El trabajo constante de la adorable Trinidad, después del pecado original, es el de volver a cada uno de los hijos de Adán a aquel estafo feliz en que el hombre, adornado de sus más nobles prerrogativas, era la imagen clara de Dios, que le había formado.
Pero el enemigo del bien, el que fue homicida desde el principio (Juan, VIII), se opone a esta misericordiosa reparación con un odio implacable; y desde la entrada de cada alma en la vida, se esfuerza en pervertirla y hacerla semejante a él en odio, en tinieblas y en malicia.