Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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25.3.24

Oración para la festividad de la Anunciación del Señor (25 de marzo)

Oratorio Carmelitano


"El ángel san Gabriel fue enviado por Dios a la santa Virgen de Nazareth, y saludándola en los términos más gloriosos, la anunció su fecundidad divina, aguardando el consentimiento de María, que fue seguido inmediatamente de la Encarnación del Verbo".

Oración:
¡Virgen de Nazareth, llena de gracia! ¡Bendita entre todas las mujeres! Al repetir respetuosos a vuestros augustos pies estos angélicos loores, no podemos menos de admirar asombrados la gloria inenarrable de que os revisitió el Señor en aquellos momentos -los más solemnes de todos los tiempos-, en que estuvieron suspensos cielo y tierra del consentimiento que os pedía el Altísimo, para la realización de su más sublime obra.

Vos dísteis tal consentimiento, Señora, y el fiat de vuestra humildad fue la salvación del linaje humano.

Vos dísteis vuestro consentimiento, como sumisa esclava del Señor, y fuisteis hecha madre gloriosa de su unigénito divino.

Dignaos recibir nuestras felicitaciones gozosas y nuestras gracias más fervientes, y alcanzadnos del Dios que encerrásteis en vuestro virginal seno que nos conceda, siempre que le recibamos sacramental o espiritualmente, algunas de las santas disposiciones con que lo recibísteis Vos en su Encarnación adorable.

Amén.


26.1.24

Método resumido sobre la forma de realizar la oración mental



La oración mental es una elevación y aplicación del espíritu y del corazón hacia Dios. Consta de tres partes:

- Preparación.
- Meditación.
- Conclusión.

Preparación.
La Preparación consiste en disponerse interiormente para el gran acto de la oración, por medio de algunos instantes de recogimiento.

Luego hay que ponerse en la presencia de Dios por un acto de fe, y rogarle se digne aceptarnos ante su divina majestad, supliendo con su misericordia lo que falte a nuestras disposiciones.

Se invoca fervorosamente al Espíritu Santo; se pide su asistente a la bienaventurada Virgen María, y después se lee detenidamente el asunto sobre el cual se quiere meditar.

No es, empero, de absoluta necesidad el realizar dicha lectura, pues aún sin el auxilio de un libro o de un texto puede uno escoger su asunto y representárselo vivamente. Por ejemplo: queriendo meditar sobre la muerte, me imagino hallarme ya en la última enfermedad, próximo al temible trance de la partida. O si me propongo que la meditación sea sobre la crucifixión del Señor, procuro transportarme con el pensamiento al monte Calvario, para formarme un cuadro de lo que allí pasó. Me represento al divino Redentor tendido sobre la cruz, a los verdugos inhumanos que se disponen a clavarlo en ella, a la santa Madre presenciando el sangriento espectáculo, a los soldados y el populacho burlándose, etc. etc.

10.1.24

Oración de gratitud hacia Dios



Proclamen las naciones, divulguen cielo y tierra, la paternal clemencia del Dios que mi alma adora. A su gloria se levanten, con eterna resonancia, mil himnos de bendición que llenen las esferas.

¡Y tú, mi humilde lira, vuelve a agitar tus cuerdas, y entrega al viento armónicos sonidos!

Mas, ¿quién, Ser inefable, quién hay que pueda cantar las obras de tu poder, y las innumerables muestras de tu bondad? ¿Qué mente las puede evaluar, qué labio las puede expresar, aunque las fé las mire y aunque las sienta el amor?

Tú eres, ¡mi Dios!, Tú eres inmensa misericordia, poder inenarrable, fidelidad suprema.

Tú eres gozo para el triste, para el desvalido eres la fuerza, del moribundo eres la vida, del indigente eres su herencia.

Tú eres el amigo firme que olvida las ofensas; Tú eres el padre tierno que espera al hijo pródigo.

Tú eres el fiel esposo que guarda sus promesas, y el buen pastor que corre tras la oveja descarriada.

¡Oh, Rey omnipotente! Tu resplandor me ciega, tu majestad me asombra, tu juicio me aterra.

Mas, de tu amor divino me das tan grandes pruebas, acercándote por tu piedad a mi indigna alma, que olvidándome de glorias y miserias sólo acierta a amarte, pues solo amante te halla.

Recuerdo que en mis días de acerva desventura, clamé por ti y al punto acudiste a mi defensa. Tu voz me dió consuelo, tu soplo fortaleza, y del oscuro abismo tu diestra me levantó.

Te confié mi causa, y te encargaste Tú de ella, abriendo ante mis pasos una senda ancha y segura.

Tú, que jamás desoyes las quejas del afligido, ni su esperanza burlas, ni su humildad desdeñas, ¡oh Padre de los pobres!, conserva con tu poder siempre en mi pecho impresas tus célicas bondades.

Las gracias que te tributo, postrado en tu presencia, repita con gratitud mientras tenga aliento.

Te consagro mi vida, de mi alma te hago entrega, y de cuanto tú me diste te rindo humilde ofrenda. Te suplico ardientemente que quieras recibirla, y me impongas a cambio las dulcísimas cadenas de tu amor.

Y a la vez, entonen ¡gloria! los cielos y la tierra en tu honor, llenando las esferas con mil himnos de bendición.

Mas tú, mi pobre lira, no agites más tus cuerdas; humilde y silenciosa se postre mi cabeza y, en el interior de mi alma, a solas con el Señor, y solo para el Señor, bendiga al Bienhechor Divino; Bendito su santo Nombre siempre sea.

Amén.


27.11.23

La humildad de Jesús para con sus padres



Nuestro Señor pasó treinta años de su vida en el hogar oscuro de Nazareth, sujeto (como nos lo menciona el evangelista) a los santos esposos María y José.

Oración:
¡Oh incomparable María! Nuestro pensamiento se confunde al considerar que todo un Dios os respetaba como Madre, os estaba sujeto, y aún también a vuestro digno esposo. Os acompañaba a los dos, como buen hijo, en los quehaceres domésticos, como en cualquier otro hogar anónimo.

Y en medio de la inmensa gloria que era para Vos aquella filial sumisión del Todopoderoso, lejos de ufanarse vuestra alma, no hacía más que sumirse humildemente en la profundísima adoración de tan sagrado misterio.

Jesús vivió para Vos sola durante treinta años; dignaos pues alcanzarnos de su bondad -por el recuerdo de esa tan horadísima dicha- que nos conceda vivir desde hoy para Él solo, y a fin de merecer y realizar ese deseo enseñadnos, Virgen admirable, a adorar y a imitar como Vos los sublimes abatimientos del Verbo encarnado.

Amén.


26.11.23

Oración para el tiempo de Adviento



"La gloriosa Virgen María dió a luz en el mundo el que era luz de los Cielos, y en el humilde establo -que el Señor eligió por cuna para enfrentar nuestro orgullo- vio acudir pastores sencillos y sabios poderosos, para adorarle rendidos".


Oración:
Virgen Madre, dejadnos tomar parte en los primeros homenajes rendidos a vuestro dulce Jesús, cuando proclamado por Ángeles en Belén, y descubierto en apartadas regiones por milagrosa estrella, vísteis correr a rústicos pastores y a sabios poderosos para adorarle en el pesebre que eligió por cuna.

