La Indiferencia procede también de la Disipación. La Soberbia, la Frialdad y la Tibieza forman su atmósfera. La Indiferencia llega a helar hasta tal grado el corazón, que nada es capaz de volverlo a la vida de la Gracia. Este horrible vicio hace que la Infidelidad y la Inconstancia suban de punto. El sello de la Indiferencia es la Ingratitud.
Un alma pecadora tiene remedio, un alma indiferente no lo tiene. La Indiferencia es la reina de los vicios, es la que lleva al alma a la Impenitencia final y de ésta al infierno. Las almas pecadoras y aun las almas obstinadas llegan con un golpe de la divina gracia a convertirse, mas los indiferentes llevan a su ser la Sordera total, esa fatal insensibilidad para todo lo divino que les cierra por completo las fuentes del arrepentimiento y de la gracia.