¡Oh, María, Reina y Madre del Carmelo!, vengo hoy a consagrarme a ti, pues toda mi vida es como un pequeño tributo por tantas gracias y beneficios como he recibido de Dios a través de tus manos. Y porque tú miras con ojos de particular benevolencia a los que visten tu escapulario, te ruego que sostengas con tu fortaleza mi fragilidad, ilumines con tu sabiduría las tinieblas de mi mente, y aumentes en mí la fe, la esperanza y la caridad, para que cada día pueda rendirte el tributo de mi humilde homenaje.
El santo escapulario y mi devoción hacia ti, atraigan sobre mí tus miradas misericordiosas, sea para mí prenda de tu particular protección en las luchas de cada día, y constantemente me recuerde el deber de pensar en ti y revestirme de tus virtudes. Yo me esforzaré por vivir en suave unión con tu espíritu, ofrecerlo todo a Jesucristo por tu medio, y convertir mi vida en imagen de tu humildad, caridad, paciencia, mansedumbre, obediencia y espíritu de oración.
¡Oh Madre amabilísima!, sosténme con tu amor indefectible, a fin de que a mí, pecador e indigno, me sea concedido un día cambiar tu escapulario por el eterno vestido nupcial y habitar contigo y con los santos del Carmelo en el reino de tu Hijo. Amén.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario