Semana en el Oratorio

Mes de febrero, mes del Amor

Mostrando entradas con la etiqueta raymonddethomas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta raymonddethomas. Mostrar todas las entradas

13.6.18

Confianza: Conclusión del trabajo


Una conclusión resulta naturalmente, imperiosamente, de este corto estudio.

Almas cristianas, empeñen todos los medios a su alcance para adquirir la confianza. Mediten mucho sobre el poder infinito de Dios, sobre su inmenso Amor, sobre la inviolable Fidelidad con que Él cumple sus promesas, sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

No queden, sin embargo, indefinidamente, en la meditación. De la reflexión, pasen a la acción. Hagan con frecuencia actos de confianza; que cada una de sus ocupaciones sea una ocasión para renovarlos. Y es, sobre todo, en las horas de dificultad y de prueba cuando los deben multiplicar.

10.6.18

Confianza: Ejemplo de los santos


Los santos rezaban con esa confianza y por eso Dios les mostraba su prodigalidad infinita.

El abad Sisoïs, según la Vida de los Padres, rezaba un día por uno de sus discípulos a quien la violencia de la tentación había abatido. "Queráis o no –decía a Dios- no os dejaré antes de que le hayáis curado". Y el alma del pobre hermano recobró la gracia y la serenidad.

Nuestro Señor se dignó revelar a Santa Gertrudis que su confianza hacía tal violencia a su Sagrado Corazón, que se sentía forzado a favorecerla en todo. Y añadió que, obrando así, satisfacía las exigencias de su Bondad y de su Amor por ella.

8.6.18

Confianza: La oración de quien confía lo obtiene todo


Finalmente, y no es la menor de sus prerrogativas, la confianza siempre será atendida. Nunca estará demás repetirlo: la oración de quien confía obtiene todo.

Con gran insistencia, la Escritura nos recomienda reanimar nuestra fe antes de presentar a Dios nuestros humildes pedidos. "Todo cuento pidierais en la oración, si tenéis Fe, lo alcanzaréis", declara el Maestro. El Apóstol Santiago utiliza el mismo lenguaje: quiere que pidamos "con Fe, sin sombra de duda. Aquel que duda, se parece a la ola inconstante del mar; con esa disposición de alma inútilmente esperará ser oído".

6.6.18

Confianza: Atrae sobre las almas favores excepcionales


"No perdáis, pues, vuestra confianza -dice el Apóstol San Pablo- que tiene una gran recompensa" (Heb 10, 35). Esa virtud, en efecto, da tanta gloria a Dios, que atrae necesariamente sobre las almas favores excepcionales.

El Señor, varias veces, manifestó en las Escrituras la generosa magnificencia con la cual trata a los corazones que confían.

"Ya que ha esperado en Mí, Yo le libraré, Yo le protegeré porque reconoció mi Nombre. Me invocará y Yo le escucharé. Estaré con él en la tribulación; le libertaré y le glorificaré". (Sal 90, 14-15).

4.6.18

Confianza: Los frutos de la confianza. La confianza glorifica a Dios


El mejor elogio que se puede hacer de la confianza consiste en mostrar sus frutos: será el asunto de este último capítulo. ¡Puedan las consideraciones siguientes dar ánimo a las almas inquietas para hacerles vencer su pusilanimidad y practicar perfectamente esa preciosa virtud! La confianza no crece en las esferas más modestas de las virtudes morales; ella se eleva de un salto hasta el trono del Eterno, hasta el propio Corazón del Padre celestial.

Rinde un excelente homenaje a sus Perfecciones infinitas; a su Bondad, porque sólo de Él espera los auxilios necesarios; a su Poder, porque desprecia toda otra fuerza que no sea la suya; a su Ciencia, porque reconoce la sabiduría de sus intervenciones soberanas; a su Fidelidad, porque cuenta sin vacilación con la Palabra divina.

2.6.18

Confianza: Su bondad


La verdad es que Nuestro Señor es adorablemente bueno: su Corazón no puede ver sufrir sin ser desgarrado. Esa piedad le hace operar algunos de sus mayores milagros, espontáneamente, e incluso antes de haber recibido cualquier súplica.

