Que Jesucristo, muerto y crucificado por nuestro bien, tenga piedad de Vosotras, oh almas afligidísimas, y que por la aspersión de su sangre, os consuele en vuestros tormentos. Yo os encomiendo el amor excesivo que hizo descender de los cielos al Hijo de Dios y le sometió en la tierra a la muerte más amarga; que se digne compadecerse de vuestros dolores, por el amor que manifestó a los afligidos cuando estaba clavado en la cruz.
Y para refrigeraros plenamente, os ofrezco el amor filial, el mismo que Jesucristo tuvo por su Padre en cuando Dios, y por María su Madre en cuanto hombre. Amén.