"Venite Benedicti Patris mei, possidete paratum vobis Regnum a constitutione mundi", Matth, 2,5 ("Venid Benditos de mi Padre, a gozar del Reino que os está preparado desde el principio del mundo"). ¡Oh, alma!, oye con presteza la voz de Cristo con que te llama a imitar su vida, para que seas después digna de oír esta dulce frase, con que te llamará a recibir la corona.
¿Cuál será el consuelo del alma dichosa, que merecerá tan feliz llamada, oyéndola de aquella celestial voz? ¡Oh, corazón humano!, si tu fe se alarga a creer esta verdad, dime, ¿cómo puedes vivir olvidado de semejante bienaventuranza? Si confiesas esta fe con tu boca, a cada paso con tus obras la estás negando, es tal la vida que llevas: aviva, pues esta fe, despertándola, y merecerás la llamada del Salvador, y oirás de su boca: "¡oh, buen siervo y fiel amigo, que diste tan buena cuenta de lo poco!, yo te ensalzaré sobre lo mucho, entra en el gozo de tu Señor".