Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

3.2.19

A grandes males, grandes socorros


Nuestro Señor Jesucristo ha preparado maravillosamente este doble socorro de luz y fuerza, para los últimos tiempos del mundo, con la revelación y el culto de su Sagrado Corazón.

Escuchemos a su admirable Esposa y Víctima, la bienaventurada Margarita María: "Todos los primeros viernes del mes, -dice-, el Corazón adorable de Jesús se me presentaba más brillante que un sol. Los ardientes rayos de su brillante luz daban de lleno sobre mi corazón".




Y añade: "El divino Corazón se me apareció como sobre un trono de fuego y llamas, muy resplandeciente, más brillante que el sol y transparente como un cristal. Su herida despedía rayos tan brillantes, que todo este lugar estaba iluminado y ardiente".

(..) "Mi buen Maestro -dice- se me apareció en medio de una luz ardiente; estaba brillante de gloria; sus cinco llagas resplandecían como otros tantos soles. De su sagrada Humanidad salían llamas de todas partes, especialmente de su Pecho adorable, que parecía una hoguera, en medio de la cual me descubrió su Corazón, fuente viva de estas llamas".

¡He aquí el Foco de luz para las inteligencias!

¡He aquí los frutos de inmortalidad para los corazones!

"Nuestro Señor -añade la bienaventurada Margarita María-, me ha mostrado la devoción a su divino Corazón, como un hermoso Árbol, cuyos frutos serán distribuidos con abundancia a todos los que desean comer de ellos; porque quiere por este medio desterrar el imperio de Satanás, y establecer el reino de su amor en los corazones".

Los males, desde que sucedieron estas apariciones, han crecido, las tinieblas se han hecho más densas y los corazones se han enfriado más y más.

Es necesario, pues, penetrar hasta lo más íntimo de este divino Corazón; y no contentarnos con considerarlo de lejos, sino fijar nuestra mirada en el interior de Él, a fin de beber con abundancia de esta fuente de aguas vivas, vigorizar nuestras almas y encontrar en ella un seguro refugio.

¿No es esto a lo que Jesús nos invita por esta misteriosa acción de abrirnos la entrada en su Corazón?

En efecto, este divino Salvador, no sólo quiso rescatarnos con su muerte y la efusión de su divina y preciosa sangre, sino que permitió que un soldado le abriera el costado con la lanza, a fin de que, de la profundidad de este Corazón entreabierto, brotara un río misterioso de Sangre y Agua, supremo testimonio de su amor para con nosotros, y magnífico símbolo de las gracias, cuya fuente inagotable será este Corazón dulcísimo para todos los que se acercan a Él a apagar la sed.

¡Cuan hermoso es este noble y real Corazón de Jesús, así anchamente abierto! Un río de vida sale de él: es la sangre que rescata, es el agua que purifica: "El que tenga sed, venga a mí y beba" (Apoc., XXII, 17).

La herida de este sacratísimo Corazón es una ciudad de refugio en la cual todos los desgraciados tendrán cabida. "Venid a mí todos" (Mat., XI, 28). "Permaneced en mi amor" (Juan, XV, 9).

Es un Foco, en donde se iluminarán las inteligencias y se abrasarán las almas. "Yo soy brillante Estrella, la Estrella de la mañana" (Apoc., XXII, 16). "Ya se hace tarde, el gran día de la eternidad lucirá pronto: la Estrella de la devoción a mi corazón es la precursora; la sala del festín de las bodas se va a abrir: la llaga de mi Corazón es la entrada". "Entrarán en la ciudad por las puertas" (Apoc., XXII, 14).

¡Oh Maestro divino! ¡Qué sublimes son vuestros caminos, profundos y admirables los designios de vuestra eterna Sabiduría! El mundo, perdido en la aurora de la vida, será salvado en su decadencia por el fruto de un árbol, por el fruto bendito que ha madurado entre los brazos del árbol de la Cruz: ¡el Corazón herido de Jesús! Creado en la luz y en el amor, el mundo podrá ya acabar su vida en un acto seráfico de amor.

Por esto el culto a este adorable misterio del Corazón herido de Jesús y las gracias prodigiosas de luz y fuerza que dimanan de él, parecen haber sido particularmente reservadas a nuestro siglo, en el cual nuevos peligros amenazan a las almas..., y le son necesarios nuevos socorros.

Así, la Iglesia, siempre regida por el Espíritu Santo, manifestó este tierno misterio muy claramente en el día de la beatificación de la bienaventurada Margarita María. He aquí en qué términos:

"Y, ¿quién, aún teniendo un corazón de bronce, no se sentiría estrechado a volver amor por amor a este Corazón lleno de suavidad, herido y traspasado por la lanza, a fin de que nuestra alma encuentre un lugar de retiro y de refugio contra los combates y asechanzas del enemigo?".

"¿Quién no se sentiría animado a emplear con celo todas las prácticas que pueden acercarle a este Sacratísimo Corazón, cuya Herida ha derramado Sangre y Agua, es decir, la fuente de nuestra vida y de nuestra Salvación?" (breve de beatificación: Pío IX, 19 de agosto de 1864).

¡Ojalá que nuestra sociedad tan enferma acabe de comprender que allí verdaderamente está para ella su salvación, que no debe buscarla en otra parte!

El tentador, al principio del mundo, dijo a nuestra primera Madre: "Si comiereis del fruto de este árbol, seréis como dioses" (Gen., III, 6). ¡Ay!, nuestros primeros padres luego que lo tocaron, perdieron para siempre la inocencia y la dicha.

¡Qué efecto tan diferente experimentarán los cristianos que se acerquen al Árbol de la Cruz, y contemplen este hermoso Corazón, verdadero fruto de vida que está suspendido en él. ¡Ah!, ¡se alimentarán con un singular amor! "El hombre se acercará a un Corazón profundo y Dios será glorificado" (Salm., 63,7).

Por la devoción al Corazón herido de Jesús, los santos de los últimos tiempos serán como espejos brillantes de la Divinidad: confesarán que este Corazón abierto por la lanza les ha hecho entrega, en cierto modo, de los secretos del cielo y en su amor la verdadera dicha, aguardando el día en que, en medio de los esplendores de su gloria, Jesucristo les diga: "Vosotros sois dioses y ls hijos del Altísimo, venid y reinad eternamente conmigo" (Salm., 81, 6).

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