Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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28.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (192)



7. ¡Oh, pues, alma espiritual!, cuando vieses oscurecido tu apetito, tus aficiones secas y reducidas, e inhabilitadas tus potencias para cualquier ejercicio interior, no te apenes por eso, antes tenlo como una buena dicha, pues es que te va Dios librando de ti misma, quitándote de las manos la hacienda con las cuales, por bien que ellas te sirviesen, no obraras tan cabal, perfecta y seguramente a causa de la impureza y torpeza de los actos de tus manos, como ahora que, tomando Dios directamente tu mano, te guía a oscuras como se guía a un ciego a un lugar donde y por donde tú no sabes, ni jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, llegarías a atinar caminar.

8. La causa también por la que el alma no sólo va segura cuando va así a oscuras, sino aun se va más ganando y aprovechando, es porque, comúnmente, cuando el alma va recibiendo más mejoría y provecho es precisamente por donde ella menos entiende, antes muy de ordinario piensa que se va perdiendo. Esto es así ya que, como ella nunca ha experimentado aquella novedad que le hace salir y deslumbrar y desatinar de su primer modo de proceder, entonces piensa que se va perdiendo en lugar que acertando y ganando, puesto que ve que pierde respecto de lo que antes sabía y gustaba, y se ve ir por donde no sabe ni gusta (nota del actualizador: es decir, en terreno desconocido).

Así como el caminante que, para ir a nuevas tierras desconocidas va por nuevos caminos no recorridos antes ni experimentados, en los cuales transita sin la guía ni la experiencia de los que antes sabía, sino entre dudas y por las direcciones de otros. Y claro está que éste no podría llegar a las nuevas tierras, ni saber más de lo que antes sabía, si no fuera por caminos nuevos nunca explorados, dejando los caminos que ya sabía. Lo mismo ocurre con el que va aprendiendo más particularidades en un oficio o arte, que siempre va a oscuras, no atado constantemente a lo que ya conocía porque, si no dejase atrás lo conocido para aprender lo que debe saber nunca avanzaría ni le haría provecho el nuevo conocimiento. Así, de la misma manera, cuando el alma va aprovechando más, va a oscuras y no sabiendo. Por tanto, siendo como hemos dicho, Dios el maestro y guía de este ciego del alma, bien puede esa alma -ya que la han puesto en disposición de entender y avanzar como aquí decimos- con verdad alegrarse y decir: a oscuras y segura [voy].

9. Otra causa también por la que en estas tinieblas ha ido el alma segura es porque iba padeciendo. Y es que el camino de padecer es más seguro y aun más provechoso que el de gozar y hacer. Por un lado, porque en el padecer se le añaden fuerzas de Dios, y en el obrar y gozar ejercita el alma sus flaquezas e imperfecciones; y lo otro, porque en el padecer se van ejercitando y ganando las virtudes, purificándose el alma y haciéndola más sabia y cauta.

10. Pero aquí hay otra más principal causa por la que en este contexto el alma va segura estando a oscuras, y es de parte de la dicha luz o sabiduría oscura. Esto es debido a que de tal manera la absorbe y embebe en sí esta oscura noche de contemplación y la pone tan cerca de Dios, que la ampara y libra de todo lo que no es Dios. Dado que está puesta aquí en cura esta alma para que consiga su salud, que es el mismo Dios, la tiene Su Majestad en dieta y abstinencia de todas las cosas, hartado el apetito para todas ellas. Esto está bien así y es similar a lo que se hace a un enfermo para que sane cuando es estimado en su casa, en donde le mantienen tan resguardado y protegido que no le dejan tocar del aire ni aun gozar de la luz, ni que sienta las pisadas, ni aun el rumor de los de casa, y la comida que le dan es muy delicada y muy medida, en donde el alimento contiene más de sustancia y es más nutritivo, y no importa tanto el que tenga más sabor.

