La Impenitencia final procede de la falta de Fe, o sea de la incredulidad o indiferentismo ocasionados por los vicios.
La Impureza, con todo el séquito que la acompaña, y la Soberbia, ocasionan generalmente, y en todos los casos, el terrible y decisivo fin de la Impenitencia final.
El tiro de Satanás en todos los vicios, ahí va dirigido; entibia a las almas, las engaña con mil engaños producidos por la Soberbia y Amor propio, concluyendo por arrastrarlas al pecado, y de ahí materializándolas, les arranca la Fe, precipitándolas en la desgracia de las desgracias que es la Impenitencia final.
Estos son los pasos de Satanás y sus traidores planes para perder eternamente a las almas.
Para cada alma tiene y forma Satanás su especial estratagema, estudia sus lados vulnerables, y ataca; generalmente, cuando está seguro de la victoria.
A los pecadores los trata de una manera y a los justos de otra; para los del mundo emplea diversos sistemas que para los que caminan por los estrechos senderos de la vida espiritual.
Con unas almas no descansa hasta conseguir sumergirlas en el pecado mortal, y con otras, a no poder más, se conforma con quitarles el tiempo, entreteniéndolas y empolvándolas con turbaciones, escrúpulos, o imaginaciones cuando menos.
Muy ingeniosos son los sistemas que Satanás emplea en perjuicio de las almas, pero siempre astutos y traidores, falsos y engañadores.
No se presenta el Demonio generalmente en las almas tal cual es, y solamente a las que ya son suyas, y las tiene poseídas, se les descubre desde luego sin embozo; pero con las demás, nunca va recto a su malvado fin, sino que dando mil vueltas ataca, desorientando toda sospecha, transformándose hasta en Mí mismo para venir siempre a su depravado intento más o menos tarde, pues Satanás no descansa.
En las almas buenas, entra como espíritu puro, imitando sus efectos en cuanto puede, acomodándose a las cualidades y temperamentos de cada alma, atrayéndolas hipócritamente hasta el bien, pero es tan sólo para ganar la plaza, porque no está tomada; echa muy finamente sus cadenas, hundiendo a los incautos corazones en el profundo abismo de los demás infames y desordenados vicios.
Su fin generalmente es la Impureza, y ahí van encaminados sus tiros; pero los escalones para hacer a las almas llegar a ella son distintos, según los tiempos, las personas y las circunstancias, pero todos llevan, como elemento indispensable el sello de la soberbia en más o menos escala.
De éstos vicios capitales de la soberbia y de la Impureza (los cuales se producen entre sí el uno al otro) se derivan sus hermanos también de la Avaricia, Envidia, Gula, Ira y Pereza..., y de éstos todos los otros que invaden el mundo aún el espiritual; pero los jefes, o cabezas principales de donde todos descienden, son la Impureza y la Soberbia a quienes con todo mi Poder odio, abomino y aborrezco.
De estos vicios capitales se derivan también, repito, todos los vicios espirituales y vicios espirituales perfectos, que tanto y tan graves daños causan en las almas que se llaman Mías, y que viven envueltas en las ilusiones y en los engaños más finamente unidos.
Mas todo el trabajo que emplea Satanás durante la vida del hombre, va dirigido a un fin, al más codiciado, el de conseguir, por cuantos medios pueda, la Impenitencia final, es decir, la muerte en desgracia Mía y la ansía tanto, porque ella lleva consigo a los tres caracteres que forman sus ensueños, y sus más halagadoras esperanzas, es decir:
1- El arrebatar la gloria a que soy acreedor y me corresponde, de toda alma creada.
2- El de perder eternamente a las almas a quienes aborrece con odio infernal porque ve en ellas reflejada mi imagen y semejanza.
3- Por satisfacer su gran Soberbia, su propio triunfo.
Todo esto consigue el miserable con la horrible y desgraciada Impenitencia final.
Infelices almas, y mil veces desdichadas las que llegan a este extremo, consecuencia natural de los vicios, sin reconciliarse con Dios por medio del arrepentimiento verdadero, de la sincera humillación de su entendimiento y voluntad y de una buena confesión.
Pero Satanás las tiene tan cogidas, tan duros y empedernidos son ya sus sentimientos, que la gracia ordinaria no obra ya en ellos; y como la extraordinaria, (única que podía salvar) no la merecen, se condenan sin remedio.
Les falta la luz de la Fe a esas desgraciadas almas presas de Satanás, la cual él ha apagado por medio de los vicios y de mil crasos errores sostenidos por la Soberbia, la cual ha conseguido materializarlas por completo.
En los supremos instantes de la muerte, bien sabe Satanás que no se curan tan grandes llagas, sino solamente, repito, con un golpe de gracia extraordinaria la cual no estoy dispuesto a dar, ni siempre, ni a todas las almas por mis altos juicios y secretos fines.
Terribles penas, sin embargo, les producen las dudas a la hora de pasar del tiempo a la eternidad, a esas almas incrédulas y materializadas. Sienten que la vil materia va a extinguirse, desaparecer; sienten crecer en su interior algo sobrenatural que no muere, que es inmortal e infinito por más que quieran negarlo.
Nadie muere, sin un instante de lucha decisiva, en la cual triunfan o la gracia o Satanás.
Yo soy justo y misericordioso y a nadie niego este último instante para que se convierta a Mí por más grande pecador que sea.
Sólo Yo conozco este triunfo..., pero ¡ah!, es muy dudoso el de la gracia para el alma soberbia, obstinada, impura, indiferente e incrédula. Y no es, no por cierto que mi gracia no sea eficaz y poderosa para derrotar a todo el infierno junto, y una sola gota de mi Sangre capaz de lavar a todos los pecadores, y mi grande Misericordia para perdonar todos los crímenes, sería una blasfemia sólo el pensarlo.
Lo que pasa es que con la vara de mi Justicia obro, no faltando sin embargo mi Bondad para con el pecador hasta el último instante de su existencia.
El es el que decide su fin; pero, ¿será, bastante fuerte para resistir en su última hora los múltiples y formidables ataques de Satanás, el alma débil atada por el pecado y consumida por los vicios, que fueron TODO durante la vida? ¿Podrá llamarse e invocarme quien se avergonzaba de tomar mi Nombre en sus labios?
Muy difícil, aunque no imposible, es la conversión del alma en el último y supremo instante de su existencia en el cual nada hay en su favor, más que los crueles remordimientos, en que luchan la humillación y la Desesperación.
A este punto capital y terrible es al que Satanás tiende a arrastrar con todas sus fuerzas a las desgraciadas almas que siguen sus perversas enseñanzas, a las que se apartan de la Verdad única que soy Yo y a las ilusionadas y engañadas. Envuelve Satanás en la dañina atmósfera de la fingida paz, e hipócritas y falsas virtudes.
Aquí tienen los miserables y pérfidos planes de Satanás, y las nefandas maquinaciones que emplea y dirige contra Mí, contra las almas, y en favor suyo.
He querido levantar por mis altos fines el velo para descubrirlo, para que las almas lo conozcan, lo aborrezcan y huyan de sus traidores lazos.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com