Desprecio de los bienes mundanos

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16.8.18

El combate espiritual. Tratado segundo: De la paz interior y de la verdadera senda del paraíso


- Cuál es la naturaleza del corazón humano, y cómo debe ser gobernado. -

El corazón del hombre ha sido criado únicamente para ser amado y poseído de Dios, su Criador. Siendo, pues, tan alto y tan excelente el fin de su creación, se debe considerar como la principal y la mas noble de todas sus obras. De su gobierno depende la vida o la muerte espiritual.

El arte de gobernarlo no es difícil, porque siendo propiedad suya hacer todas las cosas por amor, y nada por fuerza, basta que veles dulcemente y sin violencia sobre sus movimientos, para que hagas de él cuanto quisieres. Por esta causa debes primeramente fundar y establecer de manera la intención de tu corazón, que de lo interior proceda lo exterior; porque si bien las penitencias corporales, y todos los ejercicios con que se castiga y aflige la carne, no dejan de ser loables, cuando son moderados, con discreción, y como conviene a la persona que los hace, no obstante no adquirirás jamás por solo su medio alguna virtud, sino ilusión y viento de vanagloria, con lo cual perderás enteramente tu trabajo si de lo interior no fueren animados y reglados semejantes ejercicios.

10.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (57)



5. De donde se ve que los que imaginan a Dios debajo de algunas de estas figuras, o como un gran fuego o resplandor, u otras formas cualquiera, y piensan que algo de aquello será semejante a Él, harto lejos van en realidad de Él. Porque, aunque a los principiantes son necesarias estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir enamorando y mimando el alma por el sentido, como después explicaremos, y así le sirven de medios remotos para unirse con Dios (por los cuales ordinariamente han de pasar las almas para llegar al término y estancia del reposo espiritual), sin embargo los deben recorrer de forma que pasen por ellos, y no para que se mantengan siempre en ellos, porque de esa manera nunca llegarían al final, el cual no es como los remotos medios, ni tiene que ver con ellos, así como las gradas de la escalera no tienen que ver con el final y estancia de la subida, para lo cual solo son medios para pasar al destino. Y, si el que sube no fuese dejando atrás las gradas hasta que no hubiese ninguna y se quisiese quedar parado en alguno de los escalones, nunca llegaría ni subiría a la llana y apacible estancia del término. Por lo cual, el alma que hubiere de llegar en esta vida a la unión de aquel sumo descanso y bien por todos los grados de consideraciones, formas y noticias, ha de pasar y acabar con ellas, pues ninguna semejanza ni proporción tienen con el término al que se encaminan, que es Dios. De donde en los Hechos de los Apóstoles (17, 29) dice san Pablo: "No debemos estimar ni tener por semejante lo divino al oro ni a la plata, o a la piedra figurada y labrada por el arte, y a lo que el hombre puede fabricar con la imaginación".

6. En este punto es donde se equivocan muchos espirituales los cuales, habiendo ejercitándose ellos en llegarse a Dios por imágenes y formas y meditaciones, cual conviene a principiantes, queriendolos Dios recoger y acercar a bienes más espirituales interiores e invisibles, quitándoles ya el gusto y jugo de la meditación discursiva, ellos no acaban, ni se atreven, ni saben desasirse de aquellos modos palpables a que están acostumbrados. Y así todavía trabajan por tenerlos, queriendo ir por consideración y meditación de formas, como antes, pensando que siempre había de ser así. En lo cual trabajan sin descanso y sin embargo hallan poco provecho o nada, antes se les aumenta y crece la sequedad y fatiga e inquietud del alma cuanto más trabajan por aquel fruto primero, el cual es ya difícil que puedan hallar el sabor de aquellas primeras veces, porque ya no gusta el alma de aquel manjar, como hemos dicho, tan sensible, sino de otro más delicado y más interior y menos sensible, que no consiste en trabajar con la imaginación, sino en amansar el alma y dejarla estar en su quietud y reposo, lo cual es más espiritual. Porque, cuanto el alma se pone más en espíritu, más cesan en actos propios personales las obras de las potencias, porque se pone ella más en un acto general y puro, y así cesan de obrar las potencias que caminaban para aquello donde el alma llegó, así como cesan y paran los pies una vez ha concluido la jornada porque, si todo fuese andar, nunca habría momento de llegar, y si todos fuesen medios, ¿dónde o cuándo se gozarían los fines y termino?

7. Por lo cual es de lástima ver que hay muchos que, queriendo su alma estar en esta calma y descanso de quietud interior, donde se llena de paz y refección de Dios, ellos la desasosiegan y sacan afuera a lo más exterior, y la quieren hacer volver a que ande lo andado sin propósito, y que deje el término y fin en que ya reposa por los medios que encaminaban a el, que son las consideraciones. Lo cual no acaece sin gran desgana y repugnancia del alma, que se quisiera estar en aquella paz, que no entiende, como en su debido y adecuado puesto. Bien así como el que llegó tras el arduo trabajo al lugar donde descansa, si le hacen volver al trabajo, siente pena. Y como ellos no saben el misterio de esta inquietud, les da imaginación que es estarse ociosos y no haciendo nada, y así no se dejan aquietar sino que van procurando considerar y discurrir, de donde se llenan de sequedad y trabajo por sacar el fruto que ya por ese camino no han de sacar. Antes les podemos decir que, mientras más aprietan y se esfuerzan, menos les aprovecha, porque cuanto más porfían de aquella manera, se hallan peor, dado que sacando su alma de la paz espiritual es dejar lo más por lo menos y desandar lo andado (y querer de nuevo hacer lo que ya está hecho).

