es la superior y espiritual del alma, no lo sepa la siniestra", esto es, que sea de manera que la porción inferior de tu alma, que es la parte sensitiva, no lo alcance. En definitiva: que sea sólo secreto entre el espíritu y Dios.

4. Bien es verdad que muchas veces, cuando hay en el alma y ocurren estas comunicaciones espirituales muy interiores y secretas, aunque el demonio no alcance a descubrir cuáles y cómo son, por la gran pausa y silencio que causan algunas de ellas en los sentidos y potencias de la parte sensitiva llega a hechar de ver y suponer que las hay y que recibe el alma algún bien. Y entonces, como ve que no puede alcanzar a contradecirlas al fondo del alma, hace cuanto puede por alborotar y turbar la parte sensitiva -que es a la que alcanza- ahora con dolores, ahora con horrores y miedos, con el intento de molestar, intranquilizar y turbar por este medio a la parte superior y espiritual del alma respecto de aquel bien que entonces recibe y goza.

Pero muchas veces, cuando la comunicación de la tal contemplación tiene su puro embestimiento en el espíritu y hace fuerza en él, no le surte efecto al demonio sus intentos y esfuerzos para molestar a la persona contemplativa, antes bien el alma recibe nuevo provecho y mayor y más segura paz. Y es que, en sintiendo la turbadora presencia del enemigo -¡cosa admirable!- que, sin saber cómo es aquello y sin ella hacer nada de su parte, se adentra ella más adentro del fondo interior, sintiendo ella muy bien que se pone en cierto refugio, donde se da cuenta y ve que está más alejada del enemigo y más escondida, y allí se le aumenta la paz y el gozo que antes el demonio le pretendía arrebatar. Y entonces todo aquel temor se descubre y lo ve expulsarse fuera, sintiéndolo ella claramente y alegrándose de verse gozar tan a lo seguro de aquella tranquila paz y del sabor del Esposo escondido, hasta el punto que ni mundo ni demonio puede dar ni quitar, sintiendo allí el alma la verdad de lo que la Esposa a este propósito dice en los Cantares (3, 7-8): "Mirad que al lecho de Salomón cercan sesenta fuertes", etc., por los temores de la noche oscura. Siente en efecto esta fortaleza y paz, aunque también muchas veces nota cómo tratan desde fuera de atormentarle la carne y los huesos (nota del actualizador: es decir, intentando desde fuera influir en su cuerpo mortal).


7.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (202)



10. Sobre el blanco y el verde, para el remate y poder perfeccionar este disfraz y librea lleva aquí el alma el tercer color, que es una excelente toga roja, por la cual es denotada la tercera virtud, que es la caridad, con la que no solamente da gracia a las otras dos virtudes sino que además hace levantar tanto al alma de su puesto que la pone cerca de Dios con una figura tan hermosa y agradable, que se atreve ella a decir: "Aunque soy morena, ¡oh hijas de Jerusalén!, soy hermosa; y por eso me ha amado el rey, y metídome en su lecho" (Ct. 1, 4).

Con esta librea de caridad, que es ya la del amor -y que en el Amado refuerza más ese amor-, no sólo se ampara y se cubre el alma del tercer enemigo, que es la carne (porque donde hay verdadero amor de Dios, no entrará amor de uno mismo ni de sus propia cosas (nota del actualizador: todo se dirige a Dios como único fin, motivo y dedicación)), sino que también hace válidas a las demás virtudes, dándoles vigor y fuerza para proteger al alma, y gracia y donaire para agradar al Amado con ellas. Y es que sin caridad ninguna virtud es graciosa delante de Dios, ya que ella es la púrpura que se dice en los Cantares (3, 10) sobre la que se recuesta Dios una vez encontrándose en el alma. De esta librea rojiza va el alma vestida cuando -como ya quedó mostrado en la primera poesía- en la noche oscura sale de sí y de todas las cosas creadas y materiales, yéndose con ansias en amores inflamada por esta secreta escala de contemplación, camino a la perfecta unión de amor de Dios, el cual es su amada y deseada salud.

11. Este, pues, es el disfraz que el alma dice que lleva en la noche de fe por esta secreta escala, y éstas son las tres tonalidades de esa vestimenta; dichos tonos (nota del actualizador: recordemos que los tonos o colores no son más que representaciones de las virtudes que les dan su sentido) son una acomodadísima disposición para unirse el alma con Dios según sus tres potencias, las cuales son: entendimiento, memoria y voluntad.

Porque la fe oscurece y vacía al entendimiento de toda su inteligencia y en esto le dispone para unirle con la Sabiduría divina.

Y la esperanza vacía y aparta la memoria de toda la posesión de criatura puesto que, como nos dice san Pablo (Rm.8,24), la esperanza es de lo que no se posee (nota del actualizador: ya que si se poseyera no habría esperanza, puesto que ya se posee), y así aparta la memoria de todo lo que no sea lo que quiere poder poseer, poniéndola en lo que espera. Y por esto solo la esperanza de llegar a Dios por sí sola dispone ya a la memoria para unirla con Dios puramente.

La caridad, ni más ni menos, vacía y aniquila las afecciones y apetitos de la voluntad de cualquier cosa que no es Dios, y sólo se los pone en Él, por lo tanto esta virtud dispone esta potencia -la de la voluntad- y la une con Dios por amor. Y así, puesto que estas virtudes tienen por oficio apartar al alma de todo lo que es menos que Dios, ellas tienen consiguientemente el efecto de favorecer a su vez poder juntar el alma con Dios.

12. Y por lo tanto, sin caminar a las veras con el traje de estas tres virtudes es imposible llegar a la perfección de unión con Dios por amor. De esto se desprende que para alcanzar el alma lo que pretendía -que era esta amorosa y deleitosa unión con su Amado-, muy necesario y conveniente traje y disfraz fue este que aquí tomó el alma. Y también fue una gran dicha y una buena ventura acertar a vestirse con él y perseverar así cubierta hasta conseguir la pretensión y el fin tan deseado como era la unión de amor, y por eso nos lo dice este verso:


¡Oh dichosa ventura!


CAPÍTULO 22
Se explica el tercer verso de la segunda poesía.


1. Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa -como así decidió salir-, en la cual se libró del demonio y del mundo, y también de su misma sensualidad como hemos dicho, y alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos los componentes de su ser. Por un lado, del espíritu salió de lo bajo a lo alto; por el otro, de terrestre se hizo celestial, y finalmente de humana se hizo divina, llegando así a tener su conversación en los cielos (Flp. 3, 20), como acontece en este estado de perfección al alma. Esto es lo que abordaremos en lo que nos resta, aunque ya con un poco más de brevedad.


6.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (201)



6. Luego, sobre esta túnica blanca de fe se sobrepone aquí en el alma el segundo color, que es una almilla [la almilla era un jubón cerrado que se ponía debajo de la armadura, como una camiseta interior de manga larga] de color verde el cual, como dijimos, simboliza la virtud de la esperanza con la que el alma se libra y protege del segundo enemigo, que es el mundo. Porque este verdor de viva y despierta esperanza en Dios da al alma una tal viveza, animosidad y levantamiento a las cosas de la vida eterna que, en comparación de lo que allí espera, todo lo del mundo le parece -como es la verdad- seco, lacio y muerto, de ningún valor. Y aquí se despoja y desnuda de todas las otras vestiduras y de los trajes del mundo, no poniendo su corazón en nada, ni esperando nada de lo que hay o ha de haber en el mundo material, viviendo solamente vestida de esperanza hacia la vida eterna. Por todo ello, teniendo el corazón tan elevado sobre el mundo, no sólo no le puede ese mundo alcanzar, tocar y secuestrar el corazón, más aún ni siquiera llega alcanzarle de vista.

7. Y así, con esta verde librea y disfraz va el alma muy segura de este segundo enemigo que es el mundo. Recordemos que a la esperanza llama san Pablo (1 Tes. 5, 8) "yelmo de salud", que es un casco que ampara toda la cara y la cabeza, cubriéndola de manera que no la queda descubierto sino una visera por la cual ver. Y eso tiene la esperanza, que todos los sentidos de la psique del alma cubre, de manera que no se engolfan ni se embadurnan en ningún elemento del mundo, ni deja abertura por la cual le pueda herir alguna saeta del siglo. Sólo le deja una visera para que el ojo pueda mirar hacia arriba, y no más, que es el oficio que de ordinario hace la esperanza en el alma, esto es: elevar los ojos a mirar a Dios, como dice David (Sal. 24, 15) que hacía en él cuando dijo: "Oculi mei semper ad Dominum" ("mis ojos están siempre en el Señor"), no esperando bien ninguno de otra parte sino, como él mismo dice en otro salmo (122, 2): "Que así como los ojos de la sierva están en las manos de su señora puestos, así los nuestros en Nuestro Señor Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando en Él".

