Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

31.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (108)



CAPÍTULO 8.
Se explican los daños que las comunicaciones de cosas sobrenaturales pueden hacer al alma si hace reflexión sobre ellas, mencionando dichos daños.


1. A cinco géneros de daños se arriesga el espiritual si hace presa y reflexión sobre estas noticias y formas que se le imprimen de las cosas que pasan por vía sobrenatural sobre él.

2. El primero es que muchas veces se engaña teniendo lo uno por lo otro.
El segundo es que está cerca y en ocasión de caer en alguna presunción o vanidad.
El tercero es que el demonio tiene mucha mano para engañarle por medio de las dichas aprehensiones.
El cuarto es que le impide la unión en esperanza con Dios.
El quinto es que, por las mayoría de las veces, juzga de Dios baja y reducidamente.

3. Cuanto al primer género de daño está claro que, si el espiritual hace presa y reflexión sobre las dichas noticias y formas, se ha de engañar muchas veces acerca de su juicio porque, como ninguno cumplidamente puede saber las cosas que naturalmente pasan por su imaginación, ni tener entero y cierto juicio sobre ellas, mucho menos podrá tener certero juicio acerca de las sobrenaturales ya que son sobre nuestra capacidad, y las cuales raras veces se manifiestan patentemente.
Por lo tanto muchas veces pensará que son las cosas de Dios, y no será sino su fantasía; y muchas sobre lo que sí es de Dios pensará que es del demonio, y lo que es del demonio, que es de Dios. Y en gran cantidad de ocasiones se le quedarán formas y noticias muy asentadas de bienes y males ajenos o propios, y otras figuras que se le representaron, y las tendrá por muy ciertas y verdaderas, y no serán sino una muy grande falsedad. Y otras serán verdaderas, y las juzgará por falsas, aunque esto en cierta forma es más seguro que el resto, puesto que al menos por regla general suele nacer de humildad.

4. Y aunque no se engañe en la verdad de las comunicaciones, se podrá entonces engañar en la cantidad o cualidad, pensando que lo que es poco es mucho, y lo que es mucho, poco. Y acerca de la cualidad, teniendo lo que tiene en su imaginación por tal o tal cosa, y no será sino otra diferente poniendo, como dice Isaías (5, 20), las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, y lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo. Y, finalmente, si tiene tino y quizá acierte en lo uno, extraño será no errar acerca de lo otro. Y en todo ello aunque no quiera aplicar el juicio para juzgarlo, basta que lo aplique en tratar de hacer caso para que, a lo menos pasivamente, se le pegue algún daño, si no de este género de daño será en alguno de los otros cuatro que luego iremos mencionando.

5. Lo que le conviene al espiritual para no caer en este daño de engañarse en su propio dictamen es no querer aplicar su juicio para saber qué sea lo que en sí tiene y siente, o que trate de averiguar qué será tal o tal visión, noticias o sentimientos, ni tenga ganas de saberlo ni haga el menor caso, únicamente lo considere con el fin tan sólo de decírselo a su padre espiritual para que le enseñe a vaciar la memoria de aquellas aprehensiones. Pues todo cuanto ellas son en sí no le pueden ayudar al amor de Dios, no llegan siquiera a alcanzar el menor acto de fe viva y de esperanza que se hace en vacío y renunciación de todo, que es mucho mejor y más seguro.







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