11. Todas estas propiedades -las cuales son todas para la seguridad y guarda del alma-, causan en ella esta oscura contemplación, porque ella está puesta más cerca de Dios. Es así puesto que cuanto el alma más a Él se acerca, más oscuras tinieblas siente y más profunda oscuridad por su flaqueza padece, lo mismo que el que más cerca del sol llegase, más tinieblas y penurias le causaría su deslumbrante resplandor por la flaqueza, debilidad e impureza de su ojo. De donde se desprende que tan inmensa es la luz espiritual de Dios, y tanto excede al entendimiento natural que, cuando llega más cerca, más le ciega y le oscurece al alma (nota del actualizador: al alma no preparada ni ejercitada para ello, se sobreentiende).

Y ésta es la causa por la que en el salmo 17 (v. 12) dice David que puso Dios por su escondrijo y cubierta las tinieblas, y su tabernáculo en rededor de sí, tenebrosa agua en las nubes del aire. Esta agua tenebrosa en las nubes del aire es la oscura contemplación y sabiduría divina en las almas, como estamos diciendo, la cual ellas van sintiendo como cosa que está cerca de Él, como tabernáculo donde Él mora, cuando Dios a sí mismo la va más acercando. Y así, lo que en Dios es luz y la más alta claridad, es para el ser humano tiniebla más oscura, como dice san Pablo (1 Cor. 2, 14) según lo declara luego David en el mismo salmo (17, 13), diciendo: "Por causa del resplandor que está en su presencia, salieron nubes y cataratas", conviene a saber, para el entendimiento natural, cuya luz, como dice Isaías en el capítulo 5 (v. 30), "obtenebrata est in caligine eius" ("oscurecida la luz por los nubarrones").


4.2.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (142)



CAPÍTULO 38.
Se continúa ahora con los bienes motivos (de acción), y se explican aspectos respecto de los oratorios y lugares dedicados para la oración.


1. Me parece que ya queda dado a entender cómo en estos accidentes de las imágenes puede tener el espiritual tanta imperfección, y por ventura más peligrosa poniendo su gusto y gozo en ellas, tomando los mismos errores que en las demás cosas corporales y temporales. Y digo que más peligro aún si acaso porque con decir: "cosas santas son", se aseguran más y no temen el querer apropiárselas dentro de sí y el asimiento natural hacia ellas. Y de esta manera mucho se engañan a veces, pensando que ya están llenos de devoción porque sienten tener el gusto en estas cosas santas y, sin embargo, puede que no sea más que condición y apetito natural que, lo mismo que se pone en otras cosas materiales, se pone en aquello.

2. Se sigue ahora el comenzar a tratar de los oratorios, ya que algunas personas no se hartan de añadir unas y otras imágenes a su oratorio, gustando del orden y atavío con que las ponen, a fin que su oratorio esté bien adornado y parezca bien. Y a Dios no le quieren más por hacer todo eso, sino puede que incluso lo amen menos, pues el gusto que ponen en aquellos ornatos pintados quitan a lo vivo y a lo auténtico, como ya hemos dicho. Que, aunque es verdad que todo ornato y atavío y reverencia que se puede hacer a las imágenes es muy poco (nota del corrector: es decir, no se necesitan demasiados medios ni complicaciones para adecentarlas), por lo cual los que las tienen con poca decencia y reverencia son dignos de mucha reprehensión, junto con los que hacen algunas tan mal talladas que antes quitan la devoción que la añaden (por lo que debería impedirse a algunos oficiales que en esta arte son cortos y toscos dedicarse a este propósito) pero, ¿qué tiene esto que ver con la propiedad y asimiento y apetito que tú tienes en estos ornatos y atavíos exteriores, cuando de tal manera te engolfan el sentido, que te impiden mucho el corazón de ir a Dios y amarle y olvidarte de todas las cosas por su amor? Que si a esto faltas por lo otro, no sólo no te lo agradecerá, mas te castigará por no haber buscado en todas las cosas su gusto más que el tuyo.
Lo cual podrás bien entender en aquella fiesta que hicieron a Su Majestad cuando entró en Jerusalen, recibiendole con tantos cantares y ramos (Mt. 21, 9), y lloraba el Señor (Lc. 19, 41) porque, teniendo ellos su corazón muy lejos de Él, le hacían pago con aquellas señales y ornatos exteriores. En lo cual podemos decir que más se hacían fiesta a sí mismos que a Dios, como ocurre a muchos el día de hoy que, cuando hay alguna solemne fiesta en alguna parte, más se suelen alegrar por lo que ellos se han de holgar en ella, ahora por ver o ser vistos, ahora por comer, ahora por otras razones parecidas, que por agradar a Dios. En las cuales inclinaciones e intenciones ningún gusto dan a Dios, mayormente los mismos que celebran las fiestas cuando inventan para interponer en ellas cosas ridículas e indevotas para incitar a risa a la gente y a la diversión mundana con que más se distraigan; y otros ponen cosas con el fin de que agraden más a la gente y no que la muevan a devoción.

