- Que las virtudes se han de adquirir poco a poco y por grados, ejercitándose primero en una virtud y después en otra. -
Aunque el verdadero soldado de Cristo, que aspira a la más alta perfección, no debe poner límites a su aprovechamiento espiritual, conviene, no obstante, moderar y reprimir con la prudencia algunos indiscretos fervores de espíritu, que abrasados con demasiado calor en los principios, nos abandonan después y nos dejan sin fuerzas en medio de la guerra.
Por esta causa, además de lo que dejo advertido en orden al modo de reglar los ejercicios exteriores, conviene, hija, mía, que sepas que las virtudes interiores también se adquieren poco a poco y por grados. De esta suerte se echan los fundamentos de una piedad sólida y constante, y en poco tiempo se gana mucho.
Por ejemplo: para adquirir la paciencia, no debemos ejercitamos ordinariamente en desear las adversidades, y en alegrarnos o gloriarnos en ellas, si primero no hemos pasado por los grados más bajos de esta virtud. Asimismo, no debemos abrazar de una vez todas las virtudes; o aplicarnos a muchas juntamente, sino ejercitarnos primero en una y después en otra, si queremos que el hábito virtuoso eche profundas raíces en el alma; porque con el ejercicio continuo de una sola virtud, la memoria, en cualquiera ocasión, recurre a ella con mayor prontitud; el entendimiento busca con mayor industria y delicadeza nuevos motivos para adquirirla, y la voluntad se inclina con mayor actividad y eficacia a conseguirla, lo cual no sucedería si estas tres potencias se hallasen ocupadas a un mismo tiempo en el ejercicio de muchas virtudes.
Además de esto, los actos en orden a una sola virtud, por la conformidad y semejanza que tienen entre sí, vienen a ser con este uniforme ejercicio menos difíciles y laboriosos; porque el uno llama y ayuda al otro, su semejante, y con esta semejanza y conformidad hacen mayor impresión en nosotros, hallando el corazón ya preparado y dispuesto para recibir los que de nuevo se producen.
Estas razones no podrán dejar de parecer eficaces y convincentes, si consideras que el que se ejercita bien en una virtud, aprende insensiblemente a ejercitarse en todas las demás; y que una virtud no puede perfeccionarse sin que al mismo tiempo se perfeccionen las otras, por la inseparable unión que todas tienen entre sí, como rayos que proceden de una misma divina luz.
Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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