8. Éste es el motivo por el que se agrada tanto el Amado del alma, debido a los efectos que produce esta librea verde, porque siempre está mirando a Dios y no pone los ojos en otra cosa ni por otra paga, sino sólo de Él, con lo cual es verdad decir que tanto alcanza de Él cuanto ella de Él espera. Que por eso el Esposo en los Cantares (4, 9) le dice a ella que con solo hacerle una mirada le cautivó el corazón. Sin esta librea verde de la sólo esperanza de Dios no le habría tenido en cuenta al alma salir a esta pretensión de amor, porque entonces no lograría nada, por cuanto la que mueve y vence es la esperanza insistente y perseverante.

9. De esta librea de esperanza va disfrazada el alma por esta oscura y secreta noche que hemos dicho, y puesto que va tan vacía de toda posesión y apego, no lleva los ojos puestos en otra cosa ni en otro cuidado si no es en Dios, poniendo en el polvo su boca si por ventura hubiere esperanza, como entonces alegamos de Jeremías (Lm. 3, 29) "ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza" (nota del actualizador: es decir, confiar en Dios ciegamente, callarse la boca y no irritarse, y mantener sólo la esperanza en el Señor).


5.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (200)



CAPÍTULO 21
Se explica el motivo de "disfrazada", y se muestran los tonos y colores del "disfraz del alma" en esta noche.


A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,


1. Falta ahora saber, pues, tras haber explicado las causas por las que el alma llamaba a esta contemplación "secreta escala", abordar la tercera palabra del verso, conviene a saber: "disfrazada", y por qué causa también dice el alma que ella salió por esta secreta escala con un disfraz.

2. Para inteligencia de esto conviene saber que disfrazarse no es otra cosa que disimularse y encubrirse debajo de otro traje y figura diferente del que se tenía, bien sea por debajo de aquella forma y traje, mostrando hacia fuera la voluntad y pretensión que en el corazón se tiene para ganar la gracia y voluntad de quien bien lo quiere (nota del actualizador: frase difícil de entender; se refiere a que, usando un disfraz, éste se aproveche para conseguir el beneficio o llevar a cabo la tarea que se desea). Y también puede ser ese disfraz para encubrirse de sus émulos (nota del actualizador: es decir, de los adversarios, de los que podrían impedir hacer tal acto), y así poder hacer mejor su hecho. Y entonces aquellos trajes y librea toma lo que más represente y signifique la afección (o intención) de su corazón, y también lo que mejor se pueda uno disimular o camuflar respecto de los adversarios.

3. El alma, pues, aquí tocada del amor del Esposo Cristo, pretendiendo caerle en gracia y ganarle la voluntad, sale aquí disfrazada con aquel disfraz que más al vivo represente las afecciones de su espíritu y con que más segura vaya de los adversarios suyos y de sus enemigos, que son: demonio, mundo y carne. Y así, la librea que lleva es de tres colores principales, que son blanco, verde, y rojo, por los cuales son denotadas las tres virtudes teologales, las cuales son: fe -blanco-, esperanza -verde- y caridad -rojo-, con las cuales no solamente ganará la gracia y voluntad de su Amado, sino que además irá muy amparada y segura de sus tres enemigos. Porque la fe es una túnica interior de una blancura tan sublime, que disgrega la vista de todo entendimiento. Y así, yendo el alma vestida de fe, no ve ni atina el demonio a perjudicarla o estorbarla, puesto que con la fe va muy amparada -más que con todas las demás virtudes- contra el demonio, que es el más fuerte y astuto enemigo.

4. Y por eso san Pedro (1 Pe. 5, 9) no halló otro mayor amparo que ésta fe para librarse de él, cuando dijo: "Cui resistite fortes in fide" ("resistidlo fuertes en la fe"). Y para conseguir la gracia y unión del Amado no puede el alma encontrar mejor túnica y camisa interior, para fundamento y principio sobre las que llevar las demás vestiduras de virtudes, que esta blancura de fe, porque sin ella, como dice el Apóstol (Heb. 11, 6), imposible es agradar a Dios, y con ella es imposible dejarle de agradar, pues Él mismo dice por el profeta Oseas (2, 20): "Desponsabo te mihi in fide" ("te desposaré conmigo en la fe"). Que es como decir: "Si te quieres, alma, unir y desposar conmigo, has de venir interiormente vestida de fe".

5. Esta blancura de fe llevaba el alma en la salida de esta noche oscura, cuando caminando -como hemos dicho arriba- en tinieblas y aprietos interiores, no dándole su entendimiento algún alivio de luz, ni de arriba (pues le parecía el cielo cerrado y Dios escondido), ni de abajo (pues los que la enseñaban no le satisfacían), sufrió con constancia y perseveró, pasando por aquellos trabajos sin desfallecer y sin faltar al Amado. Es precisamente su Amado quien en los trabajos y tribulaciones prueba la fe de su Esposa, de manera que pueda ella después con verdad decir aquel dicho de David (Sal. 16, 4): "Por las palabras de tus labios yo guardé caminos duros".


4.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (199)



CAPÍTULO 20
Se muestran los otros cinco grados de amor.


1. El Sexto grado hace correr al alma ágilmente hacia Dios y dar muchos toques en Él, y sin desfallecer corre por la esperanza, ya que aquí el amor que la ha fortificado la hace volar ligero. De este grado también dice el profeta Isaías: "Los santos que esperan en Dios mudarán la fortaleza, tomarán alas como de águila y volarán y no desfallecerán" (Is. 40,31), como hacían en el grado quinto. A este grado pertenece también aquel texto del salmo (41,2): "Así como el ciervo desea las aguas, mi alma desea a ti, Dios", ya que el ciervo en la sed con gran ligereza corre a las aguas. La causa de esta ligereza en amor que tiene el alma en este grado es por estar ya muy avivada la caridad en ella, debido a que está aquí el alma poco menos que purificada del todo, como se dice también en el salmo (58,5), es a saber: "Sine iniquitate cucurri" ("sin iniquidad corrí"); y en otro salmo (118,32): "El camino de tus mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón". Y así, de este sexto grado se pasa luego al séptimo, que es el siguiente.

2. El séptimo grado de esta escala hace atreverse al alma con vehemencia. Aquí el amor ni se aprovecha del juicio para esperar, ni usa de consejo para retirarse, ni con vergüenza se puede refrenar, porque el favor, que ya Dios aquí hace al alma, la hace atreverse con vehemencia. De donde se sigue lo que dice el Apóstol (1 Cor. 13, 7), y es: "La caridad todo lo cree, todo lo espera y todo lo puede". De este grado habló Moisés (Ex. 32, 31-32), cuando dijo a Dios que perdonase al pueblo o, de lo contrario, que le borrase a él del libro de la vida en que le había escrito. Estos alcanzan de Dios lo que con gusto le piden. De donde dice David (Sal. 36, 4): "Deléitate en Dios, y darte ha las peticiones de tu corazón". En este grado se atrevió la Esposa (Ct. 1, 1) y dijo: "Osculetur me osculo oris sui" ("me besó con el beso de su boca"). A este grado no le es lícito al alma atreverse, si no sintiere el favor interior del cetro del rey inclinado para ella (Est. 6, 11), porque podría caer en el ascenso hacia los demás grados que hasta este ha subido, en los cuales siempre se ha de conservar en humildad. De esta osadía y determinación, que Dios la da al alma en este séptimo grado para atreverse a Dios con vehemencia de amor, se pasa el octavo grado, que es hacer ella presa en el Amado y unirse con Él, según explicaremos a continuación.

3. El octavo grado de amor hace al alma agarrarse y sujetarse sin soltarse, según la Esposa dice (Ct. 3, 4) de esta forma: "Hallé al que ama mi corazón y ánima, y túvele, y no le soltaré". En este grado de unión satisface el alma su deseo, mas no de continuo, porque algunos llegan a poner el pie y luego lo vuelven a quitar. Y es que si durase esta unión constantemente sería cierta gloria en esta vida, y así por breves momentos se queda el alma en él. Al profeta Daniel (10, 11), por ser varón de deseos, se le mandó de parte de Dios que permaneciese en este grado, diciéndole: "Daniel, está sobre tu grado, porque eres varón de deseos". De este grado se sigue el nono, que es ya el de los perfectos, como veremos a continuación.

4. El nono grado de amor hace arder al alma con suavidad. Este grado es el de los perfectos, los cuales arden ya en Dios suavemente, debido a que el Espíritu Santo les causa este ardor suave y deleitoso por razón de la unión que tienen con Dios. Por esto dice san Gregorio de los Apóstoles que, cuando el Espíritu Santo vino visiblemente sobre ellos, interiormente ardieron por amor suavemente.

