Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

21.11.23

Oración a la gloriosa y bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo



¡Madre augusta de Jesucristo, Puerta del Cielo, Estrella de los mares, que de tantos naufragios nos habéis librado!

Yo, el más indigno de vuestros devotos, pero el más obligado por vuestros favores, vengo a vuestros pies, uniendo mi intención a la de todos los fieles que son devotos de vuestra advocación del Carmelo, para saludaros con las frases del ángel San Gabriel, felicitándoos con toda mi alma por vuestras preeminencias y glorias, y rindiéndoos ferviente gratitud por el patrocinio que constantemente os habéis servido dispensarme.




Sí, Virgen María del Carmelo, Madre y Señora nuestra, os felicito y os doy gracias, gozándome en reconoceros segunda gloriosa Eva, reparadora del mal que nos dejó en herencia la primera.

Yo os saludo, os felicito y os doy gracias repitiendo con júbilo que sois bienaventurada y bendita entre todas las mujeres.

Yo os saludo, os felicito y os doy gracias, aclamándoos con la Iglesia como Reina de los ángeles, Espejo de justicia, Trono de la sabiduría, Honra de la casa de David, Fuente de nuestra alegría, Arca de la nueva alianza, Salud de los enfermos, Auxilio de los cristianos, Consoladora de los afligidos, Refugio de los pecadores...

Yo os saludo, os felicito y os doy gracias como a mi soberana, mi bienhechora, mi Reina, mi Madre, mi abogada, mi más fiel y antigua amiga.

Yo os saludo, os felicito y os doy gracias, en nombre de mis allegados, de mi familia, de mis hermanos cofrades carmelitas, de todos los que os aman, de todos los que honráis con vuestro amor, esperando, Señora, nos perdonéis nuestras ingratitudes para con Vos, y hagáis que nos las perdone vuestro Divino Hijo.

¡Virgen clemente! ¡Virgen poderosa! ¡Virgen del Carmelo! No nos retiréis jamás vuestras asistencia, que imploramos particularmente para la hora de la muerte.

Vos, la más dolorida y la mejor de las madres, interceded por las madres cristianas, para que sean atendidos sus ruegos y en este día llegue a ellas (o "a nosotras", si es una madre la suplicante) el júbilo general, siendo las que aún viven inspiradas y fortalecidas por la gracia, y siendo admitidas las ya difuntas en la mansión del Señor que vuestra presencia regocija.

Vos, modelo de las santas esposas, oíd las súplicas que por sus maridos os dirigen, asistidas (o en su caso "asistidnos") para que acierten a cumplir sus deberes, e interceded para que las que ya han salido de este mundo gocen cerca de Vos en el otro la eterna recompensa de sus trabajos.

Vos, por quien todos fuimos reengendrados al pie de la Cruz, acordaos de nuestros padres, hermanos y parientes, vivos y muertos, y sed la celeste protectora de los niños, por el amor con que os colmó de gozo el Divino infante Vuestro Hijo, acogiendo, especialmente, a los huérfanos y desamparados, así como a los que murieron sin bautismo. Haced que la sangre del celestial Cordero los purifique y vivifique para nueva vida.

Permitid todavía que siga implorándoos, ¡dulce esperanza nuestra!, por todos y por cada uno de los seres queridos que son mi consuelo en este valle de lágrimas. Yo os los confío, Señora del Carmelo. Pedidle a nuestro Dios en este día que en gloria suya y honra vuestra les perdone sus pecados, les llame a verdadera penitencia, y les conceda al fin santa muerte que les dé entrada en su reino.

Vos sois Salud de los enfermos y Refugio de los pecadores: como tal os hemos reconocido y aclamado.

Venid, pues, venid al auxilio de todas las almas heridas por el infortunio y ulceradas por el pecado. Venid en defensa de todos los que arrastran las cadenas de aquel enemigo que Vos vencísteis aplastando su frente. Sujetadlo de nuevo bajo esas plantas virginales -ante las que me veis humillado-, y que estas humildes preces, ¡Reina del Cielo!, que mi intención hace extensivas a toda la tierra, cuya gloria sois, merezcan de vuestra bondad ser aceptadas del mismo modo, en provecho general de los humanos, y particular de la Iglesia católica, en cuyo seno he nacido y espero morir por la gracia de Dios y con vuestras asistencia poderosa.

Amén.

A continuación se pueden rezar nueve Avemarías:
- Una en memoria de la purísima concepción de la Virgen del Carmelo.
- Otra en reverencia de su nacimiento.
- Otra en honor de su dulce nombre.
- Otra en recuerdo de la salutación y anunciación del ángel.
- Otra como homenaje a su Divina Maternidad.
- Otra en muestra de gratitud por sus dolores de Madre.
- Otra en tributo a su gloria como co-redentora nuestra.
- Otra en felicitación de su fiel tránsito y Asunción.
- Otra en alabanza de su coronación como Reina del Cielo.



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