Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

25.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (72)



9. Y a tanto llegaba esta dificultad de entender los dichos de Dios como convenía, que hasta sus mismos discípulos que con Él habían andado estaban en dificultades de entenderlos correctamente, como por ejemplo aquellos dos discípulos que después de su muerte iban camino de Emaús tristes, desconfiados y diciendo (Lc. 24, 21): "Nosotros esperábamos que había de redimir a Israel", y entendiendo ellos también que había de ser la redención y señorío temporal. A los cuales, apareciendo Cristo nuestro Redentor, los reprendió como necios y pesados y rudos de corazón para creer las cosas que habían dicho los profetas (Lc. 24, 25) acerca de Él. Y aún al tiempo que se iba al cielo todavía estaban algunos en aquella rudeza, y le preguntaron (Act. 1, 6), diciendo:"Señor, haznos saber si has de restituir en este tiempo al Reino de Israel".
Hace decir el Espíritu Santo muchas cosas que llevan un sentido diferente del que entienden los hombres, como se echa de ver en lo que hizo decir a Caifás de Cristo: Que convenía que un hombre muriese para que no pereciese toda la gente (Jn. 11, 50). Lo cual no lo dijo de suyo, y aunque lo dijo lo entendió a un fin, y el Espíritu Santo a otro.

10. De donde se ve que, aunque los dichos y revelaciones sean de Dios, no nos podemos asegurar en ellos, pues nos podemos mucho y muy fácilmente engañar en nuestra manera de entenderlos. Porque ellos todos son abismo y profundidad de espíritu, y quererlos limitar a lo que de ellos entendemos y puede aprehender el sentido nuestro no es más que querer palpar el aire y palpar alguna mota que encuentra la mano en él, yéndose luego el aire y no quedando nada.

11. Por eso el maestro espiritual ha de procurar que el espíritu de su discípulo no se empeñe en querer hacer caso de todas las aprehensiones sobrenaturales, que no son más que unas motas de espíritu, con las cuales solamente se vendrá a quedar con ellas pero entonces sin espíritu ninguno. Es mucho mejor que, apartándole de todas visiones y locuciones, le insista en que aprenda a estar en libertad y tiniebla de fe, en cuyo estado se recibe la libertad de espíritu y abundancia y, por consiguiente, la sabiduría e inteligencia propia de los dichos de Dios.
Porque es imposible que el hombre, si no es espiritual, pueda juzgar de las cosas de Dios ni entenderlas razonablemente, y por lo tanto no es espiritual mientras las juzgue según el sentido. Y así, aunque ellas vienen debajo de la forma de aquel sentido, no las entiende. Lo cual dice bien san Pablo (1 Cor. 2, 14­15), cuando escribe: "El hombre animal no percibe las cosas que son del espíritu de Dios, porque son locura para él, y no puede entenderlas porque son ellas espirituales; pero el espiritual todas las cosas juzga". Por "hombre animal" se entiende aquí el que usa sólo del sentido; "espiritual" es el que no se ata ni guía por el sentido. De donde es temeridad atreverse a tratar con Dios y dar licencia para ello por vía de querer someter lo sobrenatural en el sentido material, literal y natural.

12. Y para que se vea mejor, insistamos aquí con algunos ejemplos. Pongamos por caso que está un santo muy afligido porque le persiguen sus enemigos, y que le responde Dios, diciendo: "Yo te librare de todos tus enemigos". Esta profecía puede ser verdaderísima y, con todo eso, venir a prevalecer sus enemigos y morir a sus manos. Y así, el que la entendiera temporalmente quedaría engañado, porque Dios pudo hablar de la verdadera y principal libertad y victoria, que es la salvación donde el alma está libre y victoriosa de todos sus enemigos, mucho más verdaderamente y altamente que si acá se librara de ellos. Y así, esta profecía era mucho más verdadera y más copiosa que la que el hombre pudiera entender, si la entendiera cuanto a esta vida. Porque Dios siempre habla en sus palabras con el sentido más principal y provechoso, y el hombre puede entender a su modo y a su propósito el menos principal y temporal y quedar entonces engañado. También lo vemos en aquella profecía que de Cristo dice David en el segundo salmo (v. 9), diciendo: "Regirás a todas las gentes con vara de hierro, y las desmenuzarás como a un vaso de barro". En la cual habla Dios según el principal y perfecto señorío, que es el eterno, el cual se cumplió con la venida, muerte y resurrección de nuestro Salvador, y no según el menos principal, que era el temporal, el cual en Cristo no se cumplió en toda su vida terrena.

13. Pongamos otro ejemplo. Está una alma con grandes deseos de ser mártir. Acontecerá por ejemplo que Dios le responda diciendo: "Tú serás mártir", y le dé con ello interiormente gran consuelo y confianza sobre que lo ha de ser. Y, con todo, podrá acontecer que no muera mártir, y será la promesa verdadera. Pues ¿cómo se cumplió de esa manera? Porque se habrá cumplido y podrá cumplir según lo principal y esencial de ella, que será dándole el amor y premio de mártir esencialmente, y así le da verdaderamente al alma lo que ella formalmente deseaba y lo que Él la prometió. Porque el deseo formal del alma era no aquella manera de muerte, sino hacer a Dios aquel servicio de mártir y ejercitar el amor por Él como mártir. Porque aquella manera de morir por sí sola no vale nada sin este amor, el cual amor y ejercicio y premio de mártir le da por otros medios muy perfectamente de manera que, aunque no muera como mártir, queda el alma muy satisfecha en que le dio lo que ella deseaba.
Porque tales deseos, cuando nacen de vivo amor, y otros semejantes, aunque no se les cumpla de la manera que humanamente se pintan y se entienden, se cumplen de otra y muy mejor manera, y con más a honra de Dios de la que el rogante sabría pedir. De donde dice David (Sal. 9, 17): "El Señor cumplió a los pobres su deseo". En los Proverbios (10, 24) dice la Sabiduría divina: "A los justos les ha de dar su deseo". De donde vemos pues que muchos santos desearon muchas cosas en particular por Dios y no se les cumplió en esta vida su deseo, así que es de fe que, siendo justo y verdadero su deseo, se les cumplió en la otra perfectamente. Lo cual, siendo así en verdad, también lo sería prometérselo Dios en esta vida diciendoles: "Vuestro deseo se cumplirá", y sin embargo no ser en la manera que ellos pensaban.

14. De esta y de otras maneras pueden ser las palabras y visiones de Dios verdaderas y ciertas, y nosotros engañarnos en ellas por no saberlas entender tan sublime y principalmente y a los propósitos y sentidos que Dios en ellas lleva. Y así, es lo más acertado y seguro hacer que las almas huyan con prudencia de las tales cosas sobrenaturales, acostumbrándolas, como hemos dicho, a la pureza de espíritu en fe oscura, que es el medio de la unión.







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