La multitud le sigue a través de las montañas desiertas de Palestina; durante tres días, se olvida, para oírle, de la necesidad de comer y de beber. Llama, sin embargo, el Maestro a los Apóstoles: "Tengo compasión de la muchedumbre –les dice- y si les envío a sus casas en ayunas desfallecerán en el camino". Y multiplica los pocos panes que les quedaban a los discípulos.

31.5.18

Confianza: El poder de Nuestro Señor


El Verbo Encarnado, que se nos dio, posee un poder sin límites. Aparece en el Evangelio como el supremo Señor de la tierra, de los demonios y de la vida sobrenatural; todo está sometido a su dominio soberano.

En ese poder del Salvador existe aún para nosotros otro motivo segurísimo de confianza. Nada puede impedir a Nuestro Señor el socorrernos y protegernos.

Jesús domina las fuerzas de la naturaleza. En los comienzos de su ministerio apostólico, asiste a las Bodas de Caná. Durante el banquete, faltó vino. ¡Qué humillación para la pobre gente que había convidado al Maestro con su Madre y los discípulos! La Virgen María se dio cuenta enseguida del contratiempo: Ella es siempre la primera en darse cuenta de nuestras necesidades y en aliviarlas. Dirige al Hijo una mirada de súplica, le murmura en voz baja una corta oración. María conoce su poder y su amor. Y Jesús, que nada sabe rehusarle, transforma el agua en vino. Este fue su primer milagro.

En otra ocasión, una tarde, para evitar la multitud que lo asedia, el Maestro atraviesa en barca con los discípulos el lago de Genezaret. Mientras navegan se levanta un huracán, se desata la tempestad, las grande solas crecen y se deshacen ruidosamente.

El agua inunda la toldilla; la embarcación se va a hundir. Él, fatigado de la dura faena, duerme a popa, la divina cabeza apoyada sobre el cordaje. Los discípulos aterrorizados lo despiertan gritando: "¡Señor, Señor, sálvanos que perecemos!". Entonces, el Salvador se levanta, amenaza al viento, dice al mar enfurecido: Silencio, cálmate.

Instantáneamente todo se calmó. Los testigos de esa escena se preguntan con asombro: "¿Quién es este hombre que hasta los vientos y el mar le obedecen?".

29.5.18

Confianza: Los fundamentos de la confianza. La Encarnación del Verbo


El sabio construye su casa sobre la roca: ni las inundaciones, ni las lluvias, ni las tempestades la podrán echar por tierra. Para que el edificio de nuestra confianza resista todas las pruebas, es preciso que se levante sobre bases inconmovibles.

"¿Queréis saber –dice San Francisco de Sales- qué fundamento debe tener nuestra confianza? Debe basarse en la infinita bondad de Dios, y en los méritos de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, con condición que, de nuestra parte, tengamos la firme y total resolución de ser enteramente de Dios y de abandonarnos completamente y sin reservas a su Providencia".

27.5.18

Confianza: La vista del crucifijo debe reanimarnos en la confianza


Si alguna vez, en las luchas interiores, sintieren flaquear la confianza, mediten los pasajes del Evangelio que acabo de indicar. Miren demoradamente el Crucifijo.

Contemplen esa Cruz ignominiosa, sobre la cual expira el Salvador. Miren su pobre cabeza coronada de espinas, que pende inerte sobre el pecho; consideren los ojos vidriosos, la faz lívida donde se coagula la preciosísima sangre. Miren los pies y las manos traspasadas, el cuerpo rasgado. Fíjense sobre todo en el Corazón amantísimo que acaba de ser abierto por la lanza del soldado: de él corren unas pocas gotas de agua ensangrentada. ¡Nos dio todo! ¿Cómo será posible desconfiar de ese Salvador? Él espera nuestra retribución.

25.5.18

Confianza: Dios nos concede todos los socorros necesarios para santificarnos y salvarnos


Ciertas almas angustiadas dudan de su propia salvación. Se acuerdan demasiado de las faltas pasadas; piensan en las tentaciones tan violentas que, a veces, nos asaltan a todos; olvidan la bondad misericordiosa de Dios. Esta angustia se puede convertir en una verdadera tentación de desesperación.

