Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

3.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (50)



4. Ni más ni menos, todo lo que la imaginación puede imaginar y el entendimiento recibir y entender en esta vida, no es ni puede ser un medio para aproximarse a la unión de Dios. Porque, si hablamos naturalmente, como quiera que el entendimiento no puede entender cosa si no es lo que cabe y está debajo de las formas y fantasías de los elementos que por los sentidos corporales se reciben, los cuales elementos, como hemos dicho, no pueden servir de medio, no se puede aprovechar de la inteligencia natural. Pues, si hablamos de la sobrenatural, según se puede en esta vida, de potencia ordinaria no tiene el entendimiento disposición ni capacidad en la cárcel del cuerpo para recibir inspiraciones claras y precisas de Dios, porque esa noticia no es de este estado puesto que, de recibirlas o ha de morir, o no la ha de recibir.
De donde se entiendo cómo, pidiendo Moises a Dios esa visión clara, le respondió que no le podía ver, diciendo: "No me verá hombre que pueda quedar vivo" (Ex. 33, 20); por lo cual san Juan (1, 18) dice: "A Dios ninguno jamás le vio, ni cosa que le parezca". Que, por eso, san Pablo (1 Cor. 2, 9) con Isaías (64, 4) dice: "Ni ojo lo vio, ni oído oyó, ni cayó en corazón de hombre". Y esta es la causa por la que Moises en la zarza, como se dice en los Hechos de los Apóstoles (7, 32), no se atrevió a considerar, estando Dios presente, porque conocía que no había de poder considerar su entendimiento de Dios como convenía, conforme a lo que de Dios sentía. Y de Elías nuestro padre se dice (3 Re. 19, 13) que en el monte se cubrió el rostro en la presencia de Dios, que significa cegar el entendimiento, lo cual hizo allí sin atreverse a ver con su natural y mortal parecer una cosa tan alta, viendo claro que todo aquello que considerara y entendiera de forma personal era muy distante y disímil a Dios.

5. Por tanto, ninguna noticia, conocimiento ni aprehensión sobrenatural en este mortal estado le puede servir de medio próximo para la alta unión de amor con Dios, ya que todo lo que puede entender el entendimiento, y gustar la voluntad, y fabricar la imaginación, es muy disímil, alejado y desproporcionado, como hechos dicho, a lo que en realidad es Dios. Todo esto lo dio a entender Isaías (40, 18­19) admirablemente en aquella tan notable autoridad, diciendo: "¿Qué cosa habeis podido hacer semejante a Dios? ¿O qué imagen le hareis que se le parezca? ¿Por ventura podrá fabricar alguna escultura el oficial de hierro? ¿O el que labra el oro podrá fingirle con el oro, o el platero con lañas de plata?". El término "el oficial del hierro" es símil del entendimiento, el cual tiene por oficio formar las inteligencias y desnudarlas del hierro de las especies y fantasías. Por "el oficial del oro" se entiende la voluntad, la cual tiene habilidad de recibir figura y forma de deleite, causado del oro del amor. Por "el platero", que dice que no le figurará con las lañas de plata, se entiende la memoria con la imaginación, lo cual bien propiamente se puede decir que sus noticias y las imaginaciones que puede fingir y fabricar son como lañas de plata. Y así, es como si dijera: "ni el entendimiento con sus inteligencias podrá entender cosa semejante a Él, ni la voluntad podrá gustar deleite y suavidad que se parezca a la que es Dios, ni la memoria podrá colocar en la imaginación noticias e imágenes que le representen". Luego, claro está que al entendimiento ninguno de estos conocimientos le pueden inmediatamente encaminar a Dios y que, para llegar a Él, antes ha de ir no entendiendo que queriendo entender, y antes cegándose y poniéndose en tiniebla que abriendo los ojos, para así poder llegar a acercarse más al divino rayo.

6. Y de aquí es que a la contemplación por la cual el entendimiento tiene más alta noticia de Dios llaman teología mística, que quiere decir secreta sabiduría de Dios, porque es secreta al mismo entendimiento que la recibe y por eso la llama san Dionisio rayo de tiniebla. De la cual dice el profeta Baruc (3, 23): "No hay quien sepa el camino de ella ni quien pueda pensar las sendas de ella". Por lo tanto claro está que el entendimiento se ha de cegar a todas las sendas para poder alcanzar el unirse con Dios. Aristóteles dice que de la misma manera que los ojos del murcielago se ciegan con el sol, el cual totalmente le hace tinieblas, así nuestro entendimiento se a de cegar a lo que es más luz en Dios, que totalmente nos es tiniebla para nosotros. Y dice más, que cuanto las cosas de Dios son en sí más altas y más claras, son para nosotros más ignotas y oscuras. Lo cual también afirma el Apóstol (1 Cor. 3, 19), diciendo: "Lo que es alto de Dios, es de los hombres menos sabido".

7. Y no acabaríamos en este punto de traer autoridades y muestras para probar y manifestar cómo no hay escalera de entre todas las cosas creadas que con el entendimiento y desde el entendimiento puedan llegar a este alto Señor, antes es necesario saber que, si el entendimiento se quisiera aprovechar de todas estas cosas, o de algunas de ellas, por medio auxiliar para la tal unión, no sólo le serían impedimento sino que además encima le serían ocasión de numerosos errores y engaños en la subida de este monte.







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