De los bienes y riquezas de Dios que el alma goza en este grado no se puede hablar porque, si de ello escribiesen muchos libros, aún quedaría la mayor parte por decir. Del cual, por esto y porque después añadiremos algunas palabras, aquí no profundizo más sino tan sólo baste que de éste se sigue el décimo y el último grado de esta escala de amor, el cual ya no es de esta vida.

5. El décimo y último grado de esta escala secreta de amor hace al alma asimilarse totalmente a Dios, por razón de la clara visión de Dios que a continuación posee inmediatamente el alma que, habiendo llegado en esta vida al nono grado, sale de la carne. Porque éstos -que son muy pocos-, por cuanto ya por el amor están purgadísimos, no entran en el purgatorio. De donde san Mateo (5, 8), dice: "Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt" ("Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios"). Y, como decimos, esta visión es la causa de la similitud total del alma con Dios, porque así lo dice san Juan (1 Jn. 3, 2): "Sabemos que seremos semejantes a Él", no porque el alma se haga tan capaz como Dios, porque eso es imposible, sino porque todo lo que ella es se hará semejante a Dios, por lo cual se llamará -y lo será realmente-, Dios por participación.

6. Esta es la escala secreta que aquí se muestra sobre el ascenso del alma, aunque ya en estos grados de arriba no es muy secreta para el alma, puesto que se le descubre abundantemente el amor por los grandes efectos que en ella ese amor hace. Mas en este último grado de clara visión, que es lo último de la escala donde estriba Dios -como ya mencionamos hace poco-, ya no hay cosa para el alma encubierta, por razón de la total asimilación. Es por ello que nuestro Salvador (Jn. 16, 23) dice: "En aquel día ninguna cosa me preguntaréis", etc. Pero hasta este día todavía, por mucho que el alma más alta vaya le queda algo encubierto, y tanto cuanto le falte para la asimilación total con la divina esencia.

De esta manera, por esta teología mística y amor secreto, se va el alma saliendo de todas las cosas y de sí misma y subiendo a Dios. Porque el amor es similar al fuego, que siempre sube hacia arriba, con el apetito de atiborrarse en el centro de su esfera (nota del actualizador: es decir, con las energías de la materia que está quemándose y de la que obtiene sus fuerzas).


3.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (198)



4. En el cuarto grado de esta escala de amor se causa en el alma, por razón del Amado, un ordinario sufrir sin fatigarse. Esto ocurre así porque, como dice san Agustín, todas las cosas grandes, graves y pesadas, casi ningunas las hace el amor. En este grado hablaba la Esposa (Ct.8, 6) cuando, deseando ya verse en el último grado de unión dijo al Esposo: "Ponme como señal en tu corazón, como señal en tu brazo". Porque la dilección, esto es, el acto y obra de amor, es fuerte como la muerte, y dura emulación y porfía si fuese necesario hasta contra el infierno. El espíritu aquí tiene tanta fuerza, que tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco como tiene el árbol a una de sus hojas. De ningún modo busca aquí el alma su consuelo ni su gusto, ni en Dios ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir gracias o favores a Dios, porque ve claro que hartas las tiene hechas, y dedica todo su cuidado a cómo podrá dar algún gusto a Dios y servirle algo por lo que Él merece y de Él tiene recibido, aunque fuese muy a su costa. Dice en su corazón y espíritu: "¡Ay, Dios y Señor mío, cuán muchos hay que andan a buscar en ti consuelo y gusto y a que les concedas mercedes y dones! ¡Mas los que te pretenden dar gusto a ti y darte algo a su propia costa, pospuesto su particular interés, esos son muy pocos! Porque no está tú falto, Dios mío, en no querernos hacer gracias y favores de nuevo, sino que más bien la falta se encuentra en no emplear nosotros las recibidas sólo en tu servicio, para obligarte a que nos las hagas de continuo!".

Enormemente elevado es este grado de amor ya que, como aquí el alma con tan verdadero amor se mueve siempre tras Dios con espíritu de padecer por Él, le da Su Majestad muchas veces y muy de ordinario el gozar, visitándola en espíritu sabrosa y deleitablemente, porque el inmenso amor del Verbo Cristo no puede sufrir penas de su amante sin acudir a él. Lo cual por Jeremías (2, 2) lo afirma Él, diciendo: "Acordádome he de ti, apiadándome de tu adolescencia y ternura cuando me seguiste en el desierto". Hablando espiritualmente, es este el desapego que aquí interiormente trae el alma hacia toda otra criatura, no parando ni deteniéndose en nada. Este cuarto grado inflama de tal manera al alma y la enciende de tal deseo de Dios, que la hace subir al quinto, el cual es el siguiente.

5. El quinto grado de la escala de amor hace al alma apetecer y desear a Dios impacientemente. En este grado el amante tanta es la vehemencia que tiene por comprehender al Amado y unirse con Él, que toda demora, por mínima que sea, se le hace muy larga, molesta y pesada, y siempre piensa que halla al Amado; pero cuando se ve frustrado su deseo de mantenerse junto al Amado -lo cual es casi a cada paso- desfallece en su anhelo, según lo dice el Salmista hablando en este grado (Sal. 83, 2): "Codicia y desfallece mi alma a las moradas del Señor". En este grado el amante no puede dejar de ver lo que ama, o morir transformado en una flecha enamorada, como si fuera Raquel quien, por la gran vehemencia que tenía a los hijos, dijo a Jacob su esposo: "Dame hijos, si no, yo moriré" (Gn. 30, 1). Padecen aquí los contemplativos hambre como canes y cercan y rodean la ciudad de Dios (Sal. 58, 7). En este hambriento grado se ceba y devora en sus amores el alma, porque según el hambre así es la hartura. De manera que de aquí puede subir al sexto grado, que hace los efectos a los que nos referiremos a continuación.


2.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (197)



CAPÍTULO 19
Se da inicio a explicar los diez grados de la escalera mística de amor divino según San Bernardo y Santo Tomás, empezando por los cinco primeros.


1. Decimos, pues, que los grados de esta escala de amor, por donde el alma de uno en otro va subiendo a Dios, son diez.

El primer grado de amor hace adolecer al alma provechosamente. En este grado de amor habla la Esposa (Ct. 5, 8) cuando dice: "Conjúroos, hijas de Jerusalé, que, si encontráredes a mi Amado, le digáis que estoy enferma de amores". Pero esta enfermedad o dolencia no es para muerte, sino para la gloria de Dios, porque en esta enfermedad desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son Dios, por el mismo Dios, como David (Sal.142,7) testifica diciendo: "Desfalleció mi alma" -esto es, acerca de todas las cosas- "a tu salud". Porque así como el enfermo pierde el apetito y gusto de todos los manjares y cambia su color y semblante habitual, así también en este grado de amor pierde el alma el gusto y apetito de todas las cosas, y muda como amante el color y las formas de la vida pasada. De este tipo de influjo o herida no se percata el alma si de lo alto no le envían el exceso de celo, según se da a entender por este verso de David (Sal. 67, 10), que dice: "Pluviam voluntariam segregabis, Deus, haereditati tuae, et infirmata est", etc. ( "Dios, tú distribuirás una vía abundante y apacible a tu heredad").

Esta enfermedad y desfallecimiento a todas las cosas, que es el principio y primer grado para ir a Dios, bien lo hemos dado a entender líneas arriba, cuando mencionamos la aniquilación en que se ve el alma cuando comienza a entrar en esta escala de purgación contemplativa, en la cual en ninguna cosa puede hallar gusto, apoyo, ni consuelo, ni asiento. Por lo tanto, de este grado luego va comenzando a subir al segundo grado, y es:

2. El segundo grado hace al alma buscar sin cesar. De donde, cuando la Esposa dice que, buscándole de noche en su lecho -cuando según el primer grado de amor se encontraba desfallecida-, y no le halló, dijo (Ct. 3, 2): "Levantarme he, y buscaré al que ama mi alma". Lo cual, como decimos, el alma hace sin cesar, como lo aconseja David (Sal. 104, 4) diciendo: "Buscando siempre la cara de Dios y, buscándole en todas las cosas, en ninguna reparé hasta hallarle", como la Esposa que, en preguntando por Él a los guardas, luego pasó y los dejó (Ct. 3, 3-4, "me hallaron los guardas que rondan la ciudad, y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?"). María Magdalena ni aún en los ángeles del sepulcro reparó (Jn. 20, 14).