De joven San Francisco de Sales conoció una prueba de esas: temblaba ante la perspectiva de no ser un predestinado al Cielo. Su dolor era tan violento que le afectó la salud. Pasó varios meses en ese martirio interior. Una oración heroica le libertó: el Santo se postró delante de un altar de María, suplicó a la Virgen Inmaculada que le enseñase a amar a su Hijo en la tierra con una caridad tanto más ardiente cuanto él temía no poder amarle en la eternidad.

23.5.18

Confianza: La Gracia puede santificarnos en un instante


¡Abismo de la debilidad humana, tiranía de los malos hábitos! Cuántos cristianos reciben en el tribunal de la Penitencia la absolución de sus faltas: es sincera en ellos la contrición; enérgicas son sus resoluciones. Y caen de nuevo en los mismos pecados, a veces muy graves; el número de sus caídas crece sin cesar. ¿No tendrán, entonces, sobradas razones para desanimarse? Que la evidencia de la propia miseria nos mantenga en la humildad, nada más justo; que nos haga perder la confianza, sería una catástrofe, más peligrosa que tantas recaídas.

El alma que cae debe levantarse lo antes posible. No debe cesar de implorar la piedad del Señor. ¿No sabes que Dios tiene su hora y puede en un instante elevarnos a la más sublime santidad? ¿Acaso no había llevado María Magdalena una vida culpable? La gracia, sin embargo, la transformó instantáneamente. Sin transición, de pecadora se transformó en una gran santa. Ahora bien, el brazo de Dios no se ha encogido. Lo que hizo por otros lo puede hacer por ustedes. No duden: la oración confiada y perseverante obtendrá la curación completa de vuestras almas.

21.5.18

Confianza: La confianza en Dios y nuestras necesidades espirituales


La misericordia de Nuestro Señor con los pecadores.

La Providencia, que alimenta al pequeño pájaro en las ramas, cuida de nuestro cuerpo. ¿Qué es, sin embargo, este miserable cuerpo? Una criatura frágil, un condenado a muerte al que aguardan los gusanos. En la loca carrera de la vida, creemos encaminarnos hacia los negocios o los placeres: cada paso dado nos aproxima del fin; nosotros mismos arrastramos nuestro cadáver al borde de la tumba.

Si Dios se ocupa así de cuerpos perecederos, ¿con qué solicitud no velará por las almas inmortales? Les prepara tesoros de gracias, cuya riqueza supera nuestra imaginación; les envía socorros superabundantes para su santificación y salvación.

18.5.18

Confianza: Rezar por las necesidades temporales


La confianza, como acabamos de describirla, no nos desobliga de la oración. En las necesidades temporales no basta esperar los socorros de Dios, es menester además pedírselos.

Jesucristo nos dejó en el Padrenuestro el modelo perfecto de la oración; ahí Él nos hace pedir el "pan de cada día": "Danos hoy nuestro pan de cada día".

Con respecto al deber de la oración ¿no habrá frecuentemente negligencia nuestra? ¡Qué imprudencia y qué locura! Nos privamos así, por liviandad, de la protección de Dios, la única soberanamente eficaz. Los capuchinos, dice la leyenda, nunca murieron de hambre, porque recitan siempre piadosamente el Padrenuestro. Imitémoslos y el Altísimo no dejará que nos falte lo necesario.

16.5.18

Confianza: Buscar siempre en primer lugar el Reino de Dios y su justicia


"Buscad primero el reino de Dios y su justicia; y todas las cosas se os darán por añadidura". Así fue como el Salvador concluyó el discurso sobre la Providencia. Conclusión consoladora, que encierra una promesa condicional; de nosotros depende el ser beneficiados por ella. El Señor se ocupa tanto más de nuestros intereses, cuanto más nosotros nos preocupamos con los suyos.

Conviene detenerse para meditar las palabras del Maestro.

14.5.18

Confianza: No inquietarse con el futuro


Dios provee nuestras necesidades. "No os inquietéis", dice el Señor.

