Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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18.2.18

Pobre en cosas materiales, pero rico en amor


"Hermana querida, comprende a tu hijita, por favor. Comprende que para amar a Jesús, para ser su víctima de amor, cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y transformante...".

"Con el solo deseo de ser victima ya basta; pero es necesario aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas, y eso es precisamente lo difícil pues 'al verdadero pobre de espíritu ¿quién lo encontrará? Hay que buscarle muy lejos', dijo el salmista... No dijo que hay que buscarlo entre las almas grandes, sino 'muy lejos', es decir, en la bajeza, en la nada...".

30.1.18

Obispo protestante: "Ni el infierno ni el juicio final existen"


No comprenderemos la existencia del Infierno sin situar nuestra salvación como fin primario de la creación.

El hombre es criatura de Dios para darle gloria. Este es el fin principal de nuestro existir. Y para cumplir este fin, ahora y eternamente, el hombre ha de salvarse. Sería un contrasentido pecar, o sea: rebelarse en esta vida contra Dios, para luego adorarlo eternamente. Aquí está la explicación de que un hombre que viva habitualmente en pecado, no se salve. O nos adherimos al "non serviam" de Satanás, o al amor de la Magdalena. Día a día fraguamos nuestra eternidad.

27.7.17

¿Qué es "la santa indiferencia"?


"Nada pedir, y nada reusar", así resumía San Francisco de Sales la santa indiferencia. Pues sí, en efecto, eso es. La "santa indiferencia" es el estado al que llega el alma que se abandona totalmente en las manos de Dios y, sumergida de tal forma, nada le causa desazón ni congoja.

Por supuesto, una persona en ese estado sigue siendo humana y, como tal, experimenta inicialmente un cierto pesar ante algunos acontecimientos de su vida que pueden ser dolorosos, alegrías, penas, tristezas, y obviamente dolor. Pero su abandono en la Providencia es de tal envergadura que lo asume todo, y se enfrenta a ello con un espíritu de apacible tranquilidad. Sabe que nada ocurre sin que Dios lo permita, y ante los acontecimientos más duros se muestra humilde, resignado, y benevolente.