¡Sí, gloriosa Madre del Divino Niño! Nosotros le adoramos también en el abatimiento del establo, con la fe sencilla de los pastores, y como los reyes magos le ofrecemos en tributo de amor y de respeto profundo, el oro purísimo de sus merecimientos, el incienso santo de todas las alabanzas que le canta incesantemente su Iglesia, y la mirra de vuestra inalterable humildad, que preserva de toda corrupción y que esperamos nos haga seguir vuestro ejemplo de sencillez y obediencia, y sanará también la corrupción de nuestra carne, uniendo a tan preciosos presentes el mezquino de nuestros corazones.

Rogadle, bienaventurada María, rogadle que nos purifique con una mirada de sus ojos, y que por la virtud de su glorioso pesebre nos sane de la miseria de nuestro loco orgullo.

Amén.


18.11.23

Devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María



Al eterno Padre.
Padre Omnipotente, que nos veis celebrar con toda devoción las excelencias del divino Corazón de vuestro Hijo amado, reconociendo con gratitud profunda todos los beneficios de su infinita bondad, hacednos la gracia de que corra con abundancia en nuestras almas el raudal de amor de aquella santa e inagotable fuente. Y pues fuisteis servido de esconder en el virginal corazón de la bienaventurada María las llamas sagradas del mismo divino amor -haciéndolo imagen admirable del Corazón de Jesús-, permitidnos esperar que, por los merecimientos del Hijo y la mediación de la Madre, nos dispensares la honra de alcanzar a imitarlos, para gloria vuestra y salud de nuestras almas.

Amén.

12.11.23

Visita al Santísimo Sacramento I. Preparación



Consideremos siempre al ir a visitar a nuestro Señor Sacramentado, no sólo la grandeza suprema y la santidad divina de Aquel a cuyos pies vamos a rendir nuestro homenaje; no sólo la pequeñez y la miseria nuestra, que nos hacen indignísimos del alto honor que tendremos llegando hasta nuestro Dios realmente presente en el altar; sino también el exceso de amor que nos prueba la institución admirable de tan augusto sacramento. Jesucristo se ha dignado, por medio de él, habitar siempre entre nosotros, haciendo sus delicias -según sus palabras adorables- de conversar con los hombres.

En la Eucaristía, en ese trono de su infinita bondad, se ocultan -desaparecen digámoslo así- los eternos resplandores de su gloria para no intimidarnos, y sólo resalta la inmensa profundidad de su misericordia para atraernos e inspirarnos confianza. Desde allí dice poderosamente a nuestros corazones aquellas divinas frases, que la ingratitud más vil no puede escuchar sin avergonzarse de sí mismo:

"Venid a mí todos. Venid los que os sentís cargados y fatigados, y yo os aliviaré" (S. Mateo 11, 28).


21.10.23

Los siete pecados capitales: soberbia



Los siete pecados capitales son la raíz de todo mal moral, están comprendidos ya en el anterior examen pero, si el penitente quiere, además, detenerse un momento observando el estado de su alma con respecto a cada uno de ellos, puede considerar estas pervertidas pasiones en contraposición de las virtudes correspondientes, y decirse a sí mismo el juicio que forma de su estado, para en vista de él confesarse con más datos y buscar los remedios con más seguridad.

Soberbia.
La soberbia es el origen de desprecios, envidias, exigencias injustas, rebeliones, deseos inmoderados de alabanza y de honores, etc. Tiene por santo remedio la humildad, fundada en el conocimiento de la propia miseria y en la enseñanza que nos dió Jesucristo.

¿He aprovechado hasta ahora de ese ejemplo y esa enseñanza de Nuestro Señor?




| sietepecados |



4.10.23

Oración vespertina de humildad



Yo os adoro humildemente, Señor Dios mío, al acabar este día que os habéis dignado concederme. Os pido perdón con contrito corazón por cuantas acciones, palabras, pensamientos o deseos hayan podido ofenderos, y os suplico me permitáis rendiros las pobres obras mías que fueron de vuestro divino agrado durante este día que ahora termina, uniéndolas a las santísimas obras de Jesucristo, y a todos sus merecimientos inefables, en sufragio de las ánimas del Purgatorio, en satisfacción de mis pecados, y en homenaje de reconocimiento por todos vuestros innumerables beneficios.

Amén.

(Padrenuestro, AveMaría, Gloria).

23.9.23

Cántico de humildad



Soy ante Vos, Rey del Cielo,
polvo humilde, inmunda escoria;
mas permitidme el anhelo
de alzarme del triste suelo
para ensalzar vuestra gloria.

Y pues mandáis nuevo día, que de la noche el capuz rasgue, esparciendo alegría, no neguéis al alma mía de vuestra gracia la luz.

Que ella a mis obras presida,
pues dedicarlas a Vos
osa esta alma agradecida,
que a su Dios debe la vida
y la consagra a su Dios.


Oración:
¡Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos! Llenos están los cielos y la tierra de la majestad de vuestra gloria.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.


Nota: Los que reciten diariamente y con devoción estas palabras de glorificación al Altísimo, ganan cada vez cien días de indulgencia, y una plenaria cada mes confesando, comulgando, y pidiendo por los fines ordinarios (intenciones del Papa y de la Santa Iglesia).

4.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (199)



CAPÍTULO 20
Se muestran los otros cinco grados de amor.


1. El Sexto grado hace correr al alma ágilmente hacia Dios y dar muchos toques en Él, y sin desfallecer corre por la esperanza, ya que aquí el amor que la ha fortificado la hace volar ligero. De este grado también dice el profeta Isaías: "Los santos que esperan en Dios mudarán la fortaleza, tomarán alas como de águila y volarán y no desfallecerán" (Is. 40,31), como hacían en el grado quinto. A este grado pertenece también aquel texto del salmo (41,2): "Así como el ciervo desea las aguas, mi alma desea a ti, Dios", ya que el ciervo en la sed con gran ligereza corre a las aguas. La causa de esta ligereza en amor que tiene el alma en este grado es por estar ya muy avivada la caridad en ella, debido a que está aquí el alma poco menos que purificada del todo, como se dice también en el salmo (58,5), es a saber: "Sine iniquitate cucurri" ("sin iniquidad corrí"); y en otro salmo (118,32): "El camino de tus mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón". Y así, de este sexto grado se pasa luego al séptimo, que es el siguiente.

2. El séptimo grado de esta escala hace atreverse al alma con vehemencia. Aquí el amor ni se aprovecha del juicio para esperar, ni usa de consejo para retirarse, ni con vergüenza se puede refrenar, porque el favor, que ya Dios aquí hace al alma, la hace atreverse con vehemencia. De donde se sigue lo que dice el Apóstol (1 Cor. 13, 7), y es: "La caridad todo lo cree, todo lo espera y todo lo puede". De este grado habló Moisés (Ex. 32, 31-32), cuando dijo a Dios que perdonase al pueblo o, de lo contrario, que le borrase a él del libro de la vida en que le había escrito. Estos alcanzan de Dios lo que con gusto le piden. De donde dice David (Sal. 36, 4): "Deléitate en Dios, y darte ha las peticiones de tu corazón". En este grado se atrevió la Esposa (Ct. 1, 1) y dijo: "Osculetur me osculo oris sui" ("me besó con el beso de su boca"). A este grado no le es lícito al alma atreverse, si no sintiere el favor interior del cetro del rey inclinado para ella (Est. 6, 11), porque podría caer en el ascenso hacia los demás grados que hasta este ha subido, en los cuales siempre se ha de conservar en humildad. De esta osadía y determinación, que Dios la da al alma en este séptimo grado para atreverse a Dios con vehemencia de amor, se pasa el octavo grado, que es hacer ella presa en el Amado y unirse con Él, según explicaremos a continuación.