Aquí, en este grado, tan solícita anda el alma que en todas las cosas busca al Amado. En todo cuanto piensa, acaba pensando en el Amado; en cuanto habla, en cuantos negocios se le ofrecen, de inmediato es hablar y tratar del Amado; cuando come, cuando duerme, cuando vela, cuando hace cualquier cosa, todo su cuidado es en el Amado, según arriba queda dicho en las ansias de amor.

Aquí, como va ya el alma convaleciente cobrando fuerzas en el amor de este segundo grado, entonces avanza y comienza a subir al tercero por medio de algún atisbo de nueva purgación en la noche, como después diremos, el cual hace en el alma los efectos siguientes.

3. El tercer grado de la escala amorosa es el que hace al alma obrar y la pone ardor para no caer. De esto dice el Real Profeta (Sal. 111, 1) que: "Bienaventurado el varón que teme al Señor, porque sus mandamientos codicia obrar mucho". Donde, si el temor -por proceder éste del amor- le hace esta obra "de codicia" o anhelo, ¿qué hará entonces el mismo amor?. En este grado las obras aun grandes por el Amado se tienen por pequeñas, las muchas por pocas, el largo tiempo en que se le sirve por corto, debido todo ello al incendio de amor que ya va ardiendo en el interior del alma. Como a Jacob que, con haberle hecho servir siete años sobre otros siete, le parecían pocos por la grandeza del amor (Gn. 29, 20). Pues si el amor con Jacob, con ser de criatura, tanto podía influir, ¿qué podrá el del Creador cuando en este tercer grado se apodera del alma?

Siente el alma aquí, por el gran amor que tiene a Dios, grandes lástimas y penas de lo poco que hace por Dios y, si le fuese lícito deshacerse mil veces por Él, estaría consolada. Por eso se tiene por inútil en todo cuanto hace, y le parece vive de balde.

Aquí se le produce al alma otro efecto admirable, y es que tiene un convencimiento de ser más mala en lo tocante a lo suyo, que todas las otras almas. Lo uno, porque le va el amor enseñando lo que merece Dios y lo poco que el alma posee y su penosa situación, y lo otro porque, como las obras que aquí hace por Dios son muchas, y en todas reconoce tener faltas y ser imperfectas, de todas saca confusión y pena, dándose cuenta de esa tan baja manera de obrar por un Señor tan sublime. En este tercer grado muy lejos va el alma de tener vanagloria o presunción y de condenar o criticar a los otros. Estos solícitos efectos causa en el alma, con otros muchos de este estilo, en este tercer grado, y por eso en este nivel cobra ánimos y fuerzas para subir hasta el cuarto, que es el que sigue.


1.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (196)



CAPÍTULO 18
Se explican los motivos por los cuales esta sabiduría secreta es también escala.


1. Pero resta ahora ver lo segundo, conviene a saber: cómo esta sabiduría secreta es también escala. Acerca de lo cual es de saber que por muchas razones podemos llamar a esta secreta contemplación "escalera".

Primeramente, porque así como con la escalera se asciende y se alcanzan los bienes y tesoros y elementos diversos que hay en las fortalezas, así también por esta secreta contemplación, sin saberse cómo, sube el alma a escalar, conocer y poseer los bienes y tesoros del cielo. Lo cual da bien a entender el real profeta (Sal. 83,6-8), cuando dice: "Bienaventurado el que tiene tu favor y ayuda, porque en su corazón este tal puso sus subidas en el valle de lágrimas en el lugar que puso; porque de esta manera el Señor de la ley dará bendición, e irán de virtud en virtud como de grado en grado, y será visto el Dios de los dioses en Sión, el cual es el tesoro de la fortaleza de Sión, que es la bienaventuranza".

2. Podemos también llamarla escala porque, así como ocurre con la escala, esos mismos peldaños que tiene para subir los tiene también para bajar, así también esta secreta contemplación: esas mismas comunicaciones que hace al alma, que la levantan en Dios, la humillan en sí misma. Porque las comunicaciones que verdaderamente son de Dios poseen esta propiedad: que a la misma vez levantan y humillan al alma. Y es que en este camino el bajar es subir, y el subir, bajar, pues el que se humilla es ensalzado, y el que se ensalza, humillado (Lc. 14, 11). Y, además de esto de que la virtud de la humildad es grandeza, para ejercitar al alma en ella suele Dios hacerla subir por esta escala para que baje, y hacerla bajar para que suba, para que así se cumpla lo que dice el Sabio (Pv. 18, 12), es a saber: "Antes que el alma sea ensalzada, es humillada; y antes que sea humillada, es ensalzada".

3. Lo cual, hablando ahora de manera natural, echará bien de ver el alma que quisiere detenerse en ello, y cómo en este camino material (dejando aparte lo espiritual, que no se percibe) se dará cuenta de los numerosos altibajos que padece, y cómo tras la prosperidad que goza, luego se sigue alguna tempestad y trabajo, tanto que parece que le dieron aquella bonanza para prevenirla y esforzarla para la siguiente penuria, y cómo también, después de la miseria y tormenta, se sigue abundancia y bonanza, de manera que le parece al alma que, para hacerla aquella fiesta, la pusieron primero en aquella vigilia. Y éste es el ordinario estilo y ejercicio del estado de contemplación hasta llegar al estado de quietud: que nunca permanece en un estado, sino todo es subir y bajar.

4. Y la causa de esto es que, como el estado de perfección -el cual consiste en perfecto amor de Dios y desprecio de sí mismo- no puede estar sino con estas dos partes, que es conocimiento de Dios y de sí mismo, de necesidad ha de ser el alma ejercitada primero en el uno y en el otro, dándole ahora a gustar lo uno engrandeciéndola, y haciéndola a continuación probar lo otro y humillándola hasta que, adquiridos los hábitos perfectos, cese ya el subir y bajar, habiendo ya llegado y viéndose con Dios, que está en el fin de esta escala y sobre la cual se apoya y estriba (nota del actualizador: nos elevamos cuando conocemos y nos acercamos a Dios, y nos humillamos cuando reconocemos nuestras miserias y nos damos cuenta de ellas, percatándonos de lo indignos que somos de Su presencia, compañía o/y gozos).

Tengamos en cuenta que esta escala de contemplación que, como hemos dicho, procede de Dios, es figurada por aquella escala que vio Jacob durmiendo, por la cual subían y descendían ángeles de Dios al hombre y del hombre a Dios, el cual estaba situado en el extremo de la escala (Gn. 28, 12). Todos estos acontecimientos dice la Escritura divina que pasaban de noche y estando Jacob dormido, para dar a entender cuán secreto y diferente del saber del hombre es este camino y ascenso para llegar a Dios. Lo cual se ve bien puesto que, ordinariamente, lo que en el alma es de más provecho, que es irse perdiendo y aniquilando a sí misma, se tiene sin embargo por peor; curiosamente lo que menos vale (que es hallar su propio consuelo y su gusto, con lo cual ordinariamente antes pierde que gana), si eso hace, el alma tiene como si fuera algo mejor (nota del actualizador: siendo, sin embargo, lo peor para el alma).

5. Pero hablando ahora algo más sustancialmente de esta escala de secreta contemplación, diremos que la propiedad principal por la que aquí se llama escala o escalera es porque la contemplación es ciencia de amor, la cual, como hemos dicho, es una comunicación infusa y amorosa de Dios, que simultáneamente va ilustrando [dando luz] y enamorando al alma hasta subirla de grado hasta Dios, su Creador, porque sólo el amor es el que une y junta al alma con Dios.

Por lo tanto y para que se pueda ver más claro iremos aquí apuntando los grados de esta divina escala, mencionando con brevedad las señales y efectos de cada uno de ellos, para que por ellos pueda deducir cada alma en cual de ellos se encontrara. Y así, los distinguiremos por sus efectos, como hace san Bernardo y santo Tomás [el escrito que sigue muy de cerca el Santo en los dos capítulos siguientes es un apócrifo atribuido por unos a S. Tomás, por otros, a S. Bernardo. La crítica moderna está de acuerdo en prohijárselo a un dominico del s. XIII o XIV de nombre Elvico Teutónico. El opúsculo en cuestión "De decem gradibus amoris secundum Bernardum", junto con el otro apócrifo tomista "De dilectione Dei et proximi", corrió en impresiones asequibles al Santo, como en la edición piana de 1571] ya que conocer estos grados en sí, por cuanto esta escala de amor es, como hemos dicho, tan secreta que sólo Dios es el que la mide y pondera, no es posible por vía natural (nota del actualizador: de manera que para reconocerlos en esta existencia sólo nos es posible por sus efectos y señales, como acaba de indicarnos el Santo).


