Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

12.3.18

Maternidad


En la palabra "maternidad" se condensa todo cuanto se cotiza en torno a la valía personal de una mujer. Y esto es correcto, con tal de no confinar el vocablo "maternidad" al término de lo consanguíneo. Esta expresión hay que abrirla y adecuarla, más bien, al patrón de María, la Madre de la Misericordia. Debe extenderse a todos cuantos se sienten cansados y oprimidos, y ha de hundir sus raíces en el amor universal de Dios.

Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz O. C. D.). | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

9.3.18

El combate espiritual: Conocer si nos estamos engañando


Cómo podremos conocer si obramos con la desconfianza de nosotros mismos y con la confianza en Dios.

Muchas veces imagina y cree un alma presuntuosa que ha adquirido la desconfianza de sí misma y la confianza en Dios; pero éste es un engaño que no se conoce bien sino cuando se cae en algún pecado; porque entonces si el alma se inquieta, si se aflige, si se desalienta y pierde la esperanza de hacer algún progreso en la virtud, es señal evidente de que puso su confianza no en Dios, sino en sí misma; y si fuere grande su tristeza y desesperación, es argumento claro de que confiaba mucho en sí y poco en Dios.

Porque si el que desconfía mucho de sí mismo y confía mucho en Dios comete alguna falta, no se maravilla, ni se turba o entristece, conociendo que su caída es efecto natural de su flaqueza, y del poco cuidado que ha tenido de establecer su confianza en Dios; antes bien con esta experiencia aprende a desconfiar más de sus propias fuerzas, y a confiar con mayor humildad en Dios, detestando sobre todas las cosas su falta, y las pasiones desordenadas que la ocasionaron; y con un dolor quieto y pacífico de la ofensa de Dios, vuelve a sus ejercicios, y persigue a sus enemigos con mayor ánimo y resolución que antes.

8.3.18

Pensamientos de santidad: Edith Stein


Si Dios me dice por medio de los profetas que es un Dios Fiel, que es para mí como Padre y Madre, incluso que él es el Amor mismo, entonces tengo que admitir que mi confianza en el brazo que me sostiene es razonable. Por el contrario, es necio mi miedo a caer en la nada, a no ser que sea yo quien me separe del brazo que me protege.

Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz O. C. D.). | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

7.3.18

El combate espiritual: De la confianza en Dios


Aunque la desconfianza propia es tan importante y necesaria en este combate, como hemos mostrado, no obstante, si se halla sola esta virtud en nosotros, y no tiene otros socorros, seremos fácilmente desarmados y vencidos por nuestros enemigos. Por esta causa es necesario que a la desconfianza propia añadas una entera confianza en Dios, que es el autor de todo nuestro bien, y de quien solamente debemos esperar la victoria. Porque así como de nosotros, que nada somos, no podemos prometernos sino frecuentes y peligrosas caídas, por lo cual debemos desconfiar siempre de nuestras propias fuerzas; así como con el socorro y asistencia de Dios conseguiremos grandes victorias y ventajas sobre nuestros enemigos, si, convencidos perfectamente de nuestra flaqueza, armamos nuestro corazón de una viva y generosa confianza en su infinita bondad.

Cuatro son los medios con que podrás adquirir esta excelente virtud: El primero, es pedirla con humildad al Señor.

6.3.18

Consagración a la Virgen y Reina Carmelitana


¡Oh, María, Reina y Madre del Carmelo!, vengo hoy a consagrarme a ti, pues toda mi vida es como un pequeño tributo por tantas gracias y beneficios como he recibido de Dios a través de tus manos. Y porque tú miras con ojos de particular benevolencia a los que visten tu escapulario, te ruego que sostengas con tu fortaleza mi fragilidad, ilumines con tu sabiduría las tinieblas de mi mente, y aumentes en mí la fe, la esperanza y la caridad, para que cada día pueda rendirte el tributo de mi humilde homenaje.

El santo escapulario y mi devoción hacia ti, atraigan sobre mí tus miradas misericordiosas, sea para mí prenda de tu particular protección en las luchas de cada día, y constantemente me recuerde el deber de pensar en ti y revestirme de tus virtudes. Yo me esforzaré por vivir en suave unión con tu espíritu, ofrecerlo todo a Jesucristo por tu medio, y convertir mi vida en imagen de tu humildad, caridad, paciencia, mansedumbre, obediencia y espíritu de oración.

¡Oh Madre amabilísima!, sosténme con tu amor indefectible, a fin de que a mí, pecador e indigno, me sea concedido un día cambiar tu escapulario por el eterno vestido nupcial y habitar contigo y con los santos del Carmelo en el reino de tu Hijo. Amén.

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