3. El octavo grado de amor hace al alma agarrarse y sujetarse sin soltarse, según la Esposa dice (Ct. 3, 4) de esta forma: "Hallé al que ama mi corazón y ánima, y túvele, y no le soltaré". En este grado de unión satisface el alma su deseo, mas no de continuo, porque algunos llegan a poner el pie y luego lo vuelven a quitar. Y es que si durase esta unión constantemente sería cierta gloria en esta vida, y así por breves momentos se queda el alma en él. Al profeta Daniel (10, 11), por ser varón de deseos, se le mandó de parte de Dios que permaneciese en este grado, diciéndole: "Daniel, está sobre tu grado, porque eres varón de deseos". De este grado se sigue el nono, que es ya el de los perfectos, como veremos a continuación.

4. El nono grado de amor hace arder al alma con suavidad. Este grado es el de los perfectos, los cuales arden ya en Dios suavemente, debido a que el Espíritu Santo les causa este ardor suave y deleitoso por razón de la unión que tienen con Dios. Por esto dice san Gregorio de los Apóstoles que, cuando el Espíritu Santo vino visiblemente sobre ellos, interiormente ardieron por amor suavemente.

De los bienes y riquezas de Dios que el alma goza en este grado no se puede hablar porque, si de ello escribiesen muchos libros, aún quedaría la mayor parte por decir. Del cual, por esto y porque después añadiremos algunas palabras, aquí no profundizo más sino tan sólo baste que de éste se sigue el décimo y el último grado de esta escala de amor, el cual ya no es de esta vida.

5. El décimo y último grado de esta escala secreta de amor hace al alma asimilarse totalmente a Dios, por razón de la clara visión de Dios que a continuación posee inmediatamente el alma que, habiendo llegado en esta vida al nono grado, sale de la carne. Porque éstos -que son muy pocos-, por cuanto ya por el amor están purgadísimos, no entran en el purgatorio. De donde san Mateo (5, 8), dice: "Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt" ("Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios"). Y, como decimos, esta visión es la causa de la similitud total del alma con Dios, porque así lo dice san Juan (1 Jn. 3, 2): "Sabemos que seremos semejantes a Él", no porque el alma se haga tan capaz como Dios, porque eso es imposible, sino porque todo lo que ella es se hará semejante a Dios, por lo cual se llamará -y lo será realmente-, Dios por participación.

6. Esta es la escala secreta que aquí se muestra sobre el ascenso del alma, aunque ya en estos grados de arriba no es muy secreta para el alma, puesto que se le descubre abundantemente el amor por los grandes efectos que en ella ese amor hace. Mas en este último grado de clara visión, que es lo último de la escala donde estriba Dios -como ya mencionamos hace poco-, ya no hay cosa para el alma encubierta, por razón de la total asimilación. Es por ello que nuestro Salvador (Jn. 16, 23) dice: "En aquel día ninguna cosa me preguntaréis", etc. Pero hasta este día todavía, por mucho que el alma más alta vaya le queda algo encubierto, y tanto cuanto le falte para la asimilación total con la divina esencia.

De esta manera, por esta teología mística y amor secreto, se va el alma saliendo de todas las cosas y de sí misma y subiendo a Dios. Porque el amor es similar al fuego, que siempre sube hacia arriba, con el apetito de atiborrarse en el centro de su esfera (nota del actualizador: es decir, con las energías de la materia que está quemándose y de la que obtiene sus fuerzas).


1.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (196)



CAPÍTULO 18
Se explican los motivos por los cuales esta sabiduría secreta es también escala.


1. Pero resta ahora ver lo segundo, conviene a saber: cómo esta sabiduría secreta es también escala. Acerca de lo cual es de saber que por muchas razones podemos llamar a esta secreta contemplación "escalera".

Primeramente, porque así como con la escalera se asciende y se alcanzan los bienes y tesoros y elementos diversos que hay en las fortalezas, así también por esta secreta contemplación, sin saberse cómo, sube el alma a escalar, conocer y poseer los bienes y tesoros del cielo. Lo cual da bien a entender el real profeta (Sal. 83,6-8), cuando dice: "Bienaventurado el que tiene tu favor y ayuda, porque en su corazón este tal puso sus subidas en el valle de lágrimas en el lugar que puso; porque de esta manera el Señor de la ley dará bendición, e irán de virtud en virtud como de grado en grado, y será visto el Dios de los dioses en Sión, el cual es el tesoro de la fortaleza de Sión, que es la bienaventuranza".

2. Podemos también llamarla escala porque, así como ocurre con la escala, esos mismos peldaños que tiene para subir los tiene también para bajar, así también esta secreta contemplación: esas mismas comunicaciones que hace al alma, que la levantan en Dios, la humillan en sí misma. Porque las comunicaciones que verdaderamente son de Dios poseen esta propiedad: que a la misma vez levantan y humillan al alma. Y es que en este camino el bajar es subir, y el subir, bajar, pues el que se humilla es ensalzado, y el que se ensalza, humillado (Lc. 14, 11). Y, además de esto de que la virtud de la humildad es grandeza, para ejercitar al alma en ella suele Dios hacerla subir por esta escala para que baje, y hacerla bajar para que suba, para que así se cumpla lo que dice el Sabio (Pv. 18, 12), es a saber: "Antes que el alma sea ensalzada, es humillada; y antes que sea humillada, es ensalzada".

3. Lo cual, hablando ahora de manera natural, echará bien de ver el alma que quisiere detenerse en ello, y cómo en este camino material (dejando aparte lo espiritual, que no se percibe) se dará cuenta de los numerosos altibajos que padece, y cómo tras la prosperidad que goza, luego se sigue alguna tempestad y trabajo, tanto que parece que le dieron aquella bonanza para prevenirla y esforzarla para la siguiente penuria, y cómo también, después de la miseria y tormenta, se sigue abundancia y bonanza, de manera que le parece al alma que, para hacerla aquella fiesta, la pusieron primero en aquella vigilia. Y éste es el ordinario estilo y ejercicio del estado de contemplación hasta llegar al estado de quietud: que nunca permanece en un estado, sino todo es subir y bajar.

4. Y la causa de esto es que, como el estado de perfección -el cual consiste en perfecto amor de Dios y desprecio de sí mismo- no puede estar sino con estas dos partes, que es conocimiento de Dios y de sí mismo, de necesidad ha de ser el alma ejercitada primero en el uno y en el otro, dándole ahora a gustar lo uno engrandeciéndola, y haciéndola a continuación probar lo otro y humillándola hasta que, adquiridos los hábitos perfectos, cese ya el subir y bajar, habiendo ya llegado y viéndose con Dios, que está en el fin de esta escala y sobre la cual se apoya y estriba (nota del actualizador: nos elevamos cuando conocemos y nos acercamos a Dios, y nos humillamos cuando reconocemos nuestras miserias y nos damos cuenta de ellas, percatándonos de lo indignos que somos de Su presencia, compañía o/y gozos).

Tengamos en cuenta que esta escala de contemplación que, como hemos dicho, procede de Dios, es figurada por aquella escala que vio Jacob durmiendo, por la cual subían y descendían ángeles de Dios al hombre y del hombre a Dios, el cual estaba situado en el extremo de la escala (Gn. 28, 12). Todos estos acontecimientos dice la Escritura divina que pasaban de noche y estando Jacob dormido, para dar a entender cuán secreto y diferente del saber del hombre es este camino y ascenso para llegar a Dios. Lo cual se ve bien puesto que, ordinariamente, lo que en el alma es de más provecho, que es irse perdiendo y aniquilando a sí misma, se tiene sin embargo por peor; curiosamente lo que menos vale (que es hallar su propio consuelo y su gusto, con lo cual ordinariamente antes pierde que gana), si eso hace, el alma tiene como si fuera algo mejor (nota del actualizador: siendo, sin embargo, lo peor para el alma).

