No comprenderemos la existencia del Infierno sin situar nuestra salvación como fin primario de la creación.
El hombre es criatura de Dios para darle gloria. Este es el fin principal de nuestro existir. Y para cumplir este fin, ahora y eternamente, el hombre ha de salvarse. Sería un contrasentido pecar, o sea: rebelarse en esta vida contra Dios, para luego adorarlo eternamente. Aquí está la explicación de que un hombre que viva habitualmente en pecado, no se salve. O nos adherimos al "non serviam" de Satanás, o al amor de la Magdalena. Día a día fraguamos nuestra eternidad.