CAPÍTULO 37.
Se explica cómo se debe encauzar el gozo de la voluntad hacia Dios mediante el objeto de las imágenes, de manera que no yerre (ni se impida el ir hacia Dios por ellas).
1. Así como las imágenes son de gran provecho para acordarse de Dios y de los santos y mover la voluntad a devoción usando de ellas (por la vía ordinaria) como conviene, así tambien serán para errar mucho si, cuando acontecen hechos sobrenaturales acerca de ellas, no supiese el alma disponerse como conviene para ir a Dios. Porque uno de los medios con los que el demonio coge a las almas incautas con facilidad y las impide el camino de la verdad del espíritu es precisamente por cosas sobrenaturales y extraordinarias, de lo que hace muestra por las imágenes, ahora en las materiales y corpóreas que usa la Iglesia, ahora en las que él suele fijar en la fantasía debajo de tal o tal santo o imagen suya, transfigurándose en ángel de luz para engañar (2 Cor. 11, 14). Porque el astuto demonio, en esos mismos medios que tenemos para remediarnos y ayudarnos, se procura disimular para cogernos más incautos y desprevenidos, por lo cual el alma buena siempre en lo bueno se ha de recelar más y mantener más cuidado, ya que lo malo ya trae consigo el testimonio de sí.
2. Por tanto, para evitar todos los daños que al alma pueden tocar en este caso, que son: o ser impedida de volar a Dios, o usar con bajo estilo e ignorantemente de las imágenes, o ser engañado natural o sobrenaturalmente por ellas (las cuales cosas son las que arriba hemos ya tratado) y también para purificar el gozo de la voluntad en ellas y enderezar por ellas el alma a Dios, que es el intento que en el uso de ellas tiene la Iglesia, sola una advertencia quiero poner que bastará para todo y es que, pues las imágenes nos sirven para motivo e inspiración de las cosas invisibles, que en ellas solamente procuremos el motivo y afección y gozo de la voluntad en lo vivo que representan (nota del corrector: es decir, en su representación).
Con lo cual tenga el alma fiel este cuidado: que en viendo la imagen no quiera embeber el sentido en ella, ahora sea corporal la imagen, ahora imaginaria; ahora de hermosa estética, ahora de rico atavío; ahora le haga devoción sensitiva, ahora espiritual; o incluso le haga muestras sobrenaturales. No haciendo caso de nada de estos accidentes, no repare más en ella, sino luego levante de ahí la mente a lo que representa, poniendo el fruto y gozo de la voluntad en Dios con la oración y devoción de su espíritu, o en el santo que invoca, con el fin de que lo que debe ser provecho para lo vivo y para el espíritu, no se lo acabe llevando lo pintado y el sentido (es decir, lo material). De esta manera no será engañado, porque no hará caso de lo que la imagen le dijere, ni ocupará el sentido ni el espíritu en ello impidiéndole que vaya libremente a Dios, ni pondrá más confianza en una imagen que en otra. Y la que sobrenaturalmente le diese devoción, de esta forma se la dará más copiosamente, puesto que le hace ir a Dios con el afecto (y así obtendrá más gozo en Dios). Porque Dios, siempre que hace esas y otras dádivas, las hace inclinando el afecto del gozo de nuestra voluntad a lo invisible, y así quiere que lo hagamos, aniquilando la fuerza y néctar de los sentidos y potencias respecto de todas las cosas que sean visibles y sensibles.
| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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