5. Pero hablando ahora algo más sustancialmente de esta escala de secreta contemplación, diremos que la propiedad principal por la que aquí se llama escala o escalera es porque la contemplación es ciencia de amor, la cual, como hemos dicho, es una comunicación infusa y amorosa de Dios, que simultáneamente va ilustrando [dando luz] y enamorando al alma hasta subirla de grado hasta Dios, su Creador, porque sólo el amor es el que une y junta al alma con Dios.

Por lo tanto y para que se pueda ver más claro iremos aquí apuntando los grados de esta divina escala, mencionando con brevedad las señales y efectos de cada uno de ellos, para que por ellos pueda deducir cada alma en cual de ellos se encontrara. Y así, los distinguiremos por sus efectos, como hace san Bernardo y santo Tomás [el escrito que sigue muy de cerca el Santo en los dos capítulos siguientes es un apócrifo atribuido por unos a S. Tomás, por otros, a S. Bernardo. La crítica moderna está de acuerdo en prohijárselo a un dominico del s. XIII o XIV de nombre Elvico Teutónico. El opúsculo en cuestión "De decem gradibus amoris secundum Bernardum", junto con el otro apócrifo tomista "De dilectione Dei et proximi", corrió en impresiones asequibles al Santo, como en la edición piana de 1571] ya que conocer estos grados en sí, por cuanto esta escala de amor es, como hemos dicho, tan secreta que sólo Dios es el que la mide y pondera, no es posible por vía natural (nota del actualizador: de manera que para reconocerlos en esta existencia sólo nos es posible por sus efectos y señales, como acaba de indicarnos el Santo).


5.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (170)



14. Como el alma, pues, conoce que en esta purgación seca por donde pasó, obtuvo y consiguió tantos y tan preciosos provechos como aquí se han referido, no tarda mucho en suspirar palabras similares a las que en la poesía estamos explicando, en concreto el verso que dice:

¡Oh dichosa ventura!
Salí sin ser notada

Aquí podemos percatarnos de que se refiere a que salió de los lazos y sujeción de sus apetitos sensitivos y afecciones, sin ser notada, es a saber, sin que los mencionados tres enemigos se lo pudiesen impedir. Los cuales, como hemos explicado, mediante los apetitos y los gustos, así como si fuera con lazos, aprisionan en sus redes al alma y la detienen con el fin de que no salga de sí misma hacia la libertad de amor de Dios, porque entonces ellos no pueden combatir al alma, como ya se ha dicho.

15. Por todo ello, en sosegándose mediante la continua mortificación las cuatro pasiones del alma, que son: gozo, dolor, esperanza y temor, y en declinándose en su sensualidad con la acción de las ordinarias sequedades los apetitos naturales, rematan entonces la obra la armonía de los sentidos y potencias interiores, cesando sus operaciones discursivas, como hemos explicado, lo que viene a ser toda la gente, pobladores y la morada de la parte inferior del alma, que es lo que aquí llama "su casa", diciendo:


Estando ya mi casa sosegada.


CAPÍTULO 14
Se explica el último verso de la primera poesía.


1. Estando ya esta casa de la sensualidad sosegada, esto es, mortificada, sus pasiones apagadas y apetitos calmados y dormidos por medio de esta venturosa noche de la purgación sensitiva, salió el alma a iniciar el camino y vía del espíritu, que es de los aprovechantes y aprovechados el cual, por otro nombre, también llaman "vía iluminativa" o "de contemplación infusa", en la que Dios de suyo anda apacentando y depurando y clarificando al alma, sin discurso ni ayuda activa de esa misma alma.

Tal es, como hemos dicho, la noche y purgación del sentido en el alma la cual, en los que después han de entrar en la otra más grave del espíritu para pasar a la divina unión de amor (porque no todos, sino los menos, pasan ordinariamente esta etapa), suele ir acompañada con graves trabajos y tentaciones sensitivas, que duran mucho tiempo, aunque en unos más que en otros. Porque a algunos se les da el ángel de Satanás (2 Cor. 12, 7), que es el espíritu de fornicación, para que les azote los sentidos con abominables y fuertes tentaciones, y les atribule el espíritu con feas insinuaciones, imágenes y representaciones más visibles en la imaginación, que a veces les es mayor pena que el morir.

2. Otras veces se les añade en esta noche el espíritu de blasfemia, el cual en todos sus conceptos y pensamientos se anda atravesando con intolerables blasfemias, y a veces con tanta fuerza sugeridas en la imaginación que casi se las hace pronunciar, lo que les supone un grave tormento.

3. En otras ocasiones se les da otro abominable espíritu, que llama Isaías (19, 14) "spiritus vertiginis" (llamado también "espíritu de revuelta y confusión", que podríamos traducir también para más aclaración como "espíritu de entender al revés", es decir, dedicado a trastornar y a "malmeter" mediante el desorden, el caos y el alboroto, los pensamientos y el buen juicio, consignas, leyes y preceptos), no con el fin de que los contemplativos caigan, sino para que se ejerciten. Este espíritu abominable de tal manera les oscurece el sentido, que los llena de mil escrúpulos y perplejidades tan intrincadas al juicio de sus víctimas que nunca pueden satisfacerse con nada, ni apoyar su juicio en consejo ni concepto, convirtiéndose así en uno de los más agudos y graves estímulos y horrores de esta noche, muy cercano a lo que ocurre en la noche espiritual.

4. Estas tempestades y trabajos son los que por lo general envía Dios en esta noche de purgación sensitiva a los que, como digo, ha de poner después en la otra (aunque no todos pasan luego a ella), para que castigados y abofeteados de esta manera se vayan ejercitando y disponiendo y curtiendo los sentidos y potencias para la unión de la Sabiduría que allí les han de dar. Porque si el alma no es tentada, ejercitada y probada con trabajos y tentaciones, no puede avivar su sentido para la sabiduría. Por eso mismo dijo el Eclesiástico (34, 9-11): "El que no es tentado, ¿qué sabe? Y el que no es probado, ¿cuáles son las cosas que reconoce?". De la cual verdad da Jeremías con un buen testimonio, diciendo (31, 18): "Me castigaste, Señor, y fui enseñado". Y la manera más propia de aplicar este castigo para entrar en sabiduría son los trabajos interiores que aquí decimos, por cuanto son de los que más eficazmente purgan el sentido de todos los gustos y consuelos a los que con flaqueza natural estaba siendo afectado, y donde es humillada el alma de veras para el ensalzamiento que ha de tener.

5. Sin embargo el tiempo que al alma tengan en este ayuno y penitencia del sentido, y cuánta es su duración, no es cosa cierta decirlo puesto que no pasa en todos de una manera ni con unas mismas tentaciones. La razón es que esto va medido por la voluntad de Dios conforme a lo más o menos que cada uno tiene de imperfección que purgar y, asimismo, conforme al grado de amor de unión a que Dios la quiera levantar la humillará más o menos intensamente, o más o menos tiempo. Los que tienen sujeto y más fuerza para sufrir con más intensidad son a los que purga más presto. Porque a los muy débiles les lleva por esta noche con mucha remisión y flojas tentaciones durante mucho tiempo, dándoles habituales refecciones al sentido con el fin de que no vuelvan atrás, con lo cual llegan bastante tarde a la pureza de perfección en esta vida, y algunos de éstos nunca dado que ni bien están en la noche, ni bien fuera de ella. Este tipo de personas aunque no avanzan, para que se conserven en humildad y conocimiento propio los ejercita Dios algunos ratos y días en ciertas tentaciones y sequedades, y les acude y les socorre con el consuelo otras veces a temporadas, para que no acaben desmayando y no se vuelvan a buscar el consuelo del mundo. A otras almas más endebles anda Dios con ellas como mostrándose y trasponiéndose para poder ejercitarlas en su amor, puesto que a ciertas almas sin tomarles ciertos desvíos no aprenderían a llegarse a Dios.

