¡Almas, que ya gozáis sin temor de vuestro gozo, y estáis siempre embebidas en alabanzas de mi Dios! Venturosa fue vuestra suerte, que gran razón tenéis de ocuparos siempre de estas alabanzas. ¡Y qué envidia os tiene mi alma, que estáis ya libres del dolor que dan las ofensas tan grandes, que en estos desventurados tiempos se hacen a mi Dios, y de ver tanto desagradecimiento, y de ver además que no se quiere ver a esa multitud de almas que Satanás lleva!
¡Oh, bienaventuradas ánimas celestiales, ayudar a nuestra miseria y sednos intercesores ante la divina Misericordia, para que nos dé algo de vuestro gozo, y reparta con nosotros de ese claro conocimiento que tenéis! Dadnos, Dios mío, Vos, a entender qué es lo que se da a los pelean varonilmente en este sueño que es esta miserable vida. Alcanzadnos, oh ánimas amadoras, a entender el gozo que os da ver la eternidad de vuestros gozos, y como es ver los deleites que no se han de acabar.
¡Oh, desventurados de nosotros, Señor mío, que bien lo sabemos, y creemos, sino que con la costumbre tan grande de no considerar estas verdades, son tan extrañas ya de muchas almas, que ni las conocen ni las quieren conocer!
¡Oh gente interesada, codiciosa de los gustos y deleites, que no esperan un breve tiempo a gozarlos tan en abundancia, por no esperar un año, por no esperar un día, por no esperar una hora (y por ventura, no será más que un momento) lo pierden todo, por gozar de aquella miseria que ven al presente, oh, qué poco confiamos en Vos, Señor!
¡Cuántos mayores tesoros nos fiaste Tú a nosotros, pues treinta y tres años de tantos trabajos, y después muerte tan intolerable y lastimosa Vos tuvisteis! Y tantos años antes de nuestro nacimiento, y aún sabiendo que no os habíamos de pagar, no quisisteis dejar de regalarnos tan inestimable tesoro, para que no quedase nada por hacer por parte de Vos, lo que nosotros podríamos obtener mediante él, Padre piadoso.
Oh, ánimas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar y comprar heredad tan deleitosa, y permanente, con este precioso precio, decidnos: ¿cómo obtendremos con el bien, tan sin fin? Ayudadnos, pues estáis tan cerca de la fuente: coged agua, para los que acá perecemos de sed.
Santa Teresa de Jesús | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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