31.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (195)



5. De ello podríamos sacar la causa por la que algunas personas que van por este camino las cuales, por tener unas almas buenas y temerosas, querrían dar cuenta a quien las rigen de lo que les ocurre, no saben ni pueden hacerlo. Por consiguiente tienen en decirlo gran repugnancia y desgana, mayormente cuando la contemplación es algo más sencilla de manera que la misma alma apenas la siente, simplemente sólo saben decir que el alma está satisfecha y quieta y contenta, o decir que sienten a Dios y que les va bien, a su parecer. Y, siendo así, no les es posible decir más respecto de lo que el alma lleva dentro, ni la sacarán de mencionar sobre su experiencia términos generales semejantes a éstos. Diferente es cuando las cosas que el alma tiene son particulares, como visiones, sentimientos, etc., las cuales, como ordinariamente se reciben debajo de alguna especie en la que participa el sentido, entonces sí la pueden en cierta manera explicar o decir, dado que entonces debajo de esa forma de especie o de semejanza sí lo consiguen comunicar. Pero este poderlo decir ya no es en razón de pura contemplación, porque ésta es indecible, como hemos dicho, y por eso se llama secreta.

6. Y no sólo por eso se llama y es secreta, sino porque también esta sabiduría mística tiene la propiedad de esconder al alma en sí. Puesto que, además de lo ordinario, algunas veces de tal manera absorbe al alma y la sume en su abismo secreto, que el alma echa de ver claro que está puesta alejadísima y remotísima de toda criatura, de suerte que le parece que la colocan en una profundísima y anchísima soledad, donde no puede llegar alguna humana criatura, como si estuviera en un inmenso desierto que por ninguna parte tiene fin, el cual es tanto más deleitoso, sabroso y amoroso, cuanto es más profundo, ancho y solitario lo siente, donde el alma se ve tan secreta como si estuviera levantada y viéndose sobre toda temporal criatura (nota del actualizador: fuera de los ruidos y los tejemanejes del mundo).

Y tanto levanta entonces y engrandece este abismo de sabiduría al alma, metiéndola en las corrientes de la ciencia de amor, que le hace experimentar no solamente el sentir muy baja toda condición de criatura comparada a este supremo saber y sentir divino, sino también echar de ver cuán bajos y cortos y en alguna manera impropios son todos los términos y vocablos con que en esta vida se trata de las cosas divinas, y cómo es imposible, por vía y modo natural, aunque más alta y sabiamente se hable en ellas, poder conocer ni sentir de ellas como realmente ellas son, cuando se carece de la iluminación de esta mística teología. Y así, viendo el alma con la iluminación divina que está en ella esta verdad, de que no se puede alcanzar y menos declarar por términos vulgares y humanos, con razón la llama secreta.

7. Esta propiedad de ser secreta y sobre la capacidad natural de esta divina contemplación la tiene no sólo por ser algo sobrenatural, sino también es cuanto es vía que guía y lleva al alma a las perfecciones de la unión de Dios. Estas perfecciones, como son cosas no conocidas carnalmente, se debe de caminar hacia ellas humanamente no sabiendo y divinamente ignorando. Puesto que, hablando místicamente como aquí estamos hablando, las cosas y perfecciones divinas no se conocen ni entienden como ellas son cuando las van buscando y ejercitando, sino cuando se las tiene ya halladas y ejercitadas. Porque a este propósito dice el profeta Baruc (3, 31) de esta Sabiduría divina: "No hay quien pueda saber sus vías, ni quien pueda pensar sus sendas". También el profeta real de este camino del alma dice de esta manera, hablando con Dios: "Y tus ilustraciones lucieron y alumbraron a la redondez de la tierra, se conmovió y se estremeció la tierra. En el mar está tu vía, y tus sendas en muchas aguas, y tus pisadas no serán conocidas" (Sal.76,19-20).

8. Todo lo cual, hablando espiritualmente, se entiende al propósito que estamos mostrando. Porque "alumbrar con los brillos de Dios a la redondez de la tierra" es la ilustración que hace esta divina contemplación en las potencias del alma; y "conmoverse y estremecer la tierra" es la purgación penosa que en ella causa; y decir que "la vía y camino de Dios", por donde el alma va a Él, "es en el mar, y sus pisadas en muchas aguas y que por eso no serán conocidas" es decir que este camino de ir a Dios es tan secreto y oculto para el sentido y conocimiento del alma como lo es para el del cuerpo el que se lleva por la mar, cuyas sendas y pisadas no se conocen. Los pasos y pisadas que Dios va dando en las almas a las que Él quiere llevar a sí poseen esta propiedad de no conocerse, haciéndolas a esas almas grandes en la unión de su Sabiduría. Por lo cual, en el libro de Job (37, 16) se dicen, destacando este aspecto, estas palabras: "¿Por ventura has tú conocido las sendas de las nubes grandes o las perfectas ciencias?", entendiendo por esto las vías y caminos por donde Dios va engrandeciendo a las almas y perfeccionándolas en su sabiduría, las cuales son aquí entendidas por las nubes. Queda claro, pues, que esta contemplación que va guiando al alma a Dios, es sabiduría secreta.


30.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (194)



2. Primeramente llama secreta a esta contemplación tenebrosa por cuanto, según hemos abordado líneas arriba, ésta es la teología mística, que llaman los teólogos "sabiduría secreta", la cual dice Santo Tomás que se comunica e infunde en el alma por amor, lo cual acontece secretamente -o sea, a oscuras de la obra del entendimiento y de las demás potencias-. Por lo tanto, por cuanto las dichas potencias no la alcanzan sino que es el Espíritu Santo quien la infunde y ordena en el alma, como dice la Esposa en los Cantares (2, 4), sin ella saberlo, ni entenderlo cómo se realiza esta acción, se llama por tanto "secreta". Y, a la verdad, no sólo el alma no lo entiende, sino nadie, ni el mismo demonio, por cuanto el Maestro que la enseña está dentro del alma sustancialmente, donde no puede llegar el demonio, ni el sentido natural, ni tampoco el entendimiento.

3. Y no sólo por esto se puede llamar secreta, sino también por los efectos que hace en el alma. Y es que no solamente en las tinieblas y aprietos de la purgación, cuando esta sabiduría de amor purga el alma, es secreta -por lo tanto, no sabe decir de ella el alma nada-, sino que también después en la iluminación, cuando más a las claras se le comunica esta sabiduría, le es al alma tan secreta para explicarla y ponerle nombre para mencionarla que, además de que ninguna gana ni razones sienta al alma de explicarla, no halla de todos modos tampoco modo ni manera ni símil que le cuadre para poder significar y comparar una inteligencia tan sublime y un sentimiento espiritual tan delicado. Y así, aunque más gana tuviese de decirlo, y más significaciones trajese para comparar, siempre se quedaría en buena parte secreto y por explicar.

Todo es debido a que como aquella sabiduría interior es tan sencilla y tan general y espiritual, que no entró al entendimiento envuelta ni paliada con alguna especie o imagen sujeta al sentido, de aquí es que el sentido y la imaginación, como no entró por ellas ni sintieron su vestido, forma y color, no saben dar razón ni imaginarla para poder decir algo de ella, aunque claramente ve que entiende y gusta aquella sabrosa y esquiva sabiduría. Es tanto así como el que viese una cosa nunca vista antes, cuyo semejante tampoco jamás vio que, aunque la entendiese y gustase, no le sabría poner nombre ni decir lo que es, aunque más lo intentase, y esto con ser cosa que la percibió con los sentidos. Cuánto menos, entonces, se podrá manifestar lo que no entró por esos sentidos. Y es que precisamente esto es lo que tiene el lenguaje de Dios, que por ser muy íntimo al alma y espiritual hasta el punto que excede todo sentido, luego hace cesar y enmudecer toda la armonía y habilidad de los sentidos exteriores e interiores al ser superior a ellos. [Además de la inefabilidad de la contemplación infusa en su misma esencia y en sus efectos más íntimos, el Santo explica la razón profunda en conformidad con la teoría tomista del conocimiento a través de los sentidos e imágenes. Al fallar este mecanismo natural, falla la expresión adecuada para representarlo. El lenguaje de puro espíritu a espíritu puro no acepta lenguaje humano. Más adelante veremos la razón de la inefabilidad y de la teología mística, así como la conciencia del fenómeno en quien lo experimenta].

