Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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14.11.17

Oración de comunión con los santos


¡Almas, que ya gozáis sin temor de vuestro gozo, y estáis siempre embebidas en alabanzas de mi Dios! Venturosa fue vuestra suerte, que gran razón tenéis de ocuparos siempre de estas alabanzas. ¡Y qué envidia os tiene mi alma, que estáis ya libres del dolor que dan las ofensas tan grandes, que en estos desventurados tiempos se hacen a mi Dios, y de ver tanto desagradecimiento, y de ver además que no se quiere ver a esa multitud de almas que Satanás lleva!

¡Oh, bienaventuradas ánimas celestiales, ayudar a nuestra miseria y sednos intercesores ante la divina Misericordia, para que nos dé algo de vuestro gozo, y reparta con nosotros de ese claro conocimiento que tenéis! Dadnos, Dios mío, Vos, a entender qué es lo que se da a los pelean varonilmente en este sueño que es esta miserable vida. Alcanzadnos, oh ánimas amadoras, a entender el gozo que os da ver la eternidad de vuestros gozos, y como es ver los deleites que no se han de acabar.


13.9.17

Elije: gozar o padecer


La venerable madre María de Jesús solía pasar largas horas en oración, incluso cuando hacía frío y nevaba, levantándose blanca de la nieve que sobre ella había caído, y no se helaba ni la sentía, porque el calor interior que en ella irradiaba la mantenía absorta a toda incomodidad exterior. En aquellos oscuros tiempos renovó esta hermana religiosa lo que se escribe de aquellos antiguos anacoretas, que en semejantes ocasiones se hallaban enterrados en la nieve, sin lesión alguna en sus cuerpos.

Un día se le representó el Señor, y le dio a escoger entre las penas, o gozar, mostrándole las manos, diciéndole: "escoge, hija, la suerte que quieres de estas dos, que aquella te será dada". Ella, que no atendía tanto a su gusto, cuanto al de Dios, para terminar de decidirse miró con atención cual era más grato a su Divina Majestad, y viendo al Señor inclinado a que abrazase el padecer, por más seguro y provechoso, lo escogió, y dejó el descanso. Por cuatro años padeció esta hermana grandes tribulaciones y desamparos, después se le apareció con una corona en las manos, y se la puso sobre su cabeza, y el Señor le dijo que "el que sufría trabajos interiores con paciencia, era como el que navega con viento en popa, que en poco tiempo anda mucho". Así, quedó con este grandísimo amor al padecer, y traía tan impetuosas ansias de martirio, que para poderlo sufrir hacía cuenta.