Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

8.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (203)



2. Porque lo que era de más importancia (y por lo que yo principalmente me dispuse a esta tarea, que fue mostrar esta noche a muchas almas que, pasando por ella, estaban respecto a ella ignorantes -como en el prólogo se dice-) está ya medianamente explicado y dado a entender, aunque en realidad bastante menos de lo que ello es. Sabiendo así, por tanto, cuántos sean los bienes que consigo trae al alma, y cuán dichosa ventura le es al que por esta noche va, podrá animarse con la cierta esperanza de tantos y tan aventajados bienes procedentes de Dios como en ella se alcanzan cuando se sienta espantarse con el horror de tantos trabajos.

También, además de esto, le ocurrió una dichosa ventura al alma como se dice luego en el verso siguiente, el cual es a saber:


A oscuras y en celada.


CAPÍTULO 23
Se explica el cuarto verso, mostrando el admirable escondrijo en que es puesta el alma en esta noche y cómo, aunque el demonio puede llegar a entrar en otros muy altos sitios, no puede en éste.


1. En celada es tanto como decir: escondido o encubierto. Y así, lo que aquí dice el alma, esto es: que a oscuras y en celada salió, es más cumplidamente dar entender la gran seguridad que lleva por medio de esta oscura contemplación en el camino de la unión de amor de Dios, de la cual ya se ha hablado en el primer verso de esta poesía. Decir, pues, que el alma va a oscuras y en celada, es decir que -por cuanto iba a oscuras de la mencionada manera- también iba encubierta y escondida del demonio y de sus emboscadas, artificios y asechanzas.

2. La causa por la que el alma en la oscuridad de esta contemplación va libre y escondida de las asechanzas del demonio es porque la contemplación infusa, que aquí lleva, se infunde pasiva y secretamente en el alma a excusas de los sentidos y potencias interiores y exteriores de la parte sensitiva. Y de ello se desprende que no sólo del impedimento -que con su natural flaqueza le pueden ser estas potencias precisamente de impedimento-, va escondida y libre, sino también del demonio el cual, si no es por medio de estas potencias de la parte sensitiva, no puede alcanzar ni conocer lo que hay en el alma, ni lo que en ella ocurre. De donde, cuanto la comunicación es más espiritual, interior y remota de los sentidos, tanto menos el demonio alcanza a entenderla.

3. Y por eso es mucho lo que importa para la seguridad del alma que el trato interior con Dios sea de tal manera, que hasta sus mismos sentidos de la parte inferior queden a oscuras y carentes de ese trato y no lo alcancen a identificar. Por una parte, para que haya lugar a que la comunicación espiritual sea más abundante, no impidiendo con la flaqueza de la parte sensitiva la libertad del espíritu. Por otra porque -como decimos- va más segura, no alcanzando el demonio tan en el interior. De donde podemos entender a este propósito aquella autoridad de nuestro Salvador (Mt. 6, 3), hablando espiritualmente, conviene a saber: "No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra", que es como si dijera: "Lo que pasa en la parte diestra, que es la superior y espiritual del alma, no lo sepa la siniestra", esto es, que sea de manera que la porción inferior de tu alma, que es la parte sensitiva, no lo alcance. En definitiva: que sea sólo secreto entre el espíritu y Dios.

4. Bien es verdad que muchas veces, cuando hay en el alma y ocurren estas comunicaciones espirituales muy interiores y secretas, aunque el demonio no alcance a descubrir cuáles y cómo son, por la gran pausa y silencio que causan algunas de ellas en los sentidos y potencias de la parte sensitiva llega a hechar de ver y suponer que las hay y que recibe el alma algún bien. Y entonces, como ve que no puede alcanzar a contradecirlas al fondo del alma, hace cuanto puede por alborotar y turbar la parte sensitiva -que es a la que alcanza- ahora con dolores, ahora con horrores y miedos, con el intento de molestar, intranquilizar y turbar por este medio a la parte superior y espiritual del alma respecto de aquel bien que entonces recibe y goza.

Pero muchas veces, cuando la comunicación de la tal contemplación tiene su puro embestimiento en el espíritu y hace fuerza en él, no le surte efecto al demonio sus intentos y esfuerzos para molestar a la persona contemplativa, antes bien el alma recibe nuevo provecho y mayor y más segura paz. Y es que, en sintiendo la turbadora presencia del enemigo -¡cosa admirable!- que, sin saber cómo es aquello y sin ella hacer nada de su parte, se adentra ella más adentro del fondo interior, sintiendo ella muy bien que se pone en cierto refugio, donde se da cuenta y ve que está más alejada del enemigo y más escondida, y allí se le aumenta la paz y el gozo que antes el demonio le pretendía arrebatar. Y entonces todo aquel temor se descubre y lo ve expulsarse fuera, sintiéndolo ella claramente y alegrándose de verse gozar tan a lo seguro de aquella tranquila paz y del sabor del Esposo escondido, hasta el punto que ni mundo ni demonio puede dar ni quitar, sintiendo allí el alma la verdad de lo que la Esposa a este propósito dice en los Cantares (3, 7-8): "Mirad que al lecho de Salomón cercan sesenta fuertes", etc., por los temores de la noche oscura. Siente en efecto esta fortaleza y paz, aunque también muchas veces nota cómo tratan desde fuera de atormentarle la carne y los huesos (nota del actualizador: es decir, intentando desde fuera influir en su cuerpo mortal).







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