3. Pues ¿qué diré de otros intentos que tienen algunos de intereses en las fiestas que celebran? Los cuales si tienen más el ojo y codicia a esto que al servicio de Dios, ellos lo saben, y Dios, que lo ve. Pero en las unas maneras y en las otras, cuando así pasa, crean que más se hacen a sí mismos la fiesta que a Dios, porque cuanto dirigen hacia su gusto o al de los hombres, no lo toma Dios a su cuenta. Tengamos en cuenta que de los que participan en las fiestas dedicadas Dios antes muchos se estarán divirtiendo por placer, y Dios se estará con ellos enojando como lo hizo con los hijos de Israel cuando hacían fiesta cantando y bailando a su ídolo, pensando que hacían fiesta a Dios, de los cuales mató muchos millares (Ex. 32, 7­28); o como con los sacerdotes Nadab y Abiú hijos de Aarón, a quien mató Dios con los incensarios en las manos porque ofrecían fuego ajeno (Lv. 10, 1­2); o como al que entró en las bodas mal ataviado y arreglado, al cual mandó el rey echar en las tinieblas exteriores atado de pies y manos (Mt. 22, 12­13). En lo cual se conoce cuán mal sufre Dios en las reuniones que se hacen para su servicio estos desacatos.
Porque ¡cuántas fiestas, Dios mío, os hacen los hijos de los hombres en que se lleva más el demonio que Vos! Y el demonio gusta de ellas, porque en ellas, como el tratante, hace él su feria. ¡Y cuántas veces direis Vos en ellas: "este pueblo sólo con los labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, porque me sirve sin causa"! (Mt. 15, 8).
Porque la causa por la que Dios ha de ser servido es sólo por ser Él quien es, y no interponiendo otros fines. Y así, no sirviendole sólo por quien Él es, es servirle sin causa final de Dios.

4. Por ello, volviendo a los oratorios, digo que algunas personas los adornan más por su gusto que por el de Dios. Y algunas hacen tan poco caso de la devoción de ellos, que no los tienen en más que sus camariles profanos, y aun algunas no en tanto, pues tienen más gusto en lo profano que en lo divino.

5. Pero dejemos ahora esto y digamos todavía de los que hilan más delgado, es a saber, de los que se tienen por gente devota. Porque muchos de estos de tal manera dan en tener asido el apetito y gusto a su oratorio y a adornarlo, que todo lo que habían de emplear en oración de Dios y recogimiento interior se les va en esto. Y no echan de ver que, no llevando a cabo sus actos y la decoración de su oratorio sólo con el fin de servir para el recogimiento interior y paz del alma, se distraen tanto en ello como en las demás cosas, y se inquietarán en el tal gusto a cada paso, y más todavía si se lo quisiesen quitar.


10.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (57)