¿Cuál será el exacto sentido de ese consejo? ¿Para obedecer la dirección del Maestro, debemos ser completamente negligentes en el cuidado de los asuntos temporales? No dudamos que la gracia puede pedir, a veces, a ciertas almas, el sacrificio de una pobreza estricta y de un total abandono a la Providencia. Es necesario dejar constancia, sin embargo, de lo poco frecuentes que son esas vocaciones. Todos los demás, comunidades religiosas o individuos, poseen bienes; deben administrarlos prudentemente.

11.5.18

Confianza: Lo hace según la situación de cada uno


¿Debemos tomar al pie de la letra esas palabras y comprenderlas en su sentido más estricto? ¿Nos dará Dios rigurosamente lo necesario: el trozo de pan seco, el vaso de agua, el pedazo de tela que nuestra miseria necesita urgentemente? No, el Padre celestial no trata a sus hijos con avarienta parsimonia. Pensar así, sería blasfemar contra la divina bondad; sería, por así decirlo, desconocer sus hábitos.

En el ejercicio de su providencia, como en su obra creadora, Dios usa, en efecto, de gran prodigalidad.

8.5.18

Confianza: La confianza en Dios y nuestras necesidades temporales


Dios provee nuestras necesidades temporales. La confianza, ya lo hemos dicho, es una esperanza heroica: no difiere de la esperanza común a todos los fieles sino por el grado de perfección. Es ejercida pues, sobre los mismos objetos que aquella virtud, pero por medio de actos más intensos y vibrantes.

Así como la esperanza ordinaria, la confianza espera del Padre celestial todos los socorros necesarios para vivir santamente aquí en la tierra y merecer la bienaventuranza del Paraíso.

5.5.18

Confianza: Se regocija incluso con la privación de socorros humanos


No desanimarse cuando se disipa el espejismo de las esperanzas humanas. No contar sino con el auxilio del Cielo, ¿no es ya una altísima virtud? El vigor de la verdadera confianza vuela, sin embargo, hacia regiones aún más sublimes. A ellas llega por una especie de elevado refinamiento en el heroísmo; alcanza, entonces, el grado más alto de su perfección.

Ese grado consiste en que el alma se regocije cuando se ve abandonada de todo apoyo humano, abandonada de sus parientes, de sus amigos y de todas las criaturas que no quieren o no pueden socorrerla; que no pueden darle consejo ni servirle con su talento o su crédito; cuando le faltan todos los medios de ser auxiliada. ¡Qué sabiduría profunda demuestra semejante alegría en circunstancias tan crueles! Para poder entonar el cántico del Aleluya bajo golpes que, naturalmente, deberían quebrantar nuestro coraje, es preciso conocer a fondo el Corazón de Nuestro Señor; es preciso creer ciegamente en su piedad misericordiosa y en su bondad omnipotente; es preciso tener la absoluta seguridad de que Él escoge, para sus intervenciones, la hora de las situaciones desesperadas.

2.5.18

Confianza: Solamente cuenta con Dios


Firmeza inquebrantable es, pues, la primera característica de la confianza.

La segunda cualidad de esta virtud es aún más perfecta. "Lleva al hombre a no contar con el auxilio de las criaturas; ya se trate de auxilio sacado de sí mismo, de su espíritu, de su criterio, de su ciencia, de sus aptitudes, de sus mismas riquezas, de su reputación, de sus amigos, de sus parientes o cualquiera otra cosa suya; ya se trate de socorros que acaso pueda esperar de otros, de los Reyes, de los Príncipes y de todas las criaturas en general, porque siente y conoce la debilidad y vanidad de todo amparo humano. Los considera lo que realmente son, y cómo Santa Teresa tenía razón de llamarlos ramas secas de ginebra que se rompen al ser cargadas".

30.4.18

Confianza: Es inquebrantable


Las consideraciones precedentes habrán parecido, tal vez, demasiado abstractas.

Sin embargo, era necesario que nos apoyásemos en ellas. De las mismas deduciremos las cualidades de la verdadera confianza.

La confianza, escribe el Padre Saint-Jure, es "firme, estable y constante en grado tan eminente, que nada en el mundo puede, no digo ya derrumbarla, sino perturbarla siquiera".