2. Primeramente llama secreta a esta contemplación tenebrosa por cuanto, según hemos abordado líneas arriba, ésta es la teología mística, que llaman los teólogos "sabiduría secreta", la cual dice Santo Tomás que se comunica e infunde en el alma por amor, lo cual acontece secretamente -o sea, a oscuras de la obra del entendimiento y de las demás potencias-. Por lo tanto, por cuanto las dichas potencias no la alcanzan sino que es el Espíritu Santo quien la infunde y ordena en el alma, como dice la Esposa en los Cantares (2, 4), sin ella saberlo, ni entenderlo cómo se realiza esta acción, se llama por tanto "secreta". Y, a la verdad, no sólo el alma no lo entiende, sino nadie, ni el mismo demonio, por cuanto el Maestro que la enseña está dentro del alma sustancialmente, donde no puede llegar el demonio, ni el sentido natural, ni tampoco el entendimiento.
3. Y no sólo por esto se puede llamar secreta, sino también por los efectos que hace en el alma. Y es que no solamente en las tinieblas y aprietos de la purgación, cuando esta sabiduría de amor purga el alma, es secreta -por lo tanto, no sabe decir de ella el alma nada-, sino que también después en la iluminación, cuando más a las claras se le comunica esta sabiduría, le es al alma tan secreta para explicarla y ponerle nombre para mencionarla que, además de que ninguna gana ni razones sienta al alma de explicarla, no halla de todos modos tampoco modo ni manera ni símil que le cuadre para poder significar y comparar una inteligencia tan sublime y un sentimiento espiritual tan delicado. Y así, aunque más gana tuviese de decirlo, y más significaciones trajese para comparar, siempre se quedaría en buena parte secreto y por explicar.
Todo es debido a que como aquella sabiduría interior es tan sencilla y tan general y espiritual, que no entró al entendimiento envuelta ni paliada con alguna especie o imagen sujeta al sentido, de aquí es que el sentido y la imaginación, como no entró por ellas ni sintieron su vestido, forma y color, no saben dar razón ni imaginarla para poder decir algo de ella, aunque claramente ve que entiende y gusta aquella sabrosa y esquiva sabiduría. Es tanto así como el que viese una cosa nunca vista antes, cuyo semejante tampoco jamás vio que, aunque la entendiese y gustase, no le sabría poner nombre ni decir lo que es, aunque más lo intentase, y esto con ser cosa que la percibió con los sentidos. Cuánto menos, entonces, se podrá manifestar lo que no entró por esos sentidos. Y es que precisamente esto es lo que tiene el lenguaje de Dios, que por ser muy íntimo al alma y espiritual hasta el punto que excede todo sentido, luego hace cesar y enmudecer toda la armonía y habilidad de los sentidos exteriores e interiores al ser superior a ellos. [Además de la inefabilidad de la contemplación infusa en su misma esencia y en sus efectos más íntimos, el Santo explica la razón profunda en conformidad con la teoría tomista del conocimiento a través de los sentidos e imágenes. Al fallar este mecanismo natural, falla la expresión adecuada para representarlo. El lenguaje de puro espíritu a espíritu puro no acepta lenguaje humano. Más adelante veremos la razón de la inefabilidad y de la teología mística, así como la conciencia del fenómeno en quien lo experimenta].
4. De lo cual tenemos muestras autorizadas y ejemplos a la vez en la divina Escritura. Porque la dificultad y las limitaciones del manifestarlo y hablarlo exteriormente mostró Jeremías (1, 6) cuando, habiendo Dios hablado con él, no supo qué decir sino: "¡Ah, ah...!". Y la cortedad interior, esto es, del sentido interior de la imaginación, conjuntamente a la cortedad o limitación del exterior acerca de esto, también la manifestó Moisés delante de Dios en la zarza (Ex. 4, 10) cuando no solamente dijo a Dios que después de haber hablado con Él no sabía ni acertaba a hablar, sino que aún, según se dice en los Hechos de los Apóstoles (7, 32), con la imaginación interior no se atrevía a considerar, pareciéndole que la imaginación estaba muy lejos y muda no solamente para formar algo de aquello que entendía en Dios, sino que ni aun podía conseguir la capacidad para recibir algo de ello. De donde, por cuanto la sabiduría de esta contemplación es lenguaje de Dios al alma de puro espíritu a espíritu puro, todo lo que es menos que espíritu, como son los sentidos, no lo reciben, y así les es secreto y no lo saben ni lo pueden decir, ni tienen gana porque no ven cómo podrían hacerlo.
| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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