- Cómo quitando la primera pasión, que es el amor de las criaturas y de nosotros mismos, y ordenando este amor a Dios, todas las demás pasiones quedan corregidas y ordenadas. -
Para que más breve y ordenadamente liberes tu voluntad del cautiverio de las pasiones desordenadas, conviene que te apliques continuamente a vencer y ordenar la primera pasión, que
es el amor propio; pues ordenada ésta, que es como la cabeza, todas las demás pasiones la seguirán, como miembros suyos, porque nacen de ella, y en ella tienen su raíz y vida, como se reconoce claramente con el discurso, pues lo que más se desea es lo que más se ama; y lo que más se ama es en lo que más se deleita el que ama; y solamente se aborrece, se huye y contrista, lo que impide y ofende al objeto amado; ni otra cosa se espera sino la que se ama. Y al contrario, de ésta misma desesperamos cuando la dificultad de alcanzarla nos parece insuperable; y ninguno teme, abomina o aborrece sino lo que impide y puede ofender a la cosa amada.
El modo de vencer y ordenar esta pasión primera, es considerar la cosa que amas, sus cualidades, y qué es lo que deseas o pretendes con este amor; y en reconociendo que tiene las cualidades de bondad y de belleza y que lo que pretendes es utilidad y deleite, podrás decirte a ti misma muchas veces: "¿Qué mayor belleza y qué mayor bondad que la de Dios, que es la única fuente y manantial de todos los bienes y de toda la perfección?". Y si en lo que amas pretendes utilidad y provecho, ¿qué cosa se puede imaginar que iguale al que consigo trae el amor de Dios? (
1) Porque amándole se transforma el hombre en el mismo Dios, deleitándose y gozándose sólo en Él.