6. Pero las almas que han de pasar a tan dichoso y alto estado como es la unión de amor, por muy deprisa que Dios las lleve, por lo general harto tiempo suelen durar en estas sequedades y tentaciones, como nos lo dice la experiencia. [Nota: Estos párrafos finales tratan de enlazar lo dicho hasta ahora respecto de la noche del sentido, con la propia noche del espíritu, partiendo del comentario al verso 2º. Deben tenerse en cuenta los criterios apuntados respecto al tiempo o duración de la misma. También son de destacar las dos consideraciones complementarias: la primera, no es un camino para todos indiscriminadamente; la segunda, debe distinguirse bien lo activo y lo pasivo -es decir, el alma obrando, y el alma dejándose obrar, respectivamente-, aunque en la práctica resulte difícil su distinción. De ahí expresiones tan elásticas como "Dios los ejercita"].

Ahora ha llegado el momento, pues, de comenzar a tratar de la segunda noche.


3.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (168)



CAPÍTULO 13
Se explican otros provechos que causa en el alma esta noche oscura del sentido.


1. Acerca de las imperfecciones que en la avaricia espiritual tenía, en que codiciaba unas y otras cosas espirituales y nunca se veía satisfecha el alma de unos y otros ejercicios debido a la codicia del apetito y gusto que hallaba en ellos, ahora en esta noche seca y oscura anda bien reformada porque, como no halla el gusto y sabor que solía (más bien halla en ella sinsabor y trabajo), con tanta templanza usa de los elementos espirituales que por ventura lo que perdía largamente en el anterior estado, ahora es más difícil echarlo a perder. Aunque a los que Dios pone en esta noche comúnmente les da humildad y prontitud -ciertamente puede que con sinsabor-, tiene su fin en que sólo por Dios hagan aquello que se les manda, y no deteniéndose en muchas cosas al no encontrar agrado en ellas.

2. Respecto a la lujuria espiritual también se ve claro que, por esta sequedad y sinsabor de sentido que halla el alma en las cosas espirituales se librará de aquellas impurezas que allí mencionamos pues, comúnmente, ya dijimos que procedían del gusto que proveniente del espíritu redundaba en el sentido.

3. Sobre las imperfecciones de las que se libra el alma en esta noche oscura acerca del cuarto vicio, que es el de la gula espiritual, se pueden ver allí - aunque no están mostradas todas, puesto que son innumerables-. Por lo tanto aquí no las referiré, porque querría ya concluir con esta noche para pasar a la otra, de la cual tenemos que dar importante palabra y doctrina.

Baste, para entender los innumerables provechos que además de los dichos gana el alma en esta noche acerca de este vicio de la gula espiritual, decir que de todas aquellas imperfecciones que allí quedan dichas se libra, y de otros muchos y mayores males y feas abominaciones que, como digo, allí no están escritas, en que vinieron a dar muchos de los que hemos tenido experiencia, por no tener ellos reformado el apetito en esta golosina espiritual. Porque, como Dios en esta seca y oscura noche en que pone al alma tiene refrenada la concupiscencia y echado el freno del apetito de manera que no se puede cebar de ningún gusto ni sabor sensible de cosa de arriba ni de abajo (y esto lo va continuando de tal manera que queda incrustada en el alma, reformada y frenada según la concupiscencia y apetito), pierde la fuerza de las pasiones y concupiscencia y se hace en ese aspecto estéril, no usándose el gusto, lo mismo que cuando se cesa de sacar leche de la ubre se secan los conductos lácteos y finaliza su producción. Y, atrofiados de esta manera los apetitos del alma se consigue, además de las ventajas mencionadas, admirables provechos por medio de esta sobriedad espiritual. La razón es que, apagados los apetitos y concupiscencias, vive el alma en paz y tranquilidad espiritual, ya que donde no reina apetito y concupiscencia no hay perturbación, sino paz y consuelo de Dios.

4. Surge de aquí otro segundo provecho, y es que no trae a la mente una ordinaria memoria de Dios, con temor y recelo de volver atrás en el camino espiritual, como hemos dicho. Éste es un beneficio muy grande, siendo a su vez sin embargo de los menores en esta sequedad y purgación del apetito, ya que se purifica el alma y limpia de las imperfecciones que se le adherían por medio de los apetitos y afecciones contaminantes, que de suyo embotan y ofuscan el ánima.


2.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (167)



4. Y así nos conviene notar otro excelente provecho que hay en esta noche y sequedad del sensitivo apetito, pues hemos venido a dar con él, y es: que en esta noche oscura del apetito (puesto que se verifica lo que dice el profeta (Is. 58, 10), es a saber: "Lucirá tu luz en las tinieblas"), alumbrará Dios al alma, no sólo dándole conocimiento de su bajeza y miseria, como hemos explicado, sino también de la grandeza y excelencia de Dios. Porque puesto que apagados los apetitos y gustos y apoyos sensibles, queda limpio y libre el entendimiento para comprender la verdad (porque el gusto sensible y apetito, aunque sea de cosas espirituales, ofusca y aprisiona al espíritu) y, además también que ese apagamiento y sequedad del sentido ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías (28,19), con la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y desprendida, que es lo que se requiere para su divina influencia, sobrenaturalmente por medio de esta noche oscura y seca de contemplación la va instruyendo en su divina sabiduría, lo cual por los agrados y gustos primeros no hacía, como ya se explicó.

5. Esto da muy bien a entender el mismo profeta Isaías (28,9), diciendo: "¿A quién enseñará Dios su ciencia y a quién hará oír su audición? A los destetados" -dice- "de la leche, a los desarrimados de los pechos", en lo cual se da a entender que para que actúe esta divina influencia no es por la disposición de la leche primera de la suavidad espiritual, ni el arrimo del pecho de los sabrosos discursos de las potencias sensitivas que gustaba el alma, sino el carecer de lo uno y desapego de lo otro, por cuanto para oír a Dios le conviene al alma estar muy en pie y desprendida, según el afecto y sentido, como de sí lo dice el profeta (Hab. 2, 1): "Estaré en pie sobre mi custodia" -esto es, separado del apetito- "y afirmaré el paso", esto es, no discurriré con el sentido, "para contemplar" esto es, para entender "lo que de parte de Dios se me alegare". De manera que ya tenemos que de esta noche seca sale conocimiento de sí primeramente, y de esto, como de su fundamento, sale lo otro, o sea el conocimiento de Dios. Que por eso decía san Agustín a Dios: "Conózcame yo, Señor, a mí, y conocerte he a ti". Porque, como dicen los filósofos, un extremo se conoce bien por el otro [axioma filosófico del "contrariorum eadem est ratio"].