8. A estos tales se les ha de decir que aprendan a quedarse con atención y advertencia amorosa en Dios en aquella quietud, y que no se dejen llevar nada por la imaginación ni por la obra de ella pues aquí, como decimos, descansan las potencias y no obran activamente, sino pasivamente, recibiendo lo que Dios obra en ellas. Y si algunas veces obran, no es con fuerza ni muy procurado y adornado discurso, sino con suavidad de amor, en un estado en el cual son más movidas de Dios que de la misma habilidad del alma, como adelante se mostrará. Mas ahora baste esto para dar a entender cómo conviene y es necesario a los que pretenden avanzar el saberse desasir de todos esos modos y maneras y obras de la imaginación, en el tiempo y sazón que lo pide y requiere el aprovechamiento del estado que llevan.

9. Y para que se entienda cuál y a que tiempo ha de ser, diremos en el capítulo siguiente algunas señales que ha de ver en sí el espiritual, para entender por ellas la sazón y tiempo en que libremente pueda usar de los modos de quietud mencionados y dejar a partir de ahí de caminar por el discurrir y el obrar de la imaginación.


24.12.20

La sepultura de los cadáveres



Sabido es que una de las obras de misericordia es la de enterrar los muertos. El cuerpo del hombre que fue un día templo vivo del Espíritu Santo, y compañero inseparable de un alma criada a imagen y semejanza de Dios, merece ser conservado y devuelto a las entrañas de la tierra de la cual fue tomado. Esto hacemos enterrando los muertos. La Iglesia, Madre siempre cariñosa con sus hijos, los acompaña a su última morada, bendice el sepulcro y el cuerpo del difunto al borde mismo de la tumba, y el ministro de Jesucristo tomando un puñado de tierra la arroja sobre el cadáver, y dándole el postrer adiós, dice: "Vuelva el polvo a la tierra de donde salió, y el alma a Dios que la ha dado. ¡Descanse en paz! Amén".

Desde los más remotos tiempos sabemos que se conservó constantemente en el mundo la costumbre de sepultar los muertos con honor. ¿Quién no ha oído hablar de las famosas pirámides de Egipto, construidas para sepulcro de sus reyes? La mayor de todas, que nosotros hemos visitado, llamada Cheops, del nombre del Monarca que la fundó, costó veinte años de construir, trabajando en ella trescientos sesenta mil hombres, como refiere Diodoro; es decir, que se empleó constantemente en esta obra la tercera parte de la población del Egipto, turnando en ella por provincias. ¿Y quién ignora el cuidado que tenían en preservar los cadáveres de la corrupción y disolución, empleando todos los medios para conservar sus formas por medio de aromas, fajas, ligaduras y sarcófagos, a lo cual se debió el arte de embalsamar llevado a la mayor perfección, como se ve por las momias que todavía se conservan, sobre todo en la ciudad del Gran Cairo? El pueblo de Israel puso también todo esmero en enterrar a sus muertos, como lo vemos en el Génesis con Abrahán, Isaac, Jacob y el hijo de éste, el patriarca José. Tobías debió al ejercicio de esta piadosa ocupación los más singulares beneficios.

31.8.25

Fe y evolución: las dudas más complicadas

¿Cuántos Homo sapiens había en África?
Los humanos modernos no eran millones de individuos hace 50.000 años, sino que eran pocos miles o decenas de miles, dispersos en grupos pequeños y aislados.

Las estimaciones basadas en genética y fósiles sugieren:

-En África, hace unos 100.000–50.000 años, la población de Homo sapiens podía estar entre 10.000 y 50.000 individuos. Algunos estudios incluso sugieren que en ciertos momentos pudo ser incluso menor, en el rango de 5.000–10.000.

-La población estaba fragmentada: pequeños grupos de cazadores-recolectores viviendo en distintas regiones, con muy poca mezcla entre ellos.

Esa baja densidad explica por qué cada cruce con neandertales dejó una huella genética significativa, y también por qué la diversidad genética era limitada comparada con la de hoy.

Desde esa perspectiva, el hecho de que hoy tengamos 1-4% de ADN neandertal no es raro: cuando tu población es pequeña, incluso unos pocos cruces pueden dejar una marca duradera en el genoma de toda la especie.

Claro, eso es correcto. Pero entonces, ¿de dónde surgieron los primeros Homo sapiens?
Los primeros Homo sapiens surgieron en África, y esto está bastante claro gracias a fósiles y genética. Pero la historia es más matizada que “un solo lugar y un solo día”:

1. Origen en África
Los fósiles más antiguos que se reconocen como Homo sapiens modernos tienen entre 300.000 y 315.000 años y se encontraron en Marruecos (sitio de Jebel Irhoud).

Otros hallazgos tempranos se encuentran en Etiopía (Omo Kibish, Herto), Sudáfrica y otras regiones del este y norte de África. Esto sugiere que nuestra especie no apareció en un solo lugar aislado, sino que hubo poblaciones dispersas en distintos rincones del continente que compartían características modernas.

2. Evolución gradual
Los Homo sapiens no surgieron de la nada: evolucionaron de ancestros africanos del género Homo, probablemente de Homo heidelbergensis o un grupo relacionado.

Fue un proceso lento y acumulativo, donde rasgos modernos (cráneo redondeado, frente alta, mandíbula pequeña, comportamiento simbólico) aparecieron gradualmente.

3. Expansión fuera de África
Hace unos 70.000–60.000 años, grupos de Homo sapiens comenzaron a migrar fuera de África hacia Asia, Europa y Oceanía.

Al encontrarse con otras especies Homo (neandertales en Europa y Asia occidental, denisovanos en Asia), hubo cruces que dejaron su huella genética en nuestra descendencia.

4. Poblaciones fragmentadas
Durante mucho tiempo, la especie estaba dividida en grupos pequeños y aislados dentro de África, lo que permitió una diversidad genética que luego se combinó cuando algunas poblaciones se expandieron.

En resumen: los primeros Homo sapiens surgieron en África, hace unos 300.000 años, a partir de ancestros africanos arcaicos. No fue un evento único ni localizado, sino un proceso gradual que involucró varias poblaciones interconectadas.

