La Precipitación es hija de la Imaginación desordenada y de la Ligereza. Este es un defecto que llega a ser vicio, y vicio de grandes consecuencias. En ningún caso la Precipitación es buena; a veces es indispensable el apresurarse, pero esto es distinto. La Precipitación espiritual siempre acarrea daños para el alma.
La Precipitación es un desorden y el antagonista del Reposo. El alma precipitada nunca es ordenada, y la Precipitación se encuentra muy lejos de la Prudencia. El alma precipitada en sus operaciones huye del Espíritu Santo que es Espíritu de Paz y de Quietud. El Espíritu Santo no desciende ni acostumbra comunicarse con estas almas precipitadas que todo lo atropellan, cuando menos por salir del paso. Satanás es muy amigo de la Precipitación, porque no ignora que ésta todo lo desvirtúa y desdora. La precipitación es el enemigo capital de la Oración, puesto que ésta se funda en la santa quietud de un alma pura y tranquila para derramar sus Frutos. Por lo mismo, las almas precipitadas no pueden orar, se derrumban por los peñascales de la Imaginación, siguiendo los torbellinos que ésta les levanta, y nada hacen ni podrán hacer en la vida del espíritu.