Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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3.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (50)



4. Ni más ni menos, todo lo que la imaginación puede imaginar y el entendimiento recibir y entender en esta vida, no es ni puede ser un medio para aproximarse a la unión de Dios. Porque, si hablamos naturalmente, como quiera que el entendimiento no puede entender cosa si no es lo que cabe y está debajo de las formas y fantasías de los elementos que por los sentidos corporales se reciben, los cuales elementos, como hemos dicho, no pueden servir de medio, no se puede aprovechar de la inteligencia natural. Pues, si hablamos de la sobrenatural, según se puede en esta vida, de potencia ordinaria no tiene el entendimiento disposición ni capacidad en la cárcel del cuerpo para recibir inspiraciones claras y precisas de Dios, porque esa noticia no es de este estado puesto que, de recibirlas o ha de morir, o no la ha de recibir.
De donde se entiendo cómo, pidiendo Moises a Dios esa visión clara, le respondió que no le podía ver, diciendo: "No me verá hombre que pueda quedar vivo" (Ex. 33, 20); por lo cual san Juan (1, 18) dice: "A Dios ninguno jamás le vio, ni cosa que le parezca". Que, por eso, san Pablo (1 Cor. 2, 9) con Isaías (64, 4) dice: "Ni ojo lo vio, ni oído oyó, ni cayó en corazón de hombre". Y esta es la causa por la que Moises en la zarza, como se dice en los Hechos de los Apóstoles (7, 32), no se atrevió a considerar, estando Dios presente, porque conocía que no había de poder considerar su entendimiento de Dios como convenía, conforme a lo que de Dios sentía. Y de Elías nuestro padre se dice (3 Re. 19, 13) que en el monte se cubrió el rostro en la presencia de Dios, que significa cegar el entendimiento, lo cual hizo allí sin atreverse a ver con su natural y mortal parecer una cosa tan alta, viendo claro que todo aquello que considerara y entendiera de forma personal era muy distante y disímil a Dios.

5. Por tanto, ninguna noticia, conocimiento ni aprehensión sobrenatural en este mortal estado le puede servir de medio próximo para la alta unión de amor con Dios, ya que todo lo que puede entender el entendimiento, y gustar la voluntad, y fabricar la imaginación, es muy disímil, alejado y desproporcionado, como hechos dicho, a lo que en realidad es Dios. Todo esto lo dio a entender Isaías (40, 18­19) admirablemente en aquella tan notable autoridad, diciendo: "¿Qué cosa habeis podido hacer semejante a Dios? ¿O qué imagen le hareis que se le parezca? ¿Por ventura podrá fabricar alguna escultura el oficial de hierro? ¿O el que labra el oro podrá fingirle con el oro, o el platero con lañas de plata?". El término "el oficial del hierro" es símil del entendimiento, el cual tiene por oficio formar las inteligencias y desnudarlas del hierro de las especies y fantasías. Por "el oficial del oro" se entiende la voluntad, la cual tiene habilidad de recibir figura y forma de deleite, causado del oro del amor. Por "el platero", que dice que no le figurará con las lañas de plata, se entiende la memoria con la imaginación, lo cual bien propiamente se puede decir que sus noticias y las imaginaciones que puede fingir y fabricar son como lañas de plata. Y así, es como si dijera: "ni el entendimiento con sus inteligencias podrá entender cosa semejante a Él, ni la voluntad podrá gustar deleite y suavidad que se parezca a la que es Dios, ni la memoria podrá colocar en la imaginación noticias e imágenes que le representen". Luego, claro está que al entendimiento ninguno de estos conocimientos le pueden inmediatamente encaminar a Dios y que, para llegar a Él, antes ha de ir no entendiendo que queriendo entender, y antes cegándose y poniéndose en tiniebla que abriendo los ojos, para así poder llegar a acercarse más al divino rayo.

6. Y de aquí es que a la contemplación por la cual el entendimiento tiene más alta noticia de Dios llaman teología mística, que quiere decir secreta sabiduría de Dios, porque es secreta al mismo entendimiento que la recibe y por eso la llama san Dionisio rayo de tiniebla. De la cual dice el profeta Baruc (3, 23): "No hay quien sepa el camino de ella ni quien pueda pensar las sendas de ella". Por lo tanto claro está que el entendimiento se ha de cegar a todas las sendas para poder alcanzar el unirse con Dios. Aristóteles dice que de la misma manera que los ojos del murcielago se ciegan con el sol, el cual totalmente le hace tinieblas, así nuestro entendimiento se a de cegar a lo que es más luz en Dios, que totalmente nos es tiniebla para nosotros. Y dice más, que cuanto las cosas de Dios son en sí más altas y más claras, son para nosotros más ignotas y oscuras. Lo cual también afirma el Apóstol (1 Cor. 3, 19), diciendo: "Lo que es alto de Dios, es de los hombres menos sabido".

7. Y no acabaríamos en este punto de traer autoridades y muestras para probar y manifestar cómo no hay escalera de entre todas las cosas creadas que con el entendimiento y desde el entendimiento puedan llegar a este alto Señor, antes es necesario saber que, si el entendimiento se quisiera aprovechar de todas estas cosas, o de algunas de ellas, por medio auxiliar para la tal unión, no sólo le serían impedimento sino que además encima le serían ocasión de numerosos errores y engaños en la subida de este monte.


18.10.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (34)




8. Lo que está dicho, bien ejercitado, basta de sobra para entrar en la noche sensitiva. Pero, para mayor abundancia, diremos otra forma de ejercicio que enseña a mortificar la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, que son las cosas que dice san Juan (1 Jn. 2, 16) reinan en el mundo, de las cuales proceden todos los demás apetitos.

9. Lo primero, procurar obrar en su desprecio y desear que todos lo hagan (y esto es contra la concupiscencia de la carne).
Lo segundo, procurar hablar en su desprecio y desear que todos lo hagan (y esto es contra la concupiscencia de los ojos).
Lo tercero, procurar pensar bajamente de sí en su desprecio y desear que todos lo hagan (tambien contra sí, y esto es contra la soberbia de la vida).

10. En conclusión de estos avisos y reglas conviene poner aquí aquellos versos que se escriben en la Subida del Monte, que es la figura que está al principio de este libro, los cuales son doctrina para subir a ese monte, que es lo elevado de la unión. Porque, aunque es verdad que allí habla de lo espiritual e interior, tambien trata del espíritu de imperfección según lo sensual y exterior, como se puede ver en los dos caminos que están en los lados de la senda de perfección. Y así, según ese sentido los entenderemos aquí, o sea, según lo sensual. Dichos caminos después, en la segunda parte de esta noche, se han de entender según lo espiritual.

11. Dice así:

Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada.

Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.

Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.

Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada.

Para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas.

Para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes.

Para venir a lo que no posees,
has de ir por donde no posees.

Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.


12. MODO PARA NO IMPEDIR AL TODO

Cuando reparas en algo,
dejas de arrojarte al todo.

Porque para venir del todo al todo
has de negarte del todo en todo.

Y cuando lo vengas del todo a tener,
has de tenerlo sin nada querer.

Porque, si quieres tener algo en todo,
no tienes puro en Dios tu tesoro.

13. En esta desnudez halla el espiritual su quietud y descanso, porque, no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad. Y es que, cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga.


17.9.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (3)



B. Los caminos o las sendas en dirección o en posición vertical, que separan los anteriores avisos, se suceden de la siguiente forma de izquierda a derecha con las siguientes expresiones:

Camino con espíritu de imperfección hacia cielo: gloria, gozo, saber, consuelo, descanso.

Senda del Monte Carmelo con un espíritu de perfección: nada, nada, nada, nada, nada, nada, y aún en el monte, nada.

Camino del espíritu de imperfección con apego al suelo: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso.

3.2.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (141)



CAPÍTULO 37.
Se explica cómo se debe encauzar el gozo de la voluntad hacia Dios mediante el objeto de las imágenes, de manera que no yerre (ni se impida el ir hacia Dios por ellas).


1. Así como las imágenes son de gran provecho para acordarse de Dios y de los santos y mover la voluntad a devoción usando de ellas (por la vía ordinaria) como conviene, así tambien serán para errar mucho si, cuando acontecen hechos sobrenaturales acerca de ellas, no supiese el alma disponerse como conviene para ir a Dios. Porque uno de los medios con los que el demonio coge a las almas incautas con facilidad y las impide el camino de la verdad del espíritu es precisamente por cosas sobrenaturales y extraordinarias, de lo que hace muestra por las imágenes, ahora en las materiales y corpóreas que usa la Iglesia, ahora en las que él suele fijar en la fantasía debajo de tal o tal santo o imagen suya, transfigurándose en ángel de luz para engañar (2 Cor. 11, 14). Porque el astuto demonio, en esos mismos medios que tenemos para remediarnos y ayudarnos, se procura disimular para cogernos más incautos y desprevenidos, por lo cual el alma buena siempre en lo bueno se ha de recelar más y mantener más cuidado, ya que lo malo ya trae consigo el testimonio de sí.

2. Por tanto, para evitar todos los daños que al alma pueden tocar en este caso, que son: o ser impedida de volar a Dios, o usar con bajo estilo e ignorantemente de las imágenes, o ser engañado natural o sobrenaturalmente por ellas (las cuales cosas son las que arriba hemos ya tratado) y también para purificar el gozo de la voluntad en ellas y enderezar por ellas el alma a Dios, que es el intento que en el uso de ellas tiene la Iglesia, sola una advertencia quiero poner que bastará para todo y es que, pues las imágenes nos sirven para motivo e inspiración de las cosas invisibles, que en ellas solamente procuremos el motivo y afección y gozo de la voluntad en lo vivo que representan (nota del corrector: es decir, en su representación).
Con lo cual tenga el alma fiel este cuidado: que en viendo la imagen no quiera embeber el sentido en ella, ahora sea corporal la imagen, ahora imaginaria; ahora de hermosa estética, ahora de rico atavío; ahora le haga devoción sensitiva, ahora espiritual; o incluso le haga muestras sobrenaturales. No haciendo caso de nada de estos accidentes, no repare más en ella, sino luego levante de ahí la mente a lo que representa, poniendo el fruto y gozo de la voluntad en Dios con la oración y devoción de su espíritu, o en el santo que invoca, con el fin de que lo que debe ser provecho para lo vivo y para el espíritu, no se lo acabe llevando lo pintado y el sentido (es decir, lo material). De esta manera no será engañado, porque no hará caso de lo que la imagen le dijere, ni ocupará el sentido ni el espíritu en ello impidiéndole que vaya libremente a Dios, ni pondrá más confianza en una imagen que en otra. Y la que sobrenaturalmente le diese devoción, de esta forma se la dará más copiosamente, puesto que le hace ir a Dios con el afecto (y así obtendrá más gozo en Dios). Porque Dios, siempre que hace esas y otras dádivas, las hace inclinando el afecto del gozo de nuestra voluntad a lo invisible, y así quiere que lo hagamos, aniquilando la fuerza y néctar de los sentidos y potencias respecto de todas las cosas que sean visibles y sensibles.