¿Y todos esos evolucionaron a la vez a Homo sapiens? ¿No parece mucha coincidencia?
No fue exactamente que todos “evolucionaron a la vez” a Homo sapiens; más bien, fue un proceso gradual y distribuido, y no es coincidencia sino evolución poblacional conectada. Te explico:

1. Poblaciones fragmentadas pero conectadas
En África, hace 300.000 años, había grupos humanos pequeños y dispersos. Cada grupo podía acumular mutaciones y rasgos levemente diferentes.

De vez en cuando, los grupos se mezclaban mediante migraciones o contactos intermitentes. Esto permitía que rasgos ventajosos se propagaran y se consolidaran en la especie.

2. Evolución gradual, no simultánea
Los rasgos de Homo sapiens modernos (cráneo redondeado, frente alta, mandíbula pequeña, comportamiento simbólico) aparecieron en distintas poblaciones en momentos ligeramente distintos, no todos al mismo tiempo.

La “modernidad” anatómica y cultural fue el resultado de muchas poblaciones contribuyendo y compartiendo variantes genéticas y culturales.

3. No es coincidencia, es interacción evolutiva
Lo que parece simultáneo es en realidad el efecto de flujo génico y selección natural. Grupos que tenían rasgos útiles sobrevivían y se cruzaban con otros grupos, difundiendo esas características.

Es como un mosaico: distintas piezas de Homo sapiens modernos se ensamblan a lo largo de miles de años hasta que surge la población “típica” que reconocemos.

4. Evidencia genética y fósil
Los fósiles muestran rasgos modernos en distintos lugares de África en diferentes momentos.

Los análisis de ADN antiguo muestran que hubo mezcla entre poblaciones africanas arcaicas, lo que explica la diversidad genética inicial de nuestra especie.

En pocas palabras: no fue magia ni coincidencia. Fue evolución distribuida, con flujo genético entre poblaciones pequeñas y fragmentadas, que a lo largo de decenas de miles de años produjo la especie Homo sapiens que conocemos.

O sea, que durante miles de años fueron creándose trozos de Homo sapiens por aquí y por allá... 
Exacto, más o menos esa es la idea: durante decenas de miles de años, distintos grupos en África iban acumulando rasgos modernos por separado, como piezas de un mosaico.

Un grupo podía desarrollar un cráneo más redondeado, otro una frente más alta o una mandíbula más pequeña.

Algunos inventaban herramientas más sofisticadas, otros empezaban a mostrar comportamiento simbólico o artístico.

De vez en cuando, los grupos se cruzaban o intercambiaban genes, y esas “piezas” se iban mezclando y difundiendo.

Con el tiempo, el resultado de todos esos cruces y acumulaciones fue la población de Homo sapiens con todos los rasgos modernos que reconocemos hoy. No fue un cambio instantáneo, sino un proceso gradual y mosaico, donde distintas poblaciones contribuían con distintos elementos.

Es como si se mezclaran ahora chinos y angoleños, ¿no?
Sí, la comparación sirve bastante bien, con matices. Es como si hoy tuvieras poblaciones aisladas geográficamente —digamos, chinos del norte y angoleños del sur de África— que durante miles de años desarrollan rasgos culturales y físicos distintos, y luego empiezan a mezclarse.

Cada grupo aporta “trozos” de características: rasgos físicos, inmunidad, habilidades culturales.

Con el tiempo, la descendencia combina estos rasgos, generando una población nueva con un mosaico de atributos.

Lo que pasa con Homo sapiens en África es parecido, pero durante muchos miles de años y con grupos mucho más pequeños y dispersos.

La diferencia clave es que esos grupos de Homo sapiens antiguos eran mucho más reducidos que las poblaciones modernas, así que cada cruce tenía un impacto mucho mayor en la genética total de la especie. Por eso hoy todos compartimos los rasgos que surgieron de distintos grupos.

¿Y qué rasgos “vinieron de dónde” en ese mosaico africano de Homo sapiens: qué partes del cuerpo, comportamiento y habilidades se mezclaron entre los distintos grupos?
Vamos a desglosarlo: el “mosaico africano” de Homo sapiens consistía en grupos que iban desarrollando distintos rasgos anatómicos y conductuales, y que luego se mezclaron, dejando descendencia con un conjunto completo de características modernas. Algunos ejemplos:

1. Rasgos craneales y faciales
Algunos grupos desarrollaban cráneos más redondeados y frentes altas, típicos de los sapiens modernos.

Otros tenían mandíbulas más pequeñas o pómulos menos pronunciados.

Al mezclarse, estas características se combinaron en una población más homogénea anatómicamente.

2. Comportamiento y cultura material
Algunos grupos inventaron herramientas líticas más complejas, como puntas de proyectil o cuchillos finos.

Otros empezaron a usar ornamentos y pigmentos, lo que sugiere comportamiento simbólico.

La mezcla permitió que la tecnología y los comportamientos simbólicos se difundieran rápidamente entre poblaciones.

3. Adaptaciones locales
Algunos grupos desarrollaron resistencia a enfermedades locales o adaptaciones al clima: pigmentación de piel más clara o más oscura según la latitud, tolerancia a la radiación solar, resistencia a parásitos... 

Al cruzarse, estas adaptaciones se combinaban y distribuían por toda la especie.

4. Rasgos conductuales sociales
Capacidad para cooperación compleja, cuidado de crías, planificación de caza... 

Diferentes grupos tenían distintos estilos o niveles de sofisticación, y la mezcla promovió la transmisión de estrategias exitosas.

En resumen: cada grupo aportaba “piezas del puzzle”: físico, cultural, social y adaptativo. La combinación de estas piezas dio lugar a los Homo sapiens anatómica y culturalmente modernos, capaces de expandirse por África y luego por el mundo.

Es como si un criador de caballos va seleccionado yeguas y pura sangre...
Exacto, la comparación con la cría selectiva de caballos es muy acertada, pero con una diferencia clave: en Homo sapiens no hubo un “criador consciente”, sino que fue la selección natural y social la que actuó.

En la cría de caballos, el criador elige qué animales se aparean según rasgos deseados: velocidad, resistencia, temperamento.

