Con flecha ardiente,
Dueño y Señor,
abre en mi pecho
llaga de amor.
¡Ay Jesús mío!,
mis culpas fueron
las que te hirieron;
yo fui, yo fui,
¡delirio insano!,
¡infausta suerte!
Yo dura muerte,
mi bien, te dí.
Con flecha ardiente,
Dueño y Señor,
abre en mi pecho
llaga de amor.
Tu amante pecho,
no fue el soldado
fue mi pecado
quien lo rasgó.
Mi horrenda culpa,
¡Ay infeliz,
qué es lo que hice!,
lo atravesó.
Con flecha ardiente,
Dueño y Señor,
abre en mi pecho
llaga de amor.
Pero la Sangre
de ese costado
que yo he rasgado
me ha de lavar;
porque con ella
a tu homicida
salud y vida
le quieres dar.
Con flecha ardiente,
Dueño y Señor,
abre en mi pecho
llaga de amor.
Pues de tu pecho
está, bien mío,
manando un río
de inmenso amor;
yo vengo inmundo
lleno de lodo
límpiame todo,
todo, Señor.
Con flecha ardiente,
Dueño y Señor,
abre en mi pecho
llaga de amor.
Y en esa herida
que es franca puerta
para mí abierta
admíteme.
Ya no otro albergue
busco ni quiero,
Manso Cordero,
recógeme.
Con flecha ardiente,
Dueño y Señor,
abre en mi pecho
llaga de amor.
En mí, ¡qué dicha!,
la suave llama
que en ti se inflama
tú encenderás.
Y para siempre,
grato y risueño,
¡oh, dulce dueño!,
mío serás.
Con flecha ardiente,
Dueño y Señor,
abre en mi pecho
llaga de amor.