6.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (83)



CAPÍTULO 24.
Se explican los dos tipos de visiones espirituales por vía sobrenatural.


1. Hablando ahora propiamente de las que son visiones espirituales sin intervención de algún sentido corporal, digo que dos maneras de visiones pueden caer en el entendimiento: unas son de sustancias corpóreas, otras de sustancias separadas o incorpóreas.
Las corpóreas se refiere a todas las cosas materiales que hay en el cielo y en la tierra, las cuales puede ver el alma aun estando en el cuerpo, mediante cierta luz sobrenatural derivada de Dios, en la cual puede ver todas las cosas ausentes, del cielo y de la tierra, según leemos haber visto san Juan en el capítulo 21 del Apocalipsis, donde cuenta la descripción y excelencia de la celestial Jerusalen, que vio en el cielo; y cual también se lee de san Benito, que en una visión espiritual vio todo el mundo. La cual visión dice santo Tomás en el primero de sus Quodlibetos que fue mediante la iluminación celestial que hemos mencionado.

2. Las otras visiones, que son de sustancias incorpóreas, no se pueden ver mediante esta luz derivada que decíamos, sino con otra iluminación más alta que se llama "luz de gloria". Y así, estas visiones de sustancias incorpóreas, como son ángeles y almas, no son de esta vida ni se pueden ver en cuerpo mortal porque, si Dios las quisiese comunicar al alma esencialmente, como ellas son, luego saldría de las carnes y se desataría de la vida mortal. Que por eso dijo Dios a Moises (Ex. 33, 20) cuando le rogó le mostrase su esencia: "No me verá hombre que pueda quedar vivo". Por lo cual, cuando los hijos de Israel pensaban que habían de ver a Dios, o que le habían visto, o algún ángel, temían morir, según se lee en el Exodo (20, 19) donde, temiendo esas consecuencias dijeron: "No se nos comunique Dios manifiestamente, no sea que muramos". Y también en los Jueces (13, 22), pensando Manue, padre de Sansón, que había visto esencialmente el ángel que hablaba con él y con su mujer, el cual se les había aparecido en forma de varón muy hermoso, dijo a su mujer: "Morte moriemur, quia vidimus Dominum", que quiere decir: "Moriremos, porque hemos visto al Señor". Nota del corrector: se dice "Señor" porque el mismo ángel representa al Señor.

3. Y así estas visiones no son de esta vida, si no fuese alguna vez de pasada y aún y esto dispensando Dios o salvando la condición y vida natural, abstrayendo totalmente al espíritu de ella, y que con su favor se suplan las fuerzas naturales del alma acerca del cuerpo. Que por eso, cuando se piensa que las vio san Pablo (es a saber: las presencias separadas en el tercer cielo), dice el mismo santo: "Sive in corpore, sive extra corpus nescio; Dominus scit" (2 Cor. 12, 2); esto es: que fue arrebatado a ellas, y lo que vio dice que no sabe si era en el cuerpo o fuera del cuerpo, que eso Dios lo sabe. En lo cual se ve claro que se traspuso de la vía natural, haciéndolo Dios posible. De esto se desprende también que cuando se cree haberle mostrado Dios su esencia a Moises, se lee (Ex. 33, 22) que le dijo Dios que Él le pondría en el hueco de la piedra y le ampararía cubriéndole con la diestra, y protegiéndole de tal manera que no muriese cuando pasase su gloria, lo cual es mostrarse de pasada y fugazmente, amparando Él con su diestra la vida corporal de Moises.
Mas estas visiones tan sustanciales, como la de san Pablo y Moises y nuestro padre Elías cuando cubrió su rostro al susurro suave de Dios (3 Re. 19, 11­13), aunque son por vía de paso, rarísimas veces acontecen, es algo que casi nunca ocurre y a muy pocos, porque lo hace Dios en aquellos que son muy fuertes del espíritu de la Iglesia y ley de Dios, como fueron las tres personas arriba mencionadas

4. Pero, aunque estas visiones de sustancias espirituales no se pueden desnudar y claramente ver en esta vida con el entendimiento, se pueden sin embargo sentir en la sustancia del alma con suavísimos toques y contactos, lo cual pertenece a los sentimientos espirituales, de que con el divino favor trataremos después. Porque a estos se endereza y encamina nuestra pluma, que es al contacto y a la divina unión del alma con la Sustancia divina, lo cual ha de ser cuando tratemos de la inteligencia mística y confusa u oscura que queda por decir, donde hemos de tratar cómo, mediante esta experiencia amorosa y oscura, se junta Dios con el alma en alto y divino grado. Porque, en alguna manera, esta experiencia oscura amorosa, que es la fe, sirve en esta vida para la divina unión como la lumbre de gloria sirve en la otra de medio para la clara visión de Dios.

5. Por tanto, tratemos ahora de las visiones de corpóreas sustancias que espiritualmente se reciben en el alma, las cuales son a modo de las visiones corporales. Porque, así como ven los ojos las cosas corporales mediante la luz natural, así el alma con el entendimiento, mediante la iluminación derivada sobrenaturalmente, que hemos explicado, ve interiormente esas mismas cosas naturales y otras, cuales Dios quiere, habiendo diferencia en el modo y en la manera. Porque las espirituales e intelectuales mucho más clara y sutilmente acontecen que las corporales porque, cuando Dios quiere hacer esa gracia al alma, le comunica aquella luz sobrenatural que decimos, en que fácilmente y clarísimamente ve las cosas que Dios quiere, ahora del cielo, ahora de la tierra, no haciendo impedimento, ni al caso ausencia ni presencia de ellas. Y es, a veces, como si se le abriese una clarísima puerta y por ella surgiese una luz a manera de un relámpago, cuando en una noche oscura súbitamente esclarece el paisaje y lo hace ver clara y fulgurantemente, y luego lo deja a oscuras, aunque las formas y figuras que se han mostrado se quedan en la fantasía y en la mente. Lo cual en el alma ocurre mucho más y más perfectamente, porque de tal manera se quedan en ella impresas aquellas cosas que con el espíritu vio en aquella luz que, cada vez que las advierte y las rememora, las ve en sí como las vio antes, tal como en el espejo se ven las formas que están reflejadas en él cada vez que se mire. Y es de manera que ya aquellas formas de las cosas que vio nunca jamás se le quitan del todo del alma, aunque a medida que transcurra el tiempo sí se vayan haciendo algo remotas.


23.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (70)



CAPÍTULO 19.
Se explica y demuestra cómo, aunque las visiones y locuciones que vienen de parte de Dios son verdaderas, nos podemos engañar acerca de ellas, y se da muestras con voces autorizadas de la Escritura divina.


1. Por dos cosas dijimos que, aunque las visiones y locuciones de Dios son verdaderas y siempre en sí ciertas, no lo son siempre para con nosotros. La una es por nuestra defectuosa manera de entenderlas, y la otra, porque las causas de ellas a veces son variables. Estas dos cosas probaremos con algunas autoridades divinas.
Cuanto a lo primero, está claro que no son siempre ni acontecen como suenan a nuestra manera de entender. La causa de esto es porque, como Dios es inmenso y profundo, suele llevar en sus profecías, locuciones y revelaciones, otras vías, conceptos e inteligencias muy diferentes de aquel propósito y modo a que comúnmente se pueden entender de nosotros, siendo ellas tanto más verdaderas y ciertas cuanto a nosotros nos parece que no. Lo cual a cada paso vemos en la Sagrada Escritura, donde a muchos de los antiguos no les salían muchas profecías y locuciones de Dios como ellos esperaban, por entenderlas ellos a su modo, de otra manera, muy a la letra. Lo cual se verá claro con varios ejemplos.

2. En el Genesis (15, 7) dijo Dios a Abraham, habiendole traído a la tierra de los cananeos: "Esta tierra te dare a ti". Y como se lo dijese muchas veces y Abraham fuese ya muy viejo y nunca se la daba, diciendoselo Dios otra vez, respondió Abraham y dijo (Gn. 15, 8): "Señor, ¿de dónde o por qué señal podré saber que la poseeré?". Entonces le reveló Dios que no en su persona, sino sus hijos, después de cuatrocientos años, la habían de poseer. De donde acabó Abraham de entender la promesa, la cual era en sí verdaderísima porque, dándola Dios a sus hijos por amor de él, era dársela a él. Y así, Abraham estaba equivocado en cuanto a la manera de entender. Y si entonces obrara según él entendía la profecía, habría podido errar mucho, pues no era de aquel tiempo y los que le vieran morir sin dársela, habiendole oído decir que Dios se la había de dar, quedarían confusos y creyendo haber sido falso.

3. También a su nieto Jacob, al tiempo que José, su hijo, le llevó a Egipto a causa del hambre en Canaán, estando en el camino, le apareció Dios y le dijo (Gn. 46, 3­4): "Jacob, no temas, desciende a Egipto, que yo descenderé allí contigo, y cuando de ahí volvieres a salir, yo te sacaré, guiándote". Lo cual no fue como a nuestra manera de entender suena, porque sabemos que el santo viejo Jacob murió en Egipto, y no volvió a salir vivo de aquella tierra. Y era que se había de cumplir en sus hijos, a los cuales sacó de allí después de muchos años, siendoles el mismo Dios el guía durante su camino. Donde se ve claro que cualquiera que supiera esta promesa de Dios a Jacob pudiera tener por cierto que Jacob, así como había entrado vivo y en persona en Egipto por el orden y favor de Dios, así sin falta, vivo y en persona había de volver a salir de la misma forma y manera, pues le había Dios prometido la salida y el favor en ella, y entonces quien así pensase se engañaría y se sorprendería al verle morir en Egipto y que no se cumplía la promesa como se esperaba. Y así, siendo el dicho de Dios verdaderísimo en sí, acerca de él se pudieran engañar mucho.