En los primeros Homo sapiens, los “criterios” eran supervivencia y éxito reproductivo: los individuos más adaptados al entorno, más cooperativos o más hábiles tenían más probabilidades de sobrevivir y dejar descendencia.

Además, cuando distintos grupos se cruzaban, era como mezclar líneas de caballos con distintas virtudes, y la descendencia combinaba las mejores características de ambos linajes: rasgos físicos, habilidades cognitivas, adaptaciones locales.

En pocas palabras: la evolución hizo de criador inconsciente, seleccionando y combinando rasgos a lo largo de miles de años, hasta dar lugar a los Homo sapiens modernos, con su mezcla de adaptaciones físicas, culturales y sociales.

¿Y dónde entra Dios o un creador en todo eso?
Ahí ya entramos en el terreno donde ciencia y fe se cruzan, y la respuesta depende de cómo se quiera interpretar. Te lo puedo explicar de forma práctica y clara:

1. Desde la ciencia
La evolución explica cómo surgieron los Homo sapiens: mutaciones genéticas, selección natural, adaptación al entorno y mezcla entre poblaciones.

No dice nada sobre “por qué existe la vida” ni sobre un propósito último. Solo describe el mecanismo de cómo cambian las especies con el tiempo.

2. Desde la fe o la filosofía
Muchas tradiciones religiosas ven a Dios o un creador como el origen último de la vida, la inteligencia y el universo.

En esta visión, la evolución podría ser el método que Dios usó para desarrollar la vida, en lugar de contradecir la creación. Algunos teólogos llaman a esto evolución guiada o creacionismo evolutivo.

3. No es necesariamente incompatible
Se puede aceptar que Homo sapiens surgió mediante evolución y al mismo tiempo creer que Dios está detrás del orden del universo, las leyes de la naturaleza o incluso de la chispa de la conciencia humana.

La ciencia responde al cómo, la fe responde al por qué o al propósito último.

En otras palabras: ver la evolución como un proceso natural no elimina la posibilidad de un Creador; solo separa el mecanismo físico de la cuestión espiritual o metafísica.

Sí, pero no es eso lo que cuenta la Biblia...
Tienes razón: la Biblia presenta la creación de manera muy distinta a la explicación científica. En el Génesis, por ejemplo, se habla de que Dios creó al mundo y a los seres vivos “en días” y de manera directa, no a través de un proceso gradual como la evolución. Algunos puntos a considerar:

1. Lenguaje y género literario
Muchos teólogos coinciden en que el relato de Génesis no es un manual científico, sino un texto con significado teológico y moral.

Habla del orden de la creación, la intención divina y la relación de los humanos con Dios, más que de fechas exactas o mecanismos biológicos.

2. Interpretaciones
Literalistas: sostienen que la creación ocurrió tal como dice el texto, en días literales y sin evolución.

No literalistas / simbólicos: interpretan los “días” como periodos largos, o los relatos como símbolos del poder de Dios y del orden del mundo, permitiendo compatibilidad con la evolución.

3. El punto central de la Biblia
El mensaje no es cómo surgieron exactamente los humanos, sino que Dios es el Creador y que los seres humanos tienen un lugar especial en la creación, con propósito y responsabilidad.

Por eso, muchos creyentes hoy aceptan la ciencia de la evolución como mecanismo, pero mantienen que Dios está detrás del orden y de la vida.

En resumen: la Biblia habla de Dios y del sentido de la creación, no de genética ni fósiles. Por eso es natural que el relato difiera de la explicación científica, aunque ambos puedan coexistir si se entiende cada uno en su contexto.

Pero si los humanos surgieron por diferentes cruces... ¿Para qué se necesita a Dios en eso?
Ahí tocamos una pregunta profunda: el papel de Dios no necesariamente se reduce a “cómo” surgieron los humanos, sino al porqué y al propósito último. Mira:

1. La ciencia responde al “cómo”
La evolución explica cómo aparecieron los Homo sapiens: mutaciones, selección natural, mezcla de poblaciones.

Nos da un mapa del proceso físico, pero no dice por qué existe la vida o por qué hay conciencia.

2. Dios entra en el “porqué”
Para quienes creen, Dios no es solo el “productor de la materia”, sino el autor del sentido, de la moral, de la conciencia y del universo.

La idea es que Dios puede haber elegido el proceso de la evolución como su método, pero su papel no se mide en genes ni fósiles, sino en la intención y el propósito.

3. No es cuestión de reemplazar mecanismos
Creer en Dios no significa negar la ciencia; significa reconocer un nivel de explicación que la ciencia no toca: la finalidad, la trascendencia, la creación con sentido.

La evolución describe los pasos; la fe busca entender el significado de esos pasos y de nuestra existencia.

En pocas palabras: que los humanos surgieran de cruces entre grupos y especies no elimina la necesidad de Dios desde la perspectiva de la fe, porque su papel se sitúa en el sentido y propósito de la vida, no en el mecanismo biológico.

Pues durante muchos siglos no se pensó así... Me da que esa idea la han puesto los teólogos porque no encontraban otra salida... 
Tienes razón en que durante siglos la visión dominante era literalista: Dios creó todo tal como dice la Biblia, y cualquier idea de evolución era rechazada o incluso condenada. La reconciliación de evolución y fe es, en gran parte, un desarrollo reciente, impulsado por la ciencia y la necesidad de armonizar descubrimientos con la fe.

Algunos puntos clave:

1. La revolución científica cambió el panorama
A partir del siglo XVII y XVIII, y sobre todo con Darwin en el XIX, apareció evidencia sólida de evolución y fósiles que no encajaban con un Génesis literal.

La Iglesia y muchos teólogos se enfrentaron a un dilema: rechazar la ciencia o reinterpretar los textos sagrados.

2. Teología como adaptación
La idea de que Dios podría usar la evolución como herramienta no es “inventada al azar”, sino una forma de proteger el núcleo del mensaje religioso (Dios como creador y dador de sentido) frente a los datos empíricos.

