Dios Todopoderoso y eterno, puesto que según la verdadera fe de la Iglesia, el santo sacrificio de la Misa instituido por Vuestro Hijo, procura a Vuestra divina Majestad el honor, la alabanza y el contentamiento supremo, y puesto que por él, y sólo por él, podéis ser dignamente adorado y honrado, quiero, animado del más vivo deseo de alabaros y glorificaros, asistir a este sacrificio con toda la devoción de que soy capaz, y ofreceros esta Oblación santa en unión con el sacerdote.
Yo, pues, Os ofrezco este sacrificio, y con él todos los sacrificios que Os serán ofrecidos hoy en todo el mundo, y declaro, oh Dios mío, que si dependiera de mí que fuesen o no ofrecidos, emplearía todas mis fuerzas para que lo fuesen en realidad. Más aún: si estuviese en mi mano hacer que todas las piedras de la tierra se convirtieran en sacerdotes inflamados de celo, y que Os ofreciesen todos los días con gran fervor este sacrificio de alabanza, yo lo haría ahora mismo.
Mas ya que esto no es posible, al menos, Padre Santísimo, Os suplico por Jesucristo Vuestro Hijo, que derraméis sobre todos los sacerdotes, y en particular por los que ofrezcan hoy con negligencia este Sacrificio, tan grato a Vos, Vuestro espíritu de gracia y devoción, con el cual celebren digna y devotamente este tremendo Misterio.
Concededme también a mí y a todos los que están aquí presentes, la gracia de asistir con reverencia y devoción a esta acción tan santa, y que participemos de sus frutos.
Confieso a Dios Todopoderoso y a la Bienaventurada Virgen María, y a todos los Santos, mis propios pecados y los del mundo entero, y los deposito en este altar sagrado, para que por la virtud de este sacrificio sean consumidos enteramente.
Dignaos concedernos este favor, por el amor que contuvo Vuestro brazo cuando el único y muy amado Hijo fue inmolado por manos de los impíos. Amén.
(
Santa Gertrudis).