4. En los Jueces (20, 11 ss.) también leemos que, habiendose juntado todas las tribus de Israel para pelear contra la tribu de Benjamín para castigar cierta maldad que entre ellos se había consentido, por razón de haberles Dios señalado capitán para la guerra, fueron ellos tan asegurados de la victoria que, saliendo vencidos y muertos de los suyos veintidós mil, quedaron muy sorprendidos y puestos delante de Dios llorando todo aquel día, no sabiendo la causa de la caída, habiendo ellos entendido la victoria por suya. Y como preguntasen a Dios si debieran volver a pelear o no, les respondió que fuesen y peleasen contra ellos. Los cuales, teniendo ya esta vez por suya la victoria, salieron con gran atrevimiento, y acabaron vencidos también esta segunda vez y con pérdida de diez y ocho mil de su parte. De donde quedaron confusísimos, no sabiendo qué hacerse viendo que, mandándoles Dios pelear, siempre salían vencidos, incluso excediendo ellos a los contrarios en número y fortaleza, porque los de Benjamín no eran más de veinticinco mil y setecientos, y ellos eran cuatrocientos mil. Y de esta manera se engañaban ellos en su manera de entender, porque el dicho de Dios no era engañoso, ya que Él no les había dicho que vencerían, sino que peleasen, puesto que en estas caídas les quiso Dios castigar cierto descuido y presunción que tuvieron, y con ellas humillarlos así. Mas cuando a la postre les respondió que vencerían, así fue, aunque vencieron con harto ardid y trabajo.


30.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (137)



CAPÍTULO 33.
Se empieza a explicar acerca del sexto género de bienes en los que puede la voluntad gozarse, mostrando los que son y haciendo una primera diferenciación de los mismos.


1. Pues el intento que llevamos en esta nuestra obra es encaminar el espíritu por los bienes espirituales hasta la divina unión del alma con Dios, ahora que en este sexto género hemos de tratar de los bienes espirituales, que son los que más sirven para este negocio, convendrá que, así el lector como yo, pongamos aquí con particular consideración nuestra atención. Porque es cosa tan cierta y ordinaria, por el poco saber de algunos, servirse de las cosas espirituales sólo para el sentido, dejando al espíritu vacío, que apenas habrá a quien el fruto sensual no estropee buena parte del espiritual, bebiéndose el néctar antes que llegue al espíritu, dejándole seco y vacío.

2. Entrando, pues, al propósito, digo que por bienes espirituales entiendo todos aquellos que mueven y ayudan para las cosas divinas y el trato del alma con Dios, incluyendo también las comunicaciones de Dios con el alma.

3. Comenzando, pues, a hacer división por los géneros superiores, digo que los bienes espirituales son en dos maneras: unos, sabrosos, y otros penosos. Y cada uno de estos géneros es también de dos maneras: porque los sabrosos, unos son de cosas claras que sobradamente se entienden, y otros de cosas que no se entienden de forma clara ni específicamente. Los bienes espirituales de tipo más penoso también algunos son de cosas claras y diferenciadoras, y otros de cosas confusas y oscuras.

4. A todos estos bienes podemos también diferenciarlos según las potencias del alma porque unos, por cuanto son inteligencias, pertenecen al entendimiento; otros, por cuanto son afecciones pertenecen a la voluntad, y otros, por cuanto son imaginarios, pertenecen a la memoria.

5. Dejemos, pues, para más adelante tratar sobre los bienes penosos, porque pertenecen a la noche pasiva, donde hemos de hablar de ellos, y también los sabrosos que decimos ser de cosas confusas y no específicas para tratar sobre ellos a la postre, por cuanto pertenecen a la comunicación general, confusa, amorosa, en que se realiza la unión del alma con Dios (lo cual dejamos abierto en el libro segundo, difiriendolo para tratar más adelante), trataremos aquí ahora de aquellos bienes sabrosos que son de cosas claras y específicas.


22.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (99)



LIBRO TERCERO


RESUMEN

En esta sección se tratará sobre la purgación de la noche activa en cuanto a la memoria y la voluntad. También se dará doctrina y conocimiento acerca de cómo se ha de encontrar el alma respecto a las aprehensiones de estas dos potencias para venir a unirse con Dios, según las mencionadas dos potencias, en perfecta esperanza y caridad.


CAPÍTULO 1

1. Instruida ya la primera potencia del alma, que es el entendimiento, por todas sus aprehensiones en la primera virtud teológica, que es la fe, para que según esta potencia se pueda unir el alma con Dios por medio de pureza de fe, resta ahora hacer lo mismo acerca de las otras dos potencias del alma, que son memoria y voluntad, purificándolas también acerca de sus aprehensiones, para que, según estas dos potencias, el alma se venga a unir con Dios en perfecta esperanza y caridad, lo cual se hará brevemente en este tercer libro. Porque habiendo concluido con el entendimiento, que es el receptáculo de todos los demás objetos en su manera, en lo cual está andado mucho camino para lo demás, no es necesario alargarnos tanto acerca de estas potencias, ya que no es posible que, si el espiritual instruyere bien al entendimiento en fe según la doctrina que se le ha dado, no instruya también de paso a las otras dos potencias en las otras dos virtudes, pues las operaciones de las unas dependen de las otras.

2. Pero porque, para cumplir con el estilo que se lleva y también para que mejor se pueda entender es necesario hablar en la propia y determinada materia, abordaremos aquí las propias aprehensiones de cada potencia, y primero de las de la memoria, haciendo de ellas aquí la distinción que basta para nuestro propósito. La cual podremos sacar de la distinción de sus objetos que son tres: naturales, imaginarios y espirituales, según los cuales tambien son en tres maneras las noticias de la memoria, dichas noticias o influencias son naturales y sobrenaturales, e imaginarias espirituales.

3. De las cuales, mediante el favor divino, iremos aquí tratando comenzando con las noticias naturales, que son de objeto más exterior. Y luego se tratará de las aficiones de la voluntad, con que se concluirá este libro tercero de la noche activa espiritual.


25.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (189)



9. Pero es aquí de notar cómo el alma a pesar de estar sintiéndose tan miserable y tan indigna de Dios tiene -en medio de estas tinieblas purgativas- tan osada y atrevida fuerza para ir a juntarse con Dios. La causa es que, como ya el amor le va dando fuerza con las cuales le ame de veras, y la propiedad del amor es quererse unir y juntar e igualar y asimilar a la cosa amada para perfeccionarse en el bien de su amor, se produce el que, aún no estando esta alma perfeccionada en amor por no haber llegado a la unión, la hambre y sed que tiene de lo que le falta -que es la unión con su ser amado- y las fuerzas que ya el amor ha puesto en la voluntad con que le ha hecho apasionada, la hagan ser osada y atrevida según la voluntad inflamada, aunque según el entendimiento (por estar a oscuras y no ilustrado) se siente indigno y se conoce miserable.

10. No quiero dejar aquí de decir la causa por la que, pues esta luz divina es siempre luz para el alma no la da, tras impactar en ella, la suficiente claridad como lo hace después, antes en su lugar le causa las tinieblas y trabajos que hemos mencionado. A este respecto algo estaba ya dicho antes de esto [se encuentra la explicación del contraste, no en la luz misma, sino en la indisposición del sujeto hasta que está debidamente purgado de sus miserias y limitaciones o indisposiciones naturales. A este propósito el Santo aplica las imágenes del rayo del sol y la vidriera, del fuego y el madero], pero a este particular podemos responder que las tinieblas y los demás males que el alma siente cuando esta divina luz embiste no son tinieblas ni males de esa luz, sino de la misma alma, y la luz le alumbra para poder mostrárselas. Al hacerlo desde luego le da claridad esta divina luz, pero con ella el alma no puede ver primero sino lo que tiene más cerca de sí o, por decirlo mejor, en sí, que son sus tinieblas o miserias, las cuales ve ya por la misericordia de Dios, y sin embargo antes no las veía porque no incidía en ella esta luz sobrenatural. Y ésta es la causa por la que al principio no siente sino tinieblas y males mas, después de purgada con el conocimiento y sentimiento de esos males, tendrá ojos para que esta luz la muestre los bienes de la luz divina. Una vez expelidas ya todas estas tinieblas e impresiones del alma, ya parece que van pareciendo los grandes provechos y bienes que va consiguiendo el alma en esta dichosa noche de contemplación.

11. Pues por lo dicho queda entendido cómo Dios hace favores al alma al limpiarla y curarla con esta fuerte lejía y amarga purga, según la parte sensitiva y la espiritual, de todas las afecciones y hábitos imperfectos que en sí tenía acerca de lo temporal y de lo natural, sensitivo, especulativo y espiritual, oscureciéndole las potencias interiores y vaciándoselas respecto de todo ello, y apretándole y enjugándole las afecciones sensitivas y espirituales, debilitándole también y reduciéndole las fuerzas naturales del alma acerca de todo ello (lo cual nunca el alma por sí misma podría conseguir, como luego diremos) [por eso mismo se llama La noche pasiva, ya que es tal porque no puede realizarse sin la intervención directa de Dios]. De esta forma la va haciendo Dios desfallecer a todo lo que no es el mismo Dios naturalmente, para irla vistiendo de nuevo, desnuda y desollada ya ella de su antiguo pellejo. Y así, se le renueva, como al águila, su juventud (Sal. 102,5), quedando vestida del nuevo hombre, que es criado, como dice el Apóstol (Ef. 4, 24), según Dios. Lo cual no es otra cosa sino alumbrarle el entendimiento con la lumbre sobrenatural, de manera que de entendimiento humano se haga divino unido con el divino y, ni más ni menos, inflamarle la voluntad de amor divino, de manera que ya no sea voluntad menos que divina, no amando menos que divinamente, hecha y unida en uno con la divina voluntad y amor, así también no menos con la memoria, y también todas las afecciones y apetitos, mudados y vueltos según Dios divinamente. Y de esta forma esta alma será ya alma del cielo, celestial, y más divina que humana.

Todo lo cual, según se ha ido viendo por lo que hemos explicado, va Dios haciendo y obrando en ella por medio de esta noche, ilustrándola e inflamándola divinamente con ansias de sólo Dios, y no de otra cosa alguna. Por todo eso muy justa y razonablemente añade luego el alma el tercer verso de la poesía, que dice así:


¡oh dichosa ventura!


CAPÍTULO 14
Se exponen y explican los tres versos últimos de la primera poesía.