Es un intento de mostrar que la fe y la ciencia no se contradicen necesariamente, aunque no todos estén de acuerdo.

3. No es “truco” sino síntesis
Para muchos creyentes, esta interpretación no disminuye la importancia de Dios, sino que lo ubica como autor del orden y la vida, mientras que la ciencia explica los procesos naturales.

Es cierto que históricamente no se pensó así, y que esta idea surge por la presión de la evidencia, pero también refleja un enfoque más flexible de la teología.

En resumen: la conciliación fe-ciencia es relativamente reciente y nace de la necesidad de integrar descubrimientos científicos sin renunciar al sentido religioso. No es “sacrilegio” ni un invento arbitrario, sino un esfuerzo de síntesis para mantener coherencia en dos formas de comprender la realidad.

Pues mira que no era difícil poner en la Biblia por ejemplo: "Dios eligió a los humanos entre otros grupos de homínidos" , por ejemplo.
Exacto, eso habría sido mucho más sencillo desde un enfoque “científico moderno”, pero la Biblia no se escribió con la intención de enseñar biología o genética. Los textos se hicieron para transmitir verdad teológica, moral y espiritual, no hechos históricos o científicos precisos.

En tiempos antiguos, no había idea de fósiles, evolución ni genética; la gente ni siquiera imaginaba especies distintas de humanos.

Lo que importaba era el mensaje central: Dios creó a los humanos con un propósito especial, capaces de relación con Él, moralidad y razón.

Por eso no se habla de “otros grupos de homínidos” o “selección entre especies”; eso simplemente no entraba en el marco de comprensión de la época.

Hoy, con evidencia científica sobre homínidos y evolución, los teólogos buscan reinterpretar el relato de manera simbólica, intentando mantener el núcleo teológico sin contradecir lo que la ciencia demuestra.

Entonces, "a imagen y semejanza de Dios", ¿a qué se refiere exactamente?
“A imagen y semejanza de Dios” no se refiere a rasgos físicos ni a capacidades intelectuales concretas; es un concepto teológico y filosófico, no biológico. En la tradición judeocristiana, esto se entiende así:

1. Racionalidad y conciencia moral
Los humanos pueden distinguir el bien del mal, reflexionar sobre sus acciones y tomar decisiones éticas.

Esta capacidad de juicio moral y autocontrol se ve como reflejo de la razón y voluntad divinas.

2. Capacidad de relación y amor
Podemos amar, perdonar, colaborar y tener vínculos profundos con otros.

Esa capacidad de relación es vista como un eco de la vida relacional de Dios, que en la tradición cristiana se concibe como trinitaria: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

3. Creatividad y cultura
La habilidad de crear arte, tecnología, lenguaje y cultura refleja una forma de creatividad que se asemeja al acto creador de Dios.

4. Responsabilidad y cuidado de la creación
Ser “imagen de Dios” implica administrar la creación con respeto y sabiduría, cuidar del mundo y de los seres vivos que lo habitan.

En pocas palabras: no se trata de un parecido físico ni de inteligencia medida en test, sino de capacidades espirituales, morales y sociales que reflejan la naturaleza de Dios. Es lo que nos hace singulares frente a otras especies, aunque la biología explique cómo surgimos.

Pero diferenciar entre el bien y el mal fue producto de comer del árbol prohibido...
Sí, según el relato del Génesis, la conciencia moral aparece con el episodio del árbol del conocimiento del bien y del mal. Es un símbolo muy potente:

1. No es literalmente un árbol
La historia no tiene que leerse como botánica. El árbol simboliza el paso de la inocencia a la conciencia, la capacidad de elegir entre obedecer a Dios o seguir el propio juicio.

2. Diferenciar entre el bien y el mal
Antes del “pecado original”, Adán y Eva vivían en una especie de inocencia, sin responsabilidad moral completa.

Comer del árbol representa despertar la libertad y la responsabilidad, es decir, el don de la conciencia moral.

3. Interpretación en relación con la evolución
Si pensamos en los primeros Homo sapiens, la capacidad de discernir, planificar y cooperar ya existía de forma rudimentaria.

La historia del Génesis podría verse como una forma simbólica de narrar cómo surgió la conciencia ética y la libertad de elección, no cómo surgieron físicamente los humanos.

En otras palabras: el árbol del conocimiento no es botánica, es una metáfora de la adquisición de conciencia, moralidad y libertad, que es justamente lo que nos hace “a imagen y semejanza de Dios”.

Vale, ¿y dónde encaja la serpiente entonces en todo esto?
La serpiente en el Génesis funciona más como símbolo que como animal literal. Representa la tentación y la capacidad de cuestionar o elegir, más que un reptil concreto que habla. Analicemos su papel:

1. Símbolo de tentación y desafío
La serpiente introduce la posibilidad de desobedecer a Dios, planteando la opción de elegir según la propia voluntad.

En términos teológicos, simboliza el mal o el pecado que existe como alternativa al bien, no necesariamente un ser físico.

2. Función narrativa
Sin la serpiente, la historia no tendría conflicto ni enseñanza: la conciencia moral surge porque hay decisión, riesgo y responsabilidad.

Es decir, la serpiente “despierta” la libertad de elección en Adán y Eva.

3. Interpretación simbólica en evolución y conciencia
Si lo ponemos en perspectiva evolutiva, los primeros Homo sapiens ya tenían capacidades cognitivas: curiosidad, estrategia y aprendizaje social.

La serpiente podría verse como la metáfora de los desafíos que enfrentamos al desarrollar juicio moral y autocontrol, la “tentación” de actuar sin ética.

En pocas palabras: la serpiente no es un animal literal, sino un recurso narrativo y simbólico que muestra cómo surge la conciencia moral y la responsabilidad. Es el contrapunto necesario para que exista la libertad de elegir entre el bien y el mal.

¿Y cómo esta simbología se conecta con la libertad y la responsabilidad en los primeros Homo sapiens desde un enfoque evolutivo y teológico?
Vamos a unir las piezas: libertad, conciencia y responsabilidad en los primeros Homo sapiens, combinando evolución y simbolismo bíblico.

