Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

22.10.18

De las virtudes y de los vicios: Imprudencia



La Imprudencia es hija de la Precipitación y de la Ligereza. Este defecto de la Imprudencia que raya en vicio, recorre en la vida ordinaria y en la espiritual un campo muy extenso. Un alma que lleva consigo a la Rectitud y al Reposo en sus actos y en sus pensamientos, no es imprudente. El alma recta y reposada mide sus palabras y sus actos, y nunca tiene de qué arrepentirse.
La Imprudencia es un traspasamiento de los límites del Orden, en cualquier sentido que sea. La Imprudencia es a veces fruto del fervor creciente, pero aun ésta es reprochable porque se aparta de los límites de la Rectitud y de la Razón.

Existen muchas clases de Imprudencias en la vida del hombre, en lo material y en lo espiritual.




El campo que este vicio recorre es vastísimo, llevando tras de sí a otros muchos. Hay imprudencias en lo bueno y en lo malo. Todo exceso en cualquier orden que exista, es imprudente.

Existen imprudencias de todas clases y colores, y sus daños son de grandísima extensión. Hay imprudencia en el uso de todos los sentidos y aun potencias, en el hablar y en el callar fuera de tiempo, en el trabajo y en la quietud, y en todo lo que constituye abuso. Todo cuanto se aparta del justo medio es Imprudencia. Todo cuanto no es oportuno es imprudente. El justo medio, pues, y la Oportunidad forman la Prudencia y alejan a la Imprudencia. ¡Feliz el alma que con el fiel de la balanza pesa y mide todas sus obras! Ella alcanzará en la tierra una gran perfección y en el cielo el premio de sus trabajos.

Pocas son en el mundo las almas prudentes, las cuales no hayan tenido alguna vez de qué arrepentirse. Ellas serán felices en el tiempo y en la eternidad.

¡Cuánta Imprudencia hay en el mundo, el cual está lleno de este defecto capital que tiene el hombre! Imprudencia es todo desorden interno del corazón, o exteriorizado por los actos, es decir, manifestado por las obras después de haberlo consentido en el fondo del alma.

La Imaginación tiene una gran parte en el vastísimo campo de la Imprudencia. La Imaginación tiende con mucha finura sus redes al alma para hacerla caer, aun más: abultando y exagerando las cosas, procura precipitar al alma en grandes escollos. La Imaginación es el agente de la Imprudencia.

Satanás es íntimo amigo de la Imprudencia. Al lado de la Imprudencia pone en juego a la mayor parte de los vicios, los cuales le sirven como los pajes sirven a una gran reina. Satanás viste con los colores de las virtudes a garrafales errores que se registran en la vida espiritual. Satanás sugiere estos errores en las almas con el fin de hacerlas caer en grandes imprudencias y enormes daños. En la vida del espíritu, ¡cuánto se desperdicia por la Imprudencia a muchas de las obras que debieran ser santas y aun más, les da el ser de pecaminosas!

Las almas imprudentes son generalmente soberbias, o tontas, o ambas cosas a la vez, pues la Soberbia es hermana de la Imprudencia y casi nunca se le separa. Las imprudencias proceden con frecuencia del juicio propio que no se doblega ante la Obediencia, o ante la Voluntad divina. El alma imprudente comete frecuentemente estas dos grandes faltas, que a veces llegan a ser pecados.

En materias espirituales estos dos escollos del Juicio propio y de la Desobediencia son desgraciadamente muy comunes. En las comunidades son muy frecuentes. En las penitencias y oraciones a veces hay mucho de Juicio propio y Desobediencia, y por lo mismo hay imprudencias.

El remedio para la imprudencia en muchos casos es la Docilidad, en otros la Sujeción, en otros la Oportunidad, en algunos la Discreción, el Silencio, el Dominio propio, el Vencimiento, la Humildad.

En todos los casos el remedio es la Rectitud. Mas para discernir entre las necesidades o circunstancias especiales de cada caso se necesita la Luz de la Oración unida al Sacrificio y a una gran Pureza de intención. Sin embargo, el alma no posee este caudal de virtudes sin trabajo y sin muchas conquistas sobre sí misma. Por lo mismo, rara es el alma que varonilmente combate contra la Imprudencia, y por tanto rara es la que lleva consigo a la sublime y capital virtud de la Prudencia.

Mas, ¿quién hará que se conozcan las virtudes y se practiquen? La Cruz, el reinado del Dolor con toda la hermosa corte que lo acompaña.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com