1. Esta "dichosa ventura" es debido a lo que dice luego en los siguientes versos, argumentando:


salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada


Tomando la metáfora del que, para hacer mejor su actividad sale de su vivienda de noche, a oscuras, sosegados ya los de la casa, con el fin de que ninguno le moleste [esta interpretación propia e inmediata de los versos apunta a una vinculación próxima entre la experiencia dolorosa de la huida de la Cárcel de Toledo y el símbolo espiritual de "la noche". Todo hace suponer que el arranque del símbolo poético procede del recuerdo personal de la fuga del Santo de la prisión de Toledo.].

Puesto que, como esta alma había de salir a hacer un hecho tan heroico y tan raro, que era unirse con su Amado divino afuera -porque el Amado no se halla sino únicamente afuera, en la soledad-, precisamente por eso la Esposa le deseaba hallar solo, diciendo (Ct. 8, 1): "¿Quién te me diese, hermano mío, que te hallase yo solo afuera y se comunicase contigo mi amor?". Le conviene a esta alma enamorada, para conseguir su fin deseado, hacerlo también así, que saliese de noche, adormecidos y sosegados todos los domésticos de su casa, esto es, las operaciones bajas y las pasiones y apetitos de su alma totalmente adormilados y apagados por medio de esta noche, que en este símil son la gente de casa que, si están despiertas, siempre estorban estos sus bienes para el alma, enemigas como son de que el alma salga libre hacia los mencionados bienes. Porque éstos son los domésticos que dice nuestro Salvador en el Evangelio (Mt.10, 36) que son los enemigos del hombre. Y así convenía que las operaciones de éstos con sus movimientos estén dormidos en esta noche, para que no impidan al alma los bienes sobrenaturales de la unión de amor de Dios, porque durante la viveza y operación de éstos no puede ocurrir tal cosa ya que toda su obra y movimiento natural antes estorba que ayuda a recibir los bienes espirituales de la unión de amor. Esto es así por cuanto queda corta toda habilidad y esfuerzo natural en comparación de los bienes sobrenaturales que Dios por sólo infusión suya pone en el alma pasiva y secretamente, en el silencio. Y por lo tanto es menester que se detengan todas las potencias y se encuentren en actitud pasivamente para recibirle, no entremetiendo allí su baja obra y vil inclinación.


25.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (72)



9. Y a tanto llegaba esta dificultad de entender los dichos de Dios como convenía, que hasta sus mismos discípulos que con Él habían andado estaban en dificultades de entenderlos correctamente, como por ejemplo aquellos dos discípulos que después de su muerte iban camino de Emaús tristes, desconfiados y diciendo (Lc. 24, 21): "Nosotros esperábamos que había de redimir a Israel", y entendiendo ellos también que había de ser la redención y señorío temporal. A los cuales, apareciendo Cristo nuestro Redentor, los reprendió como necios y pesados y rudos de corazón para creer las cosas que habían dicho los profetas (Lc. 24, 25) acerca de Él. Y aún al tiempo que se iba al cielo todavía estaban algunos en aquella rudeza, y le preguntaron (Act. 1, 6), diciendo:"Señor, haznos saber si has de restituir en este tiempo al Reino de Israel".
Hace decir el Espíritu Santo muchas cosas que llevan un sentido diferente del que entienden los hombres, como se echa de ver en lo que hizo decir a Caifás de Cristo: Que convenía que un hombre muriese para que no pereciese toda la gente (Jn. 11, 50). Lo cual no lo dijo de suyo, y aunque lo dijo lo entendió a un fin, y el Espíritu Santo a otro.

10. De donde se ve que, aunque los dichos y revelaciones sean de Dios, no nos podemos asegurar en ellos, pues nos podemos mucho y muy fácilmente engañar en nuestra manera de entenderlos. Porque ellos todos son abismo y profundidad de espíritu, y quererlos limitar a lo que de ellos entendemos y puede aprehender el sentido nuestro no es más que querer palpar el aire y palpar alguna mota que encuentra la mano en él, yéndose luego el aire y no quedando nada.

11. Por eso el maestro espiritual ha de procurar que el espíritu de su discípulo no se empeñe en querer hacer caso de todas las aprehensiones sobrenaturales, que no son más que unas motas de espíritu, con las cuales solamente se vendrá a quedar con ellas pero entonces sin espíritu ninguno. Es mucho mejor que, apartándole de todas visiones y locuciones, le insista en que aprenda a estar en libertad y tiniebla de fe, en cuyo estado se recibe la libertad de espíritu y abundancia y, por consiguiente, la sabiduría e inteligencia propia de los dichos de Dios.
Porque es imposible que el hombre, si no es espiritual, pueda juzgar de las cosas de Dios ni entenderlas razonablemente, y por lo tanto no es espiritual mientras las juzgue según el sentido. Y así, aunque ellas vienen debajo de la forma de aquel sentido, no las entiende. Lo cual dice bien san Pablo (1 Cor. 2, 14­15), cuando escribe: "El hombre animal no percibe las cosas que son del espíritu de Dios, porque son locura para él, y no puede entenderlas porque son ellas espirituales; pero el espiritual todas las cosas juzga". Por "hombre animal" se entiende aquí el que usa sólo del sentido; "espiritual" es el que no se ata ni guía por el sentido. De donde es temeridad atreverse a tratar con Dios y dar licencia para ello por vía de querer someter lo sobrenatural en el sentido material, literal y natural.

12. Y para que se vea mejor, insistamos aquí con algunos ejemplos. Pongamos por caso que está un santo muy afligido porque le persiguen sus enemigos, y que le responde Dios, diciendo: "Yo te librare de todos tus enemigos". Esta profecía puede ser verdaderísima y, con todo eso, venir a prevalecer sus enemigos y morir a sus manos. Y así, el que la entendiera temporalmente quedaría engañado, porque Dios pudo hablar de la verdadera y principal libertad y victoria, que es la salvación donde el alma está libre y victoriosa de todos sus enemigos, mucho más verdaderamente y altamente que si acá se librara de ellos. Y así, esta profecía era mucho más verdadera y más copiosa que la que el hombre pudiera entender, si la entendiera cuanto a esta vida. Porque Dios siempre habla en sus palabras con el sentido más principal y provechoso, y el hombre puede entender a su modo y a su propósito el menos principal y temporal y quedar entonces engañado. También lo vemos en aquella profecía que de Cristo dice David en el segundo salmo (v. 9), diciendo: "Regirás a todas las gentes con vara de hierro, y las desmenuzarás como a un vaso de barro". En la cual habla Dios según el principal y perfecto señorío, que es el eterno, el cual se cumplió con la venida, muerte y resurrección de nuestro Salvador, y no según el menos principal, que era el temporal, el cual en Cristo no se cumplió en toda su vida terrena.

13. Pongamos otro ejemplo. Está una alma con grandes deseos de ser mártir. Acontecerá por ejemplo que Dios le responda diciendo: "Tú serás mártir", y le dé con ello interiormente gran consuelo y confianza sobre que lo ha de ser. Y, con todo, podrá acontecer que no muera mártir, y será la promesa verdadera. Pues ¿cómo se cumplió de esa manera? Porque se habrá cumplido y podrá cumplir según lo principal y esencial de ella, que será dándole el amor y premio de mártir esencialmente, y así le da verdaderamente al alma lo que ella formalmente deseaba y lo que Él la prometió. Porque el deseo formal del alma era no aquella manera de muerte, sino hacer a Dios aquel servicio de mártir y ejercitar el amor por Él como mártir. Porque aquella manera de morir por sí sola no vale nada sin este amor, el cual amor y ejercicio y premio de mártir le da por otros medios muy perfectamente de manera que, aunque no muera como mártir, queda el alma muy satisfecha en que le dio lo que ella deseaba.
Porque tales deseos, cuando nacen de vivo amor, y otros semejantes, aunque no se les cumpla de la manera que humanamente se pintan y se entienden, se cumplen de otra y muy mejor manera, y con más a honra de Dios de la que el rogante sabría pedir. De donde dice David (Sal. 9, 17): "El Señor cumplió a los pobres su deseo". En los Proverbios (10, 24) dice la Sabiduría divina: "A los justos les ha de dar su deseo". De donde vemos pues que muchos santos desearon muchas cosas en particular por Dios y no se les cumplió en esta vida su deseo, así que es de fe que, siendo justo y verdadero su deseo, se les cumplió en la otra perfectamente. Lo cual, siendo así en verdad, también lo sería prometérselo Dios en esta vida diciendoles: "Vuestro deseo se cumplirá", y sin embargo no ser en la manera que ellos pensaban.

14. De esta y de otras maneras pueden ser las palabras y visiones de Dios verdaderas y ciertas, y nosotros engañarnos en ellas por no saberlas entender tan sublime y principalmente y a los propósitos y sentidos que Dios en ellas lleva. Y así, es lo más acertado y seguro hacer que las almas huyan con prudencia de las tales cosas sobrenaturales, acostumbrándolas, como hemos dicho, a la pureza de espíritu en fe oscura, que es el medio de la unión.


27.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (74)



5. Y aún estando ellos pendientes de estas causas, Dios solo tiene todo el conocimiento, el cual no siempre lo declara, sino dice el mensaje o hace la revelación y calla la condición algunas veces, como hizo a los ninivitas, que determinadamente les dijo que habían de ser destruidos pasados cuarenta días (Jon. 3, 4). Otras veces declara la condición, como hizo a Roboán, diciéndole (3 Re. 11, 38): "Si tú guardares mis mandamientos como mi siervo David, yo también seré contigo como con él, y te edificaré casa como a mi siervo David". Pero aunque lo aclare o aunque no, uno no debe asegurarse en su propia inteligencia, porque no se puede con ella abarcar ni comprehender las verdades ocultas de Dios que hay en sus dichos y multitud de sentidos. Él está sobre el cielo y habla en sentido de eternidad pero nosotros, ciegos sobre la tierra, no entendemos sino vías de carne y temporales. Que por eso entiendo que dijo el Sabio (Ecli. 5, 1): "Dios está sobre el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, no te alargues ni te arrojes en el hablar".

