¡Madre del Carmelo! Vengo a tus plantas lleno de gozo y de esperanza.
De gozo, porque sé que tu escapulario es "el canal abundante por donde bajan raudales continuos de gracias y de favores sobre el mundo; el bendito vestido espiritual que protege a los hombres por los difíciles caminos de la vida; el áncora de salvación en las múltiples borrascas espirituales y temporales; el escudo defensor en las luchas contra los enemigos del alma y contra los peligros del cuerpo".
Y de esperanza, porque tu Escapulario es "señal segura de predestinación; garantía de un feliz éxito en el tránsito a la eternidad; llave que abre las puertas del cielo", pues como Tú misma dijiste: "El que muera con mi Escapulario no se condenará".
Yo sé, Madre, que "Tú eres siempre el camino que conduce a Cristo y que todo encuentro contigo no puede menos de terminar en encuentro con Cristo mismo".
Tú conociste, Madre, las penas y tribulaciones de aquí abajo, la fatiga del trabajo cotidiano, las incomodidades y estrecheces de la pobreza y los dolores del Calvario.
Por eso acudo a Ti, Madre del Carmen, en esta Novena, "para que socorras las necesidades de la Iglesia y del mundo, escuches benignamente los clamores de paz que a Ti se elevan desde todos los confines de la tierra, ilumines a los que rigen los destinos de los pueblos y obtengas de Dios la paz verdadera que se funda sobre las bases sólidas y duraderas de la justicia y el amor", también por mis necesidades, por las almas del purgatorio y por nuestra salvación eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor. Así sea.
DÍA 8.°
EL ESCAPULARIO Y EL ROSARIO
Es grato observar cómo en los dos más importantes y últimos mensajes de la Virgen al mundo -el de Lourdes y el de Fátima- se hayan mezclado admirablemente las dos advocaciones: la del Rosario y la del Escapulario del Carmen.
Sobre la importancia de estas dos advocaciones escribía el Papa Pablo VI al Congreso Mariológico de Santo Domingo:
"Se han de dar a conocer nuestros deseos y exhortaciones; deseos y exhortaciones que, por lo demás, coincidentes con nuestro pensamiento, tomamos de la Constitución dogmática del Concilio Ecuménico Vaticano II y formulamos aquí con sus palabras textuales: 'Estímense las prácticas y ejercicios de devoción a Ella (la Santísima Virgen), que han sido recomendados por el Magisterio a lo largo de los siglos'". Creemos que entre estas formas de piedad mariana deben contarse expresamente el Rosario y el uso devoto del Escapulario del Carmelo. Esta última práctica, "que por su misma sencillez y adaptación a cualquier mentalidad, ha conseguido amplia difusión entre los fieles con inmenso fruto espiritual".
Cuando se instruya al pueblo cristiano en lo tocante a la devoción mariana, se le ha de inculcar de manera insistente y categórica que, con ocasión de venerar a la Madre, trate debidamente de conocer, amar y glorificar al Hijo, "por medio del cual fueron creadas todas las cosas y en quien quiso Dios que residiera toda la plenitud", y que es el eje central de toda devoción, dedicación y práctica cristiana, para guardar así sus mandamientos.
Además, se ha de advertir con todo cuidado que la devoción a nuestra Señora "no consiste ni en un sentimentalismo estéril y pasajero ni en una vana credulidad, sino que procede de la auténtica fe, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios y nos impulsa a un amor filial a nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes".
(Pídase ahora la gracia que se quiere conseguir de nuestra Madre Carmelitana en esta novena).
SALUTACIONES
- ¡Madre mía del Carmelo! Gracias por habernos dado tu escapulario, llave de oro para abrir las puertas del cielo.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
- ¡Madre mía del Carmelo! Gracias por haberme vestido con tu santo escapulario, prenda segura de salvación.
Dios te salve María...
- ¡Madre mía del Carmelo! Gracias por tu escapulario, canal abundante por donde bajan raudales continuos de gracias sobre el mundo.
Dios te salve María...
- ¡Madre mía del Carmelo! Gracias por tu Escapulario, protección segura contra los peligros del alma y del cuerpo.
Dios te salve María...
- ¡Madre mía del Carmelo! Gracias por tu promesa: "En la vida protejo, en la muerte ayudo y después de la muerte salvo".
Dios te salve María..., y Gloria...
SÚPLICA
Acordaos, oh Virgen del Monte Carmelo, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que visten devotamente vuestro santo escapulario haya dejado de experimentar vuestra protección y auxilio en la vida y en la muerte. Animado yo con esta confianza acudo a Vos, y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia. No desechéis mis súplicas, oh Madre de los carmelitas; antes bien, oídlas y atendedlas amorosamente presentándolas ante el trono de vuestro divino Hijo Jesús para que sean favorablemente despachadas. Así sea.
Oficiante: Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Respuesta: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN FINAL
Te suplicamos, Señor, que nos asista con su intercesión poderosa la Santísima Virgen María, Madre y Reina del Carmelo, para que, guiados por su ejemplo y protección, lleguemos hasta la cima del monte de la perfección que es Cristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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