Discípulo: Os suplico, Sabiduría llena de misericordia, que iluminéis a estos pobres ignorantes.
No, no son ignorantes, puesto caso que a cada momento sienten y comprenden sus miserias. Lo que ellos quieren es distraerse para gozar de los placeres a sus anchas. No se disculpen sus errores, que cuando lleguen a confesar su engaño, será ya tarde. Es una desgracia muy grande, que nunca será tan lamentada como se merece.
Pues, sencillamente, fijándose en que ellos rehuyen del todo las fatigas y la cruz de mi humanidad, piensan que así podrán vivir una vida más dulce y más placentera, y luego se encuentran sumidos en nuevas angustias y tormentos. Rechazan mi yugo suave, me abandonan a mí, que soy el soberano Bien, y a la postre se encuentran con el soberano mal. Temen la niebla, y al huir de ella caen en plena tempestad. Y además de esto, por justo juicio de mi justicia, viven de continuo agobiados por el peso de mil géneros de miserias.