6. Y alguien dirá por ventura: "Pues si no lo hemos de entender ni entremeternos en ello, ¿por qué nos comunica Dios esas cosas?". Ya he dicho que cada cosa se entenderá en su tiempo y a su momento por orden del que lo habló, y entenderlo ha quien Él quisiere, y se verá que convino así, porque no hace Dios cosa sin causa y verdad. Pero téngase esto en cuenta y créase: que no hay que sacarle ni apresar el sentido en los dichos y cosas de Dios, ni determinarse a lo que a nosotros nos parece, sin errar mucho y venir a quedarse uno muy confuso.
Esto sabían muy bien los profetas, en cuyas manos andaba la palabra de Dios, a los cuales era grande trabajo la profecía acerca del pueblo. Porque como hemos ya dicho, mucho de esas palabras no las veían acontecer en la forma literal en que se les decía. Y era causa de que hiciesen mucha risa y mofa de los profetas, y tanto que vino a decir Jeremías (20, 7): "Cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: 'Violencia y destrucción'; porque la palabra de Dios me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de Él, ni hablaré más en su nombre". En lo cual, aunque el santo profeta decía con resignación y en figura del hombre flaco que no puede sufrir las vías y vueltas de Dios, da bien a entender en esto la diferencia del cumplimiento de los dichos divinos, según el común sentido que suenan, pues a los divinos profetas les tenían por unos burladores, y ellos sobre la profecía padecían tanto que el mismo Jeremías en otra parte (Lm. 3, 47) dijo: "Temor y lazo se nos ha hecho la profecía, y contradicción de espíritu".

7. Y la causa por la que Jonás huyó cuando le enviaba Dios a predicar la destrucción de Nínive fue esta, que conviene saber: el conocer la variedad de los dichos de Dios acerca del entender de los hombres y de las causas de los dichos. Y así, para que no hiciesen burla de él cuando no viesen cumplida su profecía, se fue huyendo para no profetizar; y en tal suerte estuvo esperando todos los cuarenta días fuera de la ciudad, a ver si se cumplía su profecía y, como no se cumplió, se afligió grandemente, tanto que dijo a Dios (Jon. 4, 2): "Te ruego, Señor, ¿por ventura no es esto lo que yo decía, estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré y me fui huyendo a Tarsis". Y se enojó tanto el santo que rogó a Dios que le quitase la vida.

8. ¿Por qué pues maravillarnos de que algunas cosas que Dios hable y revele a las almas no salgan así como ellas las entienden? Porque, dado el caso que Dios afirme al alma o la represente tal o tal cosa de bien o de mal para sí o para otra, si aquello va fundado en cierto afecto o servicio u ofensa que aquella alma o la otra entonces hacen a Dios, y de manera que, si perseveran en aquello, se cumplirá, no por eso puede acabar ocurriendo, puesto que no es cierto ese perseverar y pueden mudar en el uso de su albedrío. Por tanto, no hay que asegurarse en nuestra inteligencia, sino en fe.


20.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (184)



2. Se siente aquí el espíritu muy apasionado en amor porque esta inflamación espiritual hace pasión de amor que, por cuanto este amor es infuso, es más pasivo que activo, y así engendra en el alma pasión fuerte de amor. Va teniendo ya este amor algo de unión con Dios, y así participa en cierto grado de sus propiedades, las cuales son más acciones de Dios que de la misma alma y se adhieren en ella pasivamente. Dado que aquí el alma lo que hace es dar el consentimiento, de la misma manera que el calor y fuerza, y temple y pasión de amor o inflamación en que va ardiendo el alma, sólo el amor de Dios que se va uniendo con ella se le pega. El cual amor tanto más lugar y disposición halla con el alma para unirse y obrar en ella cuanto más encerrados, enajenados e inhabilitados le tiene todos los apetitos para abstraerse de gustar ni de cosa del cielo ni de la tierra.

3. Lo cual en esta oscura purgación, como ya queda dicho, ocurre en gran manera, pues tiene Dios tan desprendidos del alma los gustos y tan recogidos, que ella no puede gustar de cosa que ellos quieran. Todo lo cual hace Dios a fin de que, apartándolos y recogiéndolos todos para sí, tenga el alma más fortaleza y habilidad para recibir esta fuerte unión de amor de Dios, que por este medio purgativo le comienza ya a dar, en donde el alma ha de amar con gran pasión de todas las fuerzas y apetitos espirituales y sensitivos del alma, algo que no podría ser si esos apetitos se derramasen y diluyesen en gustar de otra cosa. Precisamente por eso, para poder David recibir la fortaleza del amor de esta unión de Dios, decía a Dios (Sal. 58, 10): "Mi fortaleza guardaré para ti", esto es, de toda la habilidad y apetitos y fuerzas de mis potencias, no queriendo emplear su operación ni gusto fuera de ti en otra cosa.

4. Según esto podríamos empezar ya a considerar cuánta y cuán fuerte puede llegar a ser esta inflamación de amor en el espíritu, donde Dios tiene recogidas todas las fuerzas, potencias y apetitos del alma, así espirituales como sensitivas, para que en toda esta armonía emplee sus fuerzas y virtud en este amor, y así venga a cumplir de veras con el primer precepto el cual, no desechando nada de los hermanos ni excluyendo cosa suya de este amor, dice (Dt. 6, 5): "Amarás a tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu mente, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas".

5. Recogidos aquí, pues, en esta inflamación de amor todos los apetitos y fuerzas del alma, estando ella herida y tocada respecto a todos ellos, y apasionada, ¿cuáles podremos entender que serán los movimientos y digresiones de todas estas fuerzas y apetitos, viéndose inflamadas y heridas de fuerte amor y sin la posesión y satisfacción completa de ese mismo amor, en oscuridad y duda? Sin duda se encontrarán entonces en un estado como padeciendo hambre, como los canes, que dice David (Sal. 58, 7, 15-16) rodearon la ciudad y, no terminando de estar hartos de este amor, quedaron ahullando y gimiendo. Porque el toque de este amor y fuego divino de tal manera seca al espíritu y le enciende tanto los apetitos por satisfacer su sed de este divino amor, que el alma da mil vueltas en sí y se ve de mil modos y maneras anhelando a Dios con la codicia y deseo del apetito. David da muy bien a entender esto en un salmo (62, 2), diciendo: "Mi alma tuvo sed de ti: ¡cuán de muchas maneras se ha mi carne a ti!", esto es, en deseos. Y otra traducción dice: "Mi alma tuvo sed de ti, mi alma se pierde o perece por ti".

6. Esta es la causa por la que dice el alma en el verso que "con ansias en amores inflamada" y no dice: "con ansias en amor inflamada", porque en todas las cosas y pensamientos que en sí revuelve y en todos los negocios y cosas que se le ofrecen ama de muchas maneras, y desea y padece en el deseo también a este modo en muchas maneras en todos los tiempos y lugares, no sosegándose en elementos, sintiendo esta ansia en la inflamada herida, según el profeta Job (7, 2-4) lo da a entender diciendo: "Así como el siervo desea la sombra y como el mercenario desea el fin de su obra, así tuve yo los meses vacíos y conté las noches prolijas y trabajosas para mí. Si me recostare a dormir, diré: ¿cuándo me levantaré? Y luego esperaré la tarde, y seré lleno de dolores hasta las tinieblas de la noche".

Se le hace a esta alma todo angosto, no cabe en sí, no cabe en el cielo ni en la tierra, y se llena de dolores hasta las tinieblas que aquí dice Job, hablando espiritualmente y a nuestro propósito: esperar y padecer sin consuelo de cierta esperanza de alguna luz y bien espiritual, como aquí lo padece el alma. De donde el ansia y pena de esta alma en esta inflamación de amor es mayor por cuanto es multiplicada por dos partes: por una, de parte de las tinieblas espirituales en las que se ve, que con sus dudas y recelos la afligen. Por otra parte, del amor de Dios que la inflama y estimula, que con su herida amorosa ya maravillosamente la atemoriza.

7. Estas dos maneras de padecer en semejante sazón da bien a entender Isaías (26, 9), diciendo: "Mi alma te deseó en la noche", esto es, en la miseria, siendo ésta una manera de padecer de parte de esta noche oscura. "Pero con mi espíritu" -dice- "en mis entrañas hasta la mañana velaré por ti", y ésta es la segunda manera de penar en deseo y ansia de parte del amor en las entrañas del espíritu, que son las afecciones espirituales.

Pero en medio de estas penas oscuras y amorosas siente el alma cierta compañía y fuerza en su interior, que la acompaña y refuerza tanto que, al terminarse este peso de apretada tiniebla, muchas veces se siente sola, vacía y débil. Y la causa es entonces que, como la fuerza y eficacia del alma era contactada y comunicada pasivamente del fuego tenebroso de amor que en ella embestía, de aquí se desprende que, cesando de embestir en ella este fuego, cesa la tiniebla y la fuerza y calor de amor en el alma.


2.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (110)



CAPÍTULO 10.
Se explica el tercer daño que puede sufrir el alma de parte del demonio, debido a las aprehensiones imaginarias de la memoria.


1. Por todo lo que queda dicho líneas arriba se deduce y entiende bien cuánto daño se le puede hacer al alma por vía de estas aprehensiones sobrenaturales de parte del demonio, pues no solamente puede representar en la memoria y fantasía muchas noticias y formas falsas que parezcan verdaderas y buenas, imprimiendolas en el espíritu y sentido con mucha eficacia y certificación por sugestión, de manera que le parezca al alma que no hay otra cosa; sino que además que llegue a creer que aquello es así como se le asienta (porque, como se transfigura en ángel de luz, al alma le parece luz), y también sobre las noticias verdaderas que son de parte de Dios puede tentarla de muchas maneras, moviendole los apetitos y afectos, ahora espirituales, ahora sensitivos, desordenadamente acerca de ellas. Porque si el alma gusta de las tales aprehensiones, le es muy fácil al demonio hacerle crecer los apetitos y afectos y caer en gula espiritual y otros daños.

2. Y para hacer todo esto con mejor eficacia le suele sugerir y poner gusto, sabor y deleite en el sentido acerca de las mismísimas cosas de Dios, para que el alma, enmelada y encandilada en aquel sabor, se vaya cegando con aquel gusto y poniendo los ojos más en el sabor que en el amor, a lo menos ya no tanto en el amor, y que haga más caso de la aprehensión que de la desnudez y vacío que hay en la fe y esperanza y amor de Dios, y de aquí vaya poco a poco engañándola y haciendola creer sus falsedades con gran felicidad.
Porque estando el alma ciega, ya la falsedad no le parece falsedad, y lo malo no le parece malo, etc.; porque le parecen las tinieblas luz, y la luz tinieblas, y de ahí viene a dar en mil disparates, así acerca de lo natural como de lo moral, como también de lo espiritual, acabando en que ya lo que era vino se le volvió vinagre. Todo lo cual le viene porque al principio no fue negando el gusto de aquellas cosas sobrenaturales del cual, como al principio es poco o no es tan malo, no se recata tanto el alma, y permite que ese agrado se quede y crezca, como el grano de mostaza, hasta convertirse en un árbol grande (Mt. 13, 32). Porque pequeño yerro, como dicen, en el principio, grande es en el fin.

