¡Jesús, Dios mío amadísimo, mi Todo! ¡Rey solitario y abandonado de los corazones, me abismo a Vuestros pies en el silencio, la adoración y el amor!
Soy nada delante de Vos, pero esta nada os ama, y quisiera, ¡oh, Jesús mío!, que Os amaran todos los corazones.
Desde ese trono de misericordia donde resplandece vuestra ternura, dignaos derramar Vuestras fecundas bendiciones sobre la Iglesia, sobre nuestra Patria, sobre la sociedad entera. Que Vuestro cetro de amor se extienda sobre las almas que por derecho Os pertenecen; sobre las naciones que son Vuestra heredad y que el infierno se esfuerza en arrebataros. Encadenan a los pies de Vuestro torno a todos los corazones. ¡Ah!, serviros, ¡oh Jesús!, es reinar.