Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

16.5.18

Confianza: Buscar siempre en primer lugar el Reino de Dios y su justicia


"Buscad primero el reino de Dios y su justicia; y todas las cosas se os darán por añadidura". Así fue como el Salvador concluyó el discurso sobre la Providencia. Conclusión consoladora, que encierra una promesa condicional; de nosotros depende el ser beneficiados por ella. El Señor se ocupa tanto más de nuestros intereses, cuanto más nosotros nos preocupamos con los suyos.

Conviene detenerse para meditar las palabras del Maestro.




Se presenta necesariamente una cuestión: ¿Dónde se encuentra ese reino de Dios que debemos buscar antes que todo lo demás? "Dentro de vosotros", responde el Evangelio. Regnum Dei intra vos est ("el Reino de Dios está dentro de vosotros").

Buscar el Reino de Dios es, pues, levantarle un trono en el alma; es someternos enteramente a su dominio soberano. Conservemos todas nuestras facultades bajo el cetro misericordioso del Altísimo. Que nuestra inteligencia recuerde constantemente su presencia, que nuestra voluntad se conforme en todo con su voluntad adorable, que nuestro corazón vuele hacia Él con frecuencia, en actos de caridad ardiente y sincera.

Habremos practicado, entonces, esa "justicia" que, en el lenguaje de la Escritura, significa la perfección de la vida interior. Habremos seguido entonces, puntualmente, el consejo del Maestro; habremos buscado el reino de Dios.

"Y todas las cosas se os darán por añadidura".

Hay aquí una especie de contrato bilateral: por nuestra parte debemos trabajar para la gloria del Padre celestial; por la suya, el Padre se compromete a proveer nuestras necesidades. Echa, pues, todas tus preocupaciones en el Corazón Divino; cumple tú el contrato que Él te propone; Él cumplirá la palabra dada; velará sobre ti y "os sostendrá".

"Piensa en Mí –dice el Salvador a Santa Catalina de Siena- y Yo pensaré en ti". Y, siglos más tarde, en el Monasterio de Paray-le-Monial, prometía a Santa Margarita, para aquellos que fuesen particularmente devotos del Sagrado Corazón, él éxito de sus emprendimientos.

¡Feliz el cristiano que se ajusta a esa máxima del Evangelio! Él busca a Dios y Dios le cuida los intereses con su omnipotencia: ¿Qué le podrá faltar? Practica las sólidas virtudes interiores y evita así todo desorden: las faltas, los vicios, que son las causas más comunes de los fracasos y las ruinas.

P. Raymond de Thomas de Saint Laurent | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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