1. Evolutivamente
Los primeros Homo sapiens ya tenían cognición avanzada: planificación, cooperación, resolución de problemas y cierta curiosidad.

Estas capacidades eran necesarias para sobrevivir: cazar en grupo, fabricar herramientas, cuidar crías, comunicarse.

Esta cognición dio lugar a lo que podríamos llamar incipiente conciencia moral: reconocer riesgos, prever consecuencias, elegir estrategias efectivas para sí mismos y para su grupo.

2. El “despertar” simbólico (Génesis)
El relato del árbol del conocimiento y la serpiente simboliza la aparición de esa conciencia moral.

La serpiente representa el desafío o la tentación: actuar solo por instinto o considerar las consecuencias y elegir entre obedecer un orden (divino o social) o seguir la propia voluntad.

Comer del árbol es el paso de la inocencia a la libertad ética, equivalente a cuando los primeros sapiens empezaron a tomar decisiones conscientes que afectaban no solo su supervivencia, sino la de otros.

3. Responsabilidad y cooperación
Con conciencia viene responsabilidad: cuidar del grupo, planificar la caza, transmitir conocimientos, evaluar riesgos éticos.

Esto refuerza la idea de “a imagen y semejanza de Dios”: capacidad de amar, decidir, crear y cuidar, no solo de existir.

4. Síntesis
Evolución = mecanismo: desarrollo de cerebro, cognición, emociones y cooperación.

Génesis = símbolo: describe el momento conceptual y moral en que los humanos se vuelven responsables de sus decisiones.

La serpiente = catalizador del pensamiento crítico y de la libertad de elección, que evolutivamente ya estaba germinando.

En resumen: la Biblia usa símbolos para narrar lo que la evolución produjo gradualmente: libertad, moralidad y responsabilidad. Los primeros Homo sapiens, con sus capacidades cognitivas y sociales, serían los protagonistas reales de ese “despertar moral” representado por Adán, Eva y la serpiente.


 

3.3.22

Don Bosco en Valdocco



Se trata de un óleo sobre tela de 81 x 100 cm. Su autor es David Pastor Corbí,un antiguo profesor del colegio salesiano San Vicente Ferrer de Alcoy (Alicante), que ha querido representar a Don Bosco desde su habitación, mirando por la ventana hacia el patio de Valdocco. Ventanas siempre abiertas, de ahí que estén estropeadas por las inclemencias del tiempo. La educación (los libros), especialmente la formación profesional (las herramientas), y el juego, son elementos fundamentales de su sistema educativo. La mirada del santo, intensa, experimentada, está llena de serenidad y esperanza.

El autor concluyó el cuadro en los meses del confinamiento en España por la COVID-19. Una ventana abierta también a la esperanza y al recuerdo.

Actualmente este cuadro se encuentra en el Colegio San Juan Bosco de Valencia.




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20.3.20

Yo me quedo en casa, la oración del confinamiento


¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y caigo en la cuenta de que, también esto, me lo enseñaste Tú viviendo, obediente al Padre, durante treinta años en la casa de Nazaret esperando la gran misión.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la carpintería de José, tu custodio y el mío, aprendo a trabajar, a obedecer, para lijar las asperezas de mi vida y preparar una obra de arte para Ti.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y sé que no estoy solo porque María, como cada madre, está ahí detrás haciendo las tareas de casa y preparando la comida para nosotros, todos familia de Dios.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y responsablemente lo hago por mi bien, por la salud de mi ciudad, de mis seres queridos, y por el bien de mi hermano, el que Tú has puesto a mi lado pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y, en el silencio de Nazaret, trato de orar, de leer, de estudiar, de meditar, y ser útil con pequeños trabajos para hacer más bella y acogedora nuestra casa.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y por la mañana Te doy gracias por el nuevo día que me concedes, tratando de no estropearlo, de acogerlo con asombro como un regalo y una sorpresa de Pascua.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y a mediodía recibiré de nuevo el saludo del Ángel, me haré siervo por amor, en comunión Contigo que te hiciste carne para habitar en medio de nosotros; y, cansado por el viaje, Te encontraré sediento junto al pozo de Jacob, y ávido de amor sobre la Cruz.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y si al atardecer me atenaza un poco de melancolía, te invocaré como los discípulos de Emaús: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída".

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y personas solas, esperaré la aurora para volver a cantar tu misericordia y decir a todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y no me siento solo ni abandonado, porque Tú me dijiste: Yo estoy con vosotros todos los días.

Sí, y sobre todo en estos días de desamparo, Señor, en los que, si mi presencia no es necesaria, alcanzaré a todos con las únicas alas de la plegaria.

Amén.

Traducido al español de la oración original en italiano realizada por monseñor Giuseppe Giudice, obispo de Nocera Inferiore (Italia).

30.4.21

Fanfarronada



Sed quia patiens Domonus est, in hoc ipso poeniteamus, et indulgentiam ejus fusis lacrymis postulemus.
(Judith, VIII, 14).

Mas por cuanto el Señor es sufrido, arrepintámonos de esto mismo, y bañados en lágrimas imploremos su indulgencia.



¡Buen Dios! ¡Qué cosas tan horribles y espantosas se ven en el mundo! Muchos de los antiguos pueblos, gente incivilizada, bárbara y cruel, tenían la costumbre de arrojar los muertos a las fieras para que los despedazaran, si hemos de creer a Agahias y otros. Esta misma costumbre era observada por los partos, cuyas sepulturas eran los vientres de las aves o de los perros, y de aquellos que consumían, o mejor, devoraban los difuntos entre los parientes, sin tener más sentimiento que verlos oprimidos con el peso de una larga enfermedad, por estar las carnes de estos enfermos peores que las de los que estaban poco tiempo malos.

