Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

7.2.19

Unión con el Salvador perpetuamente Inmolado


"Dichosos los que han lavado sus vestidos con la sangre del Cordero, para tener derecho al Árbol de la vida y entrar en la ciudad por las puertas" (Apoc. XXII, 14).

El amor divino nunca dice: ¡Basta!. Por lo tanto, después de consolar al Corazón de Jesús con nuestro amor y celo, podemos también consolarle con nuestras inmolaciones.

4.2.19

Guardia a los pies de la cruz


Desde la cumbre del Calvario, y entonces, como hoy, los campos estaban netamente divididos: el odio y el amor velaban cada uno en su puesto.

Un guardia deicida prodigaba insultos y blasfemias a la santa Víctima, hasta en su agonía: "Y habiéndose sentado miraban y observaban" (Mateo, XXVII, 36). Estaban sentados en su triunfo, porque el Príncipe del mundo se creía vencedor y, sin embargo, según la palabra del Divino Maestro, iba a ser juzgado y definitivamente vencido.

3.2.19

A grandes males, grandes socorros


Nuestro Señor Jesucristo ha preparado maravillosamente este doble socorro de luz y fuerza, para los últimos tiempos del mundo, con la revelación y el culto de su Sagrado Corazón.

Escuchemos a su admirable Esposa y Víctima, la bienaventurada Margarita María: "Todos los primeros viernes del mes, -dice-, el Corazón adorable de Jesús se me presentaba más brillante que un sol. Los ardientes rayos de su brillante luz daban de lleno sobre mi corazón".

1.2.19

El soldado en la Iglesia militante


El trabajo constante de la adorable Trinidad, después del pecado original, es el de volver a cada uno de los hijos de Adán a aquel estafo feliz en que el hombre, adornado de sus más nobles prerrogativas, era la imagen clara de Dios, que le había formado.

Pero el enemigo del bien, el que fue homicida desde el principio (Juan, VIII), se opone a esta misericordiosa reparación con un odio implacable; y desde la entrada de cada alma en la vida, se esfuerza en pervertirla y hacerla semejante a él en odio, en tinieblas y en malicia.

16.12.18

El niño Jesús perdido y hallado en el templo


Este acontecimiento de la niñez de Cristo se describe en los evangelios, podemos leerlo en Lucas 2,41, y también es uno de los misterios gozosos que contemplamos en el Santo Rosario.

Los evangelistas no hacen mención alguna a la infancia de Jesús, y todos ellos se centran, en casi su totalidad, en lo que se ha dado en llamar "su vida pública", es decir, los años en los cuales estuvo anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios, llamando a la conversión. Esta vida pública de Jesús se lleva todo el protagonismo en los Evangelios, ¿por qué, entonces, San Lucas nos hace detenernos en el pasaje del templo?