9. Pero es aquí de notar cómo el alma a pesar de estar sintiéndose tan miserable y tan indigna de Dios tiene -en medio de estas tinieblas purgativas- tan osada y atrevida fuerza para ir a juntarse con Dios. La causa es que, como ya el amor le va dando fuerza con las cuales le ame de veras, y la propiedad del amor es quererse unir y juntar e igualar y asimilar a la cosa amada para perfeccionarse en el bien de su amor, se produce el que, aún no estando esta alma perfeccionada en amor por no haber llegado a la unión, la hambre y sed que tiene de lo que le falta -que es la unión con su ser amado- y las fuerzas que ya el amor ha puesto en la voluntad con que le ha hecho apasionada, la hagan ser osada y atrevida según la voluntad inflamada, aunque según el entendimiento (por estar a oscuras y no ilustrado) se siente indigno y se conoce miserable.
10. No quiero dejar aquí de decir la causa por la que, pues esta luz divina es siempre luz para el alma no la da, tras impactar en ella, la suficiente claridad como lo hace después, antes en su lugar le causa las tinieblas y trabajos que hemos mencionado. A este respecto algo estaba ya dicho antes de esto [se encuentra la explicación del contraste, no en la luz misma, sino en la indisposición del sujeto hasta que está debidamente purgado de sus miserias y limitaciones o indisposiciones naturales. A este propósito el Santo aplica las imágenes del rayo del sol y la vidriera, del fuego y el madero], pero a este particular podemos responder que las tinieblas y los demás males que el alma siente cuando esta divina luz embiste no son tinieblas ni males de esa luz, sino de la misma alma, y la luz le alumbra para poder mostrárselas. Al hacerlo desde luego le da claridad esta divina luz, pero con ella el alma no puede ver primero sino lo que tiene más cerca de sí o, por decirlo mejor, en sí, que son sus tinieblas o miserias, las cuales ve ya por la misericordia de Dios, y sin embargo antes no las veía porque no incidía en ella esta luz sobrenatural. Y ésta es la causa por la que al principio no siente sino tinieblas y males mas, después de purgada con el conocimiento y sentimiento de esos males, tendrá ojos para que esta luz la muestre los bienes de la luz divina. Una vez expelidas ya todas estas tinieblas e impresiones del alma, ya parece que van pareciendo los grandes provechos y bienes que va consiguiendo el alma en esta dichosa noche de contemplación.
11. Pues por lo dicho queda entendido cómo Dios hace favores al alma al limpiarla y curarla con esta fuerte lejía y amarga purga, según la parte sensitiva y la espiritual, de todas las afecciones y hábitos imperfectos que en sí tenía acerca de lo temporal y de lo natural, sensitivo, especulativo y espiritual, oscureciéndole las potencias interiores y vaciándoselas respecto de todo ello, y apretándole y enjugándole las afecciones sensitivas y espirituales, debilitándole también y reduciéndole las fuerzas naturales del alma acerca de todo ello (lo cual nunca el alma por sí misma podría conseguir, como luego diremos) [por eso mismo se llama La noche pasiva, ya que es tal porque no puede realizarse sin la intervención directa de Dios]. De esta forma la va haciendo Dios desfallecer a todo lo que no es el mismo Dios naturalmente, para irla vistiendo de nuevo, desnuda y desollada ya ella de su antiguo pellejo. Y así, se le renueva, como al águila, su juventud (Sal. 102,5), quedando vestida del nuevo hombre, que es criado, como dice el Apóstol (Ef. 4, 24), según Dios. Lo cual no es otra cosa sino alumbrarle el entendimiento con la lumbre sobrenatural, de manera que de entendimiento humano se haga divino unido con el divino y, ni más ni menos, inflamarle la voluntad de amor divino, de manera que ya no sea voluntad menos que divina, no amando menos que divinamente, hecha y unida en uno con la divina voluntad y amor, así también no menos con la memoria, y también todas las afecciones y apetitos, mudados y vueltos según Dios divinamente. Y de esta forma esta alma será ya alma del cielo, celestial, y más divina que humana.
Todo lo cual, según se ha ido viendo por lo que hemos explicado, va Dios haciendo y obrando en ella por medio de esta noche, ilustrándola e inflamándola divinamente con ansias de sólo Dios, y no de otra cosa alguna. Por todo eso muy justa y razonablemente añade luego el alma el tercer verso de la poesía, que dice así:
¡oh dichosa ventura!
CAPÍTULO 14
Se exponen y explican los tres versos últimos de la primera poesía.
1. Esta "dichosa ventura" es debido a lo que dice luego en los siguientes versos, argumentando:
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada
Tomando la metáfora del que, para hacer mejor su actividad sale de su vivienda de noche, a oscuras, sosegados ya los de la casa, con el fin de que ninguno le moleste [esta interpretación propia e inmediata de los versos apunta a una vinculación próxima entre la experiencia dolorosa de la huida de la Cárcel de Toledo y el símbolo espiritual de "la noche". Todo hace suponer que el arranque del símbolo poético procede del recuerdo personal de la fuga del Santo de la prisión de Toledo.].
Puesto que, como esta alma había de salir a hacer un hecho tan heroico y tan raro, que era unirse con su Amado divino afuera -porque el Amado no se halla sino únicamente afuera, en la soledad-, precisamente por eso la Esposa le deseaba hallar solo, diciendo (Ct. 8, 1): "¿Quién te me diese, hermano mío, que te hallase yo solo afuera y se comunicase contigo mi amor?". Le conviene a esta alma enamorada, para conseguir su fin deseado, hacerlo también así, que saliese de noche, adormecidos y sosegados todos los domésticos de su casa, esto es, las operaciones bajas y las pasiones y apetitos de su alma totalmente adormilados y apagados por medio de esta noche, que en este símil son la gente de casa que, si están despiertas, siempre estorban estos sus bienes para el alma, enemigas como son de que el alma salga libre hacia los mencionados bienes. Porque éstos son los domésticos que dice nuestro Salvador en el Evangelio (Mt.10, 36) que son los enemigos del hombre. Y así convenía que las operaciones de éstos con sus movimientos estén dormidos en esta noche, para que no impidan al alma los bienes sobrenaturales de la unión de amor de Dios, porque durante la viveza y operación de éstos no puede ocurrir tal cosa ya que toda su obra y movimiento natural antes estorba que ayuda a recibir los bienes espirituales de la unión de amor. Esto es así por cuanto queda corta toda habilidad y esfuerzo natural en comparación de los bienes sobrenaturales que Dios por sólo infusión suya pone en el alma pasiva y secretamente, en el silencio. Y por lo tanto es menester que se detengan todas las potencias y se encuentren en actitud pasivamente para recibirle, no entremetiendo allí su baja obra y vil inclinación.
| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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