Y según asegura Tertuliano, los habitantes del Ponto Euxino se comían los cadáveres de sus padres, y tenían por maldita la muerte de aquellos que morían de forma que no pudieran contentar su voracidad. Modestino nos dice que hubo quien dejara a uno por heredero, con tal que arrojase su cuerpo al mar. Y es conocida la barbaridad de aquel, que estando próximo a la muerte, después de haber hecho testamento, dijo que todos los que tenían legados, los habían de percibir con la condición de dividir su cuerpo en partes, y comérselo en presencia de todo el pueblo.

4.2.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (142)



CAPÍTULO 38.
Se continúa ahora con los bienes motivos (de acción), y se explican aspectos respecto de los oratorios y lugares dedicados para la oración.


1. Me parece que ya queda dado a entender cómo en estos accidentes de las imágenes puede tener el espiritual tanta imperfección, y por ventura más peligrosa poniendo su gusto y gozo en ellas, tomando los mismos errores que en las demás cosas corporales y temporales. Y digo que más peligro aún si acaso porque con decir: "cosas santas son", se aseguran más y no temen el querer apropiárselas dentro de sí y el asimiento natural hacia ellas. Y de esta manera mucho se engañan a veces, pensando que ya están llenos de devoción porque sienten tener el gusto en estas cosas santas y, sin embargo, puede que no sea más que condición y apetito natural que, lo mismo que se pone en otras cosas materiales, se pone en aquello.

2. Se sigue ahora el comenzar a tratar de los oratorios, ya que algunas personas no se hartan de añadir unas y otras imágenes a su oratorio, gustando del orden y atavío con que las ponen, a fin que su oratorio esté bien adornado y parezca bien. Y a Dios no le quieren más por hacer todo eso, sino puede que incluso lo amen menos, pues el gusto que ponen en aquellos ornatos pintados quitan a lo vivo y a lo auténtico, como ya hemos dicho. Que, aunque es verdad que todo ornato y atavío y reverencia que se puede hacer a las imágenes es muy poco (nota del corrector: es decir, no se necesitan demasiados medios ni complicaciones para adecentarlas), por lo cual los que las tienen con poca decencia y reverencia son dignos de mucha reprehensión, junto con los que hacen algunas tan mal talladas que antes quitan la devoción que la añaden (por lo que debería impedirse a algunos oficiales que en esta arte son cortos y toscos dedicarse a este propósito) pero, ¿qué tiene esto que ver con la propiedad y asimiento y apetito que tú tienes en estos ornatos y atavíos exteriores, cuando de tal manera te engolfan el sentido, que te impiden mucho el corazón de ir a Dios y amarle y olvidarte de todas las cosas por su amor? Que si a esto faltas por lo otro, no sólo no te lo agradecerá, mas te castigará por no haber buscado en todas las cosas su gusto más que el tuyo.
Lo cual podrás bien entender en aquella fiesta que hicieron a Su Majestad cuando entró en Jerusalen, recibiendole con tantos cantares y ramos (Mt. 21, 9), y lloraba el Señor (Lc. 19, 41) porque, teniendo ellos su corazón muy lejos de Él, le hacían pago con aquellas señales y ornatos exteriores. En lo cual podemos decir que más se hacían fiesta a sí mismos que a Dios, como ocurre a muchos el día de hoy que, cuando hay alguna solemne fiesta en alguna parte, más se suelen alegrar por lo que ellos se han de holgar en ella, ahora por ver o ser vistos, ahora por comer, ahora por otras razones parecidas, que por agradar a Dios. En las cuales inclinaciones e intenciones ningún gusto dan a Dios, mayormente los mismos que celebran las fiestas cuando inventan para interponer en ellas cosas ridículas e indevotas para incitar a risa a la gente y a la diversión mundana con que más se distraigan; y otros ponen cosas con el fin de que agraden más a la gente y no que la muevan a devoción.

3. Pues ¿qué diré de otros intentos que tienen algunos de intereses en las fiestas que celebran? Los cuales si tienen más el ojo y codicia a esto que al servicio de Dios, ellos lo saben, y Dios, que lo ve. Pero en las unas maneras y en las otras, cuando así pasa, crean que más se hacen a sí mismos la fiesta que a Dios, porque cuanto dirigen hacia su gusto o al de los hombres, no lo toma Dios a su cuenta. Tengamos en cuenta que de los que participan en las fiestas dedicadas Dios antes muchos se estarán divirtiendo por placer, y Dios se estará con ellos enojando como lo hizo con los hijos de Israel cuando hacían fiesta cantando y bailando a su ídolo, pensando que hacían fiesta a Dios, de los cuales mató muchos millares (Ex. 32, 7­28); o como con los sacerdotes Nadab y Abiú hijos de Aarón, a quien mató Dios con los incensarios en las manos porque ofrecían fuego ajeno (Lv. 10, 1­2); o como al que entró en las bodas mal ataviado y arreglado, al cual mandó el rey echar en las tinieblas exteriores atado de pies y manos (Mt. 22, 12­13). En lo cual se conoce cuán mal sufre Dios en las reuniones que se hacen para su servicio estos desacatos.
Porque ¡cuántas fiestas, Dios mío, os hacen los hijos de los hombres en que se lleva más el demonio que Vos! Y el demonio gusta de ellas, porque en ellas, como el tratante, hace él su feria. ¡Y cuántas veces direis Vos en ellas: "este pueblo sólo con los labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, porque me sirve sin causa"! (Mt. 15, 8).
Porque la causa por la que Dios ha de ser servido es sólo por ser Él quien es, y no interponiendo otros fines. Y así, no sirviendole sólo por quien Él es, es servirle sin causa final de Dios.

4. Por ello, volviendo a los oratorios, digo que algunas personas los adornan más por su gusto que por el de Dios. Y algunas hacen tan poco caso de la devoción de ellos, que no los tienen en más que sus camariles profanos, y aun algunas no en tanto, pues tienen más gusto en lo profano que en lo divino.