6. Y para probar más claramente la eficacia que tiene esta noche sensitiva en su sequedad y desnudez para ocasionar la luz que de Dios decimos recibir aquí el alma, alegaremos aquella autoridad de David (Sal. 62, 3) en que da bien a entender la gran virtud que tiene esta noche para este alto conocimiento de Dios. Dice, pues, así: "En la tierra desierta, sin agua, seca y sin camino parecí delante de ti para poder ver tu virtud y tu gloria". Lo cual es cosa admirable. No da aquí a entender David que los deleites espirituales y los muchos gustos que él había tenido le fuesen disposición y medio para conocer la gloria de Dios, sino las sequedades y desnudeces de la parte sensitiva, que se entiende aquí por la tierra seca y desierta. Tampoco dice que los conceptos y discursos divinos, de los que él había usado mucho, fuesen camino para sentir y ver la virtud de Dios, sino el no poder fijar el concepto en Dios, ni caminar con el discurso de la consideración imaginaria, que se entiende aquí por la tierra sin camino. De manera que, para conocer a Dios y a sí mismo, esta noche oscura es el medio con sus sequedades y vacíos, aunque no con la plenitud y abundancia que nos ofrece la otra del espíritu, porque este conocimiento es como principio de la otra (nota del actualizador: semejante a una ascendencia de grados; esta noche oscura es elevada, pero la noche oscura del espíritu lo es más aún).

7. Saca también el alma en las sequedades y vacíos de esta noche del apetito humildad espiritual, que es la virtud contraria al primer vicio capital que dijimos ser soberbia espiritual. Por esta humildad, que adquiere por el dicho conocimiento de sí mismo, se purga de todas aquellas imperfecciones en que caía acerca de aquel vicio de soberbia en el tiempo de su prosperidad. Porque, como se ve tan seca y miserable, ni aun por una primera impresión le parece que va mejor que los otros, ni que les lleva ventaja, como antes hacía. Más bien, por el contrario, conoce que los otros van mejor y progresan más (nota del actualizador: aunque de virtudes no estén mejor, puede que progresen más en su propio camino; no a todos exige Dios lo mismo, ni reparte los mismos dones y gracias. Lo íntimo del corazón, en el fondo y al fin, sólo el Señor lo conoce).

8. Y de aquí nace el amor del prójimo, porque los estima y no los juzga como antes solía cuando se veía a sí mismo con mucho fervor y a los otros no. Sólo conoce su miseria y la tiene delante de los ojos: tanto, que no la deja ni da lugar para poner los ojos en nadie, lo cual admirablemente David, estando en esta noche, manifiesta, diciendo: "Enmudecí y fui humillado y tuve silencio en los bienes y renovóse mi dolor" (Sal. 38, 3). Esto dice porque le parecía que los bienes de su alma estaban tan caducos, que no solamente no había ni hallaba motivos ni vocabulario para hablar de ellos, mas acerca de los ajenos también enmudeció con el dolor del conocimiento de su propia miseria (nota del actualizador: el conocimiento de nuestra escasez, pequeñez e indigencia nos espanta tanto y nos aniquila, que anula cualquier juicio a los demás, dado que con todas nuestras miserias y todo lo que tenemos que corregir somos conscientes de que tenemos bastante para no dar a basto en detenernos en las ajenas, habida cuenta además que ni las nuestras somos capaces de superar y mejorar).

9. Aquí también se hacen sujetos y obedientes quienes transitan en este camino espiritual ya que, como se ven tan miserables, no sólo oyen a los que les enseñan (nota del actualizador: es decir, sus maestros, guías, confesores...), mas aun desean que cualquiera los encamine y diga lo que deben hacer, quitándoseles la presunción afectiva (nota del actualizador: gusto por los afectos, o sea, por las adulaciones de los demás) que en la prosperidad a veces tenían. Y, finalmente, de camino se les barren todas las demás imperfecciones que notamos allí respecto a este vicio primero que es la soberbia espiritual.


22.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (159)



6. Lo mismo tienen éstos en la oración que ejercitan, que piensan que todo el negocio de ella está en hallar gusto y devoción sensible, y procuran sacar ese gusto, como se suele decir, a fuerza de brazos, cansando y fatigando las potencias y la cabeza y, cuando no han hallado el tal gusto, se desconsuelan enormemente pensando que no han hecho nada. Y por esta pretensión pierden la verdadera devoción y espíritu, que consiste en perseverar en esos ejercicios con paciencia y humildad, desconfiando de uno mismo, sólo por agradar a Dios. A esta causa, cuando no han hallado una vez sabor en este u otro ejercicio, tienen mucha desgana y repugnancia de volver a él y a veces lo dejan. Son, en fin, como hemos dicho, semejantes a los niños, que no se mueven ni obran por razón, sino por el gusto.

Todo se les va a este tipo de personas en buscar gusto y consuelo de espíritu, y por esto nunca se hartan de leer libros, y ahora toman una meditación, ahora otra, andando a la caza de estos gustos con las cosas de Dios, a los cuales les niega Dios muy justa, discreta y amorosamente consuelos y gozos porque, si esto no lo hiciese, crecerían por esta gula y chuchería espiritual en males sin cuento. Por lo cual conviene mucho a éstos entrar en la noche oscura que vamos a mostrar, para que se purguen de estas niñerías.

7. Estos que así están inclinados a estos gustos también tienen otra imperfección muy grande, y es que son muy flojos y remisos en ir por el camino áspero de la cruz, puesto que su alma está dada al sabor, con lo cual de forma natural les supone un esfuerzo y un desagrado exagerado todo sinsabor de negación propia.

8. Tienen éstos otras muchas imperfecciones que de aquí les surgen, las cuales el Señor a su tiempo les trata de corregir a base de tentaciones, sequedades y otros trabajos, que todo es parte de la noche oscura. De estas imperfecciones, por no alargarme, no quiero tratar aquí más, sino sólo decir que la sobriedad y templanza espiritual lleva otro temple muy diferente hecho a base de mortificación, temor y sujeción en todas sus cosas, poniendo atención en que no está la perfección y valor de las cosas en la multitud y gusto de las obras, sino en saberse negar a sí mismo en ellas. Esto es lo que ellos han de procurar hacer cuanto pudieren de su parte, hasta que Dios quiera purificarlos de lleno haciéndolos entrar en la noche oscura, y con el fin de abordar la mencionada noche oscura paso deprisa y sin detenerme más en la exposición de este tipo de imperfecciones.


21.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (158)



CAPÍTULO 6
Se abordan ahora las imperfecciones acerca de la gula espiritual


1. Acerca del cuarto vicio, que es referente a la gula espiritual, hay mucho que decir, porque apenas hay uno de estos principiantes que, por muy bien que proceda, no caiga en algo de las muchas imperfecciones que acerca de este vicio les surgen a estos principiantes por medio del sabor que hallan en los inicios de los ejercicios espirituales.

Porque muchos de éstos, engolosinados con el sabor y gusto que hallan en los tales ejercicios, procuran más el sabor del espíritu que la pureza y discreción de él, que es lo que Dios mira y acepta en todo el camino espiritual. Por lo cual, además de las imperfecciones que tienen en pretender estos sabores e inclinarse hacia ellos, la golosina que ya tienen les hace en probando un poco querer tomarlo todo, pasando de los límites del medio en que consisten y se granjean las virtudes. Porque, atraídos del gusto que allí hallan, algunos se matan a penitencias, y otros se debilitan con ayunos, haciendo más de lo que su flaqueza sufre, sin orden y consejo. Tratan y procuran sobrepasar los límites de su cuerpo, cuando deberían obedecer en lo tal (nota del corrector: en otras palabras, deberían atender las necesidades básicas e imprescindibles del cuerpo material que poseen -higiene, manutención...-, puesto que aún no son seres espirituales aunque pretendan serlo), y aún algunos se atreven a hacerlo aunque les hayan mandado lo contrario.

2. Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y obediencia (que es en sí una penitencia de razón y discreción), y por eso es esa penitencia de obediencia y sujeción para Dios un sacrificio más aceptable y gustoso que todos los demás, también que a la penitencia corporal la cual, dejada esta parte de obediencia y disciplina, no es más que penitencia de bestias, a que también como bestias se mueven por el apetito y gusto que allí hallan. En todo esto, por cuanto todos los extremos son viciosos y en esta manera de proceder estas personas en realidad hacen su voluntad, antes van creciendo en vicios que en virtudes porque, por lo menos, ya en esta manera adquieren gula espiritual y soberbia, pues no va en obediencia lo que hacen .

Y tanto empuja el demonio a muchos de éstos, atizándoles a inclinarse hacia esta gula por gustos y apetitos que les acrecienta, que ya que más no pueden hacer llegan a mudar o añadir o variar lo que les mandan, porque les es desagradable y repulsiva toda obediencia acerca de esto. En lo cual algunos llegan a tanto mal que, por el mismo caso que los tales ejercicios van y se desarrollan mediante la obediencia, se les quita la gana y devoción de hacerlos, porque en el fondo es solo hacer su gana y gusto lo que les mueve, todo lo cual por ventura les valiera entonces más no hacerlo.

3. Veréis a muchos de éstos muy empeñados con sus maestros espirituales para convencerles en que les concedan lo que quieren, y medio por la fuerza lo logran y si no, se entristecen como niños y andan de mala gana, y les parece que no sirven a Dios cuando no les dejan hacer lo que querrían. Porque, como andan arrimados al gusto y a la voluntad propia, y es eso lo que tienen por su Dios, luego que se lo quitan y les quieren poner en voluntad de Dios se entristecen y aflojan y faltan. Piensan éstos que el gustar ellos y estar satisfechos, es servir a Dios y satisfacerle (nota del corrector: lo cual no tiene nada que ver).

4. Hay también otros que por razón de esta chuchería tienen tan poco conocida su bajeza y propia miseria y tan echado aparte el amoroso temor y respeto que deben a la grandeza de Dios, que no dudan de insistir mucho con sus confesores sobre que les dejen comulgar muchas veces. Y lo peor es que muchas veces se atreven a comulgar sin licencia y parecer del ministro y despensero de Cristo, sólo por su parecer, y le procuran encubrir la verdad. Y a esta causa, con intención de ir comulgando, hacen como fuese las confesiones, teniendo más codicia en comer que en comer limpia y perfectamente, mientras que sería más sano y santo tener la inclinación contraria, esto es: rogando a sus confesores que no les manden acudir a la mesa del Señor tan a menudo. Obviamente entre lo uno y lo otro lo mejor es la resignación humilde y la abnegación, pero los atrevimientos sobre estos aspectos dan en grande mal y en castigo de quienes se atreven a tal temeridad.

5. Este tipo de personas, en comulgando, todo se les va en procurar algún sentimiento y gusto más que en reverenciar y alabar en sí con humildad a Dios, y de tal manera se apropian y dedican y empeñan en esto que, cuando no han sacado algún gusto o sentimiento sensible, piensan que no han hecho nada, lo cual es juzgar muy bajamente de Dios, no entendiendo que el menor de los provechos que hace este Santísimo Sacramento es el que toca al sentido, porque mucho mayor es el invisible de la gracia que da. Debe tenerse en cuenta que, al poner los ojos de la fe en la comunión, muchas veces quita Dios ese otro tipo de gustos y sabores sensibles. Y así, quieren sentir a Dios y gustarle como si fuese comprensible y accesible, no sólo en éste, sino también en los demás ejercicios espirituales, todo lo cual es una muy grande imperfección y muy contra la condición de Dios, porque es impureza en la fe (nota del corrector: "...el querer sentir o añadir los gustos corporales o sensibles", cabría completar la frase).

16.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (153)



6. De este tipo de imperfecciones llegan algunos tener muchas y muy intensamente, y también llegan a mucho mal en ellas. Obviamente algunos tienen menos, algunos más, y algunos solo como unos primeros movimientos o poco más. Sin embargo apenas hay unos pocos de estos principiantes que en el tiempo de estos fervores no caigan en algo de todo esto.

Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu. Porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas también poseen una muy poca satisfacción y estimación de sí mismos. A todas las demás personas tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por Él. Así es que, cuanto más hacen, tanto menos se satisfacen. Que tanto es lo que de caridad y amor querrían hacer por el Señor que todo lo que hacen no les parece sino nada, y tanto les solicita, ocupa y embebe este cuidado de amor, que nunca advierten en si los demás hacen o no hacen, y acaso algo de eso advierten todo es, como digo, creyendo que todos los demás son mucho mejores que ellos. De donde, teniéndose en poco, tienen gana también que los demás los tengan en poco y que los desprecien y desestimen sus cosas (obras, pareceres, opiniones, etc). Y aún más: que, aunque de fuera se les quiera alabar y estimar, ellos en ninguna manera lo pueden creer, y les parece cosa extraña que digan de ellos aquellos halagos.

7. Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa de la que tienen el tipo de personas de las que hemos tratado líneas arriba, que lo querrían ellos enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se lo saben. Pero éstos otros, estando muy lejos de querer ser maestros de nadie, están muy prontos para ponerse a andar y tomar por otro camino del que llevan, si se lo mandaren, porque nunca piensan que aciertan en nada. De que alaben a los demás se gozan, y sólo sienten pena de que no sirven a Dios como lo sirven los demás que, a su parecer, son más perfectos.

No tienen gana de decir sus cosas, sus hechos, sus experiencias, porque las estiman en tan poco, que aun a sus maestros espirituales tienen vergüenza de decirlas, pareciéndoles que no son cosas que merezcan hacer lenguaje de ellas. Más gana tienen de decir sus faltas y pecados, o que los entiendan como llenos de faltas, que no sus virtudes. Con esto se inclinan más a tratar su alma con la persona que menos pone en valor sus cosas y su espíritu, lo cual es propiedad de espíritu sencillo, puro y verdadero, y muy agradable a Dios. Porque, como mora en estas humildes almas el espíritu sabio de Dios, luego las mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros en secreto y echar afuera sus males. Porque da Dios a los humildes, junto con las demás virtudes, esta gracia, así como a los soberbios se la niega (Sant. 4, 6).

8. Darán éstos la sangre de su corazón a quien sirve a Dios, y ayudarán, cuanto en esto dependa de ellos, a que sea Dios servido. En las imperfecciones que se ven caer, con humildad se sufren, y con blandura de espíritu y temor amoroso de Dios, esperando confiandamente en Él (nota del corrector: para que venga a rescatarlos y a socorrerlos).

Pero almas que al principio caminen con esta manera de perfección, entiendo son, como queda dicho, las menos y muy pocas; tanto que nos quedaríamos contentos con que simplemente no cayesen los que estén en este camino en las cosas contrarias. Que, por eso, como después diremos, pone Dios en la noche oscura a los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para así llevarlos hacia adelante.


15.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (152)



CAPÍTULO 2
Se abordan algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes acerca del hábito de la soberbia


1. Como estos principiantes se sienten tan fervorosos y diligentes en las cosas espirituales y ejercicios devotos, de esta propiedad (aunque es verdad que las cosas santas de suyo humillan) por su imperfección les surge muchas veces cierto atisbo de soberbia oculta, de donde vienen a tener alguna satisfacción de sus obras y de sí mismos. Y de aquí también les nace cierta ansia algo vana, y a veces muy vana, de hablar cosas espirituales delante de otros, y aun a veces de enseñarlas más que de aprenderlas, y condenan en su corazón a otros cuando no los ven con la manera de devoción que ellos querrían, e incluso a veces lo dicen de palabra y abiertamente, pareciéndose en esto al fariseo, que se jactaba alabando a Dios sobre las obras que hacía, despreciando a la vez al publicano (Lc. 18, 11-12).

