Finalmente, y no es la menor de sus prerrogativas, la confianza siempre será atendida. Nunca estará demás repetirlo: la oración de quien confía obtiene todo.
Con gran insistencia, la Escritura nos recomienda reanimar nuestra fe antes de presentar a Dios nuestros humildes pedidos. "Todo cuento pidierais en la oración, si tenéis Fe, lo alcanzaréis", declara el Maestro. El Apóstol Santiago utiliza el mismo lenguaje: quiere que pidamos "con Fe, sin sombra de duda. Aquel que duda, se parece a la ola inconstante del mar; con esa disposición de alma inútilmente esperará ser oído".
Ahora bien, ¿de qué Fe tratan los textos precedentes? No es de la Fe habitual que el Bautismo infunde en las almas, sino de una confianza especial, que nos hace esperar firmemente la intervención de la Providencia en ciertas circunstancias. Es lo que dice claramente Nuestro Señor en el Evangelio: "Todo lo que pidiereis orando, creed que lo obtuvisteis ya y se os dará". El Maestro no podía hablar más claramente de la confianza.
Podemos tener Fe viva y dudar, sin embargo, que Dios quiera acoger favorablemente esta o aquella petición nuestra. ¿Acaso tenemos la seguridad, por ejemplo, de que el objeto de nuestro deseo se ordena a nuestro verdadero bien? Dudamos pues. Y esta simple duda, hace notar un teólogo, disminuye la eficacia de la oración.
En otras ocasiones, por el contrario, la seguridad interior se fortifica hasta el punto de rechazar completamente toda duda y vacilación. Estamos tan seguros de ser atendidos, que nos parece tener ya en la mano la gracia solicitada.
"En atención a una confianza tan perfecta -escribe el P. Pesch- Dios nos concede favores que, sin esto, no nos habría dado. En efecto, el bien que le pedíamos no nos era necesario; o no reunía las condiciones suficientes para que Dios, en virtud de sus promesas, se obligase a dárnoslo". Por otro lado, casi siempre esa seguridad interior es obra de la gracia en nosotros.
"Por eso –concluye el mismo autor- una singular confianza en obtener esta o aquella bendición, es una especie de promesa especial que Dios nos hace de concedérnosla".
Una palabra de Santo Tomás resumirá esta corta digresión: "La oración –dice el Doctor Angélico- toma su merecimiento de la caridad, pero su eficacia impetratoria le viene de la Fe y de la confianza".
P. Raymond de Thomas de Saint Laurent | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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