3. Por tanto, para huir de este daño tan grande del demonio, conviene mucho al alma no querer gustar de las tales comunicaciones y elementos, porque certísimamente irá cegándose en el tal gusto y poco a poco tropezando y cayendo más y más. Y es que el gusto y deleite y sabor, sin que en ello en sí mismo ayude el demonio, por sus mismos efectos ciegan al alma. Y así lo dio a entender David (Sal. 139, 11) cuando dijo: "Ciertamente las tinieblas me encubrirán, aun la noche resplandecerá alrededor de mí" (nota del corrector: "Por ventura en mis deleites me cegarán las tinieblas, y tendré la noche por mi luz" en el original, es decir, "las tinieblas me cubrirán, y tendré a la noche creyendo que es luz").



27.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (104)



CAPÍTULO 4.
Se explica el segundo daño que le puede venir al alma de parte del demonio por vía de las aprehensiones naturales de la memoria.


1. El segundo daño impositivo que el alma puede sufrir por medio de las noticias de la memoria es de parte del demonio, el cual tiene gran mano en el alma por este medio. Porque puede añadir formas, noticias, argumentos y discursos, y por medio de ellos afectar el alma con soberbia, avaricia, ira, envidia, etc., y poner odio injusto, amor vano, y engañar de muchas maneras. Y aparte de esto, suele él dejar las cosas y asentarlas en la fantasía de manera que las que son falsas, parezcan verdaderas, y las verdaderas falsas. Y, finalmente, todos los demás engaños que hace el demonio y males al alma entran por las noticias, discurrir y discursos de la memoria, la cual si se oscurece en todas ellas y se aniquila en olvido cierra totalmente la puerta a este daño del demonio y se libra de todas estas cosas, lo cual es un gran bien. Porque el demonio no puede nada en el alma si no es mediante las operaciones de las potencias de ella, principalmente por medio de las noticias y comunicaciones que le llegan, porque de ellas dependen casi todas las demás operaciones de las demás potencias. Por lo tanto, si la memoria se aniquila en ellas, el demonio no puede nada, porque nada encuentra de donde asir, y sin nada a lo que agarrarse ni a lo que recurrir, nada puede.

2. Yo quisiera que los espirituales se dieran cuenta en centrarse en ver cuántos daños les hacen los demonios en las almas por medio de la memoria cuando se dan mucho a usar de ella, cuántas tristezas y aflicciones, y gozos malos y vanos los hacen tener, así acerca de lo que piensan en Dios como de las cosas del mundo, y cuántas impurezas les dejan arraigadas en el espíritu, haciendolos también distraer enormemente del sumo recogimiento, que consiste en poner toda el alma, según sus potencias y las facultades de cada uno, en solo el bien incomprehensible y quitarla de todas las cosas aprehensibles, porque no son bien incomprehensible. Lo cual, aunque no se siguiera tanto bien de este vacío como es ponerse en Dios, por sólo ser causa de librarse de muchas penas, aflicciones y tristezas, aparte de las imperfecciones y pecados de los cuales uno se libra, es ya de por sí un bien muy grande.

5.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (82)



CAPÍTULO 23.
Se comienza a tratar sobre de qué se trata las aprehensiones del entendimiento que son puramente por vía espiritual.


1. Aunque la doctrina que hemos dado acerca de las aprehensiones del entendimiento que son por vía del sentido, según lo que de ellas había de tratar, queda algo corta, no he querido alargarme más en esa doctrina; sin embargo para cumplir con el intento que yo aquí llevo, que es desanudar el entendimiento de ellas y encaminarle a la noche de la fe, antes entiendo me he alargado demasiado.
Por tanto, comenzaremos ahora a tratar de aquellas otras cuatro aprehensiones del entendimiento, que en el capítulo 10 dijimos ser puramente espirituales, que son visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos espirituales. A las cuales llamamos puramente espirituales porque al contrario de las corporales imaginarias, no se comunican al entendimiento por vía de los sentidos corporales, sino, sin intervención de algún medio de sentido corporal exterior o interior, se ofrecen al entendimiento clara y distintamente por vía sobrenatural pasivamente, que es sin poner el alma algún acto u obra de su parte, a lo menos activo.

2. Es, pues, de saber que hablando por encima y en general, todas estas cuatro aprehensiones se pueden llamar visiones del alma, porque al entender del alma llamamos también "ver" del alma. Y por cuanto todas estas aprehensiones son inteligibles al entendimiento, son llamadas visibles espiritualmente hablando. Y así, las inteligencias que de ellas se forman en el entendimiento se pueden llamar visiones intelectuales. Y es que todos los objetos de los demás sentidos, como son todo lo que se puede ver, y todo lo que se puede oír, y todo lo que se puede oler y gustar y tocar, son objeto del entendimiento, es ese mismo entendimiento quien las puede considerar y juzgar que son verdaderas o falsas. De esto se sigue que así como a los ojos corporales todo lo que es visible corporalmente les causa visión corporal, así a los ojos del alma espirituales, que es el entendimiento, todo lo que es inteligible le causa visión espiritual pues, como hemos dicho, el entenderlo es verlo. Y así, estas cuatro aprehensiones, hablando generalmente, las podemos llamar "visiones", lo cual no tienen los otros sentidos, porque un sentido no es capaz notar el objeto de otro sentido diferente.

3. Ya que estas aprehensiones se representan al alma al modo que a los demás sentidos ocurre que, hablando propia y específicamente, a todo lo que recibe el entendimiento a modo de ver (porque puede ver las cosas espiritualmente así como los ojos ven corporalmente) llamamos "visión"; y a lo que recibe como adquiriendo y entendiendo cosas nuevas, así como el oído oyendo cosas no oídas, llamamos "revelación"; y a lo que recibe a manera de oír, llamamos "locución"; y a lo que recibe a modo de los demás sentidos, como es la inteligencia de suave olor espiritual, y de sabor espiritual, y deleite espiritual que el alma puede gustar sobrenaturalmente, llamamos "sentimientos espirituales". De todo lo cual el espíritu saca inteligencia o visión espiritual, sin tener que experimentar alguna forma, imagen o figura de imaginación o fantasía natural, sino que inmediatamente estas cosas se comunican al alma por obra sobrenatural y por medio sobrenatural.

4. De este tipo de comunicaciones, como de las demás aprehensiones corporales imaginarias hicimos, nos conviene desprender aquí el entendimiento, encaminándole y enderezándole por ellas en la noche espiritual de fe a la divina y sustancial unión de Dios porque, si con ellas se enreda el alma se le impide el camino de la soledad y desnudez, que para esto se requiere, de todas las cosas. Puesto que habida cuenta que estas son más nobles aprehensiones y más provechosas y mucho más seguras que las corporales imaginarias (por cuanto son ya interiores, puramente espirituales y a ellas menos puede llegar el demonio, porque se comunican ellas al alma más pura y sutilmente sin obra alguna de ella ni de la imaginación, a lo menos activa) todavía no sólo se podría el entendimiento aprisionar para el dicho camino, sino que más aún, podría ser muy engañado por su poco recato.

5. Y aunque, en alguna manera, podríamos juntamente concluir con estas cuatro maneras de aprehensiones, dando el común consejo en ellas que en todas las demás vamos dando de que ni se pretendan ni se quieran, insistiremos todavía ya que ahondando en este tema se dará más luz en el mismo y se llegarán a conocer mejor, por lo cual es bueno tratar de cada una de ellas en particular. Y así, tocaremos las primeras que son visiones espirituales o intelectuales.


30.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (77)



10. Puede el demonio conocer esto, no sólo por su misma naturaleza, sino también de la experiencia que tiene de haber visto a Dios hacer cosas semejantes, y decirlo antes y acertar. También el santo Tobías conoció por la causa el castigo de la ciudad de Nínive, y así amonestó a su hijo diciendo (14, 12­13): "Mira, hijo, en la hora que yo y tu madre muriésemos, sal de esta tierra, porque ya no permanecerá". "Video enim quod iniquitas eius finem dabit", ("yo veo claro que su misma maldad ha de ser causa de su castigo, el cual será que se acabe y sea destruída"). Todo lo cual también el demonio y Tobías podían saber, no sólo en vista de la maldad de la ciudad, sino por experiencia, viendo que tenían los pecados por los que Dios destruyó el mundo en el diluvio, y los pecados de los sodomitas, que también perecieron por fuego; aunque Tobías también lo conoció por espíritu divino.

11. Y puede conocer el demonio que una persona naturalmente no puede vivir más de tantos años y decirlo antes. Y así otras muchas cosas y de muchas maneras que no se pueden abarcar de decir, ni aún esbozar muchas de ellas, por ser intrincadísimas y sutilísimo este ser en ingerir mentiras. Del cual no se pueden los espirituales librar si no es huyendo de todas revelaciones y visiones y locuciones sobrenaturales.
Por lo tanto justamente se enoja Dios con quien las admite, porque ve es temeridad de esa persona meterse en tanto peligro, y presunción y curiosidad, y fuente de soberbia y raíz y fundamento de vanagloria, así como desprecio de las cosas de Dios y principio de muchos males en que vinieron a acabar muchos. Algunas de esas personas tanto vinieron a enojar a Dios que de propósito los dejó errar y engañar, y oscurecer el espíritu, y dejar las vías ordenadas de la vida, dando lugar a sus vanidades y fantasías, según lo dice Isaías (19, 14): "El Señor mezcló en medio, espíritu de revuelta y confusión", que en pocas palabras quiere decir espíritu de entender al revés. Lo cual está diciendo Isaías claramente a nuestro propósito, porque lo dice por aquellos que andaban a saber las cosas que habían de suceder por vía sobrenatural. Y por eso dice que les mezcló Dios en medio de ellos espíritu de entender al revés. No porque Dios les quisiese ni les diese efectivamente el espíritu de errar, sino porque ellos se quisieron meter en lo que naturalmente no podían alcanzar. Enojado de esto, los dejó desatinar, no dándoles luz en lo que Dios no quería que se entremetiesen. Y así, dice que les mezcló aquel espíritu Dios privativamente, es decir, dejándoles confundirse a su propio antojo. Y por tanto de esta manera es Dios causa de aquel daño, es a saber, causa privativa, que consiste en quitar Él su luz y favor, y retirándoselo de tal modo que necesariamente ellos vengan a errar.

