La Precipitación es hija de la Imaginación desordenada y de la Ligereza. Este es un defecto que llega a ser vicio, y vicio de grandes consecuencias. En ningún caso la Precipitación es buena; a veces es indispensable el apresurarse, pero esto es distinto. La Precipitación espiritual siempre acarrea daños para el alma.
La Precipitación es un desorden y el antagonista del Reposo. El alma precipitada nunca es ordenada, y la Precipitación se encuentra muy lejos de la Prudencia. El alma precipitada en sus operaciones huye del Espíritu Santo que es Espíritu de Paz y de Quietud. El Espíritu Santo no desciende ni acostumbra comunicarse con estas almas precipitadas que todo lo atropellan, cuando menos por salir del paso. Satanás es muy amigo de la Precipitación, porque no ignora que ésta todo lo desvirtúa y desdora. La precipitación es el enemigo capital de la Oración, puesto que ésta se funda en la santa quietud de un alma pura y tranquila para derramar sus Frutos. Por lo mismo, las almas precipitadas no pueden orar, se derrumban por los peñascales de la Imaginación, siguiendo los torbellinos que ésta les levanta, y nada hacen ni podrán hacer en la vida del espíritu.
El defecto o vicio de la Precipitación interna se trasluce también al exterior de la persona y muy contraria a los modales de la Modestia y del Recogimiento. En una Religiosa, la Precipitación externa, y más aun, la interna es insoportable. Estas almas que llevan consigo este defecto capital en las Religiones, introducen el Desorden en las Comunidades y turban el reposo y la madurez que deben existir en los actos de ella.
La Precipitación es un gran defecto en la Oración vocal. Impide que la idea de la oración vocal empape el espíritu. Por lo cual, no tomando parte el espíritu, resulta que en muchas ocasiones son nulos los rezos y alabanzas con que se me invoca y honra.
La Precipitación jamás debe tocar las puertas de una Religión, porque si la Precipitación llega a pasar el dintel, se introducirá juntamente con ella el Desorden, y con éste la ruina de la Comunidad. Este vicio parece a primera vista pequeño, y sin embargo es muy grande y produce multiplicados daños para sí y para el prójimo.
La Precipitación espiritual ayuda mucho a la Murmuración. El alma sin empacho se lanza a juzgar ligeramente los hechos y los dichos del prójimo, y por su causa se cometen mil pecados. Es tan fácil deslizarse en la pendiente de la Precipitación, que por ella se dan grandes caídas y de gravísimas consecuencias, teniendo después las almas que arrepentirse. Un alma que con tino y prudencia dirige todos sus actos, va caminando derecho para la santidad; mas el alma que se deja arrastrar por la corriente de la Precipitación se estrellará en los escollos que consigo lleva su hermana la Imprudencia, acarreándose un sinnúmero de males.
El remedio con que se cura la Precipitación consiste en la práctica de las virtudes de la Prudencia, del Silencio, del Reposo, de la Tranquilidad y de la Madurez en los actos exteriores, quitando sin embargo, todo extremo y afectación. Esta madurez y reposo de los actos exteriores mucho ayuda para ordenar el interior del corazón y evitar el odioso vicio de la Precipitación.
Feliz el alma que tal consiga, porque así ordenada en su interior y en su exterior, gozará de la suavísima Paz del Espíritu Santo. Sin embargo, mucho trabajo implica el derrocar el vicio de la Precipitación, porque hasta tal grado llega a tomar posesión de las personas que quieren o intentan conseguir derrocarla, que la encontrarán en todos sus pensamientos, palabras y obras. Por lo mismo para conseguir esto, se necesita gran Paciencia y Constancia.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com