La Fragilidad procede de la Debilidad natural en el hombre, y en parte de la Ligereza. La que viene de la Debilidad es disculpable, y el hombre mientras viva la llevará siempre consigo, puesto que es también consecuencia del primer pecado que trajo la ruina del mundo; pero la que se deriva del vicio de la Ligereza es siempre reprochable, y en muchas ocasiones de graves consecuencias.
Es la Fragilidad fruto natural del hombre. Todo en él es frágil, deleznable y vano; lleva en su ser a la Inestabiildad y cualquier viento lo mueve de su sitio. El hombre es quebradizo y tan mudable como el viento. Sólo las virtudes pueden solidificar al hombre y espiritualizarlo, y todo lo que no sea ésto, lo arrastrará hacia las pasiones, hasta sumergirlo dentro de los nefandos vicios.
Las almas ligeras y mundanas llevan consigo en mayor escala el vicio de la Fragilidad en sus pensamientos, palabras, y obras. Este es un gran defecto en la vida espiritual, porque las almas frágiles siempre están comenzando sin avanzar por el sólido camino de las virtudes. Satanás hace por aquí mucha cosecha, y la Fragilidad es para él un gran instrumento.
El remedio contra la Fragilidad culpable es la Madurez. Esta virtud hermosísima por cierto, consiste en un prudente y reposado discernimiento de las cosas ordenándolas todas con la rectitud y la razón hacia un buen fin, teniendo a Dios como objeto principal de sus conclusiones.
Este es el remedio de la Fragilidad, pero se alcanza con la práctica del Reposo, de la Meditación y de la misma experiencia en las caídas.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com