Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

19.5.19

Acción de gracias para después de la Comunión


Dulcísimo Señor Jesús, me he acercado a Vuestro altar. ¡Me habéis alimentado; Vuestra preciosa sangre ha corrido por mis venas!

¡Alma mía, reanima tu fe y tu amor! Habiendo descendido a tu corazón tu Dios, reposa en él como en un relicario precioso; es, por así decirlo, una misma cosa contigo.

Los Ángeles le rodean y le adoran temblando. ¡Oh!, adórale tú con ellos, desecha cualquier otro pensamiento, ofrece al dulcísimo Salvador Jesús todos los sentimientos que la fe más viva, la humildad más profunda, la caridad más ardiente pueden inspirar a un corazón verdaderamente humilde y reconocido.

16.5.19

Preparación corta para recibir la Sagrada Comunión


Santa Margarita María cuenta: "Un día, dice la santa, que el deseo de recibir a Nuestro Señor me atormentaba, le dije: 'Señor mío, enseñadme lo que queréis que Os diga'. 'Nada - me respondió -, solo estas palabras':

Dios mío, mi único Bien y mi Todo, Vos sois todo para mí, yo soy toda para Vos.

'Ellas te guardarán en todas las tentaciones; suplirán todos los actos que quieras hacer, y te servirán de preparación en tus acciones'".

14.5.19

Aspiraciones de Santa Margarita María


Gran Dios, que adoro oculto bajo estas débiles especies, ¿es posible que Os hayáis reducido a esta vil morada, para venir a mí y permanecer corporalmente conmigo? ¡Los cielos para alojaros son indignos! y, ¿Os contentáis, para estar conmigo siempre, en estas pobres especies?

¡Oh, bondad inconcebible! ¡Podría yo creer esta maravilla, si Vos mismo no me lo aseguraseis! ¡Podría atreverme a pensar que os dignabais venir a mi boca!

¡Queréis reposar en mi lengua y entrar en mi corazón, y para convidarme me prometéis mil bienes!

¡Oh Dios de la Majestad, pero también Dios del Amor! ¡Cómo podría ser yo todo entendimiento para conocer esta misericordia, todo corazón para agradecerla, todo lengua para publicarla!

Vos, pues, oh Dios de mi corazón, sois quien me ha creado para ser objeto de Vuestro amor y la causa de Vuestras inefables bondades. Los ángeles jamás se cansan de veros, y desean este favor aún gozando de él, y yo, ¡cómo no podría desear el poseeros!...

Puesto que Vos lo queréis, oh amable Salvador, y que mis necesidades me obligan a desearlo, y Vuestra bondad me permite esperarlo, Os abro mi corazón, Os ofrezco mi pecho, mi boca y mi lengua para que vengáis a mí.

Venid, venid oh divino Sol mío. Estoy sumergido en horribles tinieblas de pecados e ignorancias; venid a disipar estas oscuridades y haced brillar en mi alma las divinas luces de Vuestro conocimiento.

Venid, amable Salvador mío. Os entregasteis todo entero para sacarme del infierno, y yo he vuelto a caer miserablemente en la servidumbre del pecado: Venid, pues, otra vez a romper mis ligaduras, a quebrantar mis hierros, y a devolverme la libertad.

Venid, oh Médico caritativo de mi alma. Después de haberme bañado con Vuestra sangre, y haberme hecho en el bautismo más sano y más santo de lo que merecía, he contraído por mi culpa mil peligrosas enfermedades que traen disgusto a mi corazón, debilidad a mi valor, y muerte a mi alma. ¡Venid, pues, a curarme, oh Médico divino! Tengo yo más necesidad que el paralítico, a quien preguntasteis si quería sanar. Sí, Dios mío, lo deseo mucho; y Vos que conocéís la tibieza de este deseo, aumentadlo vivamente en mí por Vuestro santo amor.

Venid, oh el más fiel, el más tierno, el más dulce y el más amable de todos los amigos; venid a mi corazón. Estoy enfermo de peligro, auxíliame, tú que me amas. Vos lo sabéis, que leéis en el fondo de mi corazón: si hasta ahora he sido insensible a mi desgracia e imprudente en mi peligro, ahora lo siento, me lamento, clamo e imploro Vuestro socorro. Os requiero por Vuestra incomparable amistad y Vuestra palabra, que vengáis a aliviarme. Venid, y no permitáis que Os dé motivo para dejarme. Prometedme como a santa Isabel estar siempre conmigo.