4. De lo cual tenemos muestras autorizadas y ejemplos a la vez en la divina Escritura. Porque la dificultad y las limitaciones del manifestarlo y hablarlo exteriormente mostró Jeremías (1, 6) cuando, habiendo Dios hablado con él, no supo qué decir sino: "¡Ah, ah...!". Y la cortedad interior, esto es, del sentido interior de la imaginación, conjuntamente a la cortedad o limitación del exterior acerca de esto, también la manifestó Moisés delante de Dios en la zarza (Ex. 4, 10) cuando no solamente dijo a Dios que después de haber hablado con Él no sabía ni acertaba a hablar, sino que aún, según se dice en los Hechos de los Apóstoles (7, 32), con la imaginación interior no se atrevía a considerar, pareciéndole que la imaginación estaba muy lejos y muda no solamente para formar algo de aquello que entendía en Dios, sino que ni aun podía conseguir la capacidad para recibir algo de ello. De donde, por cuanto la sabiduría de esta contemplación es lenguaje de Dios al alma de puro espíritu a espíritu puro, todo lo que es menos que espíritu, como son los sentidos, no lo reciben, y así les es secreto y no lo saben ni lo pueden decir, ni tienen gana porque no ven cómo podrían hacerlo.


29.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (193)



12. ¡Oh mísera suerte de vida, donde con tanto peligro se vive y con tanta dificultad la verdad se conoce, pues lo más claro y verdadero nos es más oscuro y dudoso, y por eso huimos de ello siendo lo que más nos conviene; y lo que más luce y llena nuestro ojo lo abrazamos y vamos tras ello, siendo sin embargo lo que peor nos conviene y lo que a cada paso nos hace aumentar la concupiscencia! ¡En cuánto peligro y temor viven las gentes, pues la misma lumbre de sus ojos natural, con que se han de guiar, es la primera que les encandila y engaña para ir a Dios y por lo tanto, si quieren acertar para ver por dónde van, tengan necesidad de llevar cerrados los ojos y de ir a oscuras para ir seguro de los enemigos domésticos de su casa, que son sus mismos sentidos y potencias!

13. Bien está, pues, el alma aquí escondida y amparada en esta agua tenebrosa, puesto que se encuentra entonces cerca de Dios. Porque, así como al mismo Dios sirve de tabernáculo y morada, le servirá, ni más ni menos, al alma de otro tanto así como de amparo perfecto y seguridad, aunque a ella le parezcan tinieblas, por cuanto está escondida y amparada de sí misma y de todos los daños de criaturas, como hemos dicho. Porque de los tales se entiende lo que también David dice en otro salmo (30, 21): "Esconderlos has en el escondrijo de tu rostro de la turbación de los hombres; ampararlos has en tu tabernáculo de la contradicción de las lenguas", en lo cual se entiende toda manera de amparo. Porque estar escondidos en el rostro de Dios de la turbación de los hombres es estar fortalecidos en esta oscura contemplación contra todas las ocasiones que de parte de los hombres les pueden sobrevenir. Y "estar amparados en su tabernáculo de la contradicción de las lenguas" es estar el alma sumergida en esta agua tenebrosa, que es el tabernáculo que hemos referido de David. Por ello, por tener el alma todos los apetitos y afecciones desprendidos y las potencias oscurecidas, está libre de todas las imperfecciones que contradicen al espíritu, así de su misma carne como de las demás criaturas. Y por lo tanto esta alma bien puede decir que va a oscuras y a la vez segura.

14. Hay también otra causa no menos eficaz que la anteriormente mostrada para terminar de entender bien que esta tal alma va segura a oscuras, y es por la fortaleza que esta oscura, penosa y tenebrosa agua de Dios sin duda pone en el alma. Que, en fin, aunque es tenebrosa, es agua, y por eso no ha de dejar de refrescar, reanimar y fortalecer al alma en lo que más le conviene, aunque sea a oscuras y penosamente. Puesto que, desde luego, ve el alma en sí una verdadera determinación y eficacia de no hacer cosa que entienda ser ofensa de Dios, ni dejar de hacer lo que le parezca cosa que la ponga a su servicio. Y es que aquel amor oscuro se le pega con un muy vigilante cuidado y solicitud interior sobre qué hará o dejará de hacer por Él para contentarle, mirando y dando mil vueltas si ha sido causa de enojarle. Y todo esto lo realiza con mucho más cuidado y solicitud que antes, como líneas anteriores queda dicho cuando abordamos el tema de las ansias de amor. Porque aquí todos los apetitos y fuerzas y potencias del alma están recogidas de todas las demás cosas, empleando su conato y fuerza sólo en obsequio de su Dios.

De esta manera sale el alma de sí misma y de todas las cosas creadas a la dulce y deleitosa unión de amor de Dios, a oscuras y segura, y...


por la secreta escala disfrazada.


CAPÍTULO 17
Se muestra el segundo verso y se explica cómo esta oscura contemplación es secreta.


1. Tres propiedades conviene declarar acerca de tres vocablos que contiene el presente verso. Las dos, conviene a saber, "secreta escala", pertenecen a la noche oscura de contemplación que estamos tratando. La tercera, conviene a saber, "disfrazada", pertenece al alma por razón del modo que ellla lleva en esta noche.

Cuanto a lo primero, es de saber que el alma llama aquí en este verso a esta oscura contemplación, por donde ella va saliendo a la unión de amor, "secreta escala", por estas dos propiedades que hay en ella, es a saber: ser secreta y ser escala (o sea, "escalera", "ascenso"), así que a continuación hablaremos de cada una de estas dos propiedades.


28.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (192)



7. ¡Oh, pues, alma espiritual!, cuando vieses oscurecido tu apetito, tus aficiones secas y reducidas, e inhabilitadas tus potencias para cualquier ejercicio interior, no te apenes por eso, antes tenlo como una buena dicha, pues es que te va Dios librando de ti misma, quitándote de las manos la hacienda con las cuales, por bien que ellas te sirviesen, no obraras tan cabal, perfecta y seguramente a causa de la impureza y torpeza de los actos de tus manos, como ahora que, tomando Dios directamente tu mano, te guía a oscuras como se guía a un ciego a un lugar donde y por donde tú no sabes, ni jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, llegarías a atinar caminar.

8. La causa también por la que el alma no sólo va segura cuando va así a oscuras, sino aun se va más ganando y aprovechando, es porque, comúnmente, cuando el alma va recibiendo más mejoría y provecho es precisamente por donde ella menos entiende, antes muy de ordinario piensa que se va perdiendo. Esto es así ya que, como ella nunca ha experimentado aquella novedad que le hace salir y deslumbrar y desatinar de su primer modo de proceder, entonces piensa que se va perdiendo en lugar que acertando y ganando, puesto que ve que pierde respecto de lo que antes sabía y gustaba, y se ve ir por donde no sabe ni gusta (nota del actualizador: es decir, en terreno desconocido).

Así como el caminante que, para ir a nuevas tierras desconocidas va por nuevos caminos no recorridos antes ni experimentados, en los cuales transita sin la guía ni la experiencia de los que antes sabía, sino entre dudas y por las direcciones de otros. Y claro está que éste no podría llegar a las nuevas tierras, ni saber más de lo que antes sabía, si no fuera por caminos nuevos nunca explorados, dejando los caminos que ya sabía. Lo mismo ocurre con el que va aprendiendo más particularidades en un oficio o arte, que siempre va a oscuras, no atado constantemente a lo que ya conocía porque, si no dejase atrás lo conocido para aprender lo que debe saber nunca avanzaría ni le haría provecho el nuevo conocimiento. Así, de la misma manera, cuando el alma va aprovechando más, va a oscuras y no sabiendo. Por tanto, siendo como hemos dicho, Dios el maestro y guía de este ciego del alma, bien puede esa alma -ya que la han puesto en disposición de entender y avanzar como aquí decimos- con verdad alegrarse y decir: a oscuras y segura [voy].

9. Otra causa también por la que en estas tinieblas ha ido el alma segura es porque iba padeciendo. Y es que el camino de padecer es más seguro y aun más provechoso que el de gozar y hacer. Por un lado, porque en el padecer se le añaden fuerzas de Dios, y en el obrar y gozar ejercita el alma sus flaquezas e imperfecciones; y lo otro, porque en el padecer se van ejercitando y ganando las virtudes, purificándose el alma y haciéndola más sabia y cauta.

10. Pero aquí hay otra más principal causa por la que en este contexto el alma va segura estando a oscuras, y es de parte de la dicha luz o sabiduría oscura. Esto es debido a que de tal manera la absorbe y embebe en sí esta oscura noche de contemplación y la pone tan cerca de Dios, que la ampara y libra de todo lo que no es Dios. Dado que está puesta aquí en cura esta alma para que consiga su salud, que es el mismo Dios, la tiene Su Majestad en dieta y abstinencia de todas las cosas, hartado el apetito para todas ellas. Esto está bien así y es similar a lo que se hace a un enfermo para que sane cuando es estimado en su casa, en donde le mantienen tan resguardado y protegido que no le dejan tocar del aire ni aun gozar de la luz, ni que sienta las pisadas, ni aun el rumor de los de casa, y la comida que le dan es muy delicada y muy medida, en donde el alimento contiene más de sustancia y es más nutritivo, y no importa tanto el que tenga más sabor.