2. A éstos muchas veces los acrecienta el demonio el fervor y gana de hacer más estas y otras obras para que les vaya creciendo la soberbia y presunción. Porque sabe muy bien el demonio que todas estas obras y virtudes que hacen no solamente no les valen nada, mas antes se les acaban volviendo en vicio. Y a tanto mal suelen llegar algunos de éstos, que no querrían que pareciese bueno otro sino ellos y así, tanto de obra como con su palabra, cuando la ocasión se les ofrece condenan y detraen al prójimo, mirando la motica en el ojo de su hermano y no considerando la viga que está en el suyo (Mt. 7, 3). En suma: filtran el mosquito ajeno y y se tragan su camello (Mt. 23, 24).

3. A veces también, cuando sus maestros espirituales, como son confesores y prelados, no les aprueban su espíritu y modo de proceder (porque tienen gana de que les estimen y les alaben lo que hacen), entonces juzgan que lo que ocurre es que no les entienden el espíritu, o que sus maestros no son espirituales, pues no aprueban lo que les interesa a ellos y condescienden con ello. Y así, luego desean y procuran tratar con otro que cuadre con su gusto, porque ordinariamente desean tratar su espíritu con aquellos que entienden que han de alabar y estimar sus cosas y huyen, como de la muerte, de aquellos que se las pone en entredicho y se las revelan para ponerlos en camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos. Presumiendo, suelen proponer mucho y hacen muy poco. Tienen algunas veces gana de que los otros entiendan su espíritu y su devoción, y para esto a veces hacen muestras exteriores de movimientos, suspiros y otras ceremonias y, hasta incluso, algunos arrobamientos, en público más que en secreto, a los cuales les ayuda el demonio, y tienen complacencia en que les valoren todo esto que hacen y en gran medida también muchas veces codicia.

4. Muchos quieren intimidar y tratar a solas con los confesores, y de aquí les nacen mil envidias e inquietudes. Tienen empacho de decir sus pecados al desnudo para que no los tengan sus confesores en menos, y a la vez los van coloreando para que no parezcan tan malos, lo cual es már irse a excusar que a acusarse uno mismo. Y a veces buscan otro confesor para decirle a él lo malo con el fin de que el otro confesor no piense que en realidad tienen y hacen cosas malas, sino que todo lo que hacen es bueno. Y así, siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces por términos que parezca antes más de lo que es que menos, con gana de que le parezca bondadoso, cuando en el fondo el provecho lo sacarían -como diremos- actuando con más humildad, huir de estos ardides y falsedades, y buscar en todo que ni su confesor ni nadie lo tengan o estimen en algo.

5. También algunos de éstos tienen en poco sus faltas, y otras veces se entristecen demasiado de verse caer en ellas, pensando que ya habían de ser santos, y se enojan contra sí mismos con impaciencia, lo cual es otra imperfección. Tienen muchas veces grandes ansias con Dios porque les quite sus imperfecciones y faltas, más por verse sin la molestia de ellas en paz que por Dios, no mirando que, si se las quitase, por ventura se harían aún más soberbios y presuntuosos. Son enemigos de alabar a otros y amigos de que los alaben, y a veces lo pretenden explícitamente, en lo cual son semejantes a las vírgenes necias que, teniendo sus lámparas apagadas, buscaban óleo por fuera (Mt. 25, 8) (nota del corrector: por medio de las virtudes y de la vigilancia de las otras, cuando deberían buscar en ellas mismas sus virtudes y vigilar por sus fallos para no caer).


20.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (128)



CAPÍTULO 23.
Se explican los provechos que obtiene el alma al no poner el gozo en los bienes naturales.


1. Muchos son los provechos que logra el alma al apartar su corazón de semejante gozo porque, además que dispone para el amor de Dios y el ejercicio de las otras virtudes, directamente da lugar a la humildad para sí mismo y a la caridad general para con los prójimos. Y es que no aficionándose a ninguna persona por los bienes naturales aparentes, que son engañadores, le queda el alma libre y clara para amarlos a todos racional y espiritualmente, como Dios quiere que sean amados. En lo cual se conoce que ninguno merece amor si no es por la virtud que hay en él. Y cuando de esta suerte se ama, es muy según Dios y aún con mucha libertad; y si es con asimiento, es con mayor asimiento de Dios, porque entonces cuanto más crece este amor, tanto más crece el de Dios, y cuanto más el de Dios, tanto más esta caridad para con el prójimo, porque de lo que es en Dios es una misma razón y una misma la causa.

2. Le sigue además otro excelente provecho al negar este género de gozo, y es que cumple y guarda el consejo de Nuestro Salvador, que dice por san Mateo (16, 24) que el que quisiere seguirle se niegue a sí mismo. Lo cual en ninguna manera podría hacer el alma si pusiese el gozo en sus bienes naturales, porque el que hace algún caso de sí no se niega ni sigue a Cristo.

3. Hay otro gran provecho en negar este género de gozo, y es que causa en el alma una gran tranquilidad y evacua las digresiones, logrando recogimiento en los sentidos, mayormente en los ojos. Porque, no queriendo gozarse en eso, ni quiere mirar ni dar los demás sentidos a esas cosas, por no ser atraído ni enlazado de ellas, ni gastar tiempo ni pensamiento en ellas. Es un hecho semejante a las serpientes prudentes, que al tapar sus oídos para no oír a los encantadores evitan así que les hagan alguna manipulación (Sal. 57, 5). Porque guardando las puertas del alma, que son los sentidos, mucho se guarda y aumenta la tranquilidad y pureza de esa misma alma.

4. Hay otro provecho no menor en los que ya están avanzados en la mortificación de este género de gozo, y es que los objetos y las noticias amargas o/y desagradables no les hacen la impresión e impureza que a los que todavía les contenta algo de esto. Y, por eso, a la negación y mortificación de este gozo se le sigue la espiritual limpieza de alma y cuerpo, esto es, de espíritu y sentido, y va teniendo conveniencia angelical con Dios, haciendo a su alma y a su cuerpo digno templo del Espíritu Santo. Lo cual no puede ser así si su corazón se gozase en los bienes y gracias naturales, puesto que para esto no es menester consentimiento ni memoria de cosa fea, pues el gozo que se recibe admirando la belleza física y sensual basta para la impureza del alma y sentido con la comunicación de lo tal, pues que dice el Sabio (Sab. 1, 5) que el Espíritu Santo se apartará de los pensamientos que no son de entendimiento, esto es, de la razón superior en orden a Dios.

5. Otro provecho general se le sigue, y es que, además que se libra de los males y daños que acabamos de mencionar, esquiva también las vanidades sin cuento y los muchos otros daños, así espirituales como temporales, y mayormente de caer en la poca estima que son tenidos todos aquellos que son vistos gozarse o preciarse de las dichas partes naturales, suyas o ajenas. Y así son tenidos y estimados por cuerdos y sabios, como de verdad lo son, todos aquellos que no hacen caso de estas cosas, sino de aquello de que gusta Dios.

6. De los mencionados provechos se añade también este último, que es un generoso bien del alma, tan necesario para servir a Dios como es la libertad del espíritu, con que fácilmente se vencen las tentaciones, y se pasan bien los trabajos y crecen prósperamente las virtudes.