7. ¡Oh, pues, alma espiritual!, cuando vieses oscurecido tu apetito, tus aficiones secas y reducidas, e inhabilitadas tus potencias para cualquier ejercicio interior, no te apenes por eso, antes tenlo como una buena dicha, pues es que te va Dios librando de ti misma, quitándote de las manos la hacienda con las cuales, por bien que ellas te sirviesen, no obraras tan cabal, perfecta y seguramente a causa de la impureza y torpeza de los actos de tus manos, como ahora que, tomando Dios directamente tu mano, te guía a oscuras como se guía a un ciego a un lugar donde y por donde tú no sabes, ni jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, llegarías a atinar caminar.
8. La causa también por la que el alma no sólo va segura cuando va así a oscuras, sino aun se va más ganando y aprovechando, es porque, comúnmente, cuando el alma va recibiendo más mejoría y provecho es precisamente por donde ella menos entiende, antes muy de ordinario piensa que se va perdiendo. Esto es así ya que, como ella nunca ha experimentado aquella novedad que le hace salir y deslumbrar y desatinar de su primer modo de proceder, entonces piensa que se va perdiendo en lugar que acertando y ganando, puesto que ve que pierde respecto de lo que antes sabía y gustaba, y se ve ir por donde no sabe ni gusta (nota del actualizador: es decir, en terreno desconocido).
Así como el caminante que, para ir a nuevas tierras desconocidas va por nuevos caminos no recorridos antes ni experimentados, en los cuales transita sin la guía ni la experiencia de los que antes sabía, sino entre dudas y por las direcciones de otros. Y claro está que éste no podría llegar a las nuevas tierras, ni saber más de lo que antes sabía, si no fuera por caminos nuevos nunca explorados, dejando los caminos que ya sabía. Lo mismo ocurre con el que va aprendiendo más particularidades en un oficio o arte, que siempre va a oscuras, no atado constantemente a lo que ya conocía porque, si no dejase atrás lo conocido para aprender lo que debe saber nunca avanzaría ni le haría provecho el nuevo conocimiento. Así, de la misma manera, cuando el alma va aprovechando más, va a oscuras y no sabiendo. Por tanto, siendo como hemos dicho, Dios el maestro y guía de este ciego del alma, bien puede esa alma -ya que la han puesto en disposición de entender y avanzar como aquí decimos- con verdad alegrarse y decir: a oscuras y segura [voy].
9. Otra causa también por la que en estas tinieblas ha ido el alma segura es porque iba padeciendo. Y es que el camino de padecer es más seguro y aun más provechoso que el de gozar y hacer. Por un lado, porque en el padecer se le añaden fuerzas de Dios, y en el obrar y gozar ejercita el alma sus flaquezas e imperfecciones; y lo otro, porque en el padecer se van ejercitando y ganando las virtudes, purificándose el alma y haciéndola más sabia y cauta.
10. Pero aquí hay otra más principal causa por la que en este contexto el alma va segura estando a oscuras, y es de parte de la dicha luz o sabiduría oscura. Esto es debido a que de tal manera la absorbe y embebe en sí esta oscura noche de contemplación y la pone tan cerca de Dios, que la ampara y libra de todo lo que no es Dios. Dado que está puesta aquí en cura esta alma para que consiga su salud, que es el mismo Dios, la tiene Su Majestad en dieta y abstinencia de todas las cosas, hartado el apetito para todas ellas. Esto está bien así y es similar a lo que se hace a un enfermo para que sane cuando es estimado en su casa, en donde le mantienen tan resguardado y protegido que no le dejan tocar del aire ni aun gozar de la luz, ni que sienta las pisadas, ni aun el rumor de los de casa, y la comida que le dan es muy delicada y muy medida, en donde el alimento contiene más de sustancia y es más nutritivo, y no importa tanto el que tenga más sabor.
11. Todas estas propiedades -las cuales son todas para la seguridad y guarda del alma-, causan en ella esta oscura contemplación, porque ella está puesta más cerca de Dios. Es así puesto que cuanto el alma más a Él se acerca, más oscuras tinieblas siente y más profunda oscuridad por su flaqueza padece, lo mismo que el que más cerca del sol llegase, más tinieblas y penurias le causaría su deslumbrante resplandor por la flaqueza, debilidad e impureza de su ojo. De donde se desprende que tan inmensa es la luz espiritual de Dios, y tanto excede al entendimiento natural que, cuando llega más cerca, más le ciega y le oscurece al alma (nota del actualizador: al alma no preparada ni ejercitada para ello, se sobreentiende).
Y ésta es la causa por la que en el salmo 17 (v. 12) dice David que puso Dios por su escondrijo y cubierta las tinieblas, y su tabernáculo en rededor de sí, tenebrosa agua en las nubes del aire. Esta agua tenebrosa en las nubes del aire es la oscura contemplación y sabiduría divina en las almas, como estamos diciendo, la cual ellas van sintiendo como cosa que está cerca de Él, como tabernáculo donde Él mora, cuando Dios a sí mismo la va más acercando. Y así, lo que en Dios es luz y la más alta claridad, es para el ser humano tiniebla más oscura, como dice san Pablo (1 Cor. 2, 14) según lo declara luego David en el mismo salmo (17, 13), diciendo: "Por causa del resplandor que está en su presencia, salieron nubes y cataratas", conviene a saber, para el entendimiento natural, cuya luz, como dice Isaías en el capítulo 5 (v. 30), "obtenebrata est in caligine eius" ("oscurecida la luz por los nubarrones").