11. Todas estas propiedades -las cuales son todas para la seguridad y guarda del alma-, causan en ella esta oscura contemplación, porque ella está puesta más cerca de Dios. Es así puesto que cuanto el alma más a Él se acerca, más oscuras tinieblas siente y más profunda oscuridad por su flaqueza padece, lo mismo que el que más cerca del sol llegase, más tinieblas y penurias le causaría su deslumbrante resplandor por la flaqueza, debilidad e impureza de su ojo. De donde se desprende que tan inmensa es la luz espiritual de Dios, y tanto excede al entendimiento natural que, cuando llega más cerca, más le ciega y le oscurece al alma (nota del actualizador: al alma no preparada ni ejercitada para ello, se sobreentiende).

Y ésta es la causa por la que en el salmo 17 (v. 12) dice David que puso Dios por su escondrijo y cubierta las tinieblas, y su tabernáculo en rededor de sí, tenebrosa agua en las nubes del aire. Esta agua tenebrosa en las nubes del aire es la oscura contemplación y sabiduría divina en las almas, como estamos diciendo, la cual ellas van sintiendo como cosa que está cerca de Él, como tabernáculo donde Él mora, cuando Dios a sí mismo la va más acercando. Y así, lo que en Dios es luz y la más alta claridad, es para el ser humano tiniebla más oscura, como dice san Pablo (1 Cor. 2, 14) según lo declara luego David en el mismo salmo (17, 13), diciendo: "Por causa del resplandor que está en su presencia, salieron nubes y cataratas", conviene a saber, para el entendimiento natural, cuya luz, como dice Isaías en el capítulo 5 (v. 30), "obtenebrata est in caligine eius" ("oscurecida la luz por los nubarrones").


27.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (191)



3. De aquí se sigue que, cuanto va el alma más a oscuras y vacía de sus operaciones naturales, va más segura. Es así ya que, como dice el profeta (Os. 13, 9), la perdición al alma solamente le viene de sí misma, esto es, de sus operaciones y apetitos interiores y sensitivos, y el bien, dice Dios, solamente de mí. Por tanto, impedida ella así de sus males, resta solamente que le vengan luego los bienes de la unión de Dios en sus apetitos y potencias, en que las hará divinas y celestiales. De donde en el tiempo de las tinieblas, si el alma se detiene a mirar en ello, muy bien echará de ver cuán poco se le divierte el apetito y las potencias a cosas inútiles y dañosas (nota del actualizador: es decir, en medio de esta noche si el alma se detiene a contemplar sus inclinaciones e inquietudes, se dará cuenta que ya encuentra poco agrado en los elementos mundanos y aspectos en los que probablemente en su anterior etapa de alma sin purgar y mundana antes encontraba diversión y ocio, y a la par, se dará también cuenta de los múltiples peligros -vanagloria, soberbia..., como expresa el Santo- que de ello resulta o en ello se esconde), y cuán segura está de vanagloria, soberbia y presunción vana y falso gozo, y de otras muchas perniciosidades. Por ello bien se desprende que, por ir a oscuras, no sólo no va perdida, sino aun muy ganada, pues aquí va ganando las virtudes.

4. Pero a la duda que de aquí puede surgir, la cual es a saber: que, pues las cosas de Dios de suyo hacen bien al alma y la ganan y aseguran, ¿por qué en esta noche le oscurece Dios los apetitos y potencias también acerca de estas cosas buenas, de manera que tampoco pueda gustar de ellas, ni tratarlas como las demás, y aun en alguna manera las siente menos? La respuesta es que entonces conviene que tampoco le quede operación ni gusto acerca de las cosas espirituales, porque tiene las potencias y apetitos impuros y bajos y muy naturales y así, aunque les den el sabor y trato a estas potencias de las cosas sobrenaturales y divinas, no las podrían recibir sino muy baja y naturalmente, muy a su distorsionado modo. Porque, como dice el Filósofo, cualquier cosa que se recibe está en el recipiente al modo que lo recibe.

De donde, puesto que estas naturales potencias del alma no tienen pureza ni fuerza ni caudal para poder recibir y gustar las cosas sobrenaturales al modo de lo que ellas son, que es divino, sino sólo al modo suyo, que es humano y bajo como hemos dicho, conviene que sean oscurecidas también respecto de estas comunicaciones divinas para que, desprendidas y purgadas y aniquiladas en aquello primero, pierdan aquel bajo y humano modo de recibir y obrar, y así vengan a quedar dispuestas y templadas todas estas potencias y apetitos del alma para poder recibir, sentir y gustar lo divino y sobrenatural elevada y subidamente, lo cual no puede ser si primero no muere el hombre viejo.

5. De aquí es que todo lo espiritual, si de arriba no viene comunicado del Padre de las luces (Sant. 1, 17) sobre el albedrío y apetito humano, por más que se ejercite el gusto y potencias del hombre con Dios y por mucho que les parezca gozan de las comunicaciones espirituales, no las gustarán divina y espiritualmente, sino humana y naturalmente, como gustan las demás cosas, porque los bienes no van del hombre a Dios, sino que vienen de Dios al hombre. Respecto de lo cual, si éste fuera lugar de ello, pudiéramos aquí declarar cómo hay muchas personas que tienen muchos gustos y aficiones y operaciones de sus potencias respecto de Dios o de cosas espirituales, y por ventura pensarán ellos que aquello es sobrenatural y espiritual, y sin embargo no son más que actos y apetitos propios naturales y humanos los cuales, como los tienen de las demás cosas, los tienen en el mismo temple de aquellas buenas acciones o devociones por cierta facilidad o afición natural que tienen en mover el apetito y potencias a cualquier cosa.

6. Si en su caso encontrásemos ocasión en lo restante, lo trataremos diciendo algunas señales de cuándo los movimientos y acciones interiores del alma son sólo naturales, y cuándo sólo espirituales, y cuándo espirituales y naturales respecto del trato con Dios. Basta aquí saber que, para que los actos y movimientos interiores del alma puedan llegar a ser movidos por Dios divinamente, primero han de ser oscurecidos y adormecidos, apaciguados de su natural obrar y escudriñar respecto a toda su habilidad y operación, hasta que desfallezcan.


26.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (190)



2. Pero fue dichosa ventura en esta alma el que Dios en esta noche le adormeciese toda la gente doméstica de su casa, esto es, todas las potencias, pasiones, afecciones y apetitos que viven en el alma sensitiva y espiritualmente, para que ella, sin ser notada, esto es, sin ser impedida de estas afecciones, etc., (por quedar ellas adormecidas y mortificadas en esta noche, en que las dejaron a oscuras para que no pudiesen notar ni sentir a su bajo modo natural e impidiesen con ello al alma el salir de sí y de la casa de la sensualidad) llegase a la unión espiritual de perfecto amor de Dios.

3. ¡Oh, cuán dichosa ventura es poder el alma librarse de la casa de la sensualidad! Es algo que sólo lo puede entender, a mi ver, el alma que ha gustado de ello. Porque esa alma verá claro cuán mísera servidumbre era la que tenía y a cuántas miserias estaba sujeta cuando lo estaba a la obra de sus potencias y apetitos, y conocerá cómo la vida del espíritu es verdadera libertad y riqueza que trae consigo bienes inestimables, como iremos notando algunos de ellos en las siguientes estrofas, en las cuales se mostrará más claramente cuánta razón tiene el alma de cantar por dichosa ventura el paso de esta horrenda noche que acabamos de decir.


CAPÍTULO 15

Se muestra la segunda poesía y su explicación.


Canción 2ª:

A oscuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.


Explicación:

1. Va el alma cantando en esta poesía todavía algunas propiedades de la oscuridad de esta noche, repitiendo la buena dicha que le llegó con ellas. Las dice además, respondiendo a cierta objeción tácita, para que no se piense que, por haber en esta noche y oscuridad pasado por tanta tormenta de angustias, dudas, recelos y horrores como se ha dicho, corría por eso más peligro de perderse, porque antes en la oscuridad de esta noche se ganó -y no se perdió- dado que en ella se libraba y escapaba sutilmente de sus contrarios, que le impedían siempre el paso, porque en la oscuridad de la noche iba mudado el traje y disfrazada con tres libreas y colores que después diremos. Y por una escala muy secreta -que ninguno de la casa conocía la cual, como también en su lugar notaremos, no es más que la viva fe-, salió tan encubierta y en celada para poder realizar correctamente su tarea, de tal forma que no podía dejar de ir muy segura en estas acciones, mayormente estando ya en esta noche purgativa los apetitos, afecciones y pasiones, etc. de su ánima adormecidos, mortificados y apagados, que son los que, cuando estaban despiertos y vivos, no se lo consintieron. Se sigue, entonces, el verso, y dice así:


A oscuras y segura.


