Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

10.5.19

Oración de anhelo a la Sagrada Comunión


Señor, confiado en tu bondad y gran misericordia, vengo yo, enfermo, al Médico; hambriento y sediento, a la Fuente de la vida; pobre, al Rey del cielo; siervo, al Señor; criatura, al Creador; desconsolado, a mi piadoso Consolador.

Mas, ¿de dónde a mí tanto bien, que Tú vengas a mí? ¿Quién soy yo para que te me des a Ti mismo?

¿Cómo se atreve el pecador a aparecer delante de Ti? Y Tú, ¿cómo te dignas venir al pecador?

Tú conoces a tu siervo, y sabes que ningún bien tiene por donde pueda merecer que Tú le hagas este beneficio.

Yo Te confieso, pues, mi vileza, reconozco tu bondad, alabo tu piedad y te doy las gracias por tu extremada caridad.

Pues así te agrada a Ti, y así mandaste que se hiciese, también me agrada a mí que Tú lo hayas tenido por bien: ¡ojalá que no lo impida mi maldad!

Señor, con suma devoción y abrasado amor, con todo el afecto y fervor del corazón, deseo recibirte en la Comunión como lo desearon los santos y personas devotas que te agradaron mucho con la santidad de su vida, y tuvieron devoción ardentísima.

¡Oh Dios mío, amor eterno, todo mi bien, felicidad interminable! Deseo recibirte con el deseo más vehemente, y con la reverencia más digna, cual jamás tuvo ni pudo sentir ninguno de los santos. Y aunque yo sea indigno de tener aquellos sentimientos devotos, te ofrezco todo el afecto de mi corazón, como si yo solo tuviese todos aquellos inflamados deseos, que tanto Os agradan.

Señor Dios mío, Creador y Redentor mío: con tal afecto, reverencia, honor y alabanza; con tal agradecimiento, dignidad y amor; con tal fe, esperanza y fuerza deseo recibirte hoy, como te recibió y deseó tu Santísima Madre la gloriosa Virgen María, cuando al ángel que le anunció el misterio de la Encarnación, respondió humilde y devotamente: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Luc., 1, 38).

Os ofrezco, pues, oh dulcísimo Jesús, las disposiciones del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen en el día de Vuestra Encarnación. Os ofrezco también todas las preparaciones, devociones, afectos y amor con que esta bienaventurada Madre y todos Vuestros santos Os han recibido en este adorable Sacramento.

Os ofrezco sobre todo Vuestro divino Corazón, y su infinita dignidad, todas las virtudes y gracias de que la Santísima Trinidad le ha colmado con tanta profusión, a fin de llenar de este modo el abismo de mi bajeza e indignidad, y de prepararos en mi alma la morada más digna y más agradable que podáis desear.

Amén