5. Pero dejemos ahora esto y digamos todavía de los que hilan más delgado, es a saber, de los que se tienen por gente devota. Porque muchos de estos de tal manera dan en tener asido el apetito y gusto a su oratorio y a adornarlo, que todo lo que habían de emplear en oración de Dios y recogimiento interior se les va en esto. Y no echan de ver que, no llevando a cabo sus actos y la decoración de su oratorio sólo con el fin de servir para el recogimiento interior y paz del alma, se distraen tanto en ello como en las demás cosas, y se inquietarán en el tal gusto a cada paso, y más todavía si se lo quisiesen quitar.


28.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (192)



7. ¡Oh, pues, alma espiritual!, cuando vieses oscurecido tu apetito, tus aficiones secas y reducidas, e inhabilitadas tus potencias para cualquier ejercicio interior, no te apenes por eso, antes tenlo como una buena dicha, pues es que te va Dios librando de ti misma, quitándote de las manos la hacienda con las cuales, por bien que ellas te sirviesen, no obraras tan cabal, perfecta y seguramente a causa de la impureza y torpeza de los actos de tus manos, como ahora que, tomando Dios directamente tu mano, te guía a oscuras como se guía a un ciego a un lugar donde y por donde tú no sabes, ni jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, llegarías a atinar caminar.

8. La causa también por la que el alma no sólo va segura cuando va así a oscuras, sino aun se va más ganando y aprovechando, es porque, comúnmente, cuando el alma va recibiendo más mejoría y provecho es precisamente por donde ella menos entiende, antes muy de ordinario piensa que se va perdiendo. Esto es así ya que, como ella nunca ha experimentado aquella novedad que le hace salir y deslumbrar y desatinar de su primer modo de proceder, entonces piensa que se va perdiendo en lugar que acertando y ganando, puesto que ve que pierde respecto de lo que antes sabía y gustaba, y se ve ir por donde no sabe ni gusta (nota del actualizador: es decir, en terreno desconocido).

Así como el caminante que, para ir a nuevas tierras desconocidas va por nuevos caminos no recorridos antes ni experimentados, en los cuales transita sin la guía ni la experiencia de los que antes sabía, sino entre dudas y por las direcciones de otros. Y claro está que éste no podría llegar a las nuevas tierras, ni saber más de lo que antes sabía, si no fuera por caminos nuevos nunca explorados, dejando los caminos que ya sabía. Lo mismo ocurre con el que va aprendiendo más particularidades en un oficio o arte, que siempre va a oscuras, no atado constantemente a lo que ya conocía porque, si no dejase atrás lo conocido para aprender lo que debe saber nunca avanzaría ni le haría provecho el nuevo conocimiento. Así, de la misma manera, cuando el alma va aprovechando más, va a oscuras y no sabiendo. Por tanto, siendo como hemos dicho, Dios el maestro y guía de este ciego del alma, bien puede esa alma -ya que la han puesto en disposición de entender y avanzar como aquí decimos- con verdad alegrarse y decir: a oscuras y segura [voy].

9. Otra causa también por la que en estas tinieblas ha ido el alma segura es porque iba padeciendo. Y es que el camino de padecer es más seguro y aun más provechoso que el de gozar y hacer. Por un lado, porque en el padecer se le añaden fuerzas de Dios, y en el obrar y gozar ejercita el alma sus flaquezas e imperfecciones; y lo otro, porque en el padecer se van ejercitando y ganando las virtudes, purificándose el alma y haciéndola más sabia y cauta.

10. Pero aquí hay otra más principal causa por la que en este contexto el alma va segura estando a oscuras, y es de parte de la dicha luz o sabiduría oscura. Esto es debido a que de tal manera la absorbe y embebe en sí esta oscura noche de contemplación y la pone tan cerca de Dios, que la ampara y libra de todo lo que no es Dios. Dado que está puesta aquí en cura esta alma para que consiga su salud, que es el mismo Dios, la tiene Su Majestad en dieta y abstinencia de todas las cosas, hartado el apetito para todas ellas. Esto está bien así y es similar a lo que se hace a un enfermo para que sane cuando es estimado en su casa, en donde le mantienen tan resguardado y protegido que no le dejan tocar del aire ni aun gozar de la luz, ni que sienta las pisadas, ni aun el rumor de los de casa, y la comida que le dan es muy delicada y muy medida, en donde el alimento contiene más de sustancia y es más nutritivo, y no importa tanto el que tenga más sabor.

11. Todas estas propiedades -las cuales son todas para la seguridad y guarda del alma-, causan en ella esta oscura contemplación, porque ella está puesta más cerca de Dios. Es así puesto que cuanto el alma más a Él se acerca, más oscuras tinieblas siente y más profunda oscuridad por su flaqueza padece, lo mismo que el que más cerca del sol llegase, más tinieblas y penurias le causaría su deslumbrante resplandor por la flaqueza, debilidad e impureza de su ojo. De donde se desprende que tan inmensa es la luz espiritual de Dios, y tanto excede al entendimiento natural que, cuando llega más cerca, más le ciega y le oscurece al alma (nota del actualizador: al alma no preparada ni ejercitada para ello, se sobreentiende).

Y ésta es la causa por la que en el salmo 17 (v. 12) dice David que puso Dios por su escondrijo y cubierta las tinieblas, y su tabernáculo en rededor de sí, tenebrosa agua en las nubes del aire. Esta agua tenebrosa en las nubes del aire es la oscura contemplación y sabiduría divina en las almas, como estamos diciendo, la cual ellas van sintiendo como cosa que está cerca de Él, como tabernáculo donde Él mora, cuando Dios a sí mismo la va más acercando. Y así, lo que en Dios es luz y la más alta claridad, es para el ser humano tiniebla más oscura, como dice san Pablo (1 Cor. 2, 14) según lo declara luego David en el mismo salmo (17, 13), diciendo: "Por causa del resplandor que está en su presencia, salieron nubes y cataratas", conviene a saber, para el entendimiento natural, cuya luz, como dice Isaías en el capítulo 5 (v. 30), "obtenebrata est in caligine eius" ("oscurecida la luz por los nubarrones").