5. De donde se ve que los que imaginan a Dios debajo de algunas de estas figuras, o como un gran fuego o resplandor, u otras formas cualquiera, y piensan que algo de aquello será semejante a Él, harto lejos van en realidad de Él. Porque, aunque a los principiantes son necesarias estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir enamorando y mimando el alma por el sentido, como después explicaremos, y así le sirven de medios remotos para unirse con Dios (por los cuales ordinariamente han de pasar las almas para llegar al término y estancia del reposo espiritual), sin embargo los deben recorrer de forma que pasen por ellos, y no para que se mantengan siempre en ellos, porque de esa manera nunca llegarían al final, el cual no es como los remotos medios, ni tiene que ver con ellos, así como las gradas de la escalera no tienen que ver con el final y estancia de la subida, para lo cual solo son medios para pasar al destino. Y, si el que sube no fuese dejando atrás las gradas hasta que no hubiese ninguna y se quisiese quedar parado en alguno de los escalones, nunca llegaría ni subiría a la llana y apacible estancia del término. Por lo cual, el alma que hubiere de llegar en esta vida a la unión de aquel sumo descanso y bien por todos los grados de consideraciones, formas y noticias, ha de pasar y acabar con ellas, pues ninguna semejanza ni proporción tienen con el término al que se encaminan, que es Dios. De donde en los Hechos de los Apóstoles (17, 29) dice san Pablo: "No debemos estimar ni tener por semejante lo divino al oro ni a la plata, o a la piedra figurada y labrada por el arte, y a lo que el hombre puede fabricar con la imaginación".

6. En este punto es donde se equivocan muchos espirituales los cuales, habiendo ejercitándose ellos en llegarse a Dios por imágenes y formas y meditaciones, cual conviene a principiantes, queriendolos Dios recoger y acercar a bienes más espirituales interiores e invisibles, quitándoles ya el gusto y jugo de la meditación discursiva, ellos no acaban, ni se atreven, ni saben desasirse de aquellos modos palpables a que están acostumbrados. Y así todavía trabajan por tenerlos, queriendo ir por consideración y meditación de formas, como antes, pensando que siempre había de ser así. En lo cual trabajan sin descanso y sin embargo hallan poco provecho o nada, antes se les aumenta y crece la sequedad y fatiga e inquietud del alma cuanto más trabajan por aquel fruto primero, el cual es ya difícil que puedan hallar el sabor de aquellas primeras veces, porque ya no gusta el alma de aquel manjar, como hemos dicho, tan sensible, sino de otro más delicado y más interior y menos sensible, que no consiste en trabajar con la imaginación, sino en amansar el alma y dejarla estar en su quietud y reposo, lo cual es más espiritual. Porque, cuanto el alma se pone más en espíritu, más cesan en actos propios personales las obras de las potencias, porque se pone ella más en un acto general y puro, y así cesan de obrar las potencias que caminaban para aquello donde el alma llegó, así como cesan y paran los pies una vez ha concluido la jornada porque, si todo fuese andar, nunca habría momento de llegar, y si todos fuesen medios, ¿dónde o cuándo se gozarían los fines y termino?

7. Por lo cual es de lástima ver que hay muchos que, queriendo su alma estar en esta calma y descanso de quietud interior, donde se llena de paz y refección de Dios, ellos la desasosiegan y sacan afuera a lo más exterior, y la quieren hacer volver a que ande lo andado sin propósito, y que deje el término y fin en que ya reposa por los medios que encaminaban a el, que son las consideraciones. Lo cual no acaece sin gran desgana y repugnancia del alma, que se quisiera estar en aquella paz, que no entiende, como en su debido y adecuado puesto. Bien así como el que llegó tras el arduo trabajo al lugar donde descansa, si le hacen volver al trabajo, siente pena. Y como ellos no saben el misterio de esta inquietud, les da imaginación que es estarse ociosos y no haciendo nada, y así no se dejan aquietar sino que van procurando considerar y discurrir, de donde se llenan de sequedad y trabajo por sacar el fruto que ya por ese camino no han de sacar. Antes les podemos decir que, mientras más aprietan y se esfuerzan, menos les aprovecha, porque cuanto más porfían de aquella manera, se hallan peor, dado que sacando su alma de la paz espiritual es dejar lo más por lo menos y desandar lo andado (y querer de nuevo hacer lo que ya está hecho).

8. A estos tales se les ha de decir que aprendan a quedarse con atención y advertencia amorosa en Dios en aquella quietud, y que no se dejen llevar nada por la imaginación ni por la obra de ella pues aquí, como decimos, descansan las potencias y no obran activamente, sino pasivamente, recibiendo lo que Dios obra en ellas. Y si algunas veces obran, no es con fuerza ni muy procurado y adornado discurso, sino con suavidad de amor, en un estado en el cual son más movidas de Dios que de la misma habilidad del alma, como adelante se mostrará. Mas ahora baste esto para dar a entender cómo conviene y es necesario a los que pretenden avanzar el saberse desasir de todos esos modos y maneras y obras de la imaginación, en el tiempo y sazón que lo pide y requiere el aprovechamiento del estado que llevan.

