Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

22.5.18

Diario de Santa Gemma Galgani [33]


Jueves, 23 de agosto de 1900
¡Ay!, llega la tarde, y ya se apodera de mí la acostumbrada frialdad, la ordinaria repugnancia, el cansancio quiere vencerme, pero aunque me cueste un poco no quiero dejar de cumplir con mi deber.

Jesús esta noche me ha puesto la corona de espinas sobre la cabeza a eso de las diez, después de haberme recogido un poco. Mi padecimiento, que nada tiene que ver con el de Jesús, ha sido bastante fuerte: hasta los dientes todos parecían resentidos, cada movimiento me producía vivo dolor; creí que no iba a poder resistirlo, pero al fin, todo fue bien.

Ofrecí por los pecadores esas pequeñas penas, en especial por mi pobre alma. Le rogué que volviera pronto. Cuando estaba para dejarme, comenzó una porfía entre Jesús y yo: sobre quién iríamos primero a visitarnos (he sido yo la que he ido primero, yendo a comulgar), y, al mismo tiempo, quedamos de acuerdo en que Él vendrá a mí y yo iré a Él. Me prometió la asistencia de mi Ángel de la Guarda, y me dejó.

Santa Gemma Galgani | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

De las virtudes y de los vicios: Desconfianza


La desconfianza es el pecado que más aborrezco, que más me ofende, y que casi no perdono.

Es la Desconfianza un signo de reprobación: el corazón impuro está en vuelto en ella. Es la Desconfianza una tenebrosa oscuridad de la cual pocas almas salen, a no ser que una gracia muy singular y poderosa les vuelva la luz.

La Desconfianza, ya no como pecado, sino como simple defecto, en la vida espiritual, detiene las gracias del cielo; y a medida que aquella crece, éstas se alejan.

El combate espiritual: No querer ir demasiado deprisa


- Que las virtudes se han de adquirir poco a poco y por grados, ejercitándose primero en una virtud y después en otra. -

Aunque el verdadero soldado de Cristo, que aspira a la más alta perfección, no debe poner límites a su aprovechamiento espiritual, conviene, no obstante, moderar y reprimir con la prudencia algunos indiscretos fervores de espíritu, que abrasados con demasiado calor en los principios, nos abandonan después y nos dejan sin fuerzas en medio de la guerra.

Por esta causa, además de lo que dejo advertido en orden al modo de reglar los ejercicios exteriores, conviene, hija, mía, que sepas que las virtudes interiores también se adquieren poco a poco y por grados. De esta suerte se echan los fundamentos de una piedad sólida y constante, y en poco tiempo se gana mucho.

21.5.18

Diario de Santa Gemma Galgani [31 y 32]


Martes, 21 de agosto de 1900
Acaso me engañe, pero hoy espero visita del Cohermano Gabriel y, si es verdad, tengo que hablarle de muchas cosas. Luz, Jesús, luz no a mí, sino al Padre Germán y al Confesor.

De las virtudes y de los vicios: Ira


La Ira es hija de Satanás, y lleva en su ser la soberbia más refinada. Es la Ira una pasión ciega que en sus desenfrenadas manifestaciones ofusca la razón y la turba.

Este horrible vicio de la Ira siempre es vehemente y aturdido: muy lejos de él, ciertamente, se encuentra la paz del Espíritu Santo y el Reposo, la Serenidad, Prudencia, Justicia, Dominio propio, Humildad y otra multitud de virtudes.

En el alma iracunda, habita Satanás, y la Ira, repito, procede directamente del foco de la soberbia y del orgullo que es él; y ese vicio entraña el ardor vivo y emponzoñado de la venganza. La ira es una pasión de fuego que incendia el corazón, alborotando las potencias del alma y envenenando sus actos.