No estaría de más repasar algunas claves de lo que nos debería suponer la misa dominical, y lo importante que es para la vida de todo cristiano. Son solo algunos retazos, pero confiamos en que os puedan servir de una práctica ayuda si os tenéis que enfrentar a esa tibieza que, por desgracia, es tan común en los católicos de hoy día.
Porque la misa dominial es...
- Es un lugar de reunión donde venimos a sacudirnos el polvo y las telarañas que acumulamos durante la semana y que amenazan con debilitar nuestra fe.
- Es un lugar donde vamos a escuchar la palabra de Dios, a renovar nuestro compromiso de cristianos y a dar muestra pública de nuestra fe. Para muchos es la única formación religiosa y el único contacto que tendrán con Cristo durante toda la semana.
- Es un acontecimiento donde se nos recuerda la temporalidad de nuestra existencia y la necesidad de decidirnos por la vida eterna, abandonando los vicios y el pecado.
- Es un lugar donde Cristo se hace presencia palpable, y nos muestra que no seguimos a un sueño, una ilusión ni una ideología, sino a una persona real y a un Dios hecho carne por nosotros y para nuestra salvación. Nunca agradeceremos lo suficiente el milagro de la eucaristía.
Qué NO es la misa dominical:
- No es un sitio donde se va de fiesta a pasarlo bien. Cómo lo pasemos no importa: lo que importa es rendirle culto a Dios y de corazón amarle.
- No es un sitio al que hay que acudir "para cumplir". La santa misa renueva nuestro vigor, nos fortalece y nos afirma en un mundo terco y despiadado con el creyente cristiano, en una sociedad exageradamente materialista e insensible al dolor del hermano. Si nos ponemos en disposición de recibir las bendiciones divinas obtendremos mucho fruto.
- No es una práctica caduca y obsoleta. Ni mucho menos, aunque todo pase y cambie, Dios es inmutable, y es el mismo ayer y hoy. La misa es atemporal, está por encima de gustos, modas y tendencias: su centro es Cristo y Él y su mensaje permanecen inalterables, porque son mensajes de trascendencia y vida eterna.
Los errores más comunes por los que no se acude amisa:
- Tengo muchos pecados.
Dios vino para los pecadores, cuanto mas pecador seas, más necesitas a Dios.
- Hay mucha gente los domingos, y todos van "a cumplir".
No mires por qué va aquel o aquel otro, eso no te incumbe a ti. Tú vas a rendirle culto y amor al Señor, tanto si hay poca o mucha gente, no importa.
- El cura es insoportable, sus sermones son "un rollo".
Repito: no vas allí a alabar a un cura ni a aplaudir a los ministros como si fueran políticos. Eso es secundario. Tú vas por Cristo.
- Tengo cosas más importantes que hacer.
¿Qué es mas importante que salvarte eternamente? ¿No tienes tiempo para media hora de misa, y tienes tiempo para ver dos horas de fútbol durante la semana? Para perder el tiempo viendo la tele, o con tertulias en bares durante horas sacamos un hueco de donde sea. Si queremos siempre tendremos tiempo.
- No caso con lo que piensa la Iglesia.
¿Qué es lo que, para ti, "piensa" la Iglesia? Deja de pensar en leyes y normas, Dios solo quiere tu amor, y si le amas las leyes y normas no importan. Deja que con ese peso carguen quienes Dios se lo ha impuesto, si a ti no te dio el Señor esa responsabilidad, alégrate, porque no tendrás que responder de ello. No acumules juicio a tu juicio.
- Voy a misa y salgo igual.
Porque vas a última hora y sales el primero, como si acudieras al circo. Tómate unos minutos para reflexionar, antes de salir, o antes de entrar, o durante la semana acude unos minutos al templo, y notarás que tu vida espiritual mejora.
- Me cansa y se me hace eterna la misa.
Porque no participas. El creyente debe celebrar con el sacerdote la misa, es parte de la celebración de la eucaristía y el Señor se muestra agradecido hacia aquellos que son parte activa y no se levantan y se sientan en sus bancos como autómatas. Vive cada momento: en la Palabra, reflexionando sobre las lecturas del día, en las ofrendas y consagración, siendo agradecido por su entrega en su Pasión y muerte, en la comunión y oraciones comunes, ofreciendo el cuerpo y la sangre del Señor con el sacerdote y entregando tus intenciones, tus preocupaciones, penas y sufrimientos ante el altar. Y en la despedida, agradeciéndole al Señor por esa oportunidad de ser uno de sus seguidores y de alcanzarte su misericordia, pidiéndole finalmente que te cubra de sus gracias durante la semana. No solo así se te hará más corta la misa, sino que además conseguirás mucho más fruto de ella.
- Me avergüenza no ir a comulgar.
Deja de pensar en lo que piensen los demás, no vas a misa para que hablen bien de ti ni para alabar a los demás o rendirles culto a ellos: vas a misa para rendirle culto y alabanzas a Cristo. Y si no puedes o no quieres comulgar, realiza una comunión espiritual.
En definitiva: no esperes a ser santo para ir a misa, nadie puede hacerse santo por sí mismo, eso es obra del Señor, simplemente acude con humildad, como pecador. No vayas a misa como vas al cine, no vayas por el qué dirán ni dejes de ir porque vistes mal, porque eres pobre, para que te vean o para que no te vean. No vayas por el cura, o porque llueve o dejes de ir porque hace sol. Vete, solamente, porque el Señor te espera y porque quiere que sus hijos se reúnan con Él, y el Señor hará el resto. Deja a Dios actuar en ti, y vete a misa sola, y únicamente, a entregarte a Él. Lo demás déjaselo al mundo, porque del mundo es. Tú mira únicamente al cielo cuando vayas a misa, y el cielo recibirá tus oraciones, tus alabanzas, e incluso podrás saborear los frutos de adorar y amar al Señor en el propio cielo. Acude así a misa, de corazón, y será como un alivio y refrigerio para ti, y no como los que acuden entristecidos y manirotos como si fueran a cumplir una condena.
Que Dios sea tu todo en cada misa que hagas. Sí, que hagas, porque tú también la haces. Y así en cada misa sentirás la presencia del mismo Señor, y desaparecerá tu apatía.
Ludobian de Bizance | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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