La Indiscreción procede de la Imprudencia y es un vicio muy odioso en el hombre. El que lleva consigo a la Indiscreción da pruebas de un espíritu de Ligereza y de Frivolidad.
Existe una Indiscreción ordinaria y común la cual encierra grandes males que muchas veces son de funestas consecuencias. El alma indiscreta se hace aborrecible a las personas que la rodean.
La Indiscreción es la antagonista de la Prudencia y del Silencio. Por lo mismo, el Desorden la acompaña en su carrera.
Existe otra clase de Indiscreción y es la Indiscreción espiritual la cual hace horribles estragos en la vida del espíritu. Esta Indiscreción consiste en la imprudencia y desordenada comunicación de los favores recibidos echa a quien no está el alma solamente sujeta, sino que derramándose el alma aquí y allá va esparciendo su aroma, el cual se queda por fin evaporado. Este es el fin desgraciado de la Indiscreción espiritual, es decir, que el alma se queda al fin vacía por andar descubriendo sus tesoros. Tan delicado es el Espíritu Santo en este punto capital del Ocultamiento de sus divinas gracias, que el alma infeliz que las pregona las pierde y le queda además un hondo remordimiento.
La Indiscreción, pues, es otro dique ante el cual se detienen las divinas comunicaciones y se estrellan y se desbaratan las gracias recibidas. Este punto da la vida espiritual es de mucha importancia; lo es más, mucho más de lo que los Directores y los dirigidos se figuran. El Espíritu Santo es Dios de Paz y se comunica en la profunda obscuridad y ocultamiento de un alma pura.
Las gracias del Espíritu Santo llevan consigo una esencia tan fina, que con el viento exterior luego se evapora. Así pues, para conservar los santos perfumes del Divino Espíritu hay que esconderlos, encerrarlos, guardarlos y ocultarlos hasta del mismo Satanás que vela en continuo acecho para robarlos. Satanás tiene sus planes muy astutos y traidores para robar al alma estos tesoros divinos, y aun más, por medio de esos mismos tesoros divinos trabaja, ¡miserable!, para hacer caer al alma en el pecado. Porque acomete generalmente con las solapadas tentaciones de pedir consejo y de santos desahogos, etc., y por este camino conduce al alma a la Vanidad y a la Soberbia. ¡Cuántas almas que comenzaron bien y que en sus principios eran receptáculos de los divinos favores, dando oídos a la tentación, concluyeron por perderse, haciéndose esclavos de Satanás y de sus engañosas ilusiones! ¡Cuántas almas que debieran ser mías han sido arrastradas por la adulación y han sido puestas en altísimos tronos mundanales desde donde las ha derribado la Soberbia! En la vida Espiritual se lamentan todos los días estos hechos desgraciados. En las mujeres sobre todo, este es el lado más vulnerable que tienen, es decir, el comunicarse y el descubrir las gracias con que se ven favorecidas, y a veces con el santo pretexto (que es una tentación de Satanás) de hacer bien a los demás. Por aquí se infiltra la luz del mundo que disipa la santa obscuridad, en la cual el Espíritu Santo tiene su Nido.
Este Santo Espíritu es tan delicado, que sus ojos no pueden percibir la luz mundanal, ni sus oídos pueden escuchar su ruido. Por lo mismo, cuando esta luz exterior y este ruido penetran, en el fondo secreto del alma en la cual se halla, vuela y abandona al alma dejando solamente las divinas huellas en donde se posaba. ¡A cuántas almas no les quedan sino las huellas del Espíritu Santo en donde habitaba y ya no habita!
El alma pues, que quiera conservar las gracias recibidas y aumentar su caudal, debe cuidar mucho a la Divina Palomita que es tan delicada y pura, y alejar toda luz y todo ruido exterior formando una valla cerrada con siete llaves en donde no pueda con completa libertad penetrar sino el Director espiritual.
El Director espiritual sí debe conocer hasta el fondo más profundo del alma y sus pliegues mas ocultos. Debe también penetrar, aunque con profundo respeto y grande pureza a la morada interna en donde habita este Santo Espíritu de Verdad. El Director debe, con mucha finura tocar estas santas regiones, dando gracias alabando a Dios que así se digna abajarse tanto con la pobre criatura. Debe el Director recoger y guardar hasta las migajas que hay en estos santos lugares del alma pura. Debe santificarse para cumplir la santa misión que se le encomienda. Yo en estos casos me pongo también en cierta manera bajo su obediencia como en el Sacrificio de la Misa, en cierto modo aquí también dependo de los Directores, aun más, les doy la preferencia, agradándome de que el alma primero obedezca a ellos que a Mí mismo, y me sujeto a las leyes establecidas por los hombres e inspiradas por Mí.
Mas, ¡cuánta santidad debe reinar en los corazones de los Directores! Ellos deben ser vivos reflejos del Espíritu Santo, ellos deben ser perfectos como mi Padre celestial es perfecto. ¡Ah!, esto es lo que debieran ser los Directores espirituales y no lo son. Gran cuenta les pediré por tan distinguido cargo, que no supieron desempeñar debidamente.
El remedio para la Indiscreción común es la Prudencia y el Silencio. Mas el remedio para la Indiscreción espiritual es el Ocultamiento santo y completo de toda mirada humana, a no ser en casos muy raros y determinados, y aun en estos casos, deben ser con persona muy escogida, recta, prudente, discreta y espiritual. Estos son los únicos remedios contra la Indiscreción, y las almas que no quieran ponerse en inminente peligro de perder las gracias recibidas, deben ponerlos al pie de la letra en práctica. ¡Desgraciada del alma indiscreta! ¡Ella no sabe ni puede valorizar los riquísimos tesoros que pierde! Feliz y mil veces dichosa es el alma que recogida, silenciosa y oculta pasa por el mundo sin que este pase por ella, con su sello en los labios y otro en su corazón, el cual sólo se rompe en la feliz eternidad que le espera.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com