Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

11.10.23

Examen de conciencia: primer mandamiento



El primer mandamiento nos dice:

Amarás a Dios sobre todas las cosas.


Son inseparables de este amor la Fe, la Esperanza, la Caridad y el culto.

Se falta más o menos gravemente a este mandamiento de las maneras siguientes:

- Si se ha abrigado dudas de alguna de las verdades de la religión, y si se han divulgado esas dudas.

- Si con espíritu de soberbia se ha pretendido profundizar en los sagrados misterios, y tratar de razonarlos con nuestra limitada razón, que debe venerarlos sumisa y humildemente.




- Si se ha permitido censurar o juzgar las decisiones de la Iglesia, atribuyéndonos a nosotros mismos la infalibilidad que no acata esas decisiones.

- Si se ha prestado oído a discursos impíos, o leído libros impíos pudiendo evitarlo.

- Si no se ha procurado, pudiendo hacerlo, instruirse adecuadamente en la religión, ni hacer que se instruyan nuestros subordinados.

- Si cayendo en indignas supersticiones, hemos dado crédito a sueños, sortilegios, hechicerías, etc., o convertido la religión de Jesucristo, que toda es espíritu y verdad, en meras genuflexiones, palabrería y prácticas rutinarias.

- Si confundiendo el celo con el fanatismo se ha alterado el espíritu de la religión, haciendo extensivo al pecador el ódio que merece el pecado.

- Si nos hemos resistido a las divinas inspiraciones.

- Si hemos recibido algún sacramento estando en pecado o con impedimento.

- Si se ha presumido de las propias fuerzas o logros, no reconociendo que nada bueno se puede sin el auxilio divino.

- Si se ha desconfiado de la misericordia divina, o hemos hecho desconfiar a otros.

- Si abusando de la bondad divina, hemos diferido hacer penitencia, esperando llegar siempre a tiempo.

- Si en nuestros trabajos y aflicciones nos hemos quejado o murmurado de la Providencia, o nos hemos creído abandonados de ella.

- Si, volviendo en ofensa de Dios los dones recibidos de su mano, nos hemos ensoberbecido de sus buenas virtudes, de su ingenio, talento, riqueza, posición social o hermosura, concibiendo exagerada estimación de uno mismo, y queriendo que nos la tengan también los demás.

- Si, por el contrario, hallándonos en posición humilde, no nos hemos sometido voluntariamente al divino querer, quejándose como si uno estuviera agraviado, como si Dios nos debiera en justicia una más ventajosa posición en el mundo.

- Si han pasado días, semanas o incluso meses, sin acordarnos de nuestro Creador, de los innumerables beneficios que le debemos, y del fin para el que fuimos creados.

- Si por respeto humano, o temor de las burlas de los impios, se han ocultado los sentimientos religiosos, como avergonzándonos de Jesucristo.

- Si, por el contrario, hemos obrado con hipocresía, aparentando tener virtudes que no poseemos.

- Si hemos hecho ostentación de nuestras buenas obras, procurando menos el glorificar a Dios con ellas que el ser alabado por los hombres.

- Si por amor, o deferencia, o temor de alguna criatura, nos hemos permitido desobedecer a Dios.

- Si no se ha cuidado de dar buenos ejemplos a los que de nosotros dependen, dirigiéndoles por un buen camino y procurando inspirarles el santo amor de Dios.

- Si durante la oración hemos caído en voluntarias distracciones, estando delante de Dios sin la reverencia y atenciones necesarias.

Otros puntos a examinar: si por adulación, o por afecto, hemos tributado a algún ser humano o cosa la adoración o el culto que sólo se le debe a Dios; si en todo honor rendido a la criatura no hemos tenido como fin buscar sólo la honra al Señor en la persona de aquellos que ejercen en la tierra poderes dimanados del Supremo Poder.



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