12. Y de esta manera da Dios licencia al demonio para que ciegue y engañe a muchos, mereciendolo sus pecados y atrevimientos. Y puede y se sale con ello el demonio, creyendole ellos y teniendole por buen espíritu. Tanto que, aunque sean algunos muy persuadidos de que no es por ese buen espíritu, aún así ellos se empeñan y no hay forma de intentar desengañarles, por cuanto tienen ya por permisión de Dios ingerido el espíritu de entender al revés. Esto mismo leemos (1 Re. 22, 22) haber acontecido a los profetas del rey Acab, dejándoles Dios engañar con el espíritu de mentira, dando licencia al demonio para ello, diciendo: "Prevalecerás con tu mentira y estarán engañados; sal y hazlo así". Y pudo tanto con los profetas y con el rey para engañarlos, que no quisieron creer al profeta Miqueas, que les profetizó la verdad muy al contrario de lo que los otros habían profetizado. Y esto fue porque les dejó Dios cegarse, por estar ellos con afecto de propiedad en lo que querían que les sucediese y respondiese Dios según sus apetitos y deseos, lo cual era una razón y disposición certísima para dejarlos Dios en el propósito de cegarse ellos mismos y de engañarse.

13. Porque así lo profetizó Ezequiel (14, 7­9) en nombre de Dios, el cual, hablando contra el que se pone a querer saber por vía de Dios con morbo, según la variedad de su espíritu, dice: "Cuando el tal hombre viniere al profeta para preguntarme a mí por él, yo, el Señor, le respondere por mí mismo, y pondré mi rostro enojado sobre aquel hombre; y el profeta cuando hubiere errado en lo que fue preguntado, Yo, el Señor, pondré engaño en aquel profeta". Lo cual se ha de entender que es no concurriendo con su favor para que deje de ser engañado, porque eso quiere decir cuando dice: "Yo, el Señor, le responderé por mí mismo, enojado", lo cual es apartar Él su gracia y favor de aquel hombre. De donde necesariamente se sigue el ser engañado por causa del desamparo de Dios. Y entonces acude el demonio a responder según el gusto y apetito de aquel hombre, el cual, como gusta de ello, y las respuestas y comunicaciones son de su voluntad, mucho y fácilmente se deja engañar.

14. Parece que nos hemos salido algo del propósito que prometimos en el título del capítulo, que era probar cómo, aunque Dios responde, se queja algunas veces. Pero, bien mirado, todo lo dicho abunda en probar nuestro intento de dar explicaciones sobre la materia, pues en todo se ve el no gustar Dios de que se quieran y se busquen las tales visiones, pues da lugar a que de muchas maneras sean engañados los individuos en ellas.


7.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (115)



CAPÍTULO 14.
Se explican ciertas nociones sobre las comunicacioens espirituales que pueden llegarnos a la memoria.


1. Las noticias o comunicaciones espirituales son las que pusimos por tercer género de aprehensiones de la memoria, no porque ellas pertenezcan al sentido corporal de la fantasía como las demás (pues no tienen imagen y forma corporal), sino porque también llegan a estar debajo de reminiscencia (o recuerdo) y memoria espiritual. Es así puesto que, después de haber recalado en el alma alguna de ellas se puede, cuando quisiere, acordarse de ella. Y esto acontece no por la efigie e imagen que dejase la tal aprehensión en el sentido corporal -porque, por ser corporal, como decimos, no tiene capacidad para formas espirituales-, sino que intelectual y espiritualmente se acuerda de ella por la forma que en el alma de sí misma -o de su paso- dejó impresa, que también es forma o noticia, o imagen espiritual o formal, por lo cual uno se acuerda de esta manera, o bien por el efecto que causó. Por eso pongo estas aprehensiones entre las de la memoria, aunque no pertenezcan a las de la fantasía.

2. Cuáles son estas noticias y cómo tiene que actuar en ellas el alma para ir a la unión de Dios ya está suficientemente explicado en el capítulo 24 del libro segundo, donde las tratamos como aprehensiones del entendimiento. Veanse allí, porque allí dijimos cómo eran en sus dos maneras: unas increadas y otras de criaturas.
Sólo puntualizar en lo que toca al propósito de cómo debe la memoria actuar acerca de ellas para ir a la unión, que como acabo de decir de las formas en el precedente capítulo, de cuyo género son también estas que son de cosas creadas (o sea, de criaturas), cuando le hicieren buen efecto se puede uno acordar de ellas, no para quererlas retener en sí, sino para avivar el amor y noticia de Dios. Pero si no le causa el acordarse de ellas buen efecto, nunca quiera pasarlas por la memoria ni recurrir a ellas ni recordarlas.
Mas de las comunicaciones de tipo increadas digo que se procure acordar las veces que se pudiere, porque le harán gran efecto pues, como allí dijimos, son toques y sentimientos de unión de Dios, que es precisamente donde vamos encaminando al alma. Y de esto no se acuerda la memoria por alguna forma, imagen o figura que imprimiesen en el alma, porque no la tienen aquellos toques y sentimientos de unión del Creador, sino por el efecto que en ella hicieron la luz, amor, deleite y renovación espiritual, etc., de las cuales cada vez que se acuerda, se renueva algo de todo ello.


15.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (179)



CAPÍTULO 8
Otras penas que afligen al alma en este estado de noche oscura.


1. Pero hay aquí otra cosa que al alma aqueja y la desconsuela mucho y es que, como esta oscura noche la tiene impedidas las potencias y afecciones, ni puede levantar afecto ni mente a Dios, ni le puede rogar, pareciéndole lo que a Jeremías (Lamentaciones. 3, 44), que ha puesto Dios una nube delante para que no pase la oración. Porque esto quiere decir lo que en la autoridad mencionada (Lamentaciones. 3, 9) se muestra: "Atrancó y cerró mis vías con piedras cuadradas". Y si algunas veces ruega, es tan sin fuerza y sin sabor, que le parece que ni lo oye Dios ni hace caso de ello, como también este profeta da a entender en la misma Escritura (Lamentaciones. 3, 8): "Cuando clamare y rogare, ha excluído mi oración". A la verdad no es éste tiempo de hablar con Dios, sino de poner, como dice Jeremías (Lamentaciones. 3, 29), su boca en el polvo, si por ventura le viniese alguna actual esperanza, sufriendo con paciencia su purgación. Dios es el que opera aquí haciendo pasivamente la obra en el alma, por eso ella no puede nada. De donde ni rezar ni asistir con advertencia a las cosas divinas puede, ni menos en las demás cosas y tratos temporales. Tiene no sólo esto, sino también muchas veces tales enajenamientos y tan profundos olvidos en la memoria, que se le pasan muchos ratos sin saber lo que se hizo ni en qué pensó, ni qué es lo que hace ni qué va a hacer, ni puede advertir, aunque quiera, a nada de aquello en que está ocupada.

2. Que, por cuanto aquí no sólo se purga el entendimiento de su lumbre y la voluntad de sus afecciones, sino también la memoria de sus discursos y noticias, conviene también aniquilarla respecto de todas ellas, para que se cumpla lo que de sí dice David (Sal. 72, 22) en esta purgación: "Fui yo aniquilado y no supe". El cual "no saber" se refiere aquí a estas insipiencias y olvidos de la memoria, las cuales enajenaciones y olvidos son causados del interior recogimiento en que esta contemplación absorbe al alma. Porque, para que el alma quede dispuesta y templada a lo divino con sus potencias para la divina unión de amor, convenía que primero fuese absorta con todas ellas en esta divina y oscura luz espiritual de contemplación, y así fuese abstraída de todas las afecciones y aprensiones de criatura, lo cual es singularmente duradero según es la intención. Y así, cuanto esta divina luz impacta de manera más sencilla y pura en el alma, tanto más la oscurece, vacía y aniquila respecto de sus aprensiones y afecciones particulares, así de cosas de arriba como de abajo y también, cuanto menos sencilla y pura impacta, tanto menos la priva y menos oscura le resulta al alma. Que es cosa que parece increíble decir que la luz sobrenatural y divina tanto más oscurece al alma cuanto ella tiene más de claridad y pureza, y cuanto menos clara es sin embargo le parezca menos oscura. Lo cual se entiende bien si consideramos lo que arriba queda probado con la sentencia del Filósofo, conviene a saber: que las cosas sobrenaturales tanto son a nuestro entendimiento más oscuras, cuanto ellas en sí son más claras y manifiestas.

3. Y, para que más claramente se entienda, pondremos aquí una semejanza de la luz natural y común. Vemos que el rayo del sol que entra por la ventana, cuanto más limpio y puro es de átomos, tanto menos claramente se ve, y cuanto más de átomos y motas tiene el aire, tanto parece más claro al ojo y se hace visible. La causa es porque la luz no es la que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás cosas que embiste y entonces ella, por la reverberación que hace en ellas, también se la ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían. De tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento y pasase por otra de la otra parte por en medio del aposento, si no se encontrase con alguna cosa ni hubiese en el aire moléculas en las cuales reverberar, no tendría el aposento más luz que antes, ni el rayo se echaría de ver. Aún antes, si el rayo de luz se discerniese claramente, entonces es que hay más oscuridad por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y si no hay objetos visibles en los que pueda reverberar entonces el mismo rayo no se vería (nota del actualizador: esta doctrina se fundamenta en Santo Tomas, "De veritate", y es bastante familiar con la de S. Teresa y utilizada por los espirituales de su tiempo).

