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Socorramos sin cesar a nuestros familiares, amigos y bienhechores, aunque no padezcan ya en el purgatorio, que otros habrá a quienes aprovecharán aquellas oraciones, si ellos no las necesitan ya. No dañará hacerles los sufragios, ni ordenarles misas, y que juntamente con los demás amigos y parientes obren en favor de aquellas ánimas.
Conviene, pues, ofrecer siempre sufragios, como si siempre se comenzase a ofrecerlos, pues si murieron en gracia de Dios, y están fuera de las penas, a otras ánimas sufragarán, y al fin con nosotros quedará el fruto de las buenas obras.