La Veleidad es hija de la Indecisión y busca para formar su nido corazones vacíos, frívolos e inquietos.
Este es un defecto muy odioso, y siempre se acompaña de la ligereza, su hermana inseparable. El Espíritu Santo jamás se alberga en las almas que llevan en sí a la Veleidad y la Ligereza. Este Santo Espíritu muy lejos habita de semejantes contactos.
La Paz, la Oración, la Quietud, Silencio y Recogimiento no se acercan a sus puertas y repugnan totalmente con estas almas que buscan y tienen por centro el ruido, el bullicio, el mundo y la Vanidad.
Estas almas están en gran amenaza y en mil clases de peligros: tan sólo un punto las aparta del pecado.
La Murmuración es generalmente el pasto de las almas veleidosas y ligeras. La Murmuración es uno de los muchos puntos por los cuales Satanás las hace suyas. Estas pobres almas llevan en su interior un vacío espantoso, una pena secreta que las hace desgraciadas, por más que aparenten lo contrario. Estas almas ¡claro está!, llenan de basura y de humo y muchas veces de pecados un corazón creado tan sólo para poseerlo Yo y para poseerme a Mí.
El remedio de estas pobres almas está en los desengaños, las decepciones y el dolor. Solamente estos poderosos contrapesos las harán detenerse, reflexionar y cambiar su rumbo, buscándome a Mí y tan sólo a Mí.
En materias espirituales se mete también, aunque en otro sentido que en el Mundo, la Veleidad y Ligereza, las cuales muchas veces llegan a vicios, cometiendo estas pobres almas que las llevan consigo muchas aberraciones.
Estos defectos tan capitales jamás cuadrarán con la vida espiritual.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com