Hermanos lectores: si consideramos cuantos, y cuales, son los bienes que nos prometen en el Cielo, dice San Gregorio, despreciaríamos por viles cuantos hay en la tierra. Porque todo lo terreno, comparado con lo Celestial y eterno, por rico que sea, es nada, y por deleitoso que parezca, se acaba volviendo una carga: carga por cuidarlo, carga por temer perderlo, carga por obtenerlo, carga por el imprevisible futuro. Nada de lo terrenal satisface, nada consuela, todo lo de acá deja el corazón vacío.
Ea, pues, almas, tiempo es este de negociar, para ser rico por una eternidad, y si queremos pisar las estrellas con los pies descalzos, como dice nuestra madre Santa Teresa, conviene antes descalzarse de todos los afectos de la tierra, en la cual somos peregrinos, y atender a purificarnos, pues no entra en el Cielo mancha alguna. Pasemos en esta vida penas temporales, si queremos gozar de los eternos gustos.