¡Venid, oh vida de mi corazón, oh alma de mi vida, oh único sostén de mi alma, oh pan de los ángeles encarnado por amor mío, expuesto por mi rescate, y dispuesto para mi alimento! ¡Venid a saciarme abundantemente! ¡Venid a hacerme crecer altamente! ¡Venid a hacerme vivir de Vos y en Vos, pero eficazmente, oh mi única vida y todo mi bien!

12.5.19

Oración a Nuestro Señor Jesucristo


(Oración de Santa Gertrudis antes de la comunión, cuya gran eficacia le fue revelada):

Amantísimo Señor Jesús, Os suplico, por el amor de Vuestro dulcísimo Corazón, Os dignéis ofrecer por mí a Dios, Vuestro Padre, aquella perfección con que estaba revestido en la hora de Vuestra Ascensión cuando Os presentasteis a Él para recibir la glorificación que Os estaba reservada.

Por Vuestra muy inocente Humanidad, dignaos hacer pura y libre de todo pecado mi alma, que está llena toda de faltas;

por Vuestra divinidad, dignaos enriquecerla y adornarla de todas las virtudes;

por el amor que ha unido Vuestra Divinidad a vuestra inmaculada Humanidad, dignaos prepararla Vos mismo según Vuestro agrado, colmándola de todos Vuestros dones.

Así sea.

10.5.19

Oración de anhelo a la Sagrada Comunión


Señor, confiado en tu bondad y gran misericordia, vengo yo, enfermo, al Médico; hambriento y sediento, a la Fuente de la vida; pobre, al Rey del cielo; siervo, al Señor; criatura, al Creador; desconsolado, a mi piadoso Consolador.

Mas, ¿de dónde a mí tanto bien, que Tú vengas a mí? ¿Quién soy yo para que te me des a Ti mismo?

¿Cómo se atreve el pecador a aparecer delante de Ti? Y Tú, ¿cómo te dignas venir al pecador?

Tú conoces a tu siervo, y sabes que ningún bien tiene por donde pueda merecer que Tú le hagas este beneficio.

Yo Te confieso, pues, mi vileza, reconozco tu bondad, alabo tu piedad y te doy las gracias por tu extremada caridad.

Pues así te agrada a Ti, y así mandaste que se hiciese, también me agrada a mí que Tú lo hayas tenido por bien: ¡ojalá que no lo impida mi maldad!

Señor, con suma devoción y abrasado amor, con todo el afecto y fervor del corazón, deseo recibirte en la Comunión como lo desearon los santos y personas devotas que te agradaron mucho con la santidad de su vida, y tuvieron devoción ardentísima.

¡Oh Dios mío, amor eterno, todo mi bien, felicidad interminable! Deseo recibirte con el deseo más vehemente, y con la reverencia más digna, cual jamás tuvo ni pudo sentir ninguno de los santos. Y aunque yo sea indigno de tener aquellos sentimientos devotos, te ofrezco todo el afecto de mi corazón, como si yo solo tuviese todos aquellos inflamados deseos, que tanto Os agradan.

Señor Dios mío, Creador y Redentor mío: con tal afecto, reverencia, honor y alabanza; con tal agradecimiento, dignidad y amor; con tal fe, esperanza y fuerza deseo recibirte hoy, como te recibió y deseó tu Santísima Madre la gloriosa Virgen María, cuando al ángel que le anunció el misterio de la Encarnación, respondió humilde y devotamente: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Luc., 1, 38).

Os ofrezco, pues, oh dulcísimo Jesús, las disposiciones del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen en el día de Vuestra Encarnación. Os ofrezco también todas las preparaciones, devociones, afectos y amor con que esta bienaventurada Madre y todos Vuestros santos Os han recibido en este adorable Sacramento.

Os ofrezco sobre todo Vuestro divino Corazón, y su infinita dignidad, todas las virtudes y gracias de que la Santísima Trinidad le ha colmado con tanta profusión, a fin de llenar de este modo el abismo de mi bajeza e indignidad, y de prepararos en mi alma la morada más digna y más agradable que podáis desear.

Amén