Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

10.5.21

Potestad para conceder indulgencias



La potestad para conceder indulgencias reside plenamente en el Papa, quien puede hacer en ello lo que estime conveniente, con tal que exista una causa legítima; pero los Obispos tienen esta potestad limitada según la ordenación de la Santa Sede, y por lo tanto pueden ellos hacer en esto aquello que les ha sido otorgado, y nada más. (Sto. Tomás, "Suppl". g. 26, art. 3).

El Papa, como supremo dispensador de las gracias que emanan del tesoro de la Iglesia, puede conceder toda clase de indulgencias, no sólo a los vivos, sino también a los muertos. Y aun cuando las almas del Purgatorio no estén sujetas a su jurisdicción, sin embargo, puede concederlas indulgencias parciales y plenarias por modo de sufragio.

9.5.21

Medios útiles tanto para uno, como para las almas del Purgatorio



1º. Haz la voluntad de otro antes que la tuya, y jamás te creerás ofendido.

2°. Procura cuanto esté de tu parte tener menos que más, y no tendrás que quejarte de nadie.,

3°. Escoge siempre el lugar inferior, y sujetarte, a todos, y apenas sabrás lo que es tristeza.

4°. Desea padecer y sufrir algo por Jesús, y a nadie hallarás pesado.

8.5.21

El gasto en los recordatorios



Ha tomado gran desarrollo entre nosotros esa que podemos llamar nueva "honra fúnebre", introducida de pocos años a esta parte, copiándola del extranjero. Los recordatorios han llegado a ser "de moda", porque también la moda se introduce en los entierros, en los funerales y en la mansión de los muertos, y ella es la que inspira tanta superfluidad, tanto boato como se ostenta muchísimas veces en las honras funerarias. Menos mal si no redundasen nunca en menoscabo de los sufragios que espera el difunto, pero muy generalmente están éstos en razón inversa de aquéllos. Y se explica naturalmente, porque la familia que ha gastado una parte del dinero para alfombrar de negro la iglesia, para música y demás que contribuye a hacer fastuoso un funeral, no está ya dispuesta a gastar más, a desembolsar la limosna necesaria para hacer celebrar siquiera un trentanario de Misas.

Bastante cree haber hecho con un funeral concurrido y brillante, y colocado por añadidura el cadáver en nicho o sepultura adornada con ricos mármoles. Es verdad que ni los mármoles de la sepultura, ni lo aparatoso del entierro, ni las coronas de flores, ni los penachos de los caballos del coche fúnebre, ni la negra alfombra de la iglesia, ni la escogida música del funeral han de contribuir gran cosa a abreviar la expiación del difunto; pero en cambio todo esto lisonjea, satisface la vanidad de los vivos, y ésta entra, no pocas veces, como parte principal, mientras el sufragio del difunto viene a quedar en lugar secundario.

7.5.21

Oración a San Miguel Arcángel para la hora de la muerte



Gloriosísimo príncipe San Miguel, caudillo de los ejércitos de Dios, asolador de los demonios, signífero de Jesucristo, gran sacerdote, ángel de la victoria, protector de la Iglesia y patrono universal de los fieles: defiéndeme en esta hora de mis mortales enemigos, para que mi alma no sea perturbada, ni mucho menos vencida.

Gloriosísimo arcángel San Miguel, alienta mi corazón con la esperanza firme de mi salvación eterna sin necesidad de pasar por el Purgatorio, y recíbeme bajo tu poderoso amparo, para que juntos alabemos a Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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6.5.21

Excelencias de San Miguel



In tempore autem illo consurget Michael princeps magnus, qui stat pro filiis populi tai. (Dan. XII, 1).

Y en aquel tiempo se levantaré Miguel, príncipe grande, que es el defensor de los hijos de tu pueblo.



¿Y habré de terminar estas páginas sin decir algo de mi gran protector San Miguel Arcángel? No, por cierto, que fuera ingratitud monstruosa la mía el callarme de pusilánime por no sé qué vanos temores. Porque si San José es abogado de los agonizantes, y conviene tenerle mucha devoción, San Miguel es el juez de las almas, y de él reciben a nombre de Jesucristo, que tiene la verdadera judicatura sobre los vivos y los muertos, la sentencia final.

El arcángel San Miguel tiene a su cargo el patrocinio del linaje humano y la protección de la Iglesia universal. A los mil Angeles de guarda que le fueron asignados a la Santísima Virgen mientras vivió en este mundo, dice la Venerable Madre Agreda, en la 1a. parte, libro I, cap. XIV, n.° 205: "Y para disponer mejor este invencible escuadrón de Angeles, fue señalado por su cabeza el príncipe de la milicia celestial San Miguel, que si bien no asistía siempre con la Reina, pero muchas veces la acompañaba y se le manifestaba. El Altísimo le destinó para que en algunos misterios, como especial embajador de Cristo Señor nuestro, atendiese a la guarda de su Santísima Madre".