4. Pues ni más ni menos hace este divino rayo de contemplación en el alma que, embistiendo en ella con su luz divina, excede la natural del alma, y en esto la oscurece y priva de todas las aprensiones y afecciones naturales que antes mediante la luz natural discernía. Y así, no sólo la deja oscura, sino también vacía según las potencias y apetitos, así espirituales como naturales y, dejándola de esta forma vacía y a oscuras, la purga e ilumina con divina luz espiritual. Todo ello se realiza sin pensar el alma que está siendo iluminada por esta luz, sino que está en tinieblas, como hemos dicho del rayo que, aunque está en medio del aposento, si está puro y no tiene en qué impactar no se ve. Pero en esta luz espiritual de la que está embestida el alma, cuando tiene en qué reverberar, esto es, cuando se ofrece alguna cosa que entender espiritual y de perfección o de imperfección, por mínimo átomo que sea, o juicio de lo que es falso o verdadero, luego lo ve y entiende mucho más claramente que antes de que se encontrase en estas oscuridades. Y ni más ni menos se da cuenta de la luz que tiene en su ser espiritual para conocer con facilidad la imperfección que se le ofrece, así como cuando el rayo que hemos dicho está oscuro en el aposento, aunque él no se vea, si se ofrece pasar por él una mano o cualquiera cosa se muestra y se ve la mano, conociendo entonces que estaba allí aquella luz del sol.

5. Por todo ello, por ser esta luz espiritual tan sencilla, pura y general, no afectada ni reducida a ningún particular inteligible natural ni divino -pues acerca de todas estas aprensiones tiene las potencias del alma vacías y aniquiladas-, ocurre que con gran agilidad y facilidad conoce y penetra el alma cualquier cosa de arriba o de abajo que se ofrece. Por eso mismo dijo el Apóstol (1 Cor. 2, 10) que el espiritual todas las cosas penetra, hasta los profundos de Dios. Porque de esta sabiduría general y sencilla se entiende lo que por el Sabio (Sab. 7, 24) dice el Espíritu Santo, es a saber: Que toca por doquier por su pureza, es decir, porque no se reduce a ningún particular inteligible ni afección.

Y ésta es la propiedad del espíritu purgado y aniquilado respecto de todas particulares afecciones e inteligencias que, en este no gustar nada ni entender nada en particular, morando en su vacío y tiniebla, lo abraza todo con gran disposición, para que se verifique en él lo de san Pablo (2 Cor. 6, 10): "Nihil habentes, et omnia possidentes" ("como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo"). Porque tal bienaventuranza se debe a tal pobreza de espíritu.


31.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (108)



CAPÍTULO 8.
Se explican los daños que las comunicaciones de cosas sobrenaturales pueden hacer al alma si hace reflexión sobre ellas, mencionando dichos daños.


1. A cinco géneros de daños se arriesga el espiritual si hace presa y reflexión sobre estas noticias y formas que se le imprimen de las cosas que pasan por vía sobrenatural sobre él.

2. El primero es que muchas veces se engaña teniendo lo uno por lo otro.
El segundo es que está cerca y en ocasión de caer en alguna presunción o vanidad.
El tercero es que el demonio tiene mucha mano para engañarle por medio de las dichas aprehensiones.
El cuarto es que le impide la unión en esperanza con Dios.
El quinto es que, por las mayoría de las veces, juzga de Dios baja y reducidamente.

3. Cuanto al primer género de daño está claro que, si el espiritual hace presa y reflexión sobre las dichas noticias y formas, se ha de engañar muchas veces acerca de su juicio porque, como ninguno cumplidamente puede saber las cosas que naturalmente pasan por su imaginación, ni tener entero y cierto juicio sobre ellas, mucho menos podrá tener certero juicio acerca de las sobrenaturales ya que son sobre nuestra capacidad, y las cuales raras veces se manifiestan patentemente.
Por lo tanto muchas veces pensará que son las cosas de Dios, y no será sino su fantasía; y muchas sobre lo que sí es de Dios pensará que es del demonio, y lo que es del demonio, que es de Dios. Y en gran cantidad de ocasiones se le quedarán formas y noticias muy asentadas de bienes y males ajenos o propios, y otras figuras que se le representaron, y las tendrá por muy ciertas y verdaderas, y no serán sino una muy grande falsedad. Y otras serán verdaderas, y las juzgará por falsas, aunque esto en cierta forma es más seguro que el resto, puesto que al menos por regla general suele nacer de humildad.

4. Y aunque no se engañe en la verdad de las comunicaciones, se podrá entonces engañar en la cantidad o cualidad, pensando que lo que es poco es mucho, y lo que es mucho, poco. Y acerca de la cualidad, teniendo lo que tiene en su imaginación por tal o tal cosa, y no será sino otra diferente poniendo, como dice Isaías (5, 20), las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, y lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo. Y, finalmente, si tiene tino y quizá acierte en lo uno, extraño será no errar acerca de lo otro. Y en todo ello aunque no quiera aplicar el juicio para juzgarlo, basta que lo aplique en tratar de hacer caso para que, a lo menos pasivamente, se le pegue algún daño, si no de este género de daño será en alguno de los otros cuatro que luego iremos mencionando.

5. Lo que le conviene al espiritual para no caer en este daño de engañarse en su propio dictamen es no querer aplicar su juicio para saber qué sea lo que en sí tiene y siente, o que trate de averiguar qué será tal o tal visión, noticias o sentimientos, ni tenga ganas de saberlo ni haga el menor caso, únicamente lo considere con el fin tan sólo de decírselo a su padre espiritual para que le enseñe a vaciar la memoria de aquellas aprehensiones. Pues todo cuanto ellas son en sí no le pueden ayudar al amor de Dios, no llegan siquiera a alcanzar el menor acto de fe viva y de esperanza que se hace en vacío y renunciación de todo, que es mucho mejor y más seguro.


21.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (158)



CAPÍTULO 6
Se abordan ahora las imperfecciones acerca de la gula espiritual


1. Acerca del cuarto vicio, que es referente a la gula espiritual, hay mucho que decir, porque apenas hay uno de estos principiantes que, por muy bien que proceda, no caiga en algo de las muchas imperfecciones que acerca de este vicio les surgen a estos principiantes por medio del sabor que hallan en los inicios de los ejercicios espirituales.

Porque muchos de éstos, engolosinados con el sabor y gusto que hallan en los tales ejercicios, procuran más el sabor del espíritu que la pureza y discreción de él, que es lo que Dios mira y acepta en todo el camino espiritual. Por lo cual, además de las imperfecciones que tienen en pretender estos sabores e inclinarse hacia ellos, la golosina que ya tienen les hace en probando un poco querer tomarlo todo, pasando de los límites del medio en que consisten y se granjean las virtudes. Porque, atraídos del gusto que allí hallan, algunos se matan a penitencias, y otros se debilitan con ayunos, haciendo más de lo que su flaqueza sufre, sin orden y consejo. Tratan y procuran sobrepasar los límites de su cuerpo, cuando deberían obedecer en lo tal (nota del corrector: en otras palabras, deberían atender las necesidades básicas e imprescindibles del cuerpo material que poseen -higiene, manutención...-, puesto que aún no son seres espirituales aunque pretendan serlo), y aún algunos se atreven a hacerlo aunque les hayan mandado lo contrario.

2. Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y obediencia (que es en sí una penitencia de razón y discreción), y por eso es esa penitencia de obediencia y sujeción para Dios un sacrificio más aceptable y gustoso que todos los demás, también que a la penitencia corporal la cual, dejada esta parte de obediencia y disciplina, no es más que penitencia de bestias, a que también como bestias se mueven por el apetito y gusto que allí hallan. En todo esto, por cuanto todos los extremos son viciosos y en esta manera de proceder estas personas en realidad hacen su voluntad, antes van creciendo en vicios que en virtudes porque, por lo menos, ya en esta manera adquieren gula espiritual y soberbia, pues no va en obediencia lo que hacen .

Y tanto empuja el demonio a muchos de éstos, atizándoles a inclinarse hacia esta gula por gustos y apetitos que les acrecienta, que ya que más no pueden hacer llegan a mudar o añadir o variar lo que les mandan, porque les es desagradable y repulsiva toda obediencia acerca de esto. En lo cual algunos llegan a tanto mal que, por el mismo caso que los tales ejercicios van y se desarrollan mediante la obediencia, se les quita la gana y devoción de hacerlos, porque en el fondo es solo hacer su gana y gusto lo que les mueve, todo lo cual por ventura les valiera entonces más no hacerlo.

3. Veréis a muchos de éstos muy empeñados con sus maestros espirituales para convencerles en que les concedan lo que quieren, y medio por la fuerza lo logran y si no, se entristecen como niños y andan de mala gana, y les parece que no sirven a Dios cuando no les dejan hacer lo que querrían. Porque, como andan arrimados al gusto y a la voluntad propia, y es eso lo que tienen por su Dios, luego que se lo quitan y les quieren poner en voluntad de Dios se entristecen y aflojan y faltan. Piensan éstos que el gustar ellos y estar satisfechos, es servir a Dios y satisfacerle (nota del corrector: lo cual no tiene nada que ver).

4. Hay también otros que por razón de esta chuchería tienen tan poco conocida su bajeza y propia miseria y tan echado aparte el amoroso temor y respeto que deben a la grandeza de Dios, que no dudan de insistir mucho con sus confesores sobre que les dejen comulgar muchas veces. Y lo peor es que muchas veces se atreven a comulgar sin licencia y parecer del ministro y despensero de Cristo, sólo por su parecer, y le procuran encubrir la verdad. Y a esta causa, con intención de ir comulgando, hacen como fuese las confesiones, teniendo más codicia en comer que en comer limpia y perfectamente, mientras que sería más sano y santo tener la inclinación contraria, esto es: rogando a sus confesores que no les manden acudir a la mesa del Señor tan a menudo. Obviamente entre lo uno y lo otro lo mejor es la resignación humilde y la abnegación, pero los atrevimientos sobre estos aspectos dan en grande mal y en castigo de quienes se atreven a tal temeridad.

5. Este tipo de personas, en comulgando, todo se les va en procurar algún sentimiento y gusto más que en reverenciar y alabar en sí con humildad a Dios, y de tal manera se apropian y dedican y empeñan en esto que, cuando no han sacado algún gusto o sentimiento sensible, piensan que no han hecho nada, lo cual es juzgar muy bajamente de Dios, no entendiendo que el menor de los provechos que hace este Santísimo Sacramento es el que toca al sentido, porque mucho mayor es el invisible de la gracia que da. Debe tenerse en cuenta que, al poner los ojos de la fe en la comunión, muchas veces quita Dios ese otro tipo de gustos y sabores sensibles. Y así, quieren sentir a Dios y gustarle como si fuese comprensible y accesible, no sólo en éste, sino también en los demás ejercicios espirituales, todo lo cual es una muy grande imperfección y muy contra la condición de Dios, porque es impureza en la fe (nota del corrector: "...el querer sentir o añadir los gustos corporales o sensibles", cabría completar la frase).