CAPÍTULO 16
Se muestra el primer verso de la estrofa y se explica cómo, yendo el alma a oscuras, va segura.


1. La oscuridad de la que el alma habla aquí ya hemos mencionado que es respecto de los apetitos y potencias sensitivas, interiores y espirituales, por cuanto todas se oscurecen de su natural lumbre en esta noche con objeto de que, purgándose respecto a ellas, puedan ser ilustradas en lo que toca a lo sobrenatural. Porque los apetitos sensitivos y espirituales están adormecidos y amortiguados sin poder gustar de cosa ni divina ni humana; las afecciones del alma, oprimidas y apretadas, sin poderla mover a ella ni hallar apoyo en nada; la imaginación, atada, sin poder hacer algún discurso de bien; la memoria, anulada; el entendimiento, entenebrecido, sin poder entender cosa, y de aquí también la voluntad seca y apretada, y todas las potencias vacías e inútiles y, sobre todo esto, una espesa y pesada nube sobre el alma, que la tiene angustiada y ajenada de Dios. De esta manera de oscuridad dice aquí el alma que iba segura.

2. La causa de esto está bien declarada y es que, ordinariamente, el alma nunca yerra sino por sus apetitos o sus gustos, o sus discursos, o sus inteligencias, o sus afecciones e imaginaciones. Esto es así dado que de ordinario en estos recursos excede o falta, o varía o desatina, o da en algo y se inclina en lo que no conviene. Por lo cual, impedidas todas estas operaciones y movimientos, claro está que queda el alma segura de errar en ellos, porque no sólo se libra de sí (nota del actualizador: de sus enemigos internos, o sea, la carne), sino también de los otros enemigos, que son mundo y demonio, los cuales apagadas las afecciones y operaciones del alma no le pueden hacer guerra por otra parte ni de otra manera.


25.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (189)



9. Pero es aquí de notar cómo el alma a pesar de estar sintiéndose tan miserable y tan indigna de Dios tiene -en medio de estas tinieblas purgativas- tan osada y atrevida fuerza para ir a juntarse con Dios. La causa es que, como ya el amor le va dando fuerza con las cuales le ame de veras, y la propiedad del amor es quererse unir y juntar e igualar y asimilar a la cosa amada para perfeccionarse en el bien de su amor, se produce el que, aún no estando esta alma perfeccionada en amor por no haber llegado a la unión, la hambre y sed que tiene de lo que le falta -que es la unión con su ser amado- y las fuerzas que ya el amor ha puesto en la voluntad con que le ha hecho apasionada, la hagan ser osada y atrevida según la voluntad inflamada, aunque según el entendimiento (por estar a oscuras y no ilustrado) se siente indigno y se conoce miserable.

10. No quiero dejar aquí de decir la causa por la que, pues esta luz divina es siempre luz para el alma no la da, tras impactar en ella, la suficiente claridad como lo hace después, antes en su lugar le causa las tinieblas y trabajos que hemos mencionado. A este respecto algo estaba ya dicho antes de esto [se encuentra la explicación del contraste, no en la luz misma, sino en la indisposición del sujeto hasta que está debidamente purgado de sus miserias y limitaciones o indisposiciones naturales. A este propósito el Santo aplica las imágenes del rayo del sol y la vidriera, del fuego y el madero], pero a este particular podemos responder que las tinieblas y los demás males que el alma siente cuando esta divina luz embiste no son tinieblas ni males de esa luz, sino de la misma alma, y la luz le alumbra para poder mostrárselas. Al hacerlo desde luego le da claridad esta divina luz, pero con ella el alma no puede ver primero sino lo que tiene más cerca de sí o, por decirlo mejor, en sí, que son sus tinieblas o miserias, las cuales ve ya por la misericordia de Dios, y sin embargo antes no las veía porque no incidía en ella esta luz sobrenatural. Y ésta es la causa por la que al principio no siente sino tinieblas y males mas, después de purgada con el conocimiento y sentimiento de esos males, tendrá ojos para que esta luz la muestre los bienes de la luz divina. Una vez expelidas ya todas estas tinieblas e impresiones del alma, ya parece que van pareciendo los grandes provechos y bienes que va consiguiendo el alma en esta dichosa noche de contemplación.

11. Pues por lo dicho queda entendido cómo Dios hace favores al alma al limpiarla y curarla con esta fuerte lejía y amarga purga, según la parte sensitiva y la espiritual, de todas las afecciones y hábitos imperfectos que en sí tenía acerca de lo temporal y de lo natural, sensitivo, especulativo y espiritual, oscureciéndole las potencias interiores y vaciándoselas respecto de todo ello, y apretándole y enjugándole las afecciones sensitivas y espirituales, debilitándole también y reduciéndole las fuerzas naturales del alma acerca de todo ello (lo cual nunca el alma por sí misma podría conseguir, como luego diremos) [por eso mismo se llama La noche pasiva, ya que es tal porque no puede realizarse sin la intervención directa de Dios]. De esta forma la va haciendo Dios desfallecer a todo lo que no es el mismo Dios naturalmente, para irla vistiendo de nuevo, desnuda y desollada ya ella de su antiguo pellejo. Y así, se le renueva, como al águila, su juventud (Sal. 102,5), quedando vestida del nuevo hombre, que es criado, como dice el Apóstol (Ef. 4, 24), según Dios. Lo cual no es otra cosa sino alumbrarle el entendimiento con la lumbre sobrenatural, de manera que de entendimiento humano se haga divino unido con el divino y, ni más ni menos, inflamarle la voluntad de amor divino, de manera que ya no sea voluntad menos que divina, no amando menos que divinamente, hecha y unida en uno con la divina voluntad y amor, así también no menos con la memoria, y también todas las afecciones y apetitos, mudados y vueltos según Dios divinamente. Y de esta forma esta alma será ya alma del cielo, celestial, y más divina que humana.

Todo lo cual, según se ha ido viendo por lo que hemos explicado, va Dios haciendo y obrando en ella por medio de esta noche, ilustrándola e inflamándola divinamente con ansias de sólo Dios, y no de otra cosa alguna. Por todo eso muy justa y razonablemente añade luego el alma el tercer verso de la poesía, que dice así:


¡oh dichosa ventura!


CAPÍTULO 14
Se exponen y explican los tres versos últimos de la primera poesía.


1. Esta "dichosa ventura" es debido a lo que dice luego en los siguientes versos, argumentando:


salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada


Tomando la metáfora del que, para hacer mejor su actividad sale de su vivienda de noche, a oscuras, sosegados ya los de la casa, con el fin de que ninguno le moleste [esta interpretación propia e inmediata de los versos apunta a una vinculación próxima entre la experiencia dolorosa de la huida de la Cárcel de Toledo y el símbolo espiritual de "la noche". Todo hace suponer que el arranque del símbolo poético procede del recuerdo personal de la fuga del Santo de la prisión de Toledo.].

Puesto que, como esta alma había de salir a hacer un hecho tan heroico y tan raro, que era unirse con su Amado divino afuera -porque el Amado no se halla sino únicamente afuera, en la soledad-, precisamente por eso la Esposa le deseaba hallar solo, diciendo (Ct. 8, 1): "¿Quién te me diese, hermano mío, que te hallase yo solo afuera y se comunicase contigo mi amor?". Le conviene a esta alma enamorada, para conseguir su fin deseado, hacerlo también así, que saliese de noche, adormecidos y sosegados todos los domésticos de su casa, esto es, las operaciones bajas y las pasiones y apetitos de su alma totalmente adormilados y apagados por medio de esta noche, que en este símil son la gente de casa que, si están despiertas, siempre estorban estos sus bienes para el alma, enemigas como son de que el alma salga libre hacia los mencionados bienes. Porque éstos son los domésticos que dice nuestro Salvador en el Evangelio (Mt.10, 36) que son los enemigos del hombre. Y así convenía que las operaciones de éstos con sus movimientos estén dormidos en esta noche, para que no impidan al alma los bienes sobrenaturales de la unión de amor de Dios, porque durante la viveza y operación de éstos no puede ocurrir tal cosa ya que toda su obra y movimiento natural antes estorba que ayuda a recibir los bienes espirituales de la unión de amor. Esto es así por cuanto queda corta toda habilidad y esfuerzo natural en comparación de los bienes sobrenaturales que Dios por sólo infusión suya pone en el alma pasiva y secretamente, en el silencio. Y por lo tanto es menester que se detengan todas las potencias y se encuentren en actitud pasivamente para recibirle, no entremetiendo allí su baja obra y vil inclinación.