9. Y para que se entienda cuál y a que tiempo ha de ser, diremos en el capítulo siguiente algunas señales que ha de ver en sí el espiritual, para entender por ellas la sazón y tiempo en que libremente pueda usar de los modos de quietud mencionados y dejar a partir de ahí de caminar por el discurrir y el obrar de la imaginación.


3.3.22

Don Bosco en Valdocco



Se trata de un óleo sobre tela de 81 x 100 cm. Su autor es David Pastor Corbí,un antiguo profesor del colegio salesiano San Vicente Ferrer de Alcoy (Alicante), que ha querido representar a Don Bosco desde su habitación, mirando por la ventana hacia el patio de Valdocco. Ventanas siempre abiertas, de ahí que estén estropeadas por las inclemencias del tiempo. La educación (los libros), especialmente la formación profesional (las herramientas), y el juego, son elementos fundamentales de su sistema educativo. La mirada del santo, intensa, experimentada, está llena de serenidad y esperanza.

El autor concluyó el cuadro en los meses del confinamiento en España por la COVID-19. Una ventana abierta también a la esperanza y al recuerdo.

Actualmente este cuadro se encuentra en el Colegio San Juan Bosco de Valencia.




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30.4.21

Fanfarronada



Sed quia patiens Domonus est, in hoc ipso poeniteamus, et indulgentiam ejus fusis lacrymis postulemus.
(Judith, VIII, 14).

Mas por cuanto el Señor es sufrido, arrepintámonos de esto mismo, y bañados en lágrimas imploremos su indulgencia.



¡Buen Dios! ¡Qué cosas tan horribles y espantosas se ven en el mundo! Muchos de los antiguos pueblos, gente incivilizada, bárbara y cruel, tenían la costumbre de arrojar los muertos a las fieras para que los despedazaran, si hemos de creer a Agahias y otros. Esta misma costumbre era observada por los partos, cuyas sepulturas eran los vientres de las aves o de los perros, y de aquellos que consumían, o mejor, devoraban los difuntos entre los parientes, sin tener más sentimiento que verlos oprimidos con el peso de una larga enfermedad, por estar las carnes de estos enfermos peores que las de los que estaban poco tiempo malos.

Y según asegura Tertuliano, los habitantes del Ponto Euxino se comían los cadáveres de sus padres, y tenían por maldita la muerte de aquellos que morían de forma que no pudieran contentar su voracidad. Modestino nos dice que hubo quien dejara a uno por heredero, con tal que arrojase su cuerpo al mar. Y es conocida la barbaridad de aquel, que estando próximo a la muerte, después de haber hecho testamento, dijo que todos los que tenían legados, los habían de percibir con la condición de dividir su cuerpo en partes, y comérselo en presencia de todo el pueblo.

24.12.20

La sepultura de los cadáveres



Sabido es que una de las obras de misericordia es la de enterrar los muertos. El cuerpo del hombre que fue un día templo vivo del Espíritu Santo, y compañero inseparable de un alma criada a imagen y semejanza de Dios, merece ser conservado y devuelto a las entrañas de la tierra de la cual fue tomado. Esto hacemos enterrando los muertos. La Iglesia, Madre siempre cariñosa con sus hijos, los acompaña a su última morada, bendice el sepulcro y el cuerpo del difunto al borde mismo de la tumba, y el ministro de Jesucristo tomando un puñado de tierra la arroja sobre el cadáver, y dándole el postrer adiós, dice: "Vuelva el polvo a la tierra de donde salió, y el alma a Dios que la ha dado. ¡Descanse en paz! Amén".

Desde los más remotos tiempos sabemos que se conservó constantemente en el mundo la costumbre de sepultar los muertos con honor. ¿Quién no ha oído hablar de las famosas pirámides de Egipto, construidas para sepulcro de sus reyes? La mayor de todas, que nosotros hemos visitado, llamada Cheops, del nombre del Monarca que la fundó, costó veinte años de construir, trabajando en ella trescientos sesenta mil hombres, como refiere Diodoro; es decir, que se empleó constantemente en esta obra la tercera parte de la población del Egipto, turnando en ella por provincias. ¿Y quién ignora el cuidado que tenían en preservar los cadáveres de la corrupción y disolución, empleando todos los medios para conservar sus formas por medio de aromas, fajas, ligaduras y sarcófagos, a lo cual se debió el arte de embalsamar llevado a la mayor perfección, como se ve por las momias que todavía se conservan, sobre todo en la ciudad del Gran Cairo? El pueblo de Israel puso también todo esmero en enterrar a sus muertos, como lo vemos en el Génesis con Abrahán, Isaac, Jacob y el hijo de éste, el patriarca José. Tobías debió al ejercicio de esta piadosa ocupación los más singulares beneficios.

20.3.20

Yo me quedo en casa, la oración del confinamiento


¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y caigo en la cuenta de que, también esto, me lo enseñaste Tú viviendo, obediente al Padre, durante treinta años en la casa de Nazaret esperando la gran misión.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la carpintería de José, tu custodio y el mío, aprendo a trabajar, a obedecer, para lijar las asperezas de mi vida y preparar una obra de arte para Ti.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y sé que no estoy solo porque María, como cada madre, está ahí detrás haciendo las tareas de casa y preparando la comida para nosotros, todos familia de Dios.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y responsablemente lo hago por mi bien, por la salud de mi ciudad, de mis seres queridos, y por el bien de mi hermano, el que Tú has puesto a mi lado pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y, en el silencio de Nazaret, trato de orar, de leer, de estudiar, de meditar, y ser útil con pequeños trabajos para hacer más bella y acogedora nuestra casa.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y por la mañana Te doy gracias por el nuevo día que me concedes, tratando de no estropearlo, de acogerlo con asombro como un regalo y una sorpresa de Pascua.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y a mediodía recibiré de nuevo el saludo del Ángel, me haré siervo por amor, en comunión Contigo que te hiciste carne para habitar en medio de nosotros; y, cansado por el viaje, Te encontraré sediento junto al pozo de Jacob, y ávido de amor sobre la Cruz.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y si al atardecer me atenaza un poco de melancolía, te invocaré como los discípulos de Emaús: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída".

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y personas solas, esperaré la aurora para volver a cantar tu misericordia y decir a todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y no me siento solo ni abandonado, porque Tú me dijiste: Yo estoy con vosotros todos los días.

Sí, y sobre todo en estos días de desamparo, Señor, en los que, si mi presencia no es necesaria, alcanzaré a todos con las únicas alas de la plegaria.

Amén.

Traducido al español de la oración original en italiano realizada por monseñor Giuseppe Giudice, obispo de Nocera Inferiore (Italia).

16.8.18

El combate espiritual. Tratado segundo: De la paz interior y de la verdadera senda del paraíso


- Cuál es la naturaleza del corazón humano, y cómo debe ser gobernado. -

El corazón del hombre ha sido criado únicamente para ser amado y poseído de Dios, su Criador. Siendo, pues, tan alto y tan excelente el fin de su creación, se debe considerar como la principal y la mas noble de todas sus obras. De su gobierno depende la vida o la muerte espiritual.

El arte de gobernarlo no es difícil, porque siendo propiedad suya hacer todas las cosas por amor, y nada por fuerza, basta que veles dulcemente y sin violencia sobre sus movimientos, para que hagas de él cuanto quisieres. Por esta causa debes primeramente fundar y establecer de manera la intención de tu corazón, que de lo interior proceda lo exterior; porque si bien las penitencias corporales, y todos los ejercicios con que se castiga y aflige la carne, no dejan de ser loables, cuando son moderados, con discreción, y como conviene a la persona que los hace, no obstante no adquirirás jamás por solo su medio alguna virtud, sino ilusión y viento de vanagloria, con lo cual perderás enteramente tu trabajo si